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DÍA 1. BARCELONA- DUBLÍN

DÍA 1. BARCELONA- DUBLÍN ✏️ Diarios de Viajes de Irlanda Irlanda

Escogimos Ryanair para viajar a Irlanda porque la empresa es de allí y pensamos que sería lo mejor para evitar imprevistos. No obstante salimos del aeropuerto de Barcelona con una hora de retraso. Llegamos a Dublín a las 13.10 horas (una hora...
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Diario: IRLANDA, TIERRA DE GIGANTES

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Escogimos Ryanair para viajar a Irlanda porque la empresa es de allí y pensamos que sería lo mejor para evitar imprevistos. No obstante salimos del aeropuerto de Barcelona con una hora de retraso. Llegamos a Dublín a las 13.10 horas (una hora menos que en España) con lluvia después de un vuelo bastante tranquilo (excepto algún movimiento en los últimos minutos).

Recogemos las maletas y nos vamos a la salida, a la marcada como zona 1, para coger el autobús de Aircoach para llegar al centro. Hay varias compañías que te llevan a la ciudad pero nos decantamos por ésta porque permite dejar las maletas en un compartimento inferior (como en los autobuses de los viajes organizados) y podíamos comprar los billetes por Internet. Cuesta 7 euros si lo compras allí y 6 si lo haces por Internet. Se puede comprar también la ida y vuelta pero nosotros no lo hicimos porque teníamos pensado regresar en taxi.

DÍA 1. BARCELONA- DUBLÍN - IRLANDA, TIERRA DE GIGANTES (1)

Una opción más barata es coger los autobuses urbanos, más lentos e incómodos. Es necesario darle al conductor el importe exacto y en el precio varía según la zona. Una de las desventajas (o ventajas, según se mire) es que tiene muchas más paradas.

Otra opción es subir al Airlink con un precio similar al Aircoach (en este caso las maletas se ponen en la planta inferior del autobús de dos pisos).

Llegamos a la parada de O’Connell en unos 25 minutos, justo delante del Hotel Gresham, punto de encuentro para las excursiones que teníamos previstas en el viaje. Se trata de un edificio histórico que fue construido en 1817 (aunque quizás por su fachada no lo parezca) y uno de los pocos que se conservan en la calle.

Subimos un poco la calle en dirección contraria al río Liffey y nos dirigimos al Hotel 7, el primero del viaje y caro como todos (el alojamiento en Dublín es prohibitivo). Llegar nos lleva apenas unos 10 minutos. El hotel está situado en una zona de casas georgianas (su fachada también lo es), típicas de finales del siglo XVIII, aunque ha sido remodelado. Nos dan una habitación triple muy amplia.
Después de dejar las maletas y de ponernos una chaqueta porque el tiempo en Irlanda es más fresco que en Barcelona, paraguas en mano salimos a visitar una parte de la ciudad. La lluvia ese día resulta intermitente y sin grandes tormentas.

Recorremos primero la calle O’Connell como no podía ser de otra manera. Esa calle data de finales del siglo XVIII aunque quedan en ella pocos edificios originales. Entre ellos podemos destacar Correos (1818), el ya mencionado hotel Gresham o el de los almacenes Clery (1822- cerrados). La calle recibió ese nombre en 1922 ya que antes se conocía como Sackville Street. Está repleta de tiendas, centros comerciales, restaurantes y gente, mucha gente. Pero para entender las estatuas que vemos en las calles o algunos de los edificios es necesario hablar de la historia del país.

Los primeros pobladores de Irlanda se supone que fueron tribus de cazadores nómadas que llegaron hacia el 8.000 a.C. Mucho más relevante es la época de los pueblos sedentarios agrícolas o ganaderos que se asientan sobre el 3.000 a.C. A ellos se les atribuyen construcciones encontradas por todo el país, principalmente algunas de tipo funerario como Newgrange ( que no pudimos visitar por falta de tiempo pero que vale la pena ver). Es muy importante también la edad del Bronce y de esa época se han encontrado algunos vestigios significativos como veríamos hacia el final del viaje.

Resulta vital en la historia de Irlanda la llegada de los celtas, pueblo indoeuropeo. Una de sus tribus, los gael (de ahí lo de gaélico) se asienta en la isla sobre el siglo VI y principios del V a.C. de manera pacífica. Eran bravucones y muy valerosos aunque bastante temerarios y ésa es la base del carácter irlandés. Con ellos el territorio se divide en 150 pequeños reinos llamados tuatha que dependen de otros cinco reinos mayores (Ulster, Meath, Leinster, Munster y Connaught), al frente de los cuáles había un rey. Los celtas no vivían en ciudades propiamente dichas sino en pequeñas granjas fortificadas o en crannoghs, islas artificiales construidas sobre los lagos. Era muy importante su clase sacerdotal, los druidas (como en Astérix). Aunque la monarquía no era hereditaria, había familias que acababan monopolizando el poder.

Los romanos no conquistaron Irlanda, a la que llamaron Hibernia. Vieron que era una isla con mal tiempo, tierras poco cultivables, no hay metales y estaba llena de pictos belicosos. Sí llegó san Patricio, patrón de Irlanda. No queda claro dónde nació aunque muchos estudios sugieren que sería en Carlisle, en Inglaterra, o quizás escocés. Era hijo de un alto cargo civil de aquellas tierras. A los 16 años fue hecho prisionero en una incursión de piratas escotos (así llamaron los romanos a unos celtas de Irlanda que arrasaron el norte de la Britania romana). Le llevaron como esclavo a Irlanda, seguramente al condado de Mayo, donde aprendió la lengua. Al cabo de seis años un sueño le anunció que su libertad estaba próxima por lo que escapó y consiguió subirse a un barco. Se hizo monje y acabó regresando a Irlanda a predicar. Para ello tuvo que convencer a los druidas aunque como conocía su lengua y sus costumbres le fue sencillo. Las autoridades religiosas no gozaban de un buen momento en Irlanda y la asimilación que hizo san Patricio con el rito pagano les convenció. Los celtas tenían como dios al sol. San Patricio les habla del dios cristiano que murió en la cruz por todos nosotros por lo que no hacían falta sacrificios humanos (motivo por el que el pueblo estaba resentido con los druidas). La cruz que se le atribuye acoge los dos elementos, la cruz rodeada con un sol. Por otra parte usa un elemento de la naturaleza, en la que ellos creían, para hablarles de cuestiones como la Santísima trinidad (un trébol sería el Padre, el Hijo y el Espíritu santo en una sola entidad). Y así un lugar donde la cristianización tarda tanto en llegar cuando lo hace cobra mucha fuerza.

