Santo Antao no sirve para turismo rápido, de coche, mirador y foto. Santo Antao se saborea en cada paso. Es una isla para sentimentales, para perderse por sus rincones, para escuchar los sonidos de los recodos y percibir sus olores. Caminar es la mejor (y a veces la única) forma de descubrir sus rincones, aprovechando las calzadas vecinales que comunican aldeas. Sus caminos invitan a prestar atención a lo que sus losas cuentan de la historia de sus habitantes: sus esfuerzos y sus alegrías.
Ruta del Valle de Paul desde Cova Cráter
La ruta del Valle de Paul es una de las más populares de Santo Antao. La caminata comienza bordeando el Cráter da Cova, en las inmediaciones de la carretera de montaña interior de la isla que pasa por Corda. Esta caldera volcánica está sembrada de parcelas de cultivo y rodeada de crestas dentadas.
Tras una pequeña subida se alcanza el Mirador de Paul. Todo el mundo quiere visitar este mirador, el cual ofrece una vista prodigiosa sobre el verde Valle de Paul que desciende de las montañas hasta el mar. Nosotros nos quedamos un buen rato escrutando el paisaje.
Después se trata de caminar entre cultivos tropicales saludando a los lugareños que bajan cargados con fajos de plátanos. En el fértil Valle de Paul se salpican aldeas rodeadas de terrazas agrícolas que trepan por las escarpadas laderas.
Del Cráter da Cova a la aldea Cha Manuel dos Santos requiere un par de horas, mayoritariamente en bajada. Después se puede seguir descendiendo hasta Vila das Pombas en la costa, o bien tomar alguna alternativa circular por las aldeas del Valle de Paul. El área está repleta de caminos vecinales.
Pico Antonio a Vila das Pombas
Preciosa ruta por una zona del Valle de Paul menos transitada por turistas. La ruta discurre por caminos vecinales que comunican aldeas sin acceso por carretera. Los cultivos tropicales colonizan las escarpadas laderas, trepando en terrazas por las montañas. El agua se distribuye mediante canales de regadío. El paisaje es una maravilla y la interacción humana con la alegre gente de los pequeños poblados colma la experiencia con sobresaliente.
Agricultura heroica es como yo califico lo que practican estas gentes aguerridas a la montaña en una isla. Todo lo que necesitan, aparte de sus cultivos y animales, lo tienen que transportar a pie haciendo equilibrios sobre sus cabezas.
Desde Cha Manuel dos Santos subimos a las aldeas de Pico Antonio alcanzando Cabeça do Figueiral. Sería imperdonable no comentar lo increíbles que son las vistas desde Cabeça do Figueiral. Además del valle de Paul, que divisamos completamente hasta fundirse con el mar, también se deja ver un estrecho valle tallado en bancales de cultivo que escalan por pendientes inconcebibles.
Bajamos después hacia Boca do Figueiral. De terraza en terraza avanzamos entre plantaciones de ñame, del cual obtienen su tubérculo. Me encanta estar aquí. Es como un mundo de hace décadas.
Finalmente nos dirigimos a Vila das Pombas hasta alcanzar el borde del mar.
Ribeira da Torre
La isla de Santo Antao atesora lugares tan bonitos como la Ribeira da Torre. Las casas se desparraman entre terrazas agrícolas, arrastrando una vida del pasado. Es el escenario de esta ruta entre Xoxo y Agua das Caldeiras.
Los pocos senderistas que vienen por aquí suelen hacer esta ruta en bajada. Sin embargo, tras consultarlo con nuestras rodillas, optamos por tirar hacia arriba. ¡Total, qué suponen los sudores de subir 1300 m de desnivel comparado con soportar los lamentos del menisco roto!.
Xoxo es una pequeña aldea inmersa en la Ribeira da Torre, justo donde el paisaje empieza a reverdecer alejándose de la costa. La calma es total. El valle estrecho queda acordonado entre paredes montañosas.
Avanzamos por el camino tradicional empedrado, que sus habitantes han construido a mano para llegar a pie a las casas que se desperdigan por las laderas. La tierra es fértil y generosa. El agua también, y fluye por los canales. Todo el paisaje es una auténtica obra de ingeniería hidráulica y agrícola. Resulta inverosímil la verticalidad por la que trepan las terrazas de cultivo. No, no puede ser que esas brutales pendientes estén cultivadas por el hombre, agarradas con descaro a los riscos rocosos.
A 600 m de altura alcanzamos Rabo Curto. Todo este trayecto ha sido una cadena de saludos, de cruzarnos con los campesinos del lugar que portan una eterna sonrisa dibujada en sus rostros. No hay prisa. Esto es África. Lo que sí hay son muchas ganas de conversar. Se nota que es gente de campo.
