El itinerario de la jornada fue el siguiente:
BERMEO/SAN JUAN DE GAZTELUGACHE/BAQUIO/BOSQUE DE OMA/MUNDACA. Noche en Murueta.
Ruta del día según GoogleMaps: algo más de 70 kilómetros y dos horas y cuarto en coche, aproximadamente.
A primera hora de la mañana, después de desayunar, nos acercamos a Bermeo a hacer unas gestiones que se nos presentaron de improviso y que solucionamos muy pronto gracias al buen hacer de la bancaria que nos atendió. Después aprovechamos para ir a la Oficina de Turismo, donde también nos trataron divinamente y nos dieron todo tipo de información, incluyendo planos y folletos. Sin embargo, el relato de la visita turística a Bermeo lo dejo para la etapa siguiente, incluyendo una excursión en barco por la ría de Urdaibai que llevábamos reservada por internet.
Fantástico día de sol en Bermeo.
En principio, teníamos previsto ir a Guernica por la mañana y a San Juan de Gaztelugache al atardecer, ya que nos habían dicho que era el mejor momento tanto para disfrutar de la puesta de sol como para evitar el exceso de gente y el calor pues el día era plenamente veraniego, con cielo azul y un sol resplandeciente.
Cuando terminamos nuestros asuntos en Bermeo, cogimos el coche, dispuestos a dirigirnos hacia el sur para visitar Guernica. Pero las cosas se torcieron, ya que nos vimos envueltos en un enorme atasco que se produjo en la carretera como consecuencia del desgraciado atropello de un ciclista, justamente tres coches delante de nosotros. Ya comenté lo peligrosa que me pareció esta carretera para los ciclistas (circulan muchos), prácticamente sin arcenes y con un tráfico muy denso. El pobre hombre se encontraba tirado en el suelo, inmóvil, esperando que llegase la asistencia médica. Estábamos atrapados y no había manera de llegar a Guernica por otro camino desde donde nos hallábamos sin dar un enorme rodeo, así que rápidamente tuvimos que cambiar una vez más de planes. Dimos la vuelta allí mismo y enfilamos rumbo al norte para visitar San Juan de Gaztelugache, aunque no fuese el mejor momento del día precisamente.
SAN JUAN DE GAZTELUGACHE.
Llegamos hasta el cruce con el camino que lleva hasta el Cabo Machichaco, el que más se adentra en el mar de la Costa Vizcaína, sometido a fuertes vientos y al azote del mar. Nos hubiera gustado recorrer el sendero a pie hasta el faro, pero no vimos sitio libre para aparcar el coche correctamente, así que seguimos hacia la izquierda, en dirección a San Juan de Gaztelugache. En Lurgorri hay una zona recreativa y la antigua carretera que sale a la derecha estaba cortada tanto para coches como para peatones, según pudimos ver en los indicadores. Seguimos por la de la izquierda hasta el Mirador de Gaztelugache, donde hay un amplio aparcamiento. Sin embargo, a mí no me gustaron especialmente las vistas aquí. No recomiendo parar porque se ve poca cosa, nada comparable en cualquier caso con los espléndidos panoramas que se encuentran más adelante. Las fotos que pongo están ya tomadas desde el inicio del sendero.
Ermita de San Juan de Gazlelugache. Ruta a pie.
(El relato corresponde al momento en que hicimos este viaje, cuando no había que hacer reserva previa. Ahora, las cosas han cambiado y resulta imprescindible consultar en las Oficinas de Turismo correspondientes o en su páginas web).
Continuamos hasta llegar al amplio aparcamiento que hay en varios niveles muy cerca del restaurante Eneperi. Había muchos coches, pero tampoco nos resultó muy complicado dejar el vehículo yendo casi al final, a la zona del restaurante-merendero. En sus inmediaciones se inicia el sendero más corto que baja hasta la Ermita (hay otro sendero, el de Ermu, con menos pendiente, pero bastante más largo). Por el sendero corto, la ruta completa de ida y vuelta tiene unos 3 kilómetros, que se pueden hacer entre una hora y cuarto y una hora y media, dependiendo de las paradas y de las condiciones físicas de cada cual. Y es que la bajada hasta el puente de tres ojos que conduce a la Ermita tiene bastante pendiente y el camino es pedregoso y requiere atención, sobre todo en días de lluvia porque puede estar resbaladizo: hay que llevar calzado adecuado, nada de ir con chanclas, que vimos a mucho imprudente con ellas. A lo largo de todo el camino hay unas vistas preciosas de la costa, hacia el este con Machichaco y el islote de Aketx, hacia la Ermita y hacia el oeste con la playa de Baquio.
A medio camino conviene desviarse a la izquierda para acercarse a un espléndido mirador sobre el Peñón y la Ermita de San Juan de Gaztelugache. Quien no quiera seguir, podrá llevarse una fantástica foto de recuerdo.
La verdad es que el paisaje y el lugar resultan tan espectaculares que no importa demasiado que haya un montón de gente deambulando alrededor. Allí te das cuenta de que es uno de esos sitios a los que merece la pena desplazarse expresamente para verlos.