A san Patricio se le atribuyen muchas cosas, entre ellas expulsar a las serpientes de Irlanda o traer el alambique para hacer el whiskey. No todo lo que se cuenta, desde luego, es real pero como nos dijeron allí los irlandeses son dados a contar muchas historias, verdaderas o no, porque según afirman “que la verdad no te arruine una buena historia”.

A la isla no llegaron las invasiones germánicas por lo que se convirtió en un baluarte del cristianismo. Tanto que se la conocía como la isla de los sabios y santos. No sólo recaló allí san Patricio sino que también hubo otros. Para destacar a algunos diremos a los otros santos patrones del país, santa Brígida de Kildare y san Columba.

Como dije el cristianismo prendió con mucha fuerza en Irlanda y pronto empiezan a construirse monasterio, grandes centros de saber. Es ese tiempo cuando se hacen los libros como el de Kells de los que hablaré en la última etapa.

En el año 795 llegan a las costas irlandesas por primera vez los vikingos. Eso de vikingos es un apelativo dado a personas que serían extranjeras y en este caso eran un grupo de daneses, hábiles navegantes que remontaron los ríos en busca de botines pero también de comercio. Fundaron algunas bases permanentes que serían la base de ciudades actuales (Dublín, Limerick o Waterford entre otras).
El fin de los vikingos llegó con una figura clave, Brian Boru. Era hijo de un rey de Thomond. Cuando éste murió le sucedió el hermano mayor de Brian y cuando a éste le mataron los vikingos él se convirtió en rey. Más tarde alcanzó el trono de Munster y no se quedó ahí porque pronto quiso extender sus dominios a Leinster y Connacht y más tarde a Meath y Ulster. En el año 1001 fue reconocido como Gran rey de Irlanda.

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En 1014 se enfrentó con los vikingos en la batalla de Clontarf. Les venció pero perdió la vida ( se cuenta que le mató un vikingo que se hacía el muerto cuando el rey revisaba la zona después de la batalla). Sus hijos también habían muerto en esa batalla dejando el trono sin sucesor claro. Hoy en día los historiadores ponen en duda sus hazañas, principalmente teniendo en cuenta que los vikingos nunca conquistaron la isla sino que construyeron algunos campamentos. Con el paso del tiempo acabaron adoptando las costumbres y la religión y se casaron con “irlandesas”. Lo que realmente pasó en esa batalla es que Brian Boru se enfrentó con el rey de Leinster, Máel Mórda mac Murchada, que no le aceptaba como Gran rey de Irlanda. Éste último estaba apoyado por Sigtrygg Silkbeard, líder de los vikingos de Dublín, casado con la hija de Brian (él a su vez estaba casado con la madre de Sigtrygg) y antiguo aliado de Boru), y por Brodir, líder de la isla de Man (una de las leyendas dice que fue él quien mató a Brian Boru mientras rezaba en su tienda después de la lucha). La leyenda dice también que Boru alentaba a sus tropas tocando el arpa y este instrumento es ahora un símbolo del país (de Ryanair también) y de Leinster cuya capital es Dublín. La muerte de Brian provocó la lucha de los clanes.
Otra de las fechas importantes en la historia de Irlanda es el año 1170. El rey de Leinster, Mac Murchadha (o McMurrough), había sido expulsado de su reino por Rory O’Connor, rey de Connacht y no tuvo nada mejor que hacer que pedir ayuda al rey de Inglaterra, Enrique II (el esposo de Leonor de Aquitania y padre de Ricardo Corazón de León y de Juan Sin Tierra). Como el rey estaba inmerso en una guerra con Francia mandó a uno de sus caballeros, Richard de Clare, conde de Pembroke, conocido como Strongbow (Arco fuerte).

McMurrough prometió a Strongbow la mano de su hija Aoife y la sucesión en el trono de Leinster. La victoria fue clara e incluso se ganan los otros reinos pero Enrique II, temiendo que los barones, principalmente Strongbow, se hicieran con las tierras conquistadas en Irlanda, ordenó que regresaran. De Clare reclamó el trono de Leinster ya que su suegro había muerto pero la amenaza de O’Connor le lleva a pedirle ayuda a Enrique, con la promesa de darle todas sus tierras y castillos. Enrique II llega a Irlanda en 1172, permanece allí 6 meses y coloca a sus hombres de confianza en casi todos los lugares importantes. Richard de Clare se queda con el título de señor de Leinster y Hugh de Lacy con el de Meath, siendo el mismo Enrique reconocido como señor de Irlanda por el Papa.

Los anglonormandos se hacen, pues, con el poder en la isla pero pronto acaban asumiendo las costumbres y casándose con nativas. En un intento de preservar la pureza racial se dictan por parte de la corona inglesa los Estatutos de Kilkenny que prohibían los matrimonios con nativos, el uso del irlandés, de la ropa celta o de la práctica del hurling (el juego típico de la isla). No obstante fue tan poco productiva que a finales del siglo XV la corona inglesa sólo controlaba una zona alrededor de Dublín llamada The Pale (la empalizada). Los normandos dejaron su huella en Irlanda con la introducción del feudalismo, las delimitaciones del territorio agrícola, el surgimiento de grandes abadías que sustituyen a los pequeños monasterios celtas o la construcción de castillos.

Una nueva sacudida para la historia de Irlanda, y ésta de grandes dimensiones, llega con Enrique VIII. De todos es sabido que el rey rompió con Roma y fundó su propia iglesia, la anglicana, cuando no se le permitió el divorcio de Catalina de Aragón para casarse con Ana Bolena. En cuanto a Irlanda, intentó reforzar el poder de su representante en Dublín frente a los señores normandos que pugnaban por su independencia. Estos no aceptaron someterse, incluso hubo una gran revuelta de la familia Fitzgerald de Kildare, que fue sofocada. El Parlamento irlandés acabó reconociendo a Enrique VIII como primer rey de Irlanda. Eso suponía también la implantación de la religión, algo a lo que los nativos no estaban de acuerdo en aceptar al ser profundamente católicos. De poco les sirvió porque acabaron sufriendo grandes represalias, muchas de ellas con la confiscación de tierras.

Con María Tudor los católicos irlandeses ven abiertas las puertas del cielo. Profundamente católica, se dedicó a matar a la cúpula anglicana. Pero poco duró su suerte. La reina murió y la sucedió en el trono su hermana Isabel, la reina Virgen, protestante hasta la médula. Siguió con la política de confiscación de tierras que empezó su padre, dejándola en manos de familias anglonormandas leales a su persona. Tuvo que hacer frente a varias rebeliones, la más importante de todas la llamada Rebelión de los condes (1594-1603).

