Sé que Bilbao merece más tiempo de las pocas horas de visita que pudimos dedicarle al regreso de un viaje que hicimos a Francia, pero como no quiero dejar de mencionarlo en este diario sobre el País Vasco, voy a hacer un pequeño relato de lo que vimos ese día.
Situación geografica en el mapa de la península.


Pese a que estábamos a finales de julio, el día se presentaba fresquito y nublado. Así que hubo que echar mano de una chaquetita. Como no queríamos perder tiempo, dejamos el coche en un parking público que vimos muy cerca del Museo Guggenheim, que era lo primero que deseábamos visitar. En realidad fue el motivo principal de la parada, ya que teníamos la intención de volver más adelante a Bilbao para conocerlo mejor. Sin embargo, luego nos cundió algo más.
Bilbao es la ciudad más poblada del País Vasco y cuenta actualmente con unos 350.000 habitantes, si bien su área metropolitana, que se extiende a lo largo de la ría del Nervión, supera el millón de personas. El municipio se encuentra rodeado por dos cadenas montañosas que no superan los 400 metros de altitud y que forman algunos de sus límites naturales. Fue fundada en el siglo XIII y los privilegios concedidos por la Corona de Castilla favorecieron que se convirtiera en un importante enclave portuario y comercial, especialmente en relación con la exportación de lana castellana y también del hierro extraído en Vizcaya. En los siglos XIX y XX experimentó un gran desarrollo industrial y un fuerte crecimiento demográfico. Este hecho beneficioso para la economía provocó también graves problemas medioambientales. En la década de los noventa del siglo pasado se inició un periodo de crisis metalúrgica e industrial que, no obstante, sirvió también para iniciar la regeneración de la villa, limpiando la ría, generando infraestructuras (el metro, por ejemplo) y convirtiendo a Bilbao en una ciudad de servicios. Un hecho clave en todo este proceso fue la construcción del Museo Guggenheim, museo de arte contemporáneo diseñado por el arquitecto canadiense Frank O. Gehry, inaugurado en 1997, y que se ha convertido en referente de la moderna urbe y en punto de atracción turística internacional.

Y, como tal, allá que nos encaminamos en primer lugar. Fuimos hasta la Pasarela de Pedro Arrupe sobre el río Nervión para hacernos la inevitable foto con el museo de espectacular telón de fondo.

Rodeamos el edificio, subiendo y bajando escalones, asomándonos al vestíbulo (no teníamos intención ni tiempo de ver el museo por dentro) y curioseando los detalles que convierten a este edificio en una construcción espectacular, de formas curvas y retorcidas, recubiertas de piedra caliza, cortinas de cristal y planchas de titanio. La escasa luz solar de aquella mañana de verano no resaltaba el brillo de sus chapas metálicas, que, sin embargo, presentaban un misterioso color cobrizo.


Le dimos varias vueltas y lo fotografiamos desde todos los ángulos, incluido un plano superior que obtuvimos cruzando el Puente de la Salve y subiendo por un ascensor. Entonces, no sabíamos que un poco más adelante hubiéramos podido acceder al Funicular de Axanda, que conduce a un excelente mirador sobre la ciudad. Bueno, pues otra vez será. Desde lo alto, el edificio e pareció una enorme y extraña nave procedente de alguna lejana galaxia.

Tampoco nos olvidamos de la famosa araña de casi 9 metros de altura, esculpida en bronce, mármol y acero inoxidable, que la artista franco-americana Louis Bourgeois dedicó a su madre. Por eso, y por ser un símbolo fertilidad ya que porta en su abdomen un saco con diez huevos, se la conoce como “mamá”.

Y, desde luego, nos acercamos a saludar a Puppy, la simpática mascota de la pinacoteca, que goza del título de ser el perro más grande del mundo con sus 12,4 metros de altura. Fue concebido por el artista norteamericano Jeff Koons, como un cachorro sentado, con esqueleto metálico y piel formada por 38.000 flores. Su presentación se realizó en Sydney en 1997, pero poco después fue adquirido por la Fundación Salomon Guggenheim para incorporarla al conjunto del museo bilbaíno.

Como era una visita completamente improvisada, no llevábamos ni siquiera un mapa para orientarnos, así que todo lo que vimos fue casi por casualidad. Sin saber cómo ni por qué aparecimos en el Barrio del Ensanche y caminamos por el amplio bulevar que lo atraviesa y que se llama Gran Vía de Don Diego López Haro o Gran Vía a secas. Entre otros, nos llamó la atención el edificio de la Diputación Foral de Bizkaia.

Vimos también el Casco Viejo, con la Plaza de Santiago, donde se encuentra la Catedral de Santiago, que es el templo más antiguo de la villa pues empezó a construirse a finales del siglo XIV. Es de tamaño reducido y tiene tres portadas de estilos diferentes, desde el gótico al neogótico, pues se terminó de edificar cinco siglos después.

Nos perdimos después por una de las zonas más típicas y populares, sobre todo por sus pintxos, llamada de las “siete calles” (Somera Kalea, la más antigua, Artecalle, Tendería, Belosticalle, Carnicería Vieja, Barrenkale y Barrenkale Barrena). Entramos a comer a un restaurante cuya pinta nos gustó. Tomamos un buen pescado, pero no recuerdo más detalles y mucho menos dónde fue exactamente, aunque sí que se trataba de una calle pequeñita del casco viejo.


Cruzamos la ría por un puente junto a una estación de tren y nos encontramos con el Teatro Arriaga y luego avanzamos por el paseo que va paralelo a la ría, viendo en la orilla opuesta las casas muy pulcras y cuidadas, quizás remozadas no hace demasiado tiempo.



Más adelante nos topamos con ell Bilbao de los modernos edificios y los puentes de diseño vanguardista, como el Zubizuri, diseñado por Santiago Calatrava y que no se ha librado de las polémicas por su elevado coste y el desprendimiento de algunas de sus losetas. Por fin, llegamos nuevamente al Museo Guggenheim, que ahora descubrimos con un color diferente, como más dorado.


Y así acabó nuestro corto periplo por la capital vizcaína a la que deseamos volver pronto y dedicarle el tiempo y la atención que se merece. Y, quizás, también vayamos a visitar el Guggenheim por dentro.
