ZURICH - ZERMATT
-“Firstofol gud morning. I want a ticket to Visp (pronunciado Fisp) and after anoder to transfer to zermatt, wiz de half fare card", –plantando el pase en el cristal-.
-“return o no return”, y muevo los muelles de la cabeza de izquierda a derecha ida y vuelta.
Toca teclas hasta que aparecen 61 CHF en el display, al cambio 56 €. Aunque faltan 5 minutos para las 7 y el tren sale a las 7'02, entro en una cafetería y me pido un café solo pequeño. Salen volando 4’40 francos y le echo dos dosis de crema de leche gratuita para amortizar; en dos minutos me lo tomo con un pajita por el lado izquierdo de la boca porque el derecho lo tengo ocupado fumando un cigarro; busco el andén; bajo al andén; y cuando las agujas marcan las 7’02 horas rolex, me despido de Zurich, y me voy con mis bártulos a Zermatt.
En el vagón, los pasajeros tipo visten camisa inmaculada blanca o de tono discreto, pantalón de vestir color tierra o gris con etiqueta colgando, y cegadores zapatos clásicos marrones o negros. Ya habituado a su presencia por el día a día en Zurich, me instalo confortablemente hasta que Herrrrr Revisoren me expone neutralmente que debo ausentarme del vagón de 1ª clase y presentarme urgentemente ante una butaca de dos o tres vagones más allá, que identificaré por un signo escrito al lado de la puerta de entrada parecido a este: 2ª. Emito un okkk sorriii, y abandono la nave espacial en la que los ultracuerpos no han movido ni un músculo de sus idems.
La primera parada del tren es a las 8 horas, en un lugar llamado Berna; la segunda, a las 8'25 en una estación con un rótulo que pone Thun; la tercera, en Visp a las 9'02, donde enlazo con otro tren a Zermatt, que espera en el andén de al lado, y despega a las 9'08 h. Tomo tierra en Zermatt a las 10'15 horas.
Sobre un plano me informo en la oficina de turismo de la situación de mi alojamiento, y en 20 minutos estoy en el hotel de madera Kronig, donde me encuentro una llave sobre un papel con mi apellido escrito y un número, sobre el mostrador de una recepción deshabitada al lado de una sala desolada con unos sillones y unas mesitas antisociales, frente a unos sombríos escalones al fondo que seguro que me van a dejar en el pasillo del hotel del Resplandor de Kubric, donde me voy a encontrar dos escalofriantes niñas gemelas vestiditas de azul. Mirando siempre de reojo, introduzco la llave en la cerradura de una puerta que chirría al abrirse, y entro en una habitación espaciosa con una terraza frente al embrujador Cervino.
Los telecabinas que pasan continuamente por encima del hotel hasta la tarde-noche, son silenciosos pero no invisibles, lo que los convierte en un péndulo de hipnotista. El desfile de unas cuantas centenas de telecabinas yendo y viniendo durante mi estancia en el hotel, aparte de adormilarme unas cuantes veces, me ha proporcionado profundos conocimientos sobre su estructura y mecanismo, que pongo a disposición de quien esté interesado en la maquinaria de estos abombados huevos de metal y vidrio con gadgeto brazo.
ZERMATT, el pueblo
El nombre de Zermatt, que deriva probablemente de un dialectal de la zona, está formado por la contracción de Zur, "en el", y Matte "prado", y hace referencia al asentamiento del pueblo sobre el ancho valle de hierba existente bajo la garganta del río Gorner, en la actualidad cubierto totalmente por el núcleo urbano. Sin embargo, el nombre original del pueblo no es Zermatt, si no Praborno o Prato Borno, tal como aparece en los mapas y documentos más antiguos del siglo XIII. Más tarde, por el romance hablado por los habitantes de la época, derivó en Praborne o Praborgne y, finalmente, tras la colonización germánica, fue renombrado como Zermatt.
Con el Matterhorn, pasa lo mismo. En los textos medievales aparece como Mont Silvus, que deriva de la palabra latina “Silva”, -bosque-, para mutar más tarde a los de Mont Servinus y Mons Servin, y finalmente convertirse en Cervin en francés y Cervino en italiano. El primer uso del nombre alemán Matterhorn, alrededor de finales del siglo XVII, tiene la misma derivación que la de Zermatt. Los locales, también se refieren al Matterhorn/Cervino, como Das Hore o Das Horu, en dialecto de Zermatt y el alto Valais, que vendría a significiar "el cuerno o el pico".
