De rebote, pensado y hecho... Miré el mapa e imaginé mi avión sobrevolando Brasil.
Y ya que estamos... ¿por qué no mirar a ver si lo puedo cuadrar...?
Río de Janeiro, otro destino soñado!
Estaba loca de alegría desde el momento que aterricé.
La tarde era gris y estaba lloviznando sin embargo pensé en la Amazonía que estaba ardiendo sin control y mi mente positiva se alegró por ello.

Por los consejos de amigos y la preocupación de mi familia opté por alojarme en Ipanema una zona segura pero bastante cara.
Está anocheciendo y voy a salir a dar una vuelta hasta la estatua de Tim Jobim mientras voy canturreando su famosa canción de la garota de Ipanema.
Como no sabía que ambiente iba a encontrar he salido hasta sin móvil y no tengo ninguna foto.
Hay muchos turistas paseando, gente jugando en la playa y muchísima policía.
Había leído sobre el método del "arrastrón" en el que cientos de menores dirigidos por los narcos de las favelas arrasan entre la gente robando todo lo que encuentran en un momento. Algunos no tienen más de 10 años pero su agresividad es intimidante.
El ambiente era tranquilo. Me compré un trozo de pizza para comer en el hotel y me fui a dormir ya que tenía que madrugar bastante.
A las 7 en punto pasaron a recogerme para hacer el tour de lo más significativo de la ciudad.
Como está lloviznando, nuestra guía cambia el orden de las visitas previsto para dar tiempo a que el cielo se despeje un poco.

La primera parada es la escadaria Selarón.
Estamos en el centro de Río y aprovecho para conversar con la guía mientras los demás hacen cola para fotografiarse mil veces en la escalera.
El Río colonial no levanta mucho interés entre los turistas, sin embargo sería imposible entender la singular historia de esta ciudad sin tener en cuenta la importancia del acueducto, del comercio de esclavos o del control de las minas.
Como el cielo sigue gris vamos a postergar un poco más la subida al Corcovado visitando primero la catedral Metropolitana.

Oficialmente Catedral de San Sebastián de Río es un moderno edificio cuya estructura se inspira en las pirámides mayas.
Con más de 90 metros de altura se ilumina a través de enormes vidrieras de colores que varían la tonalidad según la hora del día.
Su estudiada acústica complementa la iluminación para crear una atmósfera mística.
Personalmente no me pareció gran cosa, hubiera preferido pasear un poco por el barrio de Lapa.

De camino a Maracaná, nuestra siguiente parada, hablamos un poco sobre las favelas.
Esos barrios coloridos, caóticos y peligrosos son también parte de la historia de esta ciudad.
El fin de la esclavitud supuso una presión demográfica brutal con la llegada de la emigración de otras regiones en busca de oportunidades.
Hasta mitad del siglo pasado ni siquiera existían oficialmente. No había censo. La pobreza extrema se unía a su situación irregular (ilegal) y la supervivencia se basaba en el autoabastecimiento. Hoy en día son ciudadanos de pleno derecho.
La organización del mundial de fútbol de 1950 fue el evento que rompió el muro imaginario entre ricos y pobres.

El estadio más grande del mundo se construyó en un lugar bien comunicado y entre los barrios de tierra y los de asfalto, los pobres y los ricos.
El deporte unió a los brasileños sin distinción por el color de su piel y aquel equipo mestizo que perdió la final fue el punto de encuentro definitivo entre los habitantes de la ciudad.
Sin duda, hablar de Río es hablar de samba y carnaval.
La celebración oficial de esta fiesta vino condicionada también por el fútbol. El descanso veraniego que suponía el final de la liga había que "rellenarlo" con alguna actividad que ilusionara y qué mejor que un concurso de samba.

La palabra samba tiene orígen africano significando algo paraceido a orar a los antepasados.
Los descendientes de los antiguos esclavos habían conservado sus cantos y ritmos ancestrales que se transformaron acompañados de instrumentos de cuerda y batucadas al baile que hoy conocemos como Samba.
Lo que empezó como la música de vagos y maleantes se popularizó a través de la radio convirtió en un símbolo de identidad de la ciudad.
En la visita al sambódromo puedes alquilar por unos pocos reales un traje emplumado y hacerte una foto bailando.
Ahora sí, nos vamos al parque nacional de la Tijuca.
Esta singular bahía es toda ella un monumento geológico.
Enormes formaciones rocosas que se conocen como morros enmarcan este enclave en el que, a pesar de su nombre, no hay ningún río.
Era este un lugar estratégico en el que se construyó un puerto para el control del comercio de oro de las Minas Gerais y también del tráfico de personas procedente de Africa.
El ascenso al cerro del Corcovado se puede hacer en transporte público o bien en un trekking de dos horas a través del parque nacional, considerado reserva de la biosfera.

No he tenido suerte y la niebla nos rodea.
No tuve la visión completa de la panorámica pero sí parciales: playas a un lado, la ciudad extendiendose hacia el infinito y la exhuberante selva rodeando todo.
Mientras espero que las nubes pasen, aprovecho para leer sobre la construcción de este monumento que fue todo un desafío.
El Cristo Redentor se erigió para conmemorar el centenario de la independencia del país.
Inspirado en la modernidad francesa de aquella época, esta gigantesca escultura de 1145 toneladas fue todo un desafío a la ingeniería del momento.
Un enrejado de hormigón hace de esqueleto y reparte las fuerzas del peso de los brazos para equilibrar y estabilizar la construcción.

Hora de comer en Copacabana, el barrio más famoso de Río.
Es emocionante pisar las ondas hipnóticas del suelo de este paseo.
El Art Déco duró varias décadas en Río. Enormes edificios nos transportan a esa época feliz y alegre de principios del siglo XX en la que en nació el espíritu carioca tal y como lo conocemos.
Y como guinda final el Pão de Açúcar.
Se trata de un impersionante monte de cuarzo y granito de 400 metros de altura domina la bahía de Guanabara
Visible desde casi cualquier punto de Río de Janeiro. es otro de los iconos de la ciudad.

El acceso a su cima con el teleférico es otra de esas emociones inolvidables.
La belleza de este mirador se incrementa con la riqueza natural de la vegetación tropical, las flores y las aves de colores.
El mejor momento para subir hasta aquí es el atardecer.
Nunca olvidaré la caipirinha que me tomé con unas italianas mirando esas playas de Flamengo, Botafogo, Copacabana, Ipanema
