Estábamos llegando al final de nuestra estancia en tierras belgas y aunque seguíamos bajo los efectos del llamado “síndrome de Stendhal” ante tanta belleza vista el día anterior, hoy nos disponíamos a dejarlas por un breve periodo de tiempo ya que nos íbamos a adentrar en tierras holandesas, mas concretamente nos apetecía simplemente ver Ámsterdam, para luego retornar y terminar por visitar la sorprendente Malinas.
Hoy había amanecido lloviendo considerablemente, y aunque no nos íbamos a amilanar por “semejante tragedia” (para alguna de mis acompañantes lo era) los días nublados para “alguna” iban pesando.
La distancia desde nuestro hotel era de aprox. unos 160 km hasta Ámsterdam con lo que una vez preparados nos pusimos en marcha.
El viaje fue una continua manta de agua que no paraba, pero “milagros” de la naturaleza, fue llegar y paro de llover.
Después de dar unas cuantas vueltas por la zona del centro de la ciudad, pudimos encontrar un sitio en zona azul y poder desde allí ponernos a visitar la ciudad.
Ámsterdam es una de las ciudades mas cosmopolitas y culturalmente mas abierta del mundo, haciendo de ella, un lugar muy diferente al resto de las ciudades que habíamos visitado.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
La visita iba a ser en plan light, simplemente pasear durante la mañana pero sin ver nada especial (aunque Ámsterdam es una de las ciudades con más lugares para ver de Europa).
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En primer lugar llegamos hasta la plaza Dam, la cual se encontraba con bastantes turistas ( algo general en esta ciudad).
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Desde allí seguimos por sus innumerables calles y canales hasta llegar a su famoso barrio rojo y sus sexshop.
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Para a continuación pasar por la calle de los coffeshop con cantidad de ellos e innumerables tiendas exóticas de todo tipo.
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El día había terminado por abrir y apareció un esplendido sol con lo que terminamos visitando la zona de las tiendas de flores, que en esta ciudad son algo bastante típico.
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Después de “patear” la ciudad durante la mañana y “picotear” en alguno de sus puestos de comida ambulante, nos fuimos para el coche y de camino de nuevo a Bélgica decidimos pasar sin bajarnos de él, por la ciudad de Rótterdam (toda ella reconstruida pues fue destruida durante la II Guerra Mundial) ya que me habían comentado que su skyline era parecido al de New York.
Finalmente después de pasar por Rótterdam, llegamos a Malinas, histórica ciudad y gran desconocida para la mayoría de la gente que suele ir a visitar la zona de Flandes, la cual nos sorprendió bastante por su belleza y por la cantidad de lugares a visitar.
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La catedral de San Rumoldo tiene unas de las torres de iglesia más espectaculares debido a su imponente planta, en la cual se celebran unos de los conciertos de carrillones más importantes de Bélgica.
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La plaza central dispone un coqueto y atractivo ayuntamiento así como sus barrios aledaños que la confieren un aire de ciudad señorial.
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La diferencia con las ciudades que habíamos visitado anteriormente era que esta se encontraba sin prácticamente turistas con lo que la visita resultaba muy gratificante.
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Hoy el día había sido entretenido pero relajado, para lo que había sido el anterior, pero no por ello menos interesante.
Era nuestro ultimo día en Bélgica y como el tiempo por estas tierras había sido bastante desagradable, de camino al hotel para ir a descansar (mañana teníamos jornada de transito de nuevo a tierras germanas) quiso la “providencia” regalarnos una ultima imagen digna de este maravilloso país.
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