El pueblo ubicado a 1600 metros de altitud, que fue desde sus inicios una pobre comunidad agrícola de robustos y rubicundos aldeanos, dedicados a la tierra, el pastoreo y la caza, comenzó su desarrollo gracias a la llamada de las montañas que lo rodean, que comenzó a atraer alpinistas y exploradores a principios del XIX, -la primera ascensión al Matterhorn por la expedición inglesa de Edgard Whymper es considerada como el detonante de la puesta en el mapa de Zermatt-, afluencia que, consecuentemente, conllevó la construcción de infraestructuras turísticas, como el primer hotel, el Cervin, que se abrió en el año 1838.
Actualmente, la parte antigua del pueblo, conocida como "Hinterdorf", -"la parte trasera"-, consiste en un conjunto de unos 30 edificios de estilo tradicional, entre graneros, almacenes, establos, y viviendas, construidos entre los siglos XVI y XVIII con madera de alerce, árbol predominante en los alrededores de Zermatt.
Zermatt, con una población fija que no llega a los 5800 habitantes, de los cuales el 40% son extranjeros residentes, basa casi totalmente su economía en el turismo, multiplicándose varias veces la población durante los picos en la temporada de esquí y en la temporada estival, por los centenares de kilómetros de senderos y vías de escalada de la zona. El idioma más hablado por la población es el alemán, seguido del portugués y el italiano. En toda su área, está totalmente prohibido el uso de vehículos privados y no eléctricos, a excepción de ambulancias, policía, bomberos, servicios públicos, y el mercedes SLR del alcalde.
El MATTERHORN/CERVINO
No es el más alto, Monte Rosa (4778 m), Dom (4634 m), Weisshorn (4506 m), Lyskamm (4527 m), Cervino (4478 m), pero el elegido finalista para formar parte de las siete maravillas del mundo, es la cumbre más fotografiada de Europa, e imagen de, por ejemplo, la Paramount, Toblerone, o los lápices Caran D'ache, además de un lugar de peregrinación mundial.
Coronado por primera vez en 1865, inició su meteórico ascenso a la categoría de leyenda en ese mismo momento, tras el trágico desenlace de la expedición inglesa de Edgard Whymper que logró coronar su cumbre. En el descenso, un joven estudiante e inexperto montañero de 19 años,
Douglas Hadow, resbaló, provocando la rotura de la cuerda, y el arrastre y caída al vacío de 1400 metros, de él y otros tres de los miembros de la expedición, un joven lord de 18 años, un guía francés y un reverendo, cuyos cuerpos se lograron recuperar, a diferencia del del desgraciado joven, que nunca fue encontrado.
Curiosamente, al conocer la noticia, la reina Victoria de Inglaterra prohibió las expediciones a los Alpes, prohibición que seguramente acabó provocando el efecto contrario. Desde entonces 500 alpinistas han perdido la vida en esta montaña, algunos de los cuales son recordados en un memorial con lápidas en la parte trasera de la iglesia de Zermatt. En el pueblo, también hay una fuente/monumento dedicada al guía local Ulrich Inderbinen, que escaló el Cervino nada menos que en 370 ocasiones, la última de ellas en el año 1990, a la edad de 90 tacos.
Hay cuatro aristas para subir al Cervino, la más común que es la Hornli al Noroeste; la italiana o del Leon, al Suroeste; la Zmutt, al Noreste; y la Furggen al Sureste. El patrón habitual de ascenso es coger el teleférico en Zermatt hasta Schwarzsee, subir hasta los 3260 metros donde se encuentra la cabaña Hornli para pasar la noche, y a la mañana siguiente sobre las 3 de la madrugada, comenzar el asalto a la cumbre, para poder descender antes de que las habituales nubes y las tormentas aparezcan por la tarde.
En 1992, un italiano y un suizo, escalan 4 veces el Matterhorn en 23 horas y 26 minutos, haciendo subidas y bajadas por las cuatro aristas de la montaña.
