Mis padres estuvieron hace un par de años por la zona y desde que llegaron no hacen más que hablar maravillas de MARSELLA pero yo pensaba que exageraban... habíamos visto que el autobús paraba al lado del camping y te deja en el centro de Marsella (Place Castellane) por tan solo 2,20 así que nos olvidamos de aparcar y de atascos y fuimos en trasporte público por una carretera preciosa de montaña.
Desde la parada es un agradable paseo de 20´en la que vas perdiéndote por sus callejuelas y zona comercial hasta el Puerto Viejo, al llegar es impresionante la vista del inmenso puerto deportivo (ya no pesquero) que contrasta con los edificios y las dos fortificaciones en cada salida al mar. Desde el mismo puerto parten los barcos a Les Calanques y las Islas Frioul e If (donde estuvo preso el protagonista de Dumas: el Conde de Montecristo) y se puede ver por la mañana a pescadores vendiendo “pescaito” y marisco. Es curioso como la ciudad transmite una mezcla de culturas en cada barrio y de personajes totalmente diferentes que nada tiende que ver con mi imagen previa de “puerto chungo de maleantes”.
Cogimos el margen izquierdo del puerto y fuimos adentrándonos en plazoletas, tienditas de jabón y artesanía. Dejamos a un lado la Abadía de Saint-Victor que ha sido iglesia, cuartel y prisión... hasta llegar al Castillo de Sant-Nicolas (hoy sede de la universidad) con sus jardines e impresionantes vistas. Al lado se encuentra Le palais du Phare: había leído que recordaba al palacio de la Magdalena de Santander pero yo no vi tal parecido. Desde lo alto se tienen unas vistas tremendas del puerto, la catedral, la terminal del ferry y las islas.
Volvimos sobre nuestros pasos con parada para comer (con un calor...) y nos adentramos al margen derecho pasando por el Ayuntamiento decorado para la etapa contrareloj del Tour de Francia hasta llegar al Castillo de Saint-Jean que se puede visitar gratuitamente en su zona exterior amurallada y sus torres (alberga dentro el Museo de las civilizaciones europeas que sí son de pago); merece la visita por lo bien conservado que está y las vistas de la ciudad.
Desde aquí nos acercamos a la basílica de Sainte-Marie-Majeure, un edificio impresionante de estilo románico-bizantino de mármol blanco y con gran mezcla de estilos. Como nos pasó en varias iglesias que visitamos contrasta mucho el exterior grandioso con la austeridad interior.
Nos adentramos en la barrio de Le Panier, para mi imprescindible. Se encuentra en la parte alta de la ciudad y es un engranado de calles estrechas semi-peatonales con casitas de colores lleno de talleres de artistas, casas de anticuarios, bares y tienditas. Precioso!
Bajamos hacia el puerto de nuevo para coger el autobus nº 20 que nos acercaba y quitaba la subida a la catedral de Notre-Dame-du-Mont (menos mal :D), que se sitúa en lo alto de la ciudad, de estilo románico bizantino con múltiples cúpulas y mosaicos.
Decidimos bajar andando hasta nuestra parada de autobús y volver para Cassis.
Desde la parada es un agradable paseo de 20´en la que vas perdiéndote por sus callejuelas y zona comercial hasta el Puerto Viejo, al llegar es impresionante la vista del inmenso puerto deportivo (ya no pesquero) que contrasta con los edificios y las dos fortificaciones en cada salida al mar. Desde el mismo puerto parten los barcos a Les Calanques y las Islas Frioul e If (donde estuvo preso el protagonista de Dumas: el Conde de Montecristo) y se puede ver por la mañana a pescadores vendiendo “pescaito” y marisco. Es curioso como la ciudad transmite una mezcla de culturas en cada barrio y de personajes totalmente diferentes que nada tiende que ver con mi imagen previa de “puerto chungo de maleantes”.
Cogimos el margen izquierdo del puerto y fuimos adentrándonos en plazoletas, tienditas de jabón y artesanía. Dejamos a un lado la Abadía de Saint-Victor que ha sido iglesia, cuartel y prisión... hasta llegar al Castillo de Sant-Nicolas (hoy sede de la universidad) con sus jardines e impresionantes vistas. Al lado se encuentra Le palais du Phare: había leído que recordaba al palacio de la Magdalena de Santander pero yo no vi tal parecido. Desde lo alto se tienen unas vistas tremendas del puerto, la catedral, la terminal del ferry y las islas.
Volvimos sobre nuestros pasos con parada para comer (con un calor...) y nos adentramos al margen derecho pasando por el Ayuntamiento decorado para la etapa contrareloj del Tour de Francia hasta llegar al Castillo de Saint-Jean que se puede visitar gratuitamente en su zona exterior amurallada y sus torres (alberga dentro el Museo de las civilizaciones europeas que sí son de pago); merece la visita por lo bien conservado que está y las vistas de la ciudad.
Desde aquí nos acercamos a la basílica de Sainte-Marie-Majeure, un edificio impresionante de estilo románico-bizantino de mármol blanco y con gran mezcla de estilos. Como nos pasó en varias iglesias que visitamos contrasta mucho el exterior grandioso con la austeridad interior.
Nos adentramos en la barrio de Le Panier, para mi imprescindible. Se encuentra en la parte alta de la ciudad y es un engranado de calles estrechas semi-peatonales con casitas de colores lleno de talleres de artistas, casas de anticuarios, bares y tienditas. Precioso!
Bajamos hacia el puerto de nuevo para coger el autobus nº 20 que nos acercaba y quitaba la subida a la catedral de Notre-Dame-du-Mont (menos mal :D), que se sitúa en lo alto de la ciudad, de estilo románico bizantino con múltiples cúpulas y mosaicos.
Decidimos bajar andando hasta nuestra parada de autobús y volver para Cassis.