Los irlandeses encontraron un buen aliado en el antiguo esposo de María Tudor, el español Felipe II, católico de pro y enemigo acérrimo de Isabel. Se prestaron a ayudarle cuando mandó la Armada invencible (la Grande y Felicísima armada) aunque ya sabemos que fue un desastre. El plan era transportar al ejército del duque de Parma, destacado en los Países Bajos, de Calais a Inglaterra. Sin embargo el experto almirante Marqués de Santa Cruz murió antes de salir y los barcos tuvieron que zarpar desde Lisboa al mando del duque de Medina Sidonia que sabía de barcos menos que yo. Los ingleses estaban avisados del peligro y reunieron una flota de 197 barcos, ligeros y manejables. Cuando la expedición llegó a Calais se encontró con que el ejército del duque de Parma no estaba preparado para la travesía. Podían haberse retirado pero las tropas inglesas bloqueaban el Canal de la Mancha. El almirante español ordenó ir hacia el norte y rodear Escocia e Irlanda. Pero se encontraron con unos vientos huracanados que hicieron naufragar a 24 barcos.

Los irlandeses no salieron indemnes a su apoyo a Felipe II. Isabel I les mató a impuestos y taló el 90% de la superficie arborícola de la isla (presuntamente para hacer barcos). Gracias a la existencia de la turba (de la que hablaré más tarde) no murieron de frío. A finales del siglo XVI y principios del XVII varios condes se levantan en armas contra la reina, principalmente en el Ulster. Para ello se pide ayuda a España. Felipe III tendría que mandar una armada que tomaría las ciudades del sur y dejaría campo abierto para que los clanes del norte pudieran avanzar. Visto sobre el papel era un plan perfecto. Sin embargo a Juan del Águila, que dirigía la expedición española, le sorprende una tormenta antes de poder alcanzar Cork. La mayoría de los hombres pudo desembarcar y volver a España en busca de refuerzos mientras del Águila se quedaba en Kinsale aislado con 3.000 hombres. Las tropas aliadas estaban lejos de la ciudad y al no poder conseguir ayuda inmediata decidió atrincherarse. A pesar de que esos refuerzos llegaron y se produjo la batalla, la falta de ayuda de todos los clanes hizo que fueran derrotados por los ingleses. 1.200 irlandeses murieron y ello provoca que los jefes se vieran forzados a partir al exilio en la llamada “huida de los condes”. Muchos se refugiaron en territorio español.

Los nobles que se quedan pierden poder y los que se han ido han tenido que abandonar sus tierras. Eso hace que se decreten las llamadas Plantaciones (Jacobo I, 1609), es decir, colonizar esas tierras con escoceses presbiterianos o gremios ingleses.

La presencia de protestantes en la isla lleva a una gran rebelión de los católicos en 1641, descontentos con la política del representante de la corona inglesa. Cerca de 12.000 protestantes, incluso niños, fueron asesinados. Esa matanza se produjo en tiempos de Carlos I. Ya sabemos, sin embargo, que el pobre rey acabó siendo apresado y ejecutado. La recién proclamada república con Oliver Cromwell al frente no fue buena para Irlanda. Matanzas y saqueos vengaron la muerte de los protestantes en la revuelta.

Con la restauración de la corona en la persona de Carlos II los irlandeses recobran la ilusión aunque en vano. También pusieron sus esperanzas en Jacobo II aunque cuando se convirtió al catolicismo los ingleses le ofrecieron el trono a su yerno, el holandés William de Nassau, príncipe de Orange. Éste lo acepta y Jacobo se refugia en Irlanda, desde donde manda las tropas a someter al Ulster (fuertemente protestante). Fracasa en su intento de conquistar Derry (Londonderry para los protestantes). William desembarca en la isla con su ejército y derrotó a su suegro en la batalla de Boye (12 de julio de 1690). Las tropas de Jacobo se refugian en Limerick (dicen que el rey huyó a Dublín, por lo que se ganó el apelativo de Jacobo el mierda) pero fueron vencidos. Ambas partes firmaron el tratado de Limerick en 1691 por el que se garantizaba la retirada honrosa a Francia de los soldados jacobitas y la tolerancia religiosa en la isla. Pero no se respetó. Se impusieron represalias duras contra los irlandeses, a los que no se les dejaba tener un caballo que costara más de 5 libras (lo que les llevaba casi a decantarse por un burro) y en 1695 se decretaron las Leyes penales, que marginaban de una manera brutal a los católicos. No podían ser electores ni ser elegidos, no se podían dedicar a profesiones liberales, no podían adquirir tierras ni heredarlas…Muchas ceremonias religiosas se siguieron celebrando clandestinamente. A mediados del siglo XVIII los católicos sólo tenían el 14% de las tierras (y encima las de mala calidad).

El siglo XVIII trajo cierta prosperidad a la isla aunque no para los católicos. Los protestantes dominaban Irlanda a pesar de ser una minoría y el Parlamento de Dublín fue adquiriendo mayor autogobierno. Parecía un reino separado que compartía rey con Gran Bretaña. El abogado protestante Henry Grattan a pesar de su confesión religiosa peleó activamente para que se derogaran las Leyes penales, consiguiéndolo casi en su totalidad. Los católicos pudieron empezar a comprar tierras, provocando la alarma en los protestantes del Ulster que formaron una banda de salteadores nocturnos (Peep O’Day Boys) para atacar y quemar casas católicas. Estos crearon bandas de autodefensa. Ambas organizaciones de enfrentaban violentamente. Para colmo en 1795 se fundó la Orden de Orange, pseudomasónica y anticatólica.

Las revoluciones francesas y americana provocaron que algunos protestantes ilustrados de Dublín, liderados por Theobald Wolfe Tone (que había fundado la United Irishmen, sociedad secreta abierta a todas las confesiones para romper el dominio inglés e instaurar la república) se levantaran en armas con ayuda de los campesinos. Fueron derrotados y Tone encarcelado. Se suicidó en la cárcel.
Cuando todo terminó el gobierno británico forzó la aceptación del Acta de Unión (1800) mediante a la que el Parlamento de Dublín quedaba disuelto y los representantes irlandeses tenían que ir a Westminster.

En 1803 tuvo lugar la revuelta de Robert Emmet, también protestante. Fracasó y fue sentenciado a muerte.