En el 2007, los guías de montaña suizos, Simon Anthamatten y Michael Lerjen, suben y bajan por la cresta Hornli en 2 horas y 33 minutos, tardando 1h40 en subir y 53m en bajar.
En el 2013, el atleta de Sabadell, Kilian Jornet, bate el record del suizo Brunod, subiendo y bajando por la arista italiana del Leon, desde la localidad de Cervinia, en 2h52m.
En el 2015, el guía suizo Dani Arnold, bate el record de velocidad por la cara norte, al escalarla en un tiempo de 1h46m.
COMO LLEGAR
1.- En coche. A medio camino entre Ginebra y Zurich, a Zermatt no se puede llegar en coche, ya que no se permiten motores por sus calles. El vehículo, se ha de estacionar en los aparcamientos de la localidad de Tasch, 6 kilómetros antes de Zermatt, ya que a partir de esa localidad la carretera está cerrada al tráfico de vehículos privados, y allí coger uno de los trenes que pasan cada 20 minutos, que llegan a Zermat en menos de un cuarto de hora.
2.- En tren. Los trenes salen aproximadamente cada media hora de la localidad de Visp, desde donde se conecta con la red ferroviaria principal de Suiza, para llegar hasta los aeropuertos de las principales ciudades. Aunque el más cercano es el de Sion, como sus vuelos son muy limitados, es mejor optar por los de Zurich, Ginebra, o incluso Milan.
EL DIA DE ZERMATT
Una anécdota ilustrativa del ambiente Zermatteño sucedió el día en que para capturar el nombre y dirección de una tienda de antiguedades ubicada en las afueras, estaba fotografiando un cartel publicitario que tenían colocado en una pared del centro. Cuando me dí cuenta, tenía detrás a un un buen grupito observando interesados el cartel, con la cámara a punto. Pensé de inmediato que si le hubiera hecho una foto a una papelera, a un pino o al escaparate de una zapatería, seguro que también tendría a unos cuantos esperando, con proverbial paciencia asiática, para inmortalizar una rarísima papelera gris de Suiza; el pino donde meó el perro del chocolatero Lindt, o la zapatería donde el calzado huele a Emmental.
En Zermatt, al igual que en Zurich, la calle principal también es la de la estación, o sea la Bahnhofstrasse, que impepinablemente va a parar a la plaza de la estación, la Bahnhofplatz. La arteria es una sucesión de restaurantes, tiendas de lujo, bares, hoteles, y riadas de coloridos turistas, mayoritariamente asiáticos, con bastones de senderismo extensibles de titanio o fibradecarbono o aluminio, ataviados con gorras-orejeras-protector-de-cuello protegidos con cortavientos de fibra espacial, que cubren polares ultraligeros sobre pantalones de esquí reflejados en gafas polivalentes y polarizadas de todos los colores y formas, bajo paraguas para proteger su piel de los rayos solares la piel y de los helados chorreantes, que se mueven al ritmo del tic-tac de los relojes relucientes en las muñecas que balancean infinidad de bolsas de compras, que se sacuden al cruzarse con personas sobre patines, skateboards, snowboards, electrobicicletas, BTT,s de montaña, taxis y minibuses a batería, mientras hacen piruetas en los cielos los calzados goretexes colgando de parapentes y paracaidas, bajo mochilas y bandoleras de marca, que esquivan teleféricos y telecabinas y funiculares desde los que se divisan calesas y caleser@s, mientras se escuchan los balidos de las cabras “cuello-negro”, que atraviesan las calles llenas de esquies, grampones, cuerdas, piolets, arneses, mosquetones, gorros de lana, martillos, guantes ignífugos, cruces rojiblancas y navajas Victorinox, mientras los montañeses coloradotes mordisquean bratwursts y cervelas, y los tiroleses soplan las trompas alpinas hacia el infinito para que arranque el próximo tren subterraneo o el de vuelta a una vida tan irreal como la vida misma.
Alrededor de la Bahnhofstrasse, apenas se extienden tres o cuatro calles hasta las laderas montañosas, donde se erigen más apartamentos y habitaciones y estudios y mazouts y bloques y hoteles y resorts y residencias y hostales e iglús y tipis y cabañas y bungalows y casetas de perros y chamizos y garajes y caravanas y tiendas de campaña y ... que aprovechan para airearse mientras sus huespedes vuelan, saltan, caminan, fotografían, pasean, comen, compran, escalan, descienden, pagan, cambian, beben, marchan, ruedan, llegan, patean, nadan, esquian, patinan, pedalean, sudan.
