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Salimos en un tour contratado a las 8 de la mañana con dirección a Corinto, Micenas y Epidauro.
En principio íbamos a alquilar un coche y hacer todo a nuestro aire, pero leímos en varios sitios que las carreteras estaban fatal y nos decantamos por los tours contratados... Fue un error garrafal. Al menos en el que nos tocó a nosotras, daban muy poco tiempo para las visitas y en cambio te llevaban a tiendas de artesanía para que compraras ahí y ellos se llevaran una comisión. También tenías opción de meter la comida en el tour (por 25 euros más) y si no lo hacías, como nos ocurrió a nosotras que ya llevábamos bocadillos, te sueltan en un pueblo feo donde no había ni bancos y tuvimos que comer al pie de la carretera... todo muy cutre. En fin, supongo que habrá otras empresas mejores, pero la nuestra es para no repetir nunca.
Las carreteras griegas están genial para alquilar un coche, al menos en la zona donde nos movimos nosotras. El tráfico relajado (era diciembre) en todas partes, menos en la entrada a Atenas que allí si que se suele pillar caravana. Por cierto, se tarda una eternidad en llegar al centro, como tres cuartos de hora, y vas pasando por polígonos industriales sin fin... Eso si, antes de meterte en los polígonos para llegar a la capital, el paisaje es precioso, el mar se junta con el cielo y las montañas y todo es de un color azul indescriptible.
Nuestra primera parada del tour fue en el canal de Corinto. El bus nos dejó pegados al puente y según llegas te parece todo bastante feo, pero en cuanto pones un pie en el puente y empiezas a caminar... Oh!
El canal de Corinto apenas se usa hoy en día, su estrechez hace que los barcos modernos no puedan pasar debido a su volumen, pero aún hay barcos que lo cruzan, sobre todo turísticos. Desde el centro del puente la visión es impresionante. Aunque la idea del canal se comenzó a fraguar sobre el siglo VII por el tirano Periandro de Corinto no fue inaugurado hasta finales del siglo XIX. El canal evita el rodeo de 400 km alrededor de la península del Peloponeso.
Nos tomamos un café y pusimos rumbo a Micenas.
La entrada al recinto y museo cuesta 6 euros por el invierno, en temporada baja reducen el precio creo que un 50% en casi todos los sitios para promocionar el turismo. Nosotras fuimos en diciembre, que por cierto, no nos llovió ni un solo día y llegamos a pasar calor. Increíble!
En primer lugar nos fuimos al museo arqueológico, que se encuentra a los pies de la acrópolis. A la entrada te encuentras con una maqueta de Micenas. El museo expone una serie de piezas procedentes de las excavaciones del centro arqueológico