DÍA 21. VANNES- GOLFO DE MORBIHAN-BELLE ILE EN MER- VANNES ✏️ Diarios de Viajes de Francia

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Este día nos toca ir de crucero y esperamos que el tiempo acompañe. Como el primer autobús en dirección al puerto pasa por delante de nuestro hotel a las 7.41 y tenemos que estar en el barco a las 8.30 creemos que no nos va a dar tiempo y vamos andando. Se hace necesario volver andando a la zona del casco antiguo y luego recorrer todo el canal de los barcos de recreo. Mínimo son 30 minutos caminando. De todos modos diré que para llegar a la estación marítima se pueden tomar los autobuses 3 y 7.
La oficina de Navix, que es con quienes hacemos el recorrido, abre a las 8. El crucero hasta la isla lo compramos online (31 euros) y nos enviaron un vale que tenemos que canjear ese mismo día por los billetes. Aprovechamos también para comprar una ruta ampliada por la isla que cuesta 18 euros pero que sólo se realiza en francés.
El crucero por el golfo de Morbihan hasta el embarcadero de Port Navalo dura aproximadamente una hora veinte minutos y van comentando (en francés) los puntos más representativos. Hay poca gente y es muy tranquilo.
El Golfo de Morbihan (en bretón significa “pequeño mar”) es un mar interior, en un entrante de la bahía de Quiberon, lleno de islas y donde acuden muchas aves migratorias. Aunque no lo parezca resulta importante desde el punto de vista de los estudiosos de la prehistoria porque en alguna de sus islillas se encuentran dólmenes, menhires, un cromlech y algunos túmulos (desde el barco podemos ver menhires). Además allí tuvo lugar una importante batalla de Julio César contra los vénetos en el marco de la Guerra de las Galias.
Allí donde el golfo se abre a la bahía, entre Port Navalo y Locmariaquer, recogemos a más gente (en Port Navalo)- que proceden de ambos puntos- y proseguimos camino, ya en mar abierto, hacia la isla. Tenemos una hora por delante, no tan relajada como antes puesto que ahora sí que hay olas.
Por esa isla pasaron celtas, romanos, normandos y bretones. En el siglo XI los monjes de Redon construyeron un primer castillo sobre el que varios siglos más tarde François de Rohan, lugarteniente general de Bretaña al servicio de Enrique II, mandó levantar un fortín cuadrado. En 1658 se vendió la isla a Nicolás Fouquet, superintendente de Hacienda de Luis XIV. Su caída en desgracia empujó al rey a dejar la ciudadela en manos del ingeniero Vauban. Estuvo bajo dominio inglés de 1761 a 1763.
Llegamos a Le Palais, capital de Belle ile en mer, a las 10.45 horas y rápidamente buscamos dónde empieza la excursión. Algunas personas con carteles esperan en el puerto para dar indicaciones. Nosotros tenemos que coger los “cars bleues”. Tenemos que dejar el puerto, girar a la derecha y subir la calle hasta llegar a la oficina de las excursiones. Allí nos dicen que, como ya tenemos los billetes en mano porque los compramos en la oficina de Vannes, tenemos que ir directamente al aparcamiento. Para encontrarlo tenemos que salir de la oficina, seguir subiendo recto y atravesar una pasarela como si fueras a visitar la ciudadela de Vauban. Allí encontramos ya los autobuses. Nos recolocaron en uno en que sólo quedaban dos plazas libres (y por suerte podemos ir sentados juntos). Como dije todo el tour es el francés por lo que nos enteramos de poco aunque nos sirvió para ir llegando a todos los puntos importantes de la isla, cosa que de otro modo hubiera sido imposible. El conductor, que a la vez era guía, sólo nos decía la hora de encuentro en inglés si se lo pedíamos aunque sus explicaciones en francés eran muy extensas. Lástima no dominar el idioma. Menos mal que habíamos leído guías en casa y sabíamos qué íbamos a ver.
En primer lugar nos dirigimos a Loqmaria. De camino vimos un menhir que recibe el nombre de Pirre Sta. Ana. Al pasar cerca de Bangor, una de las ciudades de la isla, encontramos un “aeropuerto” para avionetas. Una nos pasó por encima.
