Abandoné Miltown Malbay con ganas y eso que el camarero se esforzó por hacerme agradable el ratito del supermegasesayuno consabido.
Emprendí el camino hacia los acantilados buscando Hag Head, que según la Lonely ofrecía una de las mejores panorámicas de los famosos Cliff of Moher, pero debí equivocarme en algún cruce porque acabé en un camino sin salida y sin vistas panorámicas. Para reencontrarme con la carretera di un montón de vueltas, pasé por un pueblecito con playa bordeada de paredes verticales y varias granjas. Como el día había amanecido borrascoso, los rompientes resultaban impresionantes, y muy ruidosos.
Enseguida se da uno cuenta de que ha llegado al destino, el enorme aparcamiento es imposible de pasar desapercibido, pero nada más salir del coche, el viento que había notado ya esa mañana en otros puntos me sorprendió por su fuerza. ¡Nunca he sentido un viento tan fuerte! (es que estoy poco viajada, supongo). Prácticamente nos tumbaba y recorrer el espacio vacío entre el parking y el centro de interpretación fue para muchos de los que allí estábamos, digamos que algo complicado.
Pero nada que ver con los que sería en lo alto,


Tras dedicar un saludo al Atlántico e imaginar lo que debió suponer para la armada, mal llamada invencible, una vista como aquella, la siguiente parada era el Burren. Lo siento, es curioso sí, pero yo iba más hambrienta de verde que de roca y sólo le dediqué una pasada rápida (Pulnabrone, claro), eso sí, agradablemente a solas, justo antes de un trallazo de granizo que dejó a los que estaban aparcando cuando yo me iba dentro de los coches.
Me dirigía hacia el lago Corrib y todo el camino de la costa, esquivando Galway que dejé para la vuelta, festoneado de acantilados, playas y castillos con la tarde convirtiéndose en primaveral.
Antes de llegar a Oughterard le hice una breve visita al castillo de Aughanure y llegué al pueblo con intenciones de coger habitación más temprano que otros días. Sin embargo, me salí del pueblo ojeando las casas con carteles de B&B y me encontré con la Glann Road, una carretera sin salida que bordea el lago Corrib. La recorrí hasta el final descubriendo vistas estupendas del gran lago salpicado de islotes. Atardecía y tras las nubes y los claros del final de la tarde los arcos iris se sucedieron le dando la pincelada final al paseo.

En un pub situado al pié de la carretera que atraviesa el pueblo y que constituye su calle principal me tomé un pastel de pastor con una estupenda (como siempre) pinta de guinness y observé el ir y venir de los parroquianos. En esta ocasión únicamente producto nacional. Al parecer, en Oughterard el turismo es cosa de la temporada de pesca y, fuera de ella, la vida es todo lo tranquila que se puede esperar de una población de poco más de dos mil habitantes.