Ya comenté que el clima no nos acompaño precisamente en nuestro viaje a Bélgica, este día de visita a Brujas fue el peor. La mañana amaneció fría y con un viento persistente y una lluvia casi continua.
Abordamos el tren temprano y durante el trayecto estuve contemplando el campo a través de los cristales. Era el 1 de junio y todo el recorrido rebosaba primavera. Aun no eran las diez cuando salimos de la estación con la intención de seguir el recorrido propuesto por Tadeusz Zimm camino del centro de Brujas.
Atravesamos el pequeño parque y rodeamos el Minnewater entrando en el Beaterio. No había muchos cisnes en el agua, casi todos retozaban en la orilla arbolada junto a otros ánsares justo antes del comienzo de las cafeterías y la fuente de los caballos. Allí hicimos la primera parada y el primer café. Además hice un pequeño video.
A partir de allí comienzan a verse las primeras chocolaterías con unos escaparates deliciosos con todo tipo de figuras de chocolate: herramientas, zapatos, muñecos, etc.. todo con mucho detalle (incluido algún que otro órgano genital).
Desayunamos en una cafetería justo frente a la iglesia de Nuestra Señora (su portada es difícil de fotografiar). Nuestra primera decepción fue pedir un chocolate. Consiste en un gran tazón de leche hirviendo con una especie de chupa chups de chocolate que, después de mucho remover, se disuelve en la leche aunque no sirve mas que para darle algo de color. La presentación es magnifica pero el resultado no deja de ser un colacao aguado y tibio después de tanto movimiento. Viene acompañado por unas obleas de chocolate de tres clases y una magdalena algo reseca. Nada que ver con una buena taza de chocolate espeso de los que dejan la cucharilla de pie.
Hubiésemos querido entrar en la iglesia para admirar la estatua de la mujer y el niño pero aun no se muy bien porqué no entramos. Se trata de la Madonna de Brujas, la única estatua de Miguel Ángel (el de la Capilla Sixtina y el David) que está fuera de Italia. Hace poco he vuelto a ver la película "Monument Men" donde aparece la estatua, en una aventura que, sea o no ficción, es muy interesante.
El día no invitaba precisamente a pasear junto a los canales de modo que seguimos avanzando buscando El Markt, la plaza cuya torre, el Belfort, empezábamos a divisar imponente allá en las alturas. Y hasta allí llegamos.
A esa hora aun no había demasiada gente y decidimos pasar fugazmente para llegar a la otra plaza contigua, El Burg, con uno de los edificios mas emblemáticos de la ciudad, el ayuntamiento, flanqueado por otros no menos bellos y la basílica de la Santa Sangre, allí en una esquina llamando la atención por su portada. Se trata de dos pequeñas capillas de piedra negra labrada con pequeñas estatuas doradas. En su interior guarda una ampolla con la sangre de cristo traída desde tierra santa. O al menos eso se dice.
En un momento aquello comenzó a llenarse de gente. Hordas de visitantes de 30 en 30 aparecían por todas las entradas de la plaza, turistas portando la misma gorra o la misma camiseta precedidos por los guías portando banderitas. había dejado de llover y ya el recinto era una jungla de modo que decidimos volver a la otra plaza. A duras penas pudimos hacer las fotos con escaso publico.
Ahora si nos detuvimos frente a la torre y como no parecía muy frecuentada nos atrevimos a subir. Sabíamos que si hay mucha gente la subida es muy lenta.
La subida se realiza por una estrecha escalera de caracol con algunos descansillos que albergan un museo con campanas y la maquinaria del carillón que produce la melodía. Se trata de un enorme tambor metálico que comenzó a funcionar justamente cuando estábamos allí. Las vistas desde arriba son magnificas.
Cuando bajamos ya era hora de comer de modo que buscamos un sitio cercano, yo tenia apuntados algunos restaurantes con buenas criticas pero todos quedaban fuera del recorrido y como tampoco teníamos mucha hambre elegimos un establecimiento en la misma plaza. Una ensalada y una hamburguesa en un local llamado Quick, algo así como un Mc Donald's belga con una segunda planta repleta de crios. Desde la ventana incluso podíamos ver el campanario.
Después de almorzar continuamos mas allá atravesando la plaza y torciendo a la derecha buscando la plaza Van Eyck y el edificio del oso en su fachada. A esa hora el día se había tornado verdaderamente gris y la lluvia ya no cesaba de modo que desandamos el camino con la intención hacer las ultimas fotos.
Llegamos de nuevo a la plaza para ver la torre por ultima vez y comprar algún dulce de sobremesa. Nos decidimos por una especie de chupachups triple bañado en distintos chocolates que estaba riquísimo y sin prisas volvimos a la estación.
Brujas merece otra visita. No entramos en ningún museo excepto el Belfort ni navegamos por sus canales, la lluvia nos impidió pasear como hubiésemos querido y quizás (como sugerían algunos amigos) hubiese sido conveniente quedarse una noche en esta ciudad y saborear la tarde-noche sin aglomeraciones. Prometemos volver.