El río extrasuizo Mattervispa cruza educadamente el pueblo sobre su lecho de piedras, y el paseo peatonal y vial de su margen es un placentero placer puesto que a pesar de discurrir en paralelo a la Bahnhofstrasse nadie camina por el, porque si alguien se sale de "la calle" pasa de inmediato a un estado de insoportable invisibilidad.
El barrio antiguo es bonito. La llamada “parte trasera” o sea "Hinterdof" no son muchos edificios, apenas 30, pero son bonitos, orgánicos y de madera oscura ahumada, y montados sobre pilares como los horreos para evitar humedades y ratas y otros bichos peligrosos como los cocodrilos y los búfalos. Además, por el barrio no hay gente, solo algún extrañísimo habitante de Zermatt que sale de su guarida para realizar alguna gestión o ir y venir a su lugar de trabajo o a su negocio o a recoger a los niños de la guardería o la escuela.
En Zermatt hay una gran colonia portuguesa que trabaja y reside allí. Con algun@s de ell@s conversé en español para descansar de mi agotador spanindinglish. Muchos viven en los bloques
al sur de la estación, y son encantadores. También hablé con algunos “italianos”. Mi estancia coincidió con la final de la Eurocopa que ganó Portugal, y un montón de taxis y otros vehículos, y colgadas en los alfeizares de las ventanas aoparecieron orgullosas las banderas verdirojas del país ibérico. También se ven en Zermatt algunos huertos urbanos aquí y allá, incluso alguno con bastones de esquí en vez de palos, a modo de guías para las plantas y tomateras.
En Zermatt no podía faltar una iglesia y un cementerio y un ayuntamiento. No faltan, y están ahí en medio, integrados entre los turistas yacentes en las tumbonas de piedra de los jardines y el ajetreo del museo de historia. Allí descansan los muertos, o eso creo, y detrás de la iglesia como dije, hay lápidas de los que subieron y no bajaron o cayeron o quedaron a medio camino del pico de Zermatt, el Matterhorn. Es un sitio relajado ese rincón. Hay bancos y ahí me senté y ahí se estaba tranquilo. El recoleto y muy cuidado cementerio está al otro lado de la calle, en medio del ir y venir diario por el asfalto del pueblo.
Al sur de la estación todo se difumina. Es como otro pueblo en el que las actividades son cotidianas, y se ven hasta mecánicos y transportistas. También está la tienda de antiguedades perdida en una esquina al lado del Mattervispa, y un poco antes la estación del tren subterráneo a Sunnegga. En el otro extremo, o sea en el lado Cervino, están los campos de deportes y un parque de aventura, y unos establos donde guardan a las cabras Blackness, de pijamas de lana mitad blanco mitad negro, a las que en verano sacan a pasear cada día por las calles de Zermatt, unos niños pequeños ataviados de cabreros tradicionales.
Por ese extremo del pueblo, se llega también en 20 minutos a las Gargantas del Gorner, una de las pocas atracciones naturales del pueblo. Una tarde me llegué hasta allí para visitarlas pero eran poco más de las 18’30 h, y acababan de cerrar. Resignado, machaqué a fotos a la colonia de ardillas que poblaba el bosque de la entrada al parque, hasta que me hicieron notar su inquietud por mi estado de salud mental. Al regresar hacia el hotel, entre ciclistas, senderistas, alpinistas, submarinistas, gimnastas, parapentistas, dentistas, regatistas, etcétera, que volvían de su dura jornada diaria, al llegar a la altura del corral de las cabras blanquinegras, me quedé un rato a machacarlas a fotos para seguir con la terapia.
En fin, Zermatt, "en el prado", es un bonito pueblo entre montañas, que tiene un supermercado Coop donde proveerse, un Mc Donalds por si se presenta un síndrome de abstinencia de grasas y calorías, y por si fuera poco, si se va a Zermatt, se hacen dos viajes en uno, se visita Suiza y se bucea en la cultura china.