Durante el siglo XIX el nacionalismo inglés quiso conseguir tres metas: emancipación completa de los católicos, parlamento propio para Irlanda y la propiedad de la tierra para quien la trabaja.
El abogado Daniel O’Connell (sí, el de la calle), hijo de unos comerciantes católicos acomodados gracias a las reformas de Grattan, fundó la Asociación católica en 1823 para reclamar el respeto a los derechos políticos de los católicos. En 1829 fue elegido para el Parlamento de Westminster. Lo normal era jurar fidelidad al rey al asumir el cargo, algo que O’Connell no deseaba hacer. Los británicos abolieron el trámite (en una de esas raras concesiones) y O’Connell accedió a su puesto de parlamentario, consiguiendo avances en sus reivindicaciones a favor de los católicos. Recibió por ello el nombre de “El Libertador”. No obstante era favorable a marchas pacíficas que eran anuladas por los británicos. El pueblo empezó a abandonarle y al final, desencantado, vio como era encarcelado por sedición. Algunos de los detractores de esas actitudes pacíficas eran los Young Ireland, liderados por el periodista de Cork Thomas Davies. Hicieron algunos intentos de rebelión pero su contribución a la historia fue la creación de la bandera irlandesa: verde de los católicos, naranja de los protestantes y el blanco por la paz entre ellos.

A mediados del siglo XVIII se produjo uno de los hechos que más han marcado la vida de los irlandeses. Las tierras irlandesas producían mucho cereal pero estaba destinado a exportarlo para los ingleses. Lo mismo pasaba con el ganado. La población de la isla se alimentaba con patatas. En 1845-1851 una plaga destruyó la cosecha y mucha gente acabó muriendo de hambre. Más de un millón de personas murieron y entre uno y dos millones emigraron a EEUU. En 1841 había en Irlanda más de 8 millones de habitantes. En 1851 eran 6 millones. La actitud de la reina Victoria tampoco fue la más adecuada. Según ella era mejor alimentar a un cerdo (que luego se comería un británico) que a un irlandés. Al final el gobierno inglés accede a ayudar pero obliga a los irlandeses a trabajar en obras públicas en condiciones durísimas a cambio de un plato de sopa.
Los emigrantes en EEUU no olvidaron a su tierra y cuando pudieron mandaron dinero para ayudar a los nacionalistas. En 1855 se fundó la Hermandad Feniana, de la que acabaría evolucionando el IRA (Ejército republicano irlandés). Se trataba de una organización secreta anticlerical que luchaba por expulsar a los británicos de Irlanda. En 1867 una gran oleada de atentados sacudió el país.
En 1879 Michael Davitt, un exfenian, fundó la Land League (Liga por la tierra) para conseguir el objetivo de que la tierra fuera de quien la trabajaba. Uno de sus líderes principales fue Charles Stewart Parnell, pequeño terrateniente protestante que se unió a la causa republicana. Su método favorito era el del boicot (negar relaciones comerciales a los que se oponían a los intereses de la asociación). Por eso fue encarcelado pero logró una reforma agraria que expropió tierras a los terratenientes para dárselas a los braceros. Luego luchó para conseguir una cierta independencia para Irlanda (un parlamento propio) pero Londres lo rechazó. Su vida política terminó cuando se enamoró de una mujer casada. El escándalo provocó la caída de su popularidad y su muerte repentina.

A finales del siglo XIX surgieron dos organizaciones, la Gaelic Athletic Association para promocionar los juegos celtas (sobre todo el hurling) y la Liga Gaélica para promover el uso del irlandés. Los fenians se infiltraron en ellas y les dieron un aire nacionalista reaccionario.

Los seguidores de Charles Stewart Parnell, agrupados en el Partido irlandés y liderados por John Redmon, siguieron intentando desde el Parlamento en Londres conseguir un parlamento propio para Irlanda. En 1905 se fundó el Sinn Féin, una fuerza política republicana que propugnaba la retirada de los diputados irlandeses de Londres y la creación de un parlamento irlandés independiente aunque sin separarse de la corona británica.

El gobierno británico, frente a las peticiones de Redmon, empezó a dar algunas concesiones. Frente a eso los protestantes conservadores del Ulster fundaron una agrupación paramilitar llamada Ulster Volunteer Force, dispuesta incluso a luchar para no separarse de Reino Unido. En vista de eso los nacionalistas fundaron su propia asociación, los Irish Volunteers (Voluntarios irlandeses). Casi conjuntamente, y frente al uso indiscriminado de la fuerza por parte de la policía británica, el sindicalista James Connolly fundó el Ejército cívico, una asociación de autodefensa.

Aprovechando el estallido de la Primera Guerra mundial algunos seguidores de Connolly y un pequeño grupo de Irish Volunteers, liderados por el poeta Patrick Pearse, decidieron separarse de los británicos de manera unilateral. Para ello decidieron pedir armamento a los alemanes. Pero esas armas fueron interceptadas y el plan parecía irse al garete. Incluso uno de los cabecillas, según nos contaron, se atrevió a publicar en un periódico que se abortaba la misión (vaya chapuza). Nada más lejos. En Pascua de 1916 un grupo de 1500 personas asaltaban los principales edificios de la ciudad de Dublín: un grupo liderado por Pearse, Connolly, Clarke, MacDermott, Plunkett y un capitán llamado Michael Collins tomó la Oficina central de Correos. El segundo grupo dirigido por Ned Daly asaltó Four Courts, el tercero, liderado por el comandante Éamon de Valera, una panificadora en el este de la ciudad, el cuarto, dirigido por Thomas MacDonagh, una fábrica de galletas en el sur y el último el centro de inserción. A su vez el Ejército Ciudadano irlandés entró en St. Stephen’s Green y en el Ayuntamiento. La situación era tensa puesto que se llegaban a contradecir entre ellos.

Connolly fue gravemente herido en una pierna pero siguió liderando la rebelión desde una cama. Tenían que enfrentarse a un ejército con 4500 soldados británicos y unos 1000 policías.

En un determinado momento Pearse leyó la proclamación de la república en las puertas de la Oficina central de Correos. Y pese a lo que podría parecer la gente que le escuchó le ignoró completamente.
La rebelión fue finalmente sofocada y los cabecillas fueron encarcelados y ejecutados. Sólo se salvaron Éamon de Valera, la condesa Markievicz y Michael Collins. De Valera se salvó seguramente por tener la ciudadanía estadounidense. En cuanto a la mujer, irlandesa aunque casada con un conde polaco, fue condenada a muerte como Connolly, junto al que luchó, pero su pena fue conmutada por cadena perpetua porque la pena de muerte no podía aplicarse a las mujeres. En cuanto a Collins, fue enviado a un campo de prisioneros en Gales. Connolly fue conducido primero al hospital de la Cruz Roja que se había instalado en el castillo pero finalmente fue llevado a la Cárcel de Kilmainham y fusilado sentado en una silla porque no podía mantenerse en pie.