Pero no hay que desfallecer ni conformarse sino seguir adelante hasta el peñón de Gaztelugache, cuyo nombre tiene dos posibles significados: peña del castillo o castillo áspero o difícil. Se accede por un curioso puente de tres ojos, desde donde se puede contemplar con marea baja las especiales características de las rocas del litoral costero vasco, el flysch.
Desde ahí, nos aguardan 241 escalones que nos conducirán a lo alto de la Ermita, que no es la original pues, por incendios y batallas, la iglesia primitiva del siglo IX tuvo que ser reconstruida numerosas veces, la última en 1983 como consecuencia de un incendio que afectó a su predecesora.
Hay varias leyendas en torno a esta ermita, una de ellas dice que si el visitante toca tres veces la campana de la entrada se le concederá el deseo que pida. Ni que decir tiene que casi todos los que alcanzábamos el objetivo cumplíamos con la tradición por si acaso es cierto, que nunca se sabe .
La subida hasta la ermita bajo el sol del mediodía cuesta un poquito, pero tampoco es nada del otro mundo si se cuenta con una condición física normal y no producen alergia las escaleras. Simplemente, había que llevar la cabeza cubierta (gorra o sombrero), protector solar y una botellita pequeña de agua quienes necesiten hidratarse.
El lugar es realmente único y merece la pena el pequeño esfuerzo. El espléndido día le brindaba una luz especial, pero también debe ser una gozada visitar este lugar al atardecer, al amanecer o con una marea furiosa, batiendo las olas sobre la escarpada costa. Esa experiencia queda pendiente para otra ocasión.
En cualquier caso, lo considero uno de los lugares imprescindibles en cualquier visita al País Vasco, opinión nada arriesgada porque es algo en lo que coincide casi todo el mundo. Y eso no resulta sencillo, por cierto.
BAQUIO/BAKIO.
Nos habían avisado de que Baquio no tenía nada especial que ver, salvo la playa. Sin embargo, casi era la hora de la comida y quedarse en el restaurante Eneperi no parecía la mejor opción, dada la cantidad de gente que había. Así que decidimos desplazarnos hasta allí, que estaba muy cerquita. En vez de ir a la zona de la playa, nos quedamos en un restaurante que vimos en un paseo paralelo y que ofrecía menús del día a buen precio (12 euros). No nos arrepentimos porque el pescado estaba realmente bueno.
La ermita de Gaztelugache desde la playa de Baquio.
Luego fuimos a dar un paseo por la playa, que estaba muy concurrida como cabía esperar con el día que hacía.
BOSQUE DE OMA. Ruta a pie.
Después pusimos el navegador para que nos llevase hasta Kortezubi, que también pertenece a la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, y es donde se inicia la ruta que lleva al Bosque de Oma. No fuimos por la consabida carretera que une Bermeo con Guernica, sino que elegimos una ruta por el interior, entre bosques, algo más larga, pero también más tranquila y bucólica. En realidad lo que queríamos era un itinerario diferente al que ya conocíamos.
Al llegar a Kortezubi, nos encontramos con la sorpresa de que junto al lugar donde sale la ruta al Bosque de Oma se encuentra también la Cueva de Santimamiñe, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco pues conserva restos de asentamientos humanos de hace 14.000 años y medio centenar de pinturas rupestres de gran belleza. La cueva original se encuentra cerrada al público, pero se ha construido una réplica exacta de la misma, a la que se puede acceder en una visita guiada de unos 90 minutos de duración. Ya no nos daba tiempo, así que lo dejamos para otro momento.
Foto del panel informativo en el aparcamiento.
El sendero hasta el Bosque pintado de Oma sale a la derecha del restaurante y está bien indicado. A unos metros se encuentra la carretera que lleva al pueblo de Oma y que completa la ruta circular clásica. Se puede empezar por cualquiera de los dos sitios, pero después de haberlo hecho aconsejo ir primero por la pista de la derecha, que llega hasta el bosque pintado, luego seguir hasta Oma y volver desde allí al cruce. Más tarde contaré por qué.
Inicio del sendero, en realidad esta parte era una pista amplia.
Lo primero que hay que tener muy claro es que con el coche no es posible llegar hasta el Bosque Pintado, no se puede "ver un poco el bosque y volverse", como pretenden algunas personas. El bosque pintado está, digamos, en el medio de la ruta y hay que mentalizarse de que es una excursión a pie seria, de unas tres horas de duración en total, con algunas pendientes muy acusadas en algunos tramos y terreno pedregoso en varios sitios. Para personas acostumbradas a caminar por el campo no tiene mayor dificultad, pero vimos gente no “habituada” lamentando haberse metido por allí. En cualquier caso, hay que llevar calzado apropiado además de chubasquero y ropa de abrigo si llueve o hace frío.
Desde el comienzo de nuestra ruta, el indicador señalaba 2,8 kilómetros hasta el Bosque Pintado. Se trataba de una pista entre los árboles, era cómoda y en ascenso, pero con una pendiente muy suave. Ofrecía paisajes muy bonitos.