-“Firstofol gud morning. I want a ticket to Visp (pronunciado Fisp) and after anoder to transfer to zermatt, wiz de half fare card", –plantando el pase en el cristal-.
-“return o no return”, y muevo los muelles de la cabeza de izquierda a derecha ida y vuelta.
Toca teclas hasta que aparecen 61 CHF en el display, al cambio 56 €. Aunque faltan 5 minutos para las 7 y el tren sale a las 7'02, entro en una cafetería y me pido un café solo pequeño. Salen volando 4’40 francos y le echo dos dosis de crema de leche gratuita para amortizar; en dos minutos me lo tomo con un pajita por el lado izquierdo de la boca porque el derecho lo tengo ocupado fumando un cigarro; busco el andén; bajo al andén; y cuando las agujas marcan las 7’02 horas rolex, me despido de Zurich, y me voy con mis bártulos a Zermatt.
En el vagón, los pasajeros tipo visten camisa inmaculada blanca o de tono discreto, pantalón de vestir color tierra o gris con etiqueta colgando, y cegadores zapatos clásicos marrones o negros. Ya habituado a su presencia por el día a día en Zurich, me instalo confortablemente hasta que Herrrrr Revisoren me expone neutralmente que debo ausentarme del vagón de 1ª clase y presentarme urgentemente ante una butaca de dos o tres vagones más allá, que identificaré por un signo escrito al lado de la puerta de entrada parecido a este: 2ª. Emito un okkk sorriii, y abandono la nave espacial en la que los ultracuerpos no han movido ni un músculo de sus idems.
La primera parada del tren es a las 8 horas, en un lugar llamado Berna; la segunda, a las 8'25 en una estación con un rótulo que pone Thun; la tercera, en Visp a las 9'02, donde enlazo con otro tren a Zermatt, que espera en el andén de al lado, y despega a las 9'08 h. Tomo tierra en Zermatt a las 10'15 horas.
Sobre un plano me informo en la oficina de turismo de la situación de mi alojamiento, y en 20 minutos estoy en el hotel de madera Kronig, donde me encuentro una llave sobre un papel con mi apellido escrito y un número, sobre el mostrador de una recepción deshabitada al lado de una sala desolada con unos sillones y unas mesitas antisociales, frente a unos sombríos escalones al fondo que seguro que me van a dejar en el pasillo del hotel del Resplandor de Kubric, donde me voy a encontrar dos escalofriantes niñas gemelas vestiditas de azul. Mirando siempre de reojo, introduzco la llave en la cerradura de una puerta que chirría al abrirse, y entro en una habitación espaciosa con una terraza frente al embrujador Cervino.
Los telecabinas que pasan continuamente por encima del hotel hasta la tarde-noche, son silenciosos pero no invisibles, lo que los convierte en un péndulo de hipnotista. El desfile de unas cuantas centenas de telecabinas yendo y viniendo durante mi estancia en el hotel, aparte de adormilarme unas cuantes veces, me ha proporcionado profundos conocimientos sobre su estructura y mecanismo, que pongo a disposición de quien esté interesado en la maquinaria de estos abombados huevos de metal y vidrio con gadgeto brazo.
ZERMATT, el pueblo
El nombre de Zermatt, que deriva probablemente de un dialectal de la zona, está formado por la contracción de Zur, "en el", y Matte "prado", y hace referencia al asentamiento del pueblo sobre el ancho valle de hierba existente bajo la garganta del río Gorner, en la actualidad cubierto totalmente por el núcleo urbano. Sin embargo, el nombre original del pueblo no es Zermatt, si no Praborno o Prato Borno, tal como aparece en los mapas y documentos más antiguos del siglo XIII. Más tarde, por el romance hablado por los habitantes de la época, derivó en Praborne o Praborgne y, finalmente, tras la colonización germánica, fue renombrado como Zermatt.
Con el Matterhorn, pasa lo mismo. En los textos medievales aparece como Mont Silvus, que deriva de la palabra latina “Silva”, -bosque-, para mutar más tarde a los de Mont Servinus y Mons Servin, y finalmente convertirse en Cervin en francés y Cervino en italiano. El primer uso del nombre alemán Matterhorn, alrededor de finales del siglo XVII, tiene la misma derivación que la de Zermatt. Los locales, también se refieren al Matterhorn/Cervino, como Das Hore o Das Horu, en dialecto de Zermatt y el alto Valais, que vendría a significiar "el cuerno o el pico".