Entre bancales de cultivo nos alejamos del valle. Cuando el terreno es más pedregoso, desaparecen las plantaciones tropicales. Son los aloes los únicos que se atreven a crecer entre las rocas.
Sobrepasados los 1000 m de altura, las vistas son más alucinantes todavía. Ya no sólo divisamos el Valle de Ribeira da Torre. Ahora también el Valle de Paul aparece tras las montañas. Y al fondo, el mar. Es impresionante porque las montañas se alzan arrogantes 1500 m por encima del valle.
Finalmente alcanzamos la cima en Agua das Caldeiras, a 1470 m de altura, poblada por pinos y mimosas. Otro regalo nos espera cuando el sendero nos conduce al Cráter da Cova, sembrado por un mosaico de parcelas que ocupan el fondo de la caldera volcánica.
Sendero costero de Cruzinha a Ponta do Sol
Partiendo de Cruzinha, el primer tramo de esta ruta es una oda al desaliento. Paisaje desolado, sol insistente, viento en contra, arenas voladoras que nos dejan rebozados………….Pero, todo cambia superada la media hora inicial. Nos internamos en un camino excavado en la roca que se encaja en los acantilados. Subimos y bajamos, subimos y bajamos, hasta que a lo lejos divisamos la aldea de Formiguinhas. En Formiguinhas paramos a comer en un humilde chiringuito con grandes vistas. Aquí vive gente aislada, sólo comunicada por caminos pedestres……..contemplando siempre la inmensidad del Océano Atlántico, escuchando siempre sus rugidos que se funden con la música que suena en la radio.
A Corvo es media hora más de camino. La vida se manifiesta en sus terrazas de cultivo y en los campos de ñame inundados que reverdecen en medio de los áridos acantilados. Corvo se empotra en la desembocadura de un río.
El camino asciende a continuación para remontar el acantilado. Desde lo alto reparamos en la pintoresca estampa de Fontainhas. Este pueblo se encaja en un profundo valle escondido entre los acantilados. Toda la montaña está cincelada en terrazas de cultivo. Hay vida en Fontainhas, la gente quiere charlar y nos cuentan mil y una historias.
Ya estamos a menos de una hora de Ponta do Sol, y la siguiente subida nos ofrece como premio unas imágenes impactantes de Fontainhas. Sus casas de colores quedan suspendidas sobre el risco.
En el tramo final percibimos los diferentes tonos de las rocas volcánicas que componen los acantilados, hasta que nos da la bienvenida Ponta do Sol.
Ribeira de Tarrafal
En la carretera a Tarrafal existe un lugar conocido como Garagem, desde el cual se puede bajar a pie por un camino empedrado. Nada más apearme del vehículo, me sentía en medio de la nada bajo un sol insolente, en un desolado terreno volcánico que finaliza en el mar. Pero caminando únicamente unos pasos más y echando un vistazo hacia abajo, descubro la vida que se esconde en Tarrafal. El pequeño riachuelo que baña este pequeño valle hace posible que crezcan los cultivos. El color verde emerge entre los marrones. La visión es fantástica desde 500 m por encima: el ocre de las montañas, el verde de los huertos y el azul del mar.
Por el camino tradicional desciendo poco a poco hasta Tarrafal. Me pica la curiosidad al ver un sendero que bordea la ladera y se dirige a unas casas que cuelgan en lo alto. Hasta allí decido continuar, disfrutando de sensacionales estampas. Tarrafal se dispone escalonado en el inclinado terreno. Y también los cultivos, en terrazas. El azul del mar se torna turquesa en la bahía…………y más abajo se destapa la playa de arena negra.
Caminata de Tarrafal a Monte Trigo
La caminata de Tarrafal a Monte Trigo es una ruta de senderismo impresionante, que habitualmente se recorre a pie en un sentido para después regresar en barca a Tarrafal. Debido al fuerte oleaje, nosotros tenemos que apechugar con la paliza de caminar ida y vuelta a pleno sol por terreno volcánico. El sol inclemente cae a plomo y recalienta las rocas de lava convirtiendo el recorrido en un horno. Por lo demás, el camino es un vaivén de subidas y bajadas sin fuertes pendientes.
Es un paisaje espectacular, de acantilados volcánicos, de coladas de lava que crean territorios desolados, cuyos colores se potencian bajo el sol en bronces, cobrizos, rojos……….Y especialmente imponente resulta la silueta del volcán Tope de Coroa, con casi 2000 m de altura, cuyas erupciones han engendrado estos parajes tan deshabitados. Cada roca ha solidificado a su manera, y su forma es única. Hay que fijarse en los detalles.