En Loqmaria apenas si nos quedamos 20 minutos, el tiempo suficiente para ver la iglesia y el ayuntamiento. Es una ciudad muy chiquitita, completamente encalada, con una iglesia en la que abundan los barquitos (típico de zonas marineras). La localidad de Loqmaria se fundó en el año 1070 por los monjes de la abadía de Ste.Croix de Quimperlé. Es la única de la isla que ha conservado parte de su primitiva iglesia a la que muchos peregrinos venían a rezar a Nuestra Señora del árbol torcido (unos piratas según la leyenda habían cortado el árbol que crecía en la iglesia para reparar el mástil que se les había roto y la Virgen lo torció para que no pudieran usarlo).
Continuamos camino, pasando por delante de la Plage des Grands Sables, la más grande la isla (y con todo pequeña), para llegar a las Agujas de Port Coton, en plena costa salvaje, allí donde el océano se hace más bravío. Esas imponentes agujas de piedra salpicadas de espuma en algunos momentos fueron inmortalizadas en Monet en su obra y son una de las atracciones de la isla. El paisaje es muy bonito.
Después de hacernos bastantes fotos seguimos hasta Sauzon, donde paramos una hora y media para comer. Como no es demasiado tiempo y queremos disfrutar del paisaje decidimos comer un bocadillo aunque la ciudad (apenas un pueblito pesquero con casitas de color pastel) está llena de restaurantes y crepèries.
Después de comer (y de que hayamos tenido intervalos de lluvia y sol) continuamos hasta la Gruta del Apothicairerie (de la Botica), un impresionante agujero en la parte baja de la roca con unas escaleras que permitían el acceso. También podemos ver los acantilados de la costa oeste.
Seguimos luego hasta el bonito punto de la Pointe de Poulains y recorremos una corta senda con subidas y bajadas constantes, muy bien delimitada, para ir a ver el foro. Las vistas son fantásticas, con pequeñas calas y playas de agua cristalina. Cerca del aparcamiento donde dejamos el autobús encontramos un museo (de pago) de dedicado a la actriz Sarah Bernhardt, una de las principales actrices francesas del siglo XIX y principios del XX. Descubrió Belle ile a finales del siglo XIX, cuando ya tenía 50 años, y mandó construirse allí un refugio donde se retiraba de la vida de París cuando estaba demasiado estresada y donde se reunía con sus amigos (muchos de ellos muy importantes).
Después de 45 minutos regresamos a Le Palais, ya por la tarde, donde dimos una vuelta por la fortaleza de Vauban (exterior). Ahora se han instalado allí un museo, un restaurante y un hotel. También vemos la iglesia.
A las 17.55 horas tenemos el barco de vuelta, que llega a Vannes a las 20 horas después de un recorrido algo “movidito”.
Igual que pasó por la mañana, no tenemos más remedio que regresar caminando porque el último autobús pasa a las 19.30.
Aprovechamos para ver un poco más Vannes. Atravesamos la puerta de San Vicente, del siglo XVII. En el frontal tiene los escudos de la ciudad (un armiño rodeado de dos lebreles) y justo encima, en una hornacina, la imagen de san Vicente Ferrer. Cuenta la leyenda que bajará el brazo el día que la ciudad desaparezca.
Seguimos por la calle de san Vicente, la calle principal del casco antiguo. Cuando el Parlamento bretón fue expulsado de Rennes durante 15 años (1675-1689) por orden de Luis XIV, los parlamentarios construyeron sus casas de piedra en esta calle.
Vemos el Castillo Gaillard, palacete privado del siglo XV donde vivió una temporada Giles de Rais (siglo XV), caballero que luchó junto a Juana de Arco, que fue condenado por la violación y asesinato de más de 150 niños y que dio origen a la leyenda de Barba azul. Posteriormente fue sede de la audiencia del Parlamento de Bretaña. Desde 1914 acoge el Museo de Historia y arqueología.
Prácticamente enfrente encontramos la llamada Maison de Vannes, casa de piedra del siglo XVI. Destaca por las dos esculturas de la esquina, un hombre y una mujer, que se han identificado como el señor Vannes y su mujer. Se nota que fueron cortados, seguramente de un viejo cartel, y le bautizaron con ese nombre a finales del siglo XIX.
Pasamos también ante el ayuntamiento, de finales del siglo XIX, una copia en pequeño del de París (según dicen). La fachada está muy decorada y al parecer el interior no se queda atrás, con una bonita escalera de honor y una vidriera que representa la boda entre Ana de Bretaña y Carlos VIII.

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