Como ya os había comentado, teníamos programado un vuelo a las 8 am para ir a Penang; pero estábamos agotados y muy bien en el apartamento, así que decidimos perder el vuelo e ir con calma a George Town. Nos había costado 17 euros por persona con maleta facturada, por lo que no suponía tanto sacrificio…
Nos levantamos sobre las ocho y después de un último baño en la piscina salimos a la estación de buses con el Grab. Tardamos unos quince minutos en llegar y compramos el billete, una vez allí, para las 11.45. Seis horas después, llegábamos a Georgetown, la capital de Penang. De nuevo un Grab nos llevó al hotel llamado Cintra Lodge, por 24 euros la habitación triple con desayuno incluído. No está mal, ¿verdad?
El hotel nos gustó mucho y las camas son súper cómodas. El personal bastante servicial y amable. El desayuno eran tostadas y cafés, pero más que suficientes para nosotros. Por poner una pega, la única noche que dormimos aquí hubo música en directo en el bar de abajo del hotel y fue un tanto molesta; pero a eso de las diez y media, ya no se escuchó nada de nada. O bien nos quedamos fritos o bien terminó a esa hora. No lo sabemos.
Llegamos y tras el check in y guardar las maletas nos fuimos a dar un paseo. Nos dio tiempo a ver algo de Street Art y detectar un puesto de alquiler de bicicletas muy tentador para el día siguiente…

Las primeras esculturas me gustaban, pero las calles me encantaban. Todo me recordaba a mi viaje a China. Las casas y las tiendas tenían colgados los farolillos rojos tan típicos que combinaban con el estilo colonial de las fachadas. George Town me ha cautivado; y es que a mi, todo lo que me recuerde a China...


Picamos unos Dim Sun en una especie de Food Court que no recuerdo el nombre, pero está justo al final de Armenian Street. Volvimos dirección al hotel porque teníamos ganas de cenar en Lebuh Chulia, la calle perpendicular a nuestro hotel llena de puestos de comida.

Detectamos a unos famosos ancianos en su puestecito haciendo unos hokkien mee[/i] de escándalo, pero mis chicos no querían sopa. Seguimos más adelante y había un callejón perpendicular a la calle principal; y justo ahí, al comienzo de ese callejón estaba una pareja joven que cocinaban unos char koay Teow tan tremendamente buenos que repetiríamos al día siguiente… Los acompañamos con unos zumos naturales (los pides en el puesto de al lado) y una Tiger fría que estaba de rechupete. El señor los hace buenísimos y sabe alguna palabra en español.

Aún con esto, no me podía ir a dormir sin probar la sopa de fideos de los ancianos más famosos de la ciudad y volvimos a por una.

Ahora sí, con el estomago lleno nos fuimos a dormir; aunque la música del bar de al lado fue un poco molesta, no tardamos nada en dormir. No fue un problema.