De vez en cuando desenmascaramos algunas playas de arena negra entre acantilados volcánicos, completamente vírgenes e inaccesibles. Por momentos, el camino está enlosado con las piedras del entorno, otras veces es de tierra o de arena. Monte Trigo es un respiro. Esta pequeña aldea de pescadores se recuesta en la falda del volcán Tope de Coroa, la cumbre más alta de Santo Antao.
Buscamos un bar y pedimos a la mujer que nos preparase algo de comer. Qué bien cocinan en Cabo Verde. No hay más turistas. Levantamos expectación y las niñas se acercan a preguntar y a pedir fotos. Con la cocinera charlamos largo y tendido en portugués. No teníamos prisa. Hacíamos tiempo para que se debilitase el sol y evitar el trayecto de regreso bajo los rayos verticales.
Ribeira das Patas
Caldeira das Patas es un escenario grandioso. Es una caldera volcánica que cobija varias aldeas. Por el fondo discurre la Ribeira das Patas, convirtiéndose en otro de esos encantadores lugares de la isla de Santo Antao. Esta ruta transcurre entre Alto Mira y Cha do Morto.
La aldea de Alto Mira permanece recóndita entre montañas por las que escalan los bancales de cultivo. Algunas rocas están cinceladas en agujas, otras son paredones, como si imitasen murallas de un antiguo castillo. Esa es la impresión al subir el camino empedrado que parte de Alto Mira. Es como dirigirse a una fortificación encaramada en lo alto.
El paisaje es espléndido mientras subimos. Pero, es al final de la subida cuando adquiere el calificativo de sobresaliente, al abrirse ante nosotros la Caldeira das Patas. Montañas y más montañas heridas por surcos de lava la rodean. Dibujan picos escarpados y formaciones creadas por la solidificación de la lava, componiendo un paisaje espectacular.
A los huertos descendemos bordeando la aldea de Joao de Bento. Aunque el río está seco en esta época, el aprovechamiento del agua es magistral en la isla. Nos asomamos al cañón que quiebra la tierra. Me encanta el paisaje. Hay montañas amarillas, rojizas, verdes. Se nota que es un entorno volcánico, diferente a todos los que hemos conocido antes en Santo Antao. Ni tan verde como el Valle de Paul ni tan desolado como las coladas de lava de Tarrafal. Es una mezcla de todo. Un lugar fantástico. Finalmente debemos atravesar el cañón para terminar la ruta en Cha do Morto.
Ruta del Valle de Paul desde Cova Cráter
La ruta del Valle de Paul es una de las más populares de Santo Antao. La caminata comienza bordeando el Cráter da Cova, en las inmediaciones de la carretera de montaña interior de la isla que pasa por Corda. Esta caldera volcánica está sembrada de parcelas de cultivo y rodeada de crestas dentadas.
Tras una pequeña subida se alcanza el Mirador de Paul. Todo el mundo quiere visitar este mirador, el cual ofrece una vista prodigiosa sobre el verde Valle de Paul que desciende de las montañas hasta el mar. Nosotros nos quedamos un buen rato escrutando el paisaje.
Después se trata de caminar entre cultivos tropicales saludando a los lugareños que bajan cargados con fajos de plátanos. En el fértil Valle de Paul se salpican aldeas rodeadas de terrazas agrícolas que trepan por las escarpadas laderas.
Del Cráter da Cova a la aldea Cha Manuel dos Santos requiere un par de horas, mayoritariamente en bajada. Después se puede seguir descendiendo hasta Vila das Pombas en la costa, o bien tomar alguna alternativa circular por las aldeas del Valle de Paul. El área está repleta de caminos vecinales.



Pico Antonio a Vila das Pombas
Preciosa ruta por una zona del Valle de Paul menos transitada por turistas. La ruta discurre por caminos vecinales que comunican aldeas sin acceso por carretera. Los cultivos tropicales colonizan las escarpadas laderas, trepando en terrazas por las montañas. El agua se distribuye mediante canales de regadío. El paisaje es una maravilla y la interacción humana con la alegre gente de los pequeños poblados colma la experiencia con sobresaliente.
Agricultura heroica es como yo califico lo que practican estas gentes aguerridas a la montaña en una isla. Todo lo que necesitan, aparte de sus cultivos y animales, lo tienen que transportar a pie haciendo equilibrios sobre sus cabezas.
