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Vamos en el metro hasta la parada de Porte Maillot. Al otro lado del Palacio de congresos hay una estación de buses (es importante seguir las indicaciones de los autobuses que van al aeropuerto porque paran en el mismo sitio). Teníamos comprado por Internet unos billetes en la compañía Ouibus (7 euros por trayecto y persona) para ir a Rouen. Salimos a las 9.45 y llegamos a las 11.25. La parada no está en ninguna estación sino en medio de la calle, en la Avenida Champlain, al otro lado del río. Tenemos que pasar por el puente Cornaille hasta el otro lado del Sena y llegamos rápidamente a la catedral, el edificio más bonito de la ciudad, con una fachada que parece hecha de encaje.
Está flanqueada por dos torres. La más antigua es la de St.Romain (siglo XII), que es también la más pequeña. La otra, la torre de la Beurre (de la mantequilla), data de los siglos XV y XVI y es de estilo gótico flamígero. Se supone que se llama así porque se construyó con los fondos que se obtuvieron de la venta de licencias para que los fieles comieran mantequilla en Cuaresma. A finales del siglo XIX se añadió otra torre, la de la linterna, que tiene una enorme aguja que alcanza los 152 metros de altura. Es de hierro fundido y pesa unas 900 toneladas.
Ya en el interior, la catedral tiene planta de cruz latina. En 1944, en la Segunda Guerra mundial, quedó seriamente dañada por los bombardeos de los aliados como podemos ver en unas fotografías de una exposición. Pese a eso se considera que es una de las catedrales más impresionantes de Francia. Su espectacularidad hizo que Monet la pintara muchas veces.
Podemos destacar varios elementos. En primer lugar la magnífica escalera de los libreros, de estilo gótico, llamada así porque lleva a la biblioteca de la catedral. El órgano, del 1600, era uno de los mejores de Francia.
En el deambulatorio podemos ver diversos monumentos funerarios. Destacan los de los cardenales de Amboise, el del duque de Brezé, marido de Diana de Poitiers (amante de Enrique II de Francia) o de diversos duques de Normandía. Destacan el de Rollon, primer duque de Normandía, o el del corazón de Ricardo I de Inglaterra, llamado Corazón de León. Nada más y nada menos.
En el interior también hay una capilla dedicada a Juana de Arco, de la que hablaré más tarde.
Comimos en el bar brasserie La Fleche, muy cerca de la catedral.
La oficina de turismo, frente a la catedral, se encuentra en un bonito edificio renacentista del siglo XVI que era el antiguo “Bureau des Finances” (oficina de finanzas). Allí era donde Monet tenía su habitación y desde donde podía plasmar la catedral a distintas horas del día.
Anexo al transepto norte de la catedral encontramos la Cour des Libraires del siglo XV, con un bonito portal de piedra, y más abajo el Palacio del Arzobispo del siglo XV. Allí estaba el tribunal que juzgó a Juana de Arco cuando fue apresada.
Después de diversas victorias y de haber conseguido que coronaran a Carlos VII como rey en Reims, la llamada doncella de Orléans siguió luchando, incluso en contra del parecer del monarca que deseaba iniciar una vía diplomática. Después del asedio de Compiègne fue apresada por los borgoñones y más tarde entregada a los ingleses.
Fue trasladada a Rouen y juzgada por un tribunal eclesiástico, acusada de brujería. La idea era dejarla como bruja a las órdenes del diablo para deslegitimar a Carlos VII (que no hizo nada por salvarla). Después de un proceso de tres meses fue declarada culpable de herejía y hechicería. En un primer momento se retractó de sus afirmaciones y se le conmutó la pena por cadena perpetua. Pero días más tarde volvió a decir que las voces que escuchaba tenían origen divino y fue ejecutada, quemada viva, el 30 de mayo de 1431 en la Plaza del mercado viejo. Apenas 25 años más tarde el Papa Calixto III, a instancias de Carlos VII, rehabilitó su imagen. Se convirtió en una mártir, fue beatificada en 1909 y canonizada en 1920. Ese mismo año Francia la convirtió en su patrona por sus intentos de unificar el país.
En la Rue de St.Romain vemos preciosos ejemplos de casas de entramado de madera de los siglos XV y XVI.
Desde allí seguimos hasta la Iglesia de san Maclou, uno de los santos fundadores de Bretaña, que es una joya del gótico flamígero del siglo XV. En su fachada occidental se abre un rosetón. Merecen la pena las puertas, ricamente talladas. La fecha que corona el campanario tiene 83 metros de altura y es del siglo XIX. También sufrió graves daños en la guerra y es más bonita por fuera que por dentro por motivos obvios.
Muy cerca, en la calle comercial que baja entrando a un patio, encontramos el Atrio de saint Maclou, de estilo gótico, que en la época de la peste se usó como osario. En el siglo XVI alrededor del cementerio se construyeron casas con vigas de madera que tiene unas esculturas un poco macabras en las fachadas. Ahora está allí la Escuela de Bellas artes pero el sitio sigue conservando un ambiente muy tétrico, como de películas de miedo. ¡Si en una de las ventanas hay hasta un gato muerto!.
Seguimos por la rue Damiette, también con bonitas casas, y llegamos a otra de las iglesias de la ciudad, francamente bonita, la de la abadía de Saint Ouen. Es muy alta, con 130 metros de altura, y construida también en estilo gótico flamígero. Por sus dimensiones bien podría haber sido catedral. Hoy parece desacralizada y se usa para conciertos y exposiciones (es a lo que estaba dedicado ese día). El órgano es impresionante. Tiene 4000 piezas. En el parque que la rodea los jóvenes se reúnen para beber y comer. Vemos una estatua de Rollon.
Junto a la iglesia vemos el Ayuntamiento y delante una estatua de Napoleón a caballo.
Seguimos hasta el museo de Antigüedades, el de Historia natural y más allá el de Bellas artes y la Torre de Juana de Arco, lo poco que queda del castillo del siglo XIII. Esa torre, que se ha limpiado pero sólo por la parte de la calle, se ha instalado un juego de escapismo.
Regresamos hasta la catedral y seguimos la llamada rue du Gros Horloge (calle del Gran reloj), muy comercial y llamada así por el precioso reloj instalado en un arco que la atraviesa. Es uno de los símbolos de la ciudad y data del siglo XIV. Da las horas (no tiene la manecilla de los minutos), las fases lunares e indica el día de la semana. En esa calle encontramos también la pastelería Auzou que además de ofrecer riquísimos dulces vende las llamadas lágrimas de Juana de Arco, almendras caramelizadas bañadas en chocolate (ricas pero caras).
Siguiendo la calle llegamos a la Plaza del mercado viejo, llena de terrazas y donde fue ejecutada Juana de Arco. Una enorme cruz indica el lugar exacto. Junto a ella encontramos la nueva y fea iglesia de la santa, construida en 1979 con un gusto pésimo. Su estructura recuerda a un barco invertido. Llaman la atención las vidrieras pero tengo que decir que son de otra iglesia, del siglo XVI, que se destruyó con los bombardeos de 1944. En la misma plaza hay un mercado cubierto.
Muy cerca encontramos el hermoso Palacio de justicia, espectacular ejemplo del gótico flamígero del siglo XVI. Se destruyó parcialmente en la guerra y aún se pueden ver algunas marcas.
Después de la visita volvemos a pasar el puente y nos sentamos en unas hamacas junto al río antes de coger el autobús de regreso.
A la vuelta el bus nos paró en una nueva “estación” en la zona de la Défense.
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