Joseph Plunkett se casó con su prometida, Grace Gifford, en la capilla de la cárcel horas antes de ser ejecutado.

La opinión pública, que estaba en su contra, cambió después de los fusilamientos. Empezó a cobrar importancia el Sinn Féin (logró 69 diputados en las elecciones de 1918). Esos diputados se negaron a ir al Parlamento de Londres y en 1919 constituyeron el Dáil Éireann, un parlamento irlandés extralegal para reinvindicar la independencia irlandesa y el no reconocimiento de la Cámara de los comunes. Su presidente sería Éamon de Valera. Como era de esperar ningún país reconoció la república.
El Ejército republicano irlandés (el IRA) empezó una guerra de guerrillas contra las fuerzas británicas. Estos contraatacaron contratando a unos mercenarios, los Black and Tan, veteranos de la Primera Guerra mundial cuyas tácticas no hicieron más que aumentar la popularidad del IRA.

El 6 de diciembre de 1921 se acabó firmando el Tratado anglo-irlandés. Se decidió que el ejército británico se retiraría de la mayor parte de Irlanda, ésta se convertiría en un estado libre asociado a la Commonwealth, el rey de Inglaterra sería el jefe del Estado libre irlandés, su representación la ejercería un gobernador general, seis condados de Irlanda del Norte, con Parlamento propio, quedaban integrados en Reino Unido si así lo decidían. Entre los firmantes del Tratado estaban por la parte irlandesa Arthur Griffith y Michael Collins y entre los británicos el primer ministro, David Lloyd George, o Winston Churchill, Secretario de estado para las colonias. Los seis condados del Ulster (no todos los que formaban parte del Ulster histórico) decidieron permanecer en Reino Unido.

Una minoría liderada por Éamon de Valera se opuso al tratado porque no creaba una verdadera república independiente. Se seguía exigiendo un juramento de obediencia y fidelidad a la corona por parte de los parlamentarios e Irlanda quedaba dividida en dos. Dejó el Parlamento y una parte del IRA contraria al tratado ocupó algunos edificios públicos para denunciar la firma. El nuevo Ejército de Irlanda, formado por miembros del IRA pro-tratado, atacó a los republicanos que se habían atrincherado en el edificio de Four Courts el 22 de junio de 1922, lo que conllevó el inicio de la Guerra civil irlandesa.

Los contrarios al tratado, con el nombre de IRA, continuaron luchando en guerra de guerrillas nueve meses más. Michael Collins, que había sido presidente del Gobierno provisional y luego Comandante en jefe del Ejército nacional, fue asesinado, presuntamente por un miembro del IRA-antitratado, en una emboscada en 1922. Tenía 31 años. En 1923 el jefe de estado del IRA, Frank Aiken, pidió el alto el fuego. Muchos republicanos fueron arrestados por el Estado libre. Éamon de Valera fue encarcelado hasta 1924. Fue arrestado nuevamente ese mismo año por entrar sin permiso en Irlanda del Norte, dimitió del Sinn Féin y fundó el nuevo partido Fianna Fáil. En 1932 llegó al poder y empezó a romper lazos con los británicos.

En 1937 se adoptó por referéndum la Constitución de Irlanda, en la que estableció un estado independiente basado en un sistema de democracia representativa bajo el nombre de Éire.
En la Segunda Guerra mundial Irlanda se mantuvo aparentemente neutral. En 1948 De Valera pasa a la oposición, liderando una dura campaña sobre la cuestión de Irlanda del Norte. En 1949 se declara la República de Irlanda y ésta deja de pertenecer a la Commonwealth. En 1959 De Valera fue elegido presidente de Irlanda, cargo en el que se mantuvo hasta 1973, con 91 años.

Ese mismo año 1973 la República de Irlanda ingresó en la Comunidad económica europea. Los años 90 representaron un fuerte desarrollo económico para el país y aunque tuvieron una crisis fuerte hoy en día se han recuperado y tienen una de las calidades de vida más altas de Europa.

Recorremos en nuestro primer día la calle O’Connell, llena de estatuas como dije. En una de las esquinas, la más cercana al puente que también lleva su nombre, vemos a Daniel O ‘Connell rodeado de cuatro figuras aladas que representan sus supuestas virtudes (patriotismo, valor, fidelidad y elocuencia). Muy cerca está Jim Larkin, líder sindicalista. En el extremo norte vemos el monumento dedicado a Charles Stewart Parnell y hacia el centro el padre Theobald Mathew, el llamado apóstol de la moderación, fundador del movimiento Pionero por la abstinencia.

Destaca el Spire, la gran aguja que se alza en el centro de la calle. Mide 120 metros y es el monumento más alto del mundo. Debía conmemorar el segundo milenio pero su construcción de retrasó y se terminó en 2003, por lo que es ahora un monumento a la luz. En el centro de noche brilla una tenue lucecilla. Está hecho en acero inoxidable. En la base mide algo más de 3 metros de diámetro y se va estrechando hasta llegar a los 15 centímetros de la punta. Está situada en el lugar donde antes estaba el monumento a Nelson. Esa estatua fue fuertemente dañada por una bomba del IRA en 1966 (desde entonces se le llamaba “el muñón de Nelson).

En la esquina de la calle peatonal North Earl St, casi delante de la tienda SOMA, encontramos una estatua dedicada a uno de los escritores irlandeses más importantes, James Joyce. Tan famoso es que incluso en Dublín se le dedica un día, Bloomsday, a su novela Ulises a pesar de que en su momento se consideró casi pornográfica. El señor está representado con sombrero, bastón y sus gafas.

En la misma calle, como ya comenté, está el edificio de la Oficina central de Correos, construido en 1818 y donde tuvo lugar la proclamación de la República de Irlanda en el alzamiento de 1916. Un pequeño museo lo recuerda (aunque la oficina sigue teniendo su función original). De noche, no sé si cada día, unos voluntarios reparten comida a los necesitados en sus puertas. Del edificio original sólo queda la fachada. Encima de un pórtico de estilo jónico (Dublín tiene obsesión por los edificios de inspiración griega) encontramos las estatuas de la Fidalidad, de Hibernia y de Mercurio. Dicen que en las columnas todavía se pueden ver los impactos de las balas de los enfrentamientos de 1916.