El pueblo ubicado a 1600 metros de altitud, que fue desde sus inicios una pobre comunidad agrícola de robustos y rubicundos aldeanos, dedicados a la tierra, el pastoreo y la caza, comenzó su desarrollo gracias a la llamada de las montañas que lo rodean, que comenzó a atraer alpinistas y exploradores a principios del XIX, -la primera ascensión al Matterhorn por la expedición inglesa de Edgard Whymper es considerada como el detonante de la puesta en el mapa de Zermatt-, afluencia que, consecuentemente, conllevó la construcción de infraestructuras turísticas, como el primer hotel, el Cervin, que se abrió en el año 1838.
Actualmente, la parte antigua del pueblo, conocida como "Hinterdorf", -"la parte trasera"-, consiste en un conjunto de unos 30 edificios de estilo tradicional, entre graneros, almacenes, establos, y viviendas, construidos entre los siglos XVI y XVIII con madera de alerce, árbol predominante en los alrededores de Zermatt.
Zermatt, con una población fija que no llega a los 5800 habitantes, de los cuales el 40% son extranjeros residentes, basa casi totalmente su economía en el turismo, multiplicándose varias veces la población durante los picos en la temporada de esquí y en la temporada estival, por los centenares de kilómetros de senderos y vías de escalada de la zona. El idioma más hablado por la población es el alemán, seguido del portugués y el italiano. En toda su área, está totalmente prohibido el uso de vehículos privados y no eléctricos, a excepción de ambulancias, policía, bomberos, servicios públicos, y el mercedes SLR del alcalde.
El MATTERHORN/CERVINO
No es el más alto, Monte Rosa (4778 m), Dom (4634 m), Weisshorn (4506 m), Lyskamm (4527 m), Cervino (4478 m), pero el elegido finalista para formar parte de las siete maravillas del mundo, es la cumbre más fotografiada de Europa, e imagen de, por ejemplo, la Paramount, Toblerone, o los lápices Caran D'ache, además de un lugar de peregrinación mundial.
Coronado por primera vez en 1865, inició su meteórico ascenso a la categoría de leyenda en ese mismo momento, tras el trágico desenlace de la expedición inglesa de Edgard Whymper que logró coronar su cumbre. En el descenso, un joven estudiante e inexperto montañero de 19 años,
Douglas Hadow, resbaló, provocando la rotura de la cuerda, y el arrastre y caída al vacío de 1400 metros, de él y otros tres de los miembros de la expedición, un joven lord de 18 años, un guía francés y un reverendo, cuyos cuerpos se lograron recuperar, a diferencia del del desgraciado joven, que nunca fue encontrado.
Curiosamente, al conocer la noticia, la reina Victoria de Inglaterra prohibió las expediciones a los Alpes, prohibición que seguramente acabó provocando el efecto contrario. Desde entonces 500 alpinistas han perdido la vida en esta montaña, algunos de los cuales son recordados en un memorial con lápidas en la parte trasera de la iglesia de Zermatt. En el pueblo, también hay una fuente/monumento dedicada al guía local Ulrich Inderbinen, que escaló el Cervino nada menos que en 370 ocasiones, la última de ellas en el año 1990, a la edad de 90 tacos.
Hay cuatro aristas para subir al Cervino, la más común que es la Hornli al Noroeste; la italiana o del Leon, al Suroeste; la Zmutt, al Noreste; y la Furggen al Sureste. El patrón habitual de ascenso es coger el teleférico en Zermatt hasta Schwarzsee, subir hasta los 3260 metros donde se encuentra la cabaña Hornli para pasar la noche, y a la mañana siguiente sobre las 3 de la madrugada, comenzar el asalto a la cumbre, para poder descender antes de que las habituales nubes y las tormentas aparezcan por la tarde.
En 1992, un italiano y un suizo, escalan 4 veces el Matterhorn en 23 horas y 26 minutos, haciendo subidas y bajadas por las cuatro aristas de la montaña.
