Desde Vitoria nos trasladamos hacia el sur, notando por la carretera el creciente calor de un verano tórrido y seco. Además, los paisajes iban cambiando su fisonomía, surgiendo la planicie y desapareciendo los frondosos bosques, si bien los amplísimos viñedos mantenían la presencia de los tonos verdes en el horizonte. El recorrido total fue de unos 57 kilómetros, que se hacen en una hora y cuarto más o menos.
Ruta del día según GoogleMaps.
Llegando a la Rioja Alavesa.
ELCIEGO.
Se encuentra a 40 kilómetros de Vitoria y su primera mención escrita se remonta al año 1067, en el Cartulario de San Millán de la Cogolla. En 1538, el rey Felipe II le concedió el título de villa. Ya desde lejos se distinguen las dos torres desiguales de la Iglesia de San Andrés, de origen gótico y conclusión renacentista. Las casas son en su mayoría de piedra de sillería, algunas blasonadas con escudos barrocos. Además de la Iglesia de San Andrés, ya mencionada, es interesante visitar el edificio del ayuntamiento (con escudo imperial en la fachada) y la Ermita de la Virgen de la Plaza en la Plaza Mayor, la Casa de la Venta (Posada), el Palacio de los Acha y la Casa de los Hierros, así como la Picota, que se encuentra a la entrada de la localidad. En sus inmediaciones, están la Ermita de San Roque y la Ermita de San Vicente.
Sin embargo, lo que atrae a infinidad de visitantes en los últimos años es la nueva Bodega del Marqués de Riscal, cuyo espectacular proyecto fue obra del arquitecto canadiense Frank Gehry, autor del Museo Guggenheim de Bilbao. Además de las antiguas bodegas, cuenta con nuevas instalaciones que incluyen un hotel de lujo, restaurantes y salas de exposiciones. Lo más llamativo del conjunto, aparte de su enorme tamaño y del indudable impacto que crea en el entorno y en los ojos de los visitantes, son las planchas de titanio que recubren el cuerpo central, reflejando la luz del sol en tonalidades simbólicas: rosa (del vino tinto), oro (la malla que cubre la botella) y plata (la cápsula del tapón).Puede gustar o no, pero lo cierto es que resulta espectacular.
Habíamos salido tarde de la capital alavesa y no sabía si llegaríamos a tiempo para realizar la visita guiada, para la que ya tenía la reserva hecha (y pagada) desde hacía bastante tiempo por internet. Afortunadamente, nos presentamos cinco minutos antes de que empezara la guía a dar sus primeras explicaciones en un extremo de la tienda, a la que se puede acceder libremente (lo cual, curiosamente, no resulta posible en otras bodegas de la zona, como luego comentaré). Y digo afortunadamente no solo por no perder el precio de la reserva (estoy viendo que ahora cuesta 16 euros por persona y dura 90 minutos, con aperitivo de chorizo y salchichón riojanos; creo recordar que el año pasado no era tanto, pero la visita era de una hora y no te daban salchichón ni chorizo, ) sino porque el calor era tan tremendo que se antojaba muy gratificante ponerse a cubierto del sol abrasador.
No voy a aburriros con los pormenores de la visita a las bodegas, que duró poco más de una hora, y al final de la cual nos ofrecieron una cata de vinos; sin embargo, admito que el recorrido resultó bastante interesante y la guía fue muy amable, respondiendo en todo momento a las preguntas que realizamos, lo que nos dio una buena idea del circuito de la elaboración de los vinos, desde el cultivo de las viñas hasta la distribución de las botellas a todo el mundo
. Para comenzar, contemplamos una vista estupenda del edificio, que iluminado por la luz del sol adquiría efectos de luz y color sorprendentes.