Desde Cha Manuel dos Santos subimos a las aldeas de Pico Antonio alcanzando Cabeça do Figueiral. Sería imperdonable no comentar lo increíbles que son las vistas desde Cabeça do Figueiral. Además del valle de Paul, que divisamos completamente hasta fundirse con el mar, también se deja ver un estrecho valle tallado en bancales de cultivo que escalan por pendientes inconcebibles.
Bajamos después hacia Boca do Figueiral. De terraza en terraza avanzamos entre plantaciones de ñame, del cual obtienen su tubérculo. Me encanta estar aquí. Es como un mundo de hace décadas.
Finalmente nos dirigimos a Vila das Pombas hasta alcanzar el borde del mar.




Ribeira da Torre
La isla de Santo Antao atesora lugares tan bonitos como la Ribeira da Torre. Las casas se desparraman entre terrazas agrícolas, arrastrando una vida del pasado. Es el escenario de esta ruta entre Xoxo y Agua das Caldeiras.
Los pocos senderistas que vienen por aquí suelen hacer esta ruta en bajada. Sin embargo, tras consultarlo con nuestras rodillas, optamos por tirar hacia arriba. ¡Total, qué suponen los sudores de subir 1300 m de desnivel comparado con soportar los lamentos del menisco roto!.
Xoxo es una pequeña aldea inmersa en la Ribeira da Torre, justo donde el paisaje empieza a reverdecer alejándose de la costa. La calma es total. El valle estrecho queda acordonado entre paredes montañosas.
Avanzamos por el camino tradicional empedrado, que sus habitantes han construido a mano para llegar a pie a las casas que se desperdigan por las laderas. La tierra es fértil y generosa. El agua también, y fluye por los canales. Todo el paisaje es una auténtica obra de ingeniería hidráulica y agrícola. Resulta inverosímil la verticalidad por la que trepan las terrazas de cultivo. No, no puede ser que esas brutales pendientes estén cultivadas por el hombre, agarradas con descaro a los riscos rocosos.
A 600 m de altura alcanzamos Rabo Curto. Todo este trayecto ha sido una cadena de saludos, de cruzarnos con los campesinos del lugar que portan una eterna sonrisa dibujada en sus rostros. No hay prisa. Esto es África. Lo que sí hay son muchas ganas de conversar. Se nota que es gente de campo.
Entre bancales de cultivo nos alejamos del valle. Cuando el terreno es más pedregoso, desaparecen las plantaciones tropicales. Son los aloes los únicos que se atreven a crecer entre las rocas.
Sobrepasados los 1000 m de altura, las vistas son más alucinantes todavía. Ya no sólo divisamos el Valle de Ribeira da Torre. Ahora también el Valle de Paul aparece tras las montañas. Y al fondo, el mar. Es impresionante porque las montañas se alzan arrogantes 1500 m por encima del valle.
Finalmente alcanzamos la cima en Agua das Caldeiras, a 1470 m de altura, poblada por pinos y mimosas. Otro regalo nos espera cuando el sendero nos conduce al Cráter da Cova, sembrado por un mosaico de parcelas que ocupan el fondo de la caldera volcánica.



Sendero costero de Cruzinha a Ponta do Sol
Partiendo de Cruzinha, el primer tramo de esta ruta es una oda al desaliento. Paisaje desolado, sol insistente, viento en contra, arenas voladoras que nos dejan rebozados………….Pero, todo cambia superada la media hora inicial. Nos internamos en un camino excavado en la roca que se encaja en los acantilados. Subimos y bajamos, subimos y bajamos, hasta que a lo lejos divisamos la aldea de Formiguinhas. En Formiguinhas paramos a comer en un humilde chiringuito con grandes vistas. Aquí vive gente aislada, sólo comunicada por caminos pedestres……..contemplando siempre la inmensidad del Océano Atlántico, escuchando siempre sus rugidos que se funden con la música que suena en la radio.
A Corvo es media hora más de camino. La vida se manifiesta en sus terrazas de cultivo y en los campos de ñame inundados que reverdecen en medio de los áridos acantilados. Corvo se empotra en la desembocadura de un río.
El camino asciende a continuación para remontar el acantilado. Desde lo alto reparamos en la pintoresca estampa de Fontainhas. Este pueblo se encaja en un profundo valle escondido entre los acantilados. Toda la montaña está cincelada en terrazas de cultivo. Hay vida en Fontainhas, la gente quiere charlar y nos cuentan mil y una historias.
Ya estamos a menos de una hora de Ponta do Sol, y la siguiente subida nos ofrece como premio unas imágenes impactantes de Fontainhas. Sus casas de colores quedan suspendidas sobre el risco.
En el tramo final percibimos los diferentes tonos de las rocas volcánicas que componen los acantilados, hasta que nos da la bienvenida Ponta do Sol.