DÍA 1. BARCELONA- DUBLÍN - IRLANDA, TIERRA DE GIGANTES (3)

El puente de O’Connell es el final de la calle del mismo nombre. Permite cruzar el río Liffey y se construyó por James Gandon en 1790 para dar paso a peatones y coches. Es la separación entre el barrio norte (el barrio más pobre) y el sur (barrio rico por excelencia).

Otro edificio de inspiración griega es el neoclásico Bank of Ireland. Lo encontramos enfrente de la emblemática Trinity College, en el College Green, y es nuevamente un pórtico con columnas, en este caso corintias. Tiene estatuas alegóricas de Irlanda, la fidelidad y el comercio. Fue construido entre 1729 y 1734 por Edward Lovat Pearce para ser la sede del Parlamento irlandés. Y a eso se dedicó hasta el Acta de Unión de 1800 y en 1802 se vendió al Banco de Irlanda (un banco comercial, no estatal). Enfrente encontramos una estatua de Henry Grattan. Su importancia radica en ser el primer edificio del mundo que fue construido expresamente para ser parlamento. La Cámara de los comunes fue eliminada por orden del gobierno británico. La Cámara de los lores, más pequeña, con paneles de roble irlandés y una araña de cristal, permanece y hasta hace poco era visitable. Ahora no puedo asegurarlo.
Nos contaron una curiosa anécdota sobre el carácter de los irlandeses que tiene que ver con ese edificio. No hay ni una sola ventana abierta. Todas están tapiadas y no es por casualidad. Los ingleses habían implantado (y no era algo novedoso) un impuesto por las ventanas (sí, así como suena). ¿De qué manera evitaban pagarlo?. Tapiándolas. Así pues tenemos un edificio imponente con ventanas ciegas.

Enfrente como dije encontramos la magnífica Trinity College. Esta universidad fue fundada en 1592 por la reina Isabel I de Inglaterra en el solar de un antiguo convento agustino que había sido confiscado (cosa muy común cuando se decidió implantar la religión anglicana). Hasta aquel momento todo el que quería estudiar no tenía más remedio que irse a alguna prestigiosa universidad europea con el peligro de recibir influencias católicas, algo que la soberana no podía permitir. Como es de suponer allí sólo podían estudiar los protestantes y no fue hasta finales del siglo XVIII que se admitirían católicos. Un rector de la Universidad llamado George Salmon no era tampoco partidario del acceso a las mujeres. Dijo que estudiarían por encima de su cadáver. Y por encima de su tumba dicen que pasan las alumnas que se matriculan desde 1904. Entre los estudiantes famosos encontramos a Samuel Beckett, Óscar Wilde, Bram Stocker o Jonathan Swift.

La fachada exterior es neoclásica con un curioso reloj de color azul. Es posible el acceso gratis al patio, muy grande, donde nada más llegar encontramos un campanile del siglo XVIII diseñado por Charles Lanyon. A su lado vemos la estatua de George Salmon. Entorno al patio se alzan los distintos edificios como la capilla, el Dining Hall, el Graduates Memorial Building y el Rubrics Building (de color rojo y de 1690). No son los únicos edificios en una inmensa universidad que alberga hoy los 15.000 alumnos.
Unos chicos se ofrecen en la entrada para hacer una visita guiada. También puede comprarse por Internet. Lo más famoso, sin embargo, es su biblioteca (se puede comprar online, 11 euros). Se construyó entre 1712 y 1732 y alberga unos 3 millones de libros y unos 2.000 manuscritos. Según una ley de 1801 tiene el privilegio de recibir un ejemplar de cualquier texto publicado en Gran Bretaña e Irlanda.

Hablaré de ella más adelante porque la visitamos el último día.

Nos dirigimos luego hacia el Ayuntamiento con la lluvia amenazándonos de nuevo. Se sitúa ya en el barrio medieval (aunque no lo parezca) porque fue por esa zona por la que se instalaron los vikingos en lo que sería el origen de Dublín.

El edificio del City Hall es de estilo neoclásico así que de nuevo vemos una de esas copias de templos antiguos. Se construyó en 1779 y en sus orígenes albergó la Casa de la Moneda (o la Real Lonja) ya que el encargo para su construcción provino del Gremio de Mercaderes. Se compró con el dinero que se había recaudado con las loterías públicas (se ve que entonces la gente también era muy dada al juego). La Corporación Municipal lo compró en 1852 y desde entonces es su sede.

El acceso es gratis. Encontramos un vestíbulo muy espacioso, circular, sostenido por doce columnas y circundado por una girola. Allí era por donde los mercaderes iban paseando y discutiendo de negocios. Cuando pasó a ser ayuntamiento se hicieron algunos cambios estructurales, entre otros la escalera que lleva a los pisos superiores. Hoy hace funciones de museo aunque también sigue acogiendo reuniones del Consejo Municipal (con las oficinas trasladadas al Wood Quay, junto al río).

La cúpula es inmensa y está adornada por dentro con una especie de florecillas doradas. Entre las columnas podemos ver distintos episodios de la historia de la ciudad empezando por los vikingos así como un reloj. Esculturas de importantes figura políticas nos acompañan, entre ellos el ya mencionado 0’Connell. Y en el suelo vemos el imponente escudo de armas de la ciudad, tres castillos con la Justicia a un lado (llevando en una mano una rama de olivo y en la otra una espada) y la Ley al otro (con una rama de olivo y la balanza). Debajo reza la leyenda “Obedientia civium urbis felicitas” que quiere decir más o menos “Feliz la ciudad donde los ciudadanos obedecen”. Ahí lo dejo…

Por un lado de la fachada se accede a un interesante museo de historia de la ciudad, también gratis, una cafetería y unos wc.

Por detrás del Ayuntamiento encontramos el castillo de Dublín. Hablaré de él en la última etapa porque en este primer día la visita del Papa nos lo hizo imposible.

Continuamos nuestro camino pasando por delante de la Christ Church y Dublinia. Entraremos más tarde. Primero vamos a la Catedral de saint Patrick. La entrada cuesta 7 euros (6 para jubilados). Se sitúa en el noroeste de la ciudad (es accesible a pie desde O’Connell aunque hay un buen trozo). Es la catedral nacional de la Iglesia de Irlanda. Curiosamente las dos grandes catedrales de Dublín son protestantes pero conociendo ya la historia del país entendemos fácilmente por qué.
La construyeron los normandos (anglonormandos para ser exactos) en el lugar donde había un antiguo templo del siglo V a orillas del río Liffey. Se dice que los habitantes de la zona fueron convertidos por el santo al cristianismo y que les bautizó en el pozo que había donde ahora está la fuente del parque. Se sabe que eso es completamente falso pero ya sabemos que los irlandeses son muy dados a contar historias aunque sean mentira.