También se puede acceder a la cafetería (no sé si exigen tomar una consumición mínima si no se hace la visita guiada), desde la que se tiene una espléndida perspectiva de la iglesia de San Andrés. Durante la visita se pueden hacer fotos libremente. Si merece la pena o no el precio de la entrada, dependerá de cada cual. Estas cosas son muy personales y no me atrevo a animar a nadie por si acaso, ya que la visita no es barata precisamente. Sí que voy a decir que personalmente me gustó y eso que no soy ni entendida ni aficionada siquiera al tema del vino. Sin embargo, me quedó claro todo el proceso y en la bodega se estaba de fresquito...
El resumen del recorrido en fotos fue más o menos el siguiente.
¡A vuestra salud!
¡A vuestra salud!
Cuando terminamos, nos dirigimos en el coche hacia el mirador que hay junto a la Ermita de San Roque, desde el que se contemplan unas buenas vistas del pueblo y de las bodegas, además del campo circundante. Merece la pena el pequeño desvío, si bien comentar que no hace falta llegar hasta la misma ermita, sino que hay un aparcamiento y un camino antes que lleva hasta el mirador.
LAGUARDIA.
Ya casi anocheciendo, fuimos a nuestro alojamiento de la jornada, en la cercana localidad de Laguardia, a donde llegamos conduciendo entre viñedos pues al bajar de la Ermita tomamos lo que empezó como una pequeña carretera y terminó en medio del campo, convertida en una pista de tierra, que se prolongó unos buenos siete u ocho kilómetros hasta salir de nuevo a la carretera principal.
Laguardia es un pueblo alavés que se encuentra a sesenta y seis kilómetros de Vitoria y solo a 18 de Logroño. Como el resto de la zona, pertenece a la Rioja alavesa, con lo cual se puede entender que su economía gira completamente en torno al vino, si bien el turismo está ganando importancia en los últimos años, animado tanto por los espectaculares diseños de algunas de las bodegas de construcción más reciente, realizados de afamados arquitectos internacionales, como por su entorno natural, su historia y sus bellos recintos medievales. Y en este sentido, destaca Laguardia, que está catalogado como “pueblo bonito de España”, y con todo merecimiento, por cierto. Por si fuera poco, su lema es de lo más acogedor: “Paz a los que llegan, Salud a los que habitan, Felicidad a los que marchan”.
Laguardia es un pueblo alavés que se encuentra a sesenta y seis kilómetros de Vitoria y solo a 18 de Logroño. Como el resto de la zona, pertenece a la Rioja alavesa, con lo cual se puede entender que su economía gira completamente en torno al vino, si bien el turismo está ganando importancia en los últimos años, animado tanto por los espectaculares diseños de algunas de las bodegas de construcción más reciente, realizados de afamados arquitectos internacionales, como por su entorno natural, su historia y sus bellos recintos medievales. Y en este sentido, destaca Laguardia, que está catalogado como “pueblo bonito de España”, y con todo merecimiento, por cierto. Por si fuera poco, su lema es de lo más acogedor: “Paz a los que llegan, Salud a los que habitan, Felicidad a los que marchan”.
Nada más llegar, nos dimos cuenta de que la población nos iba a gustar y mucho. Nuestro alojamiento estaba fantásticamente ubicado frente a la muralla, con una vista estupenda de la misma. Era el Hotel-Restaurante Marixa, de una estrella, sin lujos pero muy cómodo, que cuenta incluso con aire acondicionado. La habitación que nos asignaron tenía una gran terraza, que se asomaba a la muralla, proporcionando una sugerente perspectiva tanto de noche (iluminada) como de día. Nos costó 65 euros la noche, lo cual nos pareció muy correcto. Lástima que no pudiésemos apreciar la calidad del restaurante, que goza de mucha fama, porque entre lo bien que habíamos comido en Vitoria y el calor de la jornada, lo cierto es que no teníamos mucho apetito. Así que nos contentamos con tomar unos pinchos en el bar. Muy ricos, por cierto.
Vista hacia la izquierda de la muralla desde la terraza de nuestra habitación en el hotel.