A unos 500 metros del objetivo, la pista cambió bruscamente y, con un giro a la izquierda, se convirtió en un sendero pedregoso, acondicionado con algunas cuerdas para ayudarse, pero con unos escalones enormes en descenso, que hacía resentirse las rodillas a base de bien. Entonces pensamos con horror lo que sería realizar aquello en sentido contrario, subiendo. Estaba claro que habíamos optado por el sentido correcto en la marcha.
Al fin llegamos hasta los llamativos árboles decorados, obra del pintor y escultor Agustín Ibarrola. Por si no lo he dicho antes, este museo al aire libre no tiene horarios y es gratuito: se trata de un bosque tal cual, aunque los troncos de los árboles tengan pinturas. Al comienzo, vimos un mapa con explicaciones de cómo contemplar las 47 figuras que forman las pinturas de los árboles, cada una de las cuales cuenta con una flecha en el suelo, señalando el lugar y la orientación en que debe contemplarse el conjunto en perspectiva para apreciar el efecto que pretendía el artista. Claro que todo es muy relativo, y algunas veces lo vimos muy claro y otras no tanto; pero supongo que ahí precisamente radica su encanto.
En cualquier caso, el paseo entre los árboles decorados resulta muy agradable y el reto de descubrir qué encierra cada conjunto es muy entretenido.
Dado el sentido de la ruta que seguimos, la visita del bosque fue hacia abajo (paseando por varios senderos entre los árboles), hasta que terminamos de ver troncos con pinturas. Seguimos después descendiendo hacia la pista asfaltada de Oma. Salimos del bosque y giramos a la izquierda en dirección a esa aldea, pequeña y muy cuidada, con un paisaje bucólico.
Lo malo fue que a partir de allí la carretera empezó a picar hacia arriba pero muy mucho. Con lo que llevábamos ya encima (incluido San Juan de Gaztelugache por la mañana), la caminata empezó a pasarnos factura y los últimos dos kilómetros se nos hicieron eternos hasta llegar al coche. El recorrido total fueron unos siete kilómetros, que entre unas cosas y otras se tarda entre dos horas y media y tres en realizar.
Desde allí fuimos hasta el hotel donde teníamos alojamiento esa noche, cerca de Murueta, en la carretera entre Guernika y Bermeo. Un hotel de dos estrellas, muy normalito, pero que nos sirvió para salir del paso esa jornada. Descansamos un rato y luego fuimos a cenar a Mundaka, que estaba a unos seis o siete kilómetros.
MUNDACA/MUNDAKA.
Según se cuenta, el nombre de esta localidad proviene de la expresión latina “munda aqua”, es decir, “agua limpia”, aunque no existe unanimidad sobre tal etimología ya que la fecha de su fundación no se conoce y su historia está ligada a numerosas fábulas y leyenda. No obstante, las primeras noticias ciertas de Mundaka parece que datan del siglo XI.
Mundaca se encuentra en la margen izquierda de la ría de su nombre, rodeada por un inmenso arenal que emerge y se sumerge de acuerdo con la marea, proporcionando un enorme cambio al paisaje según esté alta o baja. Frente a sus casas, en el otro margen de la ría, se encuentra una de las más bonitas playas vizcaínas, la de Laida, adonde se puede llegar desde el puerto mediante un trasbordador. Muy próxima también está la playa de Laga, igualmente al otro lado de la ría. En la actualidad, Mundaca es conocida internacionalmente por los aficionados al surf, con su mítica ola izquierda, una de las mejores del mundo. Según he oído comentar, se vio afectada por unas extracciones de arena del fondo marino para facilitar el paso de los barcos. Ignoro si se ha recuperado ya dicha ola porque no soy aficionada al surf. Lo cierto es que durante nuestra estancia vimos a bastantes surfistas intentando encaramarse sobre las voluminosas olas.
Vistas de Mundaca a punto de anochecer.
Al llegar, lo peor (como de costumbre) fue encontrar un lugar para dejar el coche. Realmente es muy difícil en pleno verano aparcar en algunos pueblos vascos, sobre todo los más renombrados de la costa. Éste es uno de ellos. Por fin, después de dar muchas vueltas, encontramos hueco en un parking gratuito, instalado a las afueras de la población, bajo el paso elevado de la carretera. No estuvo mal, después de todo. Apenas se tardan diez minutos caminando hasta el centro histórico y el puerto.
Lo que hay que ver en Mundaka es sobre todo el casco antiguo, con casas señoriales blasonadas y la Iglesia de Santa María (siglo XVI), y las callejuelas estrechas entorno al puerto, en el barrio de los pescadores. Allí también localizamos unos cuantos bares y tabernas donde tomar unas raciones. Cenamos en una terraza con bonitas vistas al barrio pesquero. Sin embargo, no fue de los mejores sitios del viaje, así que no lo mencionaré.
Recorrido nocturno.
Además del casco viejo y de las casas de pescadores, aledañas al puerto, cabe mencionar la Ermita de Santa Catalina, situada en un alto, desde donde se contempla un bonito panorama, con la isla de Izaro y el Cabo Ogoño como puntos destacados en el horizonte marino.