En el siglo XIII sufrió una fuerte restauración que le dio ese estilo gótico que vemos ahora. Desde 1320 hasta el siglo XVI albergó la primera universidad de Irlanda (luego ya sabemos que llegó el anglicanismo, Isabel I y el Trinity College). Poco podemos ver ahora de ese edificio primitivo porque se destruyó en un incendio en el siglo XIV.

DÍA 1. BARCELONA- DUBLÍN - IRLANDA, TIERRA DE GIGANTES (4)

A la entrada unas personas muy amables te facilitan un folleto en español e incluso te dicen algunas palabras en nuestro idioma. Eso dice mucho del carácter de los irlandeses. Como el folleto ya da una orientación sólo comentaré algunas cosas que creo que vale la pena destacar. Se conservan algunas losas de los primeros cristianos pero se ven mal. Sí que es muy curiosa una puerta que vemos expuesta como si de una estatua se tratara. En 1492 tuvo lugar una disputa entre el duque de Ormonde y los condes Fitzgerald de Kildare. Ambas familias buscaron refugio en la catedral (como si no hubiera más sitios acabaron los dos en el mismo). Kildare, decidido al final, a llegar a un acuerdo, propuso unas condiciones para la paz pero Ormonde no se fiaba un pelo. Kildare, harto, hizo un agujero en la puerta, metió su brazo (no veas cómo lo arriesgó) y finalmente ambos se dieron la mano. Ahora se puede imitar ese gesto.

Destacable es también la capilla de la Virgen, al fondo. Data de 1270 y fue utilizada por los hugonotes desde 1666 hasta 1816. Se restauró en 2003. Las vidrieras son interesantes.

Quizás a muchos les llamen la atención las banderas que se ven colgadas por el templo. Son las de los antiguos batallones nacionales y se ven sobre todo en la zona del coro.
Dos monumentos funerarios destacan sobre los otros. El primero lo encontramos cerca de la salida y recibe el nombre de Monumento a Boyle. Fue erigido en 1632 por Richard Boyle, conde de Cork, en memoria de su segunda esposa, lady Katherine. Todas las figuritas que vemos son los hijos.
El otro enterramiento importante, el más importante de todos, es el de un deán de la catedral y famoso escritor, Jonathan Swift, autor de Los viajes de Gulliver. De él tenemos también su púlpito (sencillo, en madera) así como una máscara funeraria y algunos recuerdos en una vitrina. Está enterrado junto a su amiga Esther Johnson (Stella), a la que él dedicó el epitafio que vemos en la pared. Aún se debate si ambos estaban o no casados en secreto.

Desde allí nos vamos a Dublinia, donde compramos la visita conjunta con la Christ Church (15 euros). Ambos edificios están unidos por el Puente de san Miguel.

Este agradable museo se sitúa en las oficinas de la Dirección de la Iglesia de Irlanda. Data de 1870 (aunque se ha intentado imitar al máximo el estilo de la catedral para no desentonar) y tuvo esa función hasta 1983. El edificio recibe el nombre de Synod Hall. Destaca la torre de san Miguel de 60 metros de altura, excelente mirador sobre la ciudad y a la que ya no pudimos subir por falta de tiempo (todo cierra prontísimo, sobre las 5 ó 5.30 de la tarde).

Dublinia es un museo estructurado en tres zonas distribuidas en tres plantas: vikingos, edad media y cazadores de la historia. En las dos primeras podemos ver la historia representada con muñecos, lo que resulta muy instructivo. Se pueden escuchar unos audios (también en castellano) o seguir un papel explicativo. Se puede hacer fotos e interactuar.

DÍA 1. BARCELONA- DUBLÍN - IRLANDA, TIERRA DE GIGANTES (5)

Vemos como los vikingos, lejos de la imagen que tenemos de ellos, no eran sólo saqueadores sino también granjeros y comerciantes. Aprendemos que llegaron a lo que ahora es Dublín y que hicieron un establecimiento permanente (con un recinto fortificado) en el 841. Vemos que poco a poco ese pequeño asentamiento cobraba importancia y como fue un importante mercado, incluso de esclavos. Podemos ver lo que comían, cómo viajaban en sus barcos, cómo escribían o cómo se vestían. Incluso podemos observar cómo hacían sus necesidades (con pedos incluidos). Pero como ya conté los vikingos se marchan de Dublín (y de Irlanda) después de la batalla de Clontarf (1014) aunque de modo efectivo siguen por ahí hasta la llegada de los anglonormandos en 1169.

Con Strongbow empezamos la segunda planta, la edad media. Encontramos una magnífica maqueta central con el presunto aspecto de la ciudad en el siglo XV y varias salas a los lados. La primera es la casa de un comerciante muy rico. De ello dan buena cuenta los manjares de la cocina. Pero no era tan rica la ciudad por lo que se puede ver cuando “paseas” por las calles.

Caminando llegamos al muelle del siglo XIII sobre el río. Vemos las cargas de los barcos: ropa, lana, sal o vino, siempre a expensas de los piratas.

Enfrente tenemos la feria, esa gran feria que se celebraba una vez al año fuera de las murallas de Dublín y a la que llegaban comerciantes de todos los lugares. Un lugar agradable pero también donde se producían disputas (por eso había unos tribunales especiales para resolverlas). Vemos los castigos y también podemos ser nosotros castigados (del mismo modo en que podemos ser esclavos en el mundo vikingo).

Pero en la Edad media habían cosas malas. Guerras pero también enfermedades. Se da buena cuenta de la peste negra del siglo XIV con sus muertos.

Subiendo la escalera encontramos la rebelión irlandesa que llevaron, entre otros motivos, a Enrique VIII a intervenir. Ya sabemos qué vino después…

En la tercera planta no está permitido hacer fotos. Se nos habla de la arqueología, en teoría y en la práctica, con los hallazgos en Wood quay que fueron objeto de una gran movilización ciudadana y que acabaron ocultando buena parte de ellos. Algunos fueron recuperados.