Después de descansar un rato, cuando se puso el sol y bajó la temperatura, ya de noche, salimos a dar un paseo por el recinto amurallado. El núcleo urbano interior es medieval y realmente bonito, pese a que había una zona que estaba en obras. Nos gustó mucho, más aún con la tenue iluminación artificial y la poca afluencia de gente que había a esas horas. El paseo fue muy agradable y tomamos ideas para el paseo turístico del día siguiente.
Recorrido nocturno por Laguardia.
Algunos datos de interés.
Aunque en la zona existen yacimientos arqueológicos, cuya máxima antigüedad se remonta al siglo XII a. C., su fundación se llevó a cabo en 1164, cuando el rey Sancho el Sabio de Navarra le concedió fueros, determinando la extensión de su término. El nombre que recibió, “la Guarda de Navarra”, fue consecuencia de su posición estratégica frente a Castilla y su carácter de plaza fuerte defensiva, dado que ambos reinos se encontraban sumidos en continuas guerras y disputas. Su trazado medieval y sus murallas se levantaron en el siglo XIII y mantuvieron su importancia hasta mediados el siglo XIX, cuando sufrieron graves daños como consecuencia de la Guerra de la Independencia y las Guerras Carlistas. Actualmente se conserva el trazado medieval de la villa y se han restaurado las murallas de piedra arenisca, que conservan cinco puertas: Mercadal, Nueva o de Carnicerías (abierta en el siglo XV), Páganos, San Juan y Santa Engracia. Su población a fecha de hoy está en torno a los mil quinientos habitantes.
Lugares para visitar.
Por la mañana temprano, después de desayunar, fuimos a visitar la villa. Tras acceder al recinto amurallado por la Puerta del Mercadal, vimos de paso, y de mala manera puesto que la zona estaba en obras, el estanque celtibérico, la Plazoleta de la Rachuela y el antiguo Convento de los Capuchinos (edificado sobre la vieja judería). Sin embargo, nuestro destino inicial era la Oficina de Turismo, sita en la Calle Mayor, 52, donde nos dieron un mapa con los lugares de interés y, sobre todo, pudimos apuntarnos a una visita guiada para ver una de las joyas de Laguardia: la Iglesia de Santa María de los Reyes con su maravilloso pórtico gótico policromado. No se puede acceder al templo por libre. La visita guiada cuesta 3 euros por persona.
La iglesia se comenzó a construir en el siglo XII, en estilo románico lombardo, pero no se finalizó hasta el siglo XVI, con lo cual recoge una mezcla de varios estilos arquitectónicos. Pero lo que la convierte en muy especial es su portada gótica de piedra, de finales del siglo XIV, que conserva en perfecto estado de conservación la policromía que se le añadió en el siglo XVII. Presenta las figuras de los doce apóstoles y una magnífica escultura de la Virgen de los Reyes en el parteluz, mientras que el tímpano presenta imágenes de la vida de la Virgen y en las arquivoltas aparecen decoradas con motivos vegetales e imaginería. Su estupenda conservación se debe a que en el siglo XVI se cerró el pórtico con una capilla, al parecer como consecuencia del clima tan frío del lugar.
La importancia de este pórtico, además de por su calidad escultórica, viene dada porque es uno de los pocos que conservan su policromía original. Hay otro también fantástico en Toro (Zamora), que cito en la etapa de mi diario De Viaje por España, dedicada a Toro, de la que pongo el enlace por si queréis ver las semejanzas y diferencias entre ambas portadas: Una mañana en TORO (Zamora).
Esta visita a hora fija condicionó el resto de la jornada, puesto que por su horario tuvimos que intercalarla como pudimos en la visita de la villa. No obstante, aquí voy a obviar ese pequeño inconveniente y citaré los lugares destacados para visitar como lo hace la Oficina de Turismo, en el mapa que nos dieron, donde se aprecia claramente que hay tres calles paralelas principales: Santa Engracia, Páganos y Mayor.
Calle Mayor. Se puede decir que comienza en la Puerta del Mercadal y termina en la Iglesia de Santa María de los Reyes. Es una calle muy interesante, en cuyo recorrido se pueden ver numerosas casas de los siglos XV y XVII, algunas blasonadas.