En el 2007, los guías de montaña suizos, Simon Anthamatten y Michael Lerjen, suben y bajan por la cresta Hornli en 2 horas y 33 minutos, tardando 1h40 en subir y 53m en bajar.
En el 2013, el atleta de Sabadell, Kilian Jornet, bate el record del suizo Brunod, subiendo y bajando por la arista italiana del Leon, desde la localidad de Cervinia, en 2h52m.
En el 2015, el guía suizo Dani Arnold, bate el record de velocidad por la cara norte, al escalarla en un tiempo de 1h46m.
COMO LLEGAR
1.- En coche. A medio camino entre Ginebra y Zurich, a Zermatt no se puede llegar en coche, ya que no se permiten motores por sus calles. El vehículo, se ha de estacionar en los aparcamientos de la localidad de Tasch, 6 kilómetros antes de Zermatt, ya que a partir de esa localidad la carretera está cerrada al tráfico de vehículos privados, y allí coger uno de los trenes que pasan cada 20 minutos, que llegan a Zermat en menos de un cuarto de hora.
2.- En tren. Los trenes salen aproximadamente cada media hora de la localidad de Visp, desde donde se conecta con la red ferroviaria principal de Suiza, para llegar hasta los aeropuertos de las principales ciudades. Aunque el más cercano es el de Sion, como sus vuelos son muy limitados, es mejor optar por los de Zurich, Ginebra, o incluso Milan.
EL DIA DE ZERMATT
Una anécdota ilustrativa del ambiente Zermatteño sucedió el día en que para capturar el nombre y dirección de una tienda de antiguedades ubicada en las afueras, estaba fotografiando un cartel publicitario que tenían colocado en una pared del centro. Cuando me dí cuenta, tenía detrás a un un buen grupito observando interesados el cartel, con la cámara a punto. Pensé de inmediato que si le hubiera hecho una foto a una papelera, a un pino o al escaparate de una zapatería, seguro que también tendría a unos cuantos esperando, con proverbial paciencia asiática, para inmortalizar una rarísima papelera gris de Suiza; el pino donde meó el perro del chocolatero Lindt, o la zapatería donde el calzado huele a Emmental.
En Zermatt, al igual que en Zurich, la calle principal también es la de la estación, o sea la Bahnhofstrasse, que impepinablemente va a parar a la plaza de la estación, la Bahnhofplatz. La arteria es una sucesión de restaurantes, tiendas de lujo, bares, hoteles, y riadas de coloridos turistas, mayoritariamente asiáticos, con bastones de senderismo extensibles de titanio o fibradecarbono o aluminio, ataviados con gorras-orejeras-protector-de-cuello protegidos con cortavientos de fibra espacial, que cubren polares ultraligeros sobre pantalones de esquí reflejados en gafas polivalentes y polarizadas de todos los colores y formas, bajo paraguas para proteger su piel de los rayos solares la piel y de los helados chorreantes, que se mueven al ritmo del tic-tac de los relojes relucientes en las muñecas que balancean infinidad de bolsas de compras, que se sacuden al cruzarse con personas sobre patines, skateboards, snowboards, electrobicicletas, BTT,s de montaña, taxis y minibuses a batería, mientras hacen piruetas en los cielos los calzados goretexes colgando de parapentes y paracaidas, bajo mochilas y bandoleras de marca, que esquivan teleféricos y telecabinas y funiculares desde los que se divisan calesas y caleser@s, mientras se escuchan los balidos de las cabras “cuello-negro”, que atraviesan las calles llenas de esquies, grampones, cuerdas, piolets, arneses, mosquetones, gorros de lana, martillos, guantes ignífugos, cruces rojiblancas y navajas Victorinox, mientras los montañeses coloradotes mordisquean bratwursts y cervelas, y los tiroleses soplan las trompas alpinas hacia el infinito para que arranque el próximo tren subterraneo o el de vuelta a una vida tan irreal como la vida misma.
Alrededor de la Bahnhofstrasse, apenas se extienden tres o cuatro calles hasta las laderas montañosas, donde se erigen más apartamentos y habitaciones y estudios y mazouts y bloques y hoteles y resorts y residencias y hostales e iglús y tipis y cabañas y bungalows y casetas de perros y chamizos y garajes y caravanas y tiendas de campaña y ... que aprovechan para airearse mientras sus huespedes vuelan, saltan, caminan, fotografían, pasean, comen, compran, escalan, descienden, pagan, cambian, beben, marchan, ruedan, llegan, patean, nadan, esquian, patinan, pedalean, sudan.
