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19 de Julio. Rumbo a Kimolos pasando por Políegos.
Maletas preparadas y último desayuno en la estupenda terraza mirando al Egeo. Nos da pena dejar este lugar pero nos quedan muchos días por delante. A las 11 hemos quedado con Panos en su agencia de alquiler de coche. Se monta con nosotras, echamos 10€ de gasolina y nos lleva al puerto de Pollonia para coger el ferry que nos llevará a la isla de Kimolos.
El ferry sale a las 12 y como aún no han abierto la ventanilla para comprar los tikets, me doy una vuelta por el pequeño puerto. Allí veo el barco que queríamos haber cogido para nuestra excursión: Capitán Perseas. La excursión sale a las 11:30 y la gente se está montando. No me voy a quedar tranquila si no hablo con el barquero para preguntarle si por casualidad a última hora ha quedado algún hueco libre en el barco. Cual es mi sorpresa cuando me dice que por la mañana ha habido una cancelación de dos personas y que su mujer me ha escrito un email para decírmelo, pero que debo enseñarle el correo para asegurarse de que soy yo la de la lista de espera y esas plazas me las ha ofrecido a mí. Se me hace raro pues había mirado el correo por la mañana con la última esperanza y no tenía ningún email de Brigitte, pero se me ocurre mirar en el spam y allí estaba el correo avisándonos de la cancelación y ofreciéndonos los dos asientos en el barco.
Emocionadísimas nos montamos en el barco con maletas y todo, pues la idea es que Andreas, el barquero, nos deje en la isla de Kimolos a la vuelta, y así no tenemos que coger el ferry regular. Desde el barco escribo a la chica del hotel de Kimolos que iba a esperarnos al puerto, para que no vaya, y a la del coche de alquiler, para decirle que no cogeremos el coche hasta el día siguiente. Parece increíble pero estamos montadas en Capitán Perseas, al mando de Andreas, y nos espera un día entero sobre el mar.
La excursión resulta muy familiar pues en el barco vamos 12 personas, además de Andreas y su ayudante, que nos tratan de maravilla. Nos van explicando cuáles son los lugares por los que pasamos, nos dan galletas y melón, además de bebidas. La isla de Políegos cubre 18 Kms2 y está completamente sin explotar. Solamente se encuentran allí cabras salvajes, siendo el punto más alto de la isla, el monte Stronglios, a 357 metros. Las formaciones rocosas que se ven al rodear la isla son preciosas; me recuerda un poco a las rocas de Milos y la excursión de Kleftiko, con rocas blancas y muchas cuevas. Llegamos a un punto en el que hay unos islotes preciosos donde paramos y nos dejan un rato para lanzarnos a nadar. Es una verdadera maravilla.
De allí nos dirigimos a una playa donde amarra el barco y nos montamos en una lancha para acercarnos a la orilla, aunque algunos van nadando. La playa es maravillosa y estamos solos; bueno, nos acompañan algunas cabras que hay por allí, como Dimitris, conocida ya por Andreas, que visita la isla todos los días. Mientras Andreas y su ayudante preparan la comida, tenemos un rato para bañarnos o tomar el sol, acompañados de cervezas, agua o vino. Nos preparan una mesa con ensalada, tres platos con diferentes tipos de quesos y una cazuelita de pescado, que vamos tomando mientras hacen la barbacoa de verduras y carne. Realmente es un verdadero lujo estar allí, acompañados de gente estupenda; son casi todos griegos, excepto una pareja italiana. Por la tarde, sobre las 18:30, emprendemos el viaje de regreso, disfrutando de las formaciones rocosas mientras comienza a caer el sol. A las 19:30 estamos en la isla de Kimolos y nos despedimos de nuestros compañeros de barco. Ha sido un día maravilloso.
La excursión cuesta 70€ por persona. Realmente no es barata, pero teniendo en cuenta la privacidad y el trato, con la estupendísima comida y estar en un lugar único y solos, ha merecido muchísimo la pena. Además, han tenido el detalle de dejarnos en nuestro nuevo destino, donde nos espera el encargado del hotel Milaki, al que nos lleva en coche.
El hotel Milaki es sencillo pero muy muy agradable. Nosotras estamos en la habitación Rema, que es para dos personas y es muy espaciosa. Mientras organizamos las maletas ha anochecido. Estamos cansadas y no tenemos ganas de entretenernos a sentarnos a cenar, pues además, la comida ha sido copiosa. Decidimos acercarnos a Chora a comprar algo de cena ligera para no entretenernos mucho. Del hotel a Chora llegamos en 10 minutos caminando cuesta arriba. Al principio parece un pueblo desierto pero encontramos una calle con mucha vida y gente cenando en la calle. Compramos los gyros y nos vamos a tomarlos a la terraza del apartamento, donde se está estupendamente. Pero decidimos que al día siguiente, más tranquilas y ubicadas, subiremos a Chora a pasar la tarde y cenar. Maravilloso el día de hoy.
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