El día que teníamos completo en Venecia queríamos visitar dos de sus imprescindibles: la Basílica de San Marco y el palacio Ducal. Para llegar a la Plaza de San Marco cogimos en vaporetto que salía desde la puerta de nuestro hotel. Compramos el billete allí mismo en el barco, 7,5 euros por persona. No recuerdo qué línea era, creo que la 4 o la 5, y nos llevó por fuera de la isla, en 15 minutos estábamos en la plaza. Pero nosotros queríamos ver el Gran Canal, así que, aprovechando que el billete dura 75 minutos nos montamos en la línea 2 y dedicamos el resto del tiempo del billete a navegar por el Gran Canal y admirar sus palacios desde una buena perspectiva.





De vuelta en San Marco nos quedamos maravillados con la amplitud y la belleza de la plaza. Había gente, mucha gente, aunque eso ya nos lo esperábamos. La cola para entrar en la Basílica era muy larga, pero hay un “truco” para entrar sin esperar. En la Basílica no se puede entrar con mochilas, por lo que hay que dejarlas en la consigna que está en la calle San Basso. Allí te la guardan durante una hora y te dan un ticket con el que vas directamente a la entrada, sin pasar por la cola. A mí me daba pena la gente que estaba en la cola con mochila, porque no les iban a dejar entrar con ella e iban a tener que ir a dejar la mochila a consigna, como nosotros.

Una vez dentro, nos maravillamos con los mosaicos que decoran las paredes y el techo, son una maravilla. En el interior no dejan hacer fotos, así que nos dedicamos a disfrutar con la vista. Recogimos nuestra mochila y nos fuimos a recorrer la plaza, con el campanile, la torre del reloj, la fachada de la Basílica, la fachada del Palacio Ducal,…






Las colas en el Palacio eran enormes, así que, siguiendo el consejo de los foreros, nos fuimos a comprarlas al Museo Correr, que está en la esquina opuesta de la plaza. No existe una entrada para visitar solo el Palacio Ducal, sino que la entrada, que cuesta 20 euros, sirve para visitar el palacio, el Museo Correr, el Museo Arqueológico y la Biblioteca Nacional Marciana. Compramos la entrada y decidimos visitar estos 3 museos antes de comer. El Museo Correr alberga pintura, escultura, mobiliario, instrumentos navales y más cosas relacionadas con la historia de Venecia. Es interesante. En el mismo recorrido se visitan las salas del Museo Arqueológico, que tiene sobre todo esculturas, y las dos salas de la Biblioteca Marciana, impresionante. Desde el museo hay unas vistas fantásticas de la Plaza de San Marcos.



Cuando salimos decidimos dar un paseo por el barrio de San Marcos y dejar la visita al Palacio Ducal para después de comer. Fuimos caminando sin rumbo hasta llegar la Gran Canal. Vimos una parada de traghetti y cruzamos. Un traghetto es una góndola que se dedica a cruzar el Gran Canal y que cuesta 2 euros por persona. Como solo hay 4 puentes que lo cruzan, se hace necesario poder cruzar en otros puntos. Es una manera de montarse en góndola sin dejarse una pasta, que además resulta muy útil.

Comimos en Bigoi, un sitio de pasta para llevar. Cada plato cuesta entre 5 y 6,5 euros, dependiendo de la salsa. Nosotros comimos allí mismo en la barra, con una birra Moretti.

Nos sentamos a descansar en un canal, antes de seguir con nuestro paseo. La idea era pasear por el barrio de Dorsdouro hasta cruzar por el Puente de la Academia y volver a San Marcos. De este barrio nos gustó mucho el Campo de Santa Margarita, de los pocos sitios donde vimos árboles en la ciudad. También vimos muchas iglesias (entramos en muchas que no recuerdo el nombre) y rincones con mucho encanto.



Desde el Puente de la Academia hay unas vistas preciosas del Gran Canal. De nuevo en el barrio de San Marcos, se notaba que había más gente, pero podías fácilmente meterte por una callecita y encontrar un rincón precioso sin gente. Junto a San Marcos está la iglesia de San Moisés, muy bonita por fuera y por dentro.


De vuelta en la plaza, nos fuimos a visitar el Palacio Ducal. A esas horas, y con la entrada ya comprada, la cola que tuvimos que hacer fue mínima. Dejamos la mochila en la consigna y empezamos la visita en el patio, en el que destaca la Escalinata de los Gigantes, una gran escalera presidida por enormes estatuas de Marte y de Neptuno. En el patio también está la “Boca di Leone”, un buzón para hacer denuncias anónimas.



Continuamos subiendo la impresionante Scala D’Or, una escalera con una rica decoración en tonos dorados, que sube a la segunda planta, donde están los grandes salones del Palacio.


Después visitamos el “Apartamento del Duque”, donde están los salones en los que el Duque recibía a embajadores, se reunía con su consejo y donde se impartía justicia en la República de Venecia. Son impresionantes, con obras de Tiziano, Veronés y Tintoretto.



El salón más impresionante el Salón del Gran Consejo, donde se reunía en Gran Consejo de la República, con más de mil componentes, para aprobar leyes. Este salón llama la atención por su gran tamaño y por la pintura que lo preside, “El Paraíso” de Tintoretto, un lienzo de 25 metros de ancho.


Seguimos la visita por la armería y por la prisión, donde se ven los calabozos, muy húmedos y poco acogedores. Visitando la prisión pasamos por el archifamoso Puente de los Suspiros. Un estrecho pasadizo que se construyó para conectar el Palacio Ducal con la prisión. Cuentan que su nombre viene de los suspiros que los reos no podían contener al contemplar por última vez la Laguna de Venecia desde el puente, antes de ser encerrados.


Dimos por terminada la visita. Fuimos a ver desde fuera el Puente de los Suspiros, en el que hacía un momento habíamos estado. El sol ya se había puesto y había una luz muy bonita en la plaza. Nos sentamos un rato a disfrutar de las vistas de San Giorggio Maggiore y, ya casi de noche, nos paramos a ver de nuevo la fachada de la Basílica de San Marcos. En la Plaza había menos turistas y más palomas, dueñas y señoras a esas horas.



Estábamos agotados, así que emprendimos la vuelta al hotel, que al día siguiente nos esperaba un buen madrugón para ir al aeropuerto. Como no teníamos ganas de complicarnos con la cena, volvimos al Antico Forno de Venecia. Nuestro viaje se acababa.