Ribeira de Tarrafal
En la carretera a Tarrafal existe un lugar conocido como Garagem, desde el cual se puede bajar a pie por un camino empedrado. Nada más apearme del vehículo, me sentía en medio de la nada bajo un sol insolente, en un desolado terreno volcánico que finaliza en el mar. Pero caminando únicamente unos pasos más y echando un vistazo hacia abajo, descubro la vida que se esconde en Tarrafal. El pequeño riachuelo que baña este pequeño valle hace posible que crezcan los cultivos. El color verde emerge entre los marrones. La visión es fantástica desde 500 m por encima: el ocre de las montañas, el verde de los huertos y el azul del mar.
Por el camino tradicional desciendo poco a poco hasta Tarrafal. Me pica la curiosidad al ver un sendero que bordea la ladera y se dirige a unas casas que cuelgan en lo alto. Hasta allí decido continuar, disfrutando de sensacionales estampas. Tarrafal se dispone escalonado en el inclinado terreno. Y también los cultivos, en terrazas. El azul del mar se torna turquesa en la bahía…………y más abajo se destapa la playa de arena negra.


Caminata de Tarrafal a Monte Trigo
La caminata de Tarrafal a Monte Trigo es una ruta de senderismo impresionante, que habitualmente se recorre a pie en un sentido para después regresar en barca a Tarrafal. Debido al fuerte oleaje, nosotros tenemos que apechugar con la paliza de caminar ida y vuelta a pleno sol por terreno volcánico. El sol inclemente cae a plomo y recalienta las rocas de lava convirtiendo el recorrido en un horno. Por lo demás, el camino es un vaivén de subidas y bajadas sin fuertes pendientes.
Es un paisaje espectacular, de acantilados volcánicos, de coladas de lava que crean territorios desolados, cuyos colores se potencian bajo el sol en bronces, cobrizos, rojos……….Y especialmente imponente resulta la silueta del volcán Tope de Coroa, con casi 2000 m de altura, cuyas erupciones han engendrado estos parajes tan deshabitados. Cada roca ha solidificado a su manera, y su forma es única. Hay que fijarse en los detalles.
De vez en cuando desenmascaramos algunas playas de arena negra entre acantilados volcánicos, completamente vírgenes e inaccesibles. Por momentos, el camino está enlosado con las piedras del entorno, otras veces es de tierra o de arena. Monte Trigo es un respiro. Esta pequeña aldea de pescadores se recuesta en la falda del volcán Tope de Coroa, la cumbre más alta de Santo Antao.
Buscamos un bar y pedimos a la mujer que nos preparase algo de comer. Qué bien cocinan en Cabo Verde. No hay más turistas. Levantamos expectación y las niñas se acercan a preguntar y a pedir fotos. Con la cocinera charlamos largo y tendido en portugués. No teníamos prisa. Hacíamos tiempo para que se debilitase el sol y evitar el trayecto de regreso bajo los rayos verticales.



Ribeira das Patas
Caldeira das Patas es un escenario grandioso. Es una caldera volcánica que cobija varias aldeas. Por el fondo discurre la Ribeira das Patas, convirtiéndose en otro de esos encantadores lugares de la isla de Santo Antao. Esta ruta transcurre entre Alto Mira y Cha do Morto.
La aldea de Alto Mira permanece recóndita entre montañas por las que escalan los bancales de cultivo. Algunas rocas están cinceladas en agujas, otras son paredones, como si imitasen murallas de un antiguo castillo. Esa es la impresión al subir el camino empedrado que parte de Alto Mira. Es como dirigirse a una fortificación encaramada en lo alto.
El paisaje es espléndido mientras subimos. Pero, es al final de la subida cuando adquiere el calificativo de sobresaliente, al abrirse ante nosotros la Caldeira das Patas. Montañas y más montañas heridas por surcos de lava la rodean. Dibujan picos escarpados y formaciones creadas por la solidificación de la lava, componiendo un paisaje espectacular.
A los huertos descendemos bordeando la aldea de Joao de Bento. Aunque el río está seco en esta época, el aprovechamiento del agua es magistral en la isla. Nos asomamos al cañón que quiebra la tierra. Me encanta el paisaje. Hay montañas amarillas, rojizas, verdes. Se nota que es un entorno volcánico, diferente a todos los que hemos conocido antes en Santo Antao. Ni tan verde como el Valle de Paul ni tan desolado como las coladas de lava de Tarrafal. Es una mezcla de todo. Un lugar fantástico. Finalmente debemos atravesar el cañón para terminar la ruta en Cha do Morto.