Christ Church es la catedral de la diócesis de Dublín. Su construcción es anterior a la de saint Patrick, 1169, pero es más pequeña que ésta (y encima nos encontramos que la estaban preparando para un concierto). Su construcción se debe al famoso Strongbow así como al arzobispo de Dublín, san Lawrence O’Toole, sobre el emplazamiento de un templo anterior, de madera, que había sido ordenado por el rey Sitric, de origen danés. Hasta la Reforma hubo allí monjes agustinos, como en el templo anterior al Trinity College.

Se trata de un edificio mezcla de románico y gótico aunque muy restaurado. Sí que se ven algunos vestigios antiguos como alguna puerta o la cripta, del siglo XII. Es allí en la cripta donde podemos ver el tesoro de la catedral, algunos antiguos sepulcros, un gato y un ratón que se quedaron momificados (los dos se quedaron atrapados en los tubos de un órgano cuando uno perseguía al otro) y unos trajes originales de la serie Los Tudor (en esa catedral se rodó la coronación de Enrique VIII como rey de Irlanda). De hecho toda la catedral puede alquilarse para eventos de todo tipo.

Dentro de la nave central podemos ver el presunto sepulcro de Strongbow (aunque no es la original porque ésta se destruyó en un derrumbamiento en 1562). La que vemos ahora, pues, no es suya aunque lo que no sé es si de algún modo se han conservado sus huesos. Tampoco se conserva el corazón de san Lawrence O’Toole (que no Peter O’Toole, que era actor) porque hace unos años lo robaron.

Al parecer desde hace mucho tiempo la Santa sede está reclamando a la Iglesia de Irlanda que se la devuelva porque no tienen propiamente una catedral (Santa María, que vemos el último día, es procatedral) pero no les hacen ni caso.

Seguimos avanzando y nos vamos ya casi a las afueras de Dublín. Y lo hacemos para ver uno de los lugares más visitados de la ciudad (aunque nosotros renunciamos a entrar; es muy caro, no nos gusta la cerveza y ya vimos algo parecido en la Heineken de Ámsterdam). Se trata de Guinness Storehouse, el museo de la marca de cerveza más famosa de Irlanda. El complejo ocupa unas 26 ha. Y no es para menos si tenemos en cuenta que se exporta cerveza a más de 120 países.

DÍA 1. BARCELONA- DUBLÍN - IRLANDA, TIERRA DE GIGANTES (6)

Arthur Guinnness ya había fundado una fábrica de cerveza en el condado de Kildare en 1755, cuando tenía 30 años. Cuatro años más tarde dejó a su hermano al cargo de esa empresa y se hizo cargo de una fábrica abandonada en las afueras de Dublín, donde estableció también su casa. Se conserva el arrendamiento de los terrenos por 9.000 años. Pronto empezó a fabricar cerveza estilo porter que al parecer (no entiendo nada del tema) es de mucha más graduación y de color muy oscuro. Tiene un fuerte sabor a cebada tostada sin fermentar (de hecho cuando te acercas a la fábrica huele mucho a ese tostado). Dicen que la gente lo pasa bien en el museo, quizás porque les invitan a cerveza. Encima de todo del edificio hay un bar, llamado Gravity bar, desde el que se obtienen unas vistas excepcionales. También tiene una tienda pero no se puede entrar a una cosa ni a otra si no visitas el museo. Por cierto, ese molino que vemos es el más alto de Europa y data del siglo XVIII.

Muy cerca está la iglesia de St. Audoen aunque en realidad debería decir que hay dos edificios con el mismo nombre. El primero al que entramos se levantó en el siglo XIX y tiene poco destacable. Sí es importante el que tiene al lado y que apenas vimos, a causa de las obras y de la hora del cierre. Hoy se dedica al culto protestante (el del siglo XIX es católico) y se construyó en época normanda (siglo XII) sobre una iglesia celta.

Vamos caminando hasta la parada del tranvía de Heuston y lo cogemos hasta la parada de Abbey St. esquina con O’Connnell. El billete cuesta 2,10 euros y es válido para 1 hora y media.



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Hola, vivo en Irlanda y te aconsejo lo mismo. Planifica por días y de ahí ves cuantas noches por sitio. Si vas a hacerlo todo en coche, cuando vuelvas de Galway a Dublin puedes hacer una parada en Athlone (no hay mucho que ver por ahi) Mis favoritos del pais: Acantilados de Moher pero si no tienes tiempo, Slieve League si vas cerca de Sligo y Sligo son preciosos y mucha menos gente. La peninsula de Dingle y Ring of Kerry. Igualmente todo son paisajes y quizas no te merece la pena hacerte el pais de punta a punta para ver todo. Una de mis zonas favoritas es el triangulo que hace...  Leer más ...
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Hola Helen2020, Para 7 noches diria que es complicado casi completar la vuelta a la isla como planteas. De Belfast a Donegal la ruta deberia seguir toda la costa norte si quieres visitar las zonas de interes como la calzada de los gigantes y es muy dificil que un solo día puedas abarcarlo. Lo mismo pasa de Donegal a Galway. Si decidieses omitir el norte puedes enfocarte en la Costa Oeste con mas calma. Connemara, Islas Aran, Cliffs of Moher y Galway city desde Galway. Anillo de Kerry, peninsula de Dingle, Killarney National Park y peninsula de Beara desde Killarney, por...  Leer más ...
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Fecha: Mar Ene 16, 2024 02:23 pm    Título: Re: Viajar a Irlanda: Dublín, Galway, Cork, ...

Muchas gracias.
Le doy una vuelta, y me pienso lo de eliminar la mitad.
El tema es que queria ver Belfast y la calzada de los gigantes, parece que se me va mucho tiempo para hacer esa subida.

Seguire cocinandolo.

Voy en Mayo que es cuando mi hijo termina el Erasmus y ya damos una vuelta por la isla para conocerla.

Y creo que debe haber menos gente.
Marietacv1976
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Fecha: Mar Abr 09, 2024 10:11 am    Título: Re: Viajar a Irlanda: Dublín, Galway, Cork, ...

Buenos días, Revisando nuestras fechas disponibles para viajar a Dublin este verano (dos adultos y dos chicos de 17 años) me he dado cuenta de que las que tenemos libres (del sábado 3 al martes 6 de Agosto) coinciden con su August Bank Holiday, puesto que el lunes 5 festivo (primer lunes del mes de Agosto). Y aquí es cuando me asaltan las dudas.... Habrá masificación "extra" en Dublin ?? (más de la que puede haber en temporada alta?) o bien es como nuestro puente del 15 de Agosto que prácticamente todo queda cerrado o con horario reducido (tiendas, transportes, museos, etc...  Leer más ...
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