El río extrasuizo Mattervispa cruza educadamente el pueblo sobre su lecho de piedras, y el paseo peatonal y vial de su margen es un placentero placer puesto que a pesar de discurrir en paralelo a la Bahnhofstrasse nadie camina por el, porque si alguien se sale de "la calle" pasa de inmediato a un estado de insoportable invisibilidad.
El barrio antiguo es bonito. La llamada “parte trasera” o sea "Hinterdof" no son muchos edificios, apenas 30, pero son bonitos, orgánicos y de madera oscura ahumada, y montados sobre pilares como los horreos para evitar humedades y ratas y otros bichos peligrosos como los cocodrilos y los búfalos. Además, por el barrio no hay gente, solo algún extrañísimo habitante de Zermatt que sale de su guarida para realizar alguna gestión o ir y venir a su lugar de trabajo o a su negocio o a recoger a los niños de la guardería o la escuela.
En Zermatt hay una gran colonia portuguesa que trabaja y reside allí. Con algun@s de ell@s conversé en español para descansar de mi agotador spanindinglish. Muchos viven en los bloques
al sur de la estación, y son encantadores. También hablé con algunos “italianos”. Mi estancia coincidió con la final de la Eurocopa que ganó Portugal, y un montón de taxis y otros vehículos, y colgadas en los alfeizares de las ventanas aoparecieron orgullosas las banderas verdirojas del país ibérico. También se ven en Zermatt algunos huertos urbanos aquí y allá, incluso alguno con bastones de esquí en vez de palos, a modo de guías para las plantas y tomateras.
En Zermatt no podía faltar una iglesia y un cementerio y un ayuntamiento. No faltan, y están ahí en medio, integrados entre los turistas yacentes en las tumbonas de piedra de los jardines y el ajetreo del museo de historia. Allí descansan los muertos, o eso creo, y detrás de la iglesia como dije, hay lápidas de los que subieron y no bajaron o cayeron o quedaron a medio camino del pico de Zermatt, el Matterhorn. Es un sitio relajado ese rincón. Hay bancos y ahí me senté y ahí se estaba tranquilo. El recoleto y muy cuidado cementerio está al otro lado de la calle, en medio del ir y venir diario por el asfalto del pueblo.
Al sur de la estación todo se difumina. Es como otro pueblo en el que las actividades son cotidianas, y se ven hasta mecánicos y transportistas. También está la tienda de antiguedades perdida en una esquina al lado del Mattervispa, y un poco antes la estación del tren subterráneo a Sunnegga. En el otro extremo, o sea en el lado Cervino, están los campos de deportes y un parque de aventura, y unos establos donde guardan a las cabras Blackness, de pijamas de lana mitad blanco mitad negro, a las que en verano sacan a pasear cada día por las calles de Zermatt, unos niños pequeños ataviados de cabreros tradicionales.
Por ese extremo del pueblo, se llega también en 20 minutos a las Gargantas del Gorner, una de las pocas atracciones naturales del pueblo. Una tarde me llegué hasta allí para visitarlas pero eran poco más de las 18’30 h, y acababan de cerrar. Resignado, machaqué a fotos a la colonia de ardillas que poblaba el bosque de la entrada al parque, hasta que me hicieron notar su inquietud por mi estado de salud mental. Al regresar hacia el hotel, entre ciclistas, senderistas, alpinistas, submarinistas, gimnastas, parapentistas, dentistas, regatistas, etcétera, que volvían de su dura jornada diaria, al llegar a la altura del corral de las cabras blanquinegras, me quedé un rato a machacarlas a fotos para seguir con la terapia.
En fin, Zermatt, "en el prado", es un bonito pueblo entre montañas, que tiene un supermercado Coop donde proveerse, un Mc Donalds por si se presenta un síndrome de abstinencia de grasas y calorías, y por si fuera poco, si se va a Zermatt, se hacen dos viajes en uno, se visita Suiza y se bucea en la cultura china.