Caminando por esta calle, aparece la Plazuela de San Juan, donde se encuentra la casa natal del fabulista Félix María Sánchez Samaniego. También está cerca la Iglesia de San Juan, de origen románico y desarrollo gótico, concebida como iglesia-fortaleza, cuya torre gótica formaba parte de la puerta de la muralla, si bien en el siglo XVI se reformó para cumplir con su función actual de campanario.
Calle de Santa Engracia. También presenta casas palaciegas, barrocas y renacentistas, algunas blasonadas. Se accede por la Puerta de Santa Engracia y los Jardines de Doña Blanca.
Calle de Páganos. Además del conjunto de casas de los siglos XVI, XVII y XVIII, en el número 78 se encuentra el edificio civil más antiguo de la Villa, de finales del siglo XIV. Se llama la Casa de la Primicia y era donde se recaudaban los impuestos (primicias). También hay varias hornacinas de santos, como la de San Nicolás o la de San Antón Abad. Es también interesante la casa número 9, de estilo barroco con alero decorado. Cuando se cruza la Puerta de Páganos, se accede a un gran mirador sobre el campo y los viñedos.
Plaza Mayor y su entorno.
Es una zona realmente encantadora porque está cuidada y restaurada sin perder su sabor medieval, con soportales y adornada con maceteros y flores. Aquí se encuentra la Puerta de Carnicerías o Puerta Nueva (siglo XV), el Antiguo Ayuntamiento del siglo XVI con un escudo de Carlos V, y el Ayuntamiento actual, del siglo XIX, que cuenta con un carillón, que resulta agradable de ver si coinciden las horas en que suena (12, 14, 17 y 20 horas en punto).
Plaza de la Torre. Aquí se encuentra la Torre Abacial. De origen militar, data del siglo XIII y hasta el siglo XIX estuvo unida por un corredor subterráneo con la Iglesia de Santa María de los Reyes, de la que es el campanario actualmente. Se puede subir a la terraza superior, desde la que se contemplan unas vistas fantásticas de todo el entorno, incluyendo las bodegas, las lagunas y el Embalse de El Prao, etc.
Plaza del Gaitero. En un lateral de la Iglesia de Santa María de los Reyes, se encuentra un curioso conjunto escultórico del artista Koko Rico, llamado “Viajeros”, con dos placas de bronce, una con un conjunto de maletas y bolsos y otra con zapatos y botas.
De todas maneras, lo más interesante y agradable de Laguardia es pasear sin rumbo por sus calles, cruzar la muralla por sus puertas y asomarse a ver qué se ve desde el exterior, caminando por el Paseo de los Siete Castillos, el de la Barbacana o el de Sancho Abarca.No es muy grande y puede recorrerse tranquilamente en media jornada, pero quizás apetezca estar algo más de tiempo. Una gozada de sitio. En mi opinión, se merece con creces el título de “uno de los pueblos más bonitos de España”.
Después nos acercamos a ver las Bodegas Ysios, cuyo innovador diseño se debe al arquitecto valenciano Santiago Calatrava. Inauguradas en el año 2001, tenía la intención de integrarse en el paisaje, evocando una hilera de barricas. No voy a entrar en las polémicas acaecidas en 2013, cuando las bodegas demandaron al arquitecto por problemas de humedades y desprendimientos. Sin embargo, sí diré que solamente pudimos verlas desde el exterior, ya que fue imposible acceder siquiera a la tienda sin haber reservado la visita guiada. Vamos, que no se puede pasar ni siquiera a comprar un par de botellitas de vino a no ser que hayas hecho caja primero a través de internet, algo que no ocurría en las del Marqués de Riscal.
Y aquí terminó nuestro periplo veraniego por tierras vascas, del cual tan buen recuerdo nos llevamos. Sin duda volveremos, a ser posible en otra época del año menos concurrida.
Añadiré, además, un par de etapas dedicadas a San Sebastián y a Bilbao, pero que ya no corresponden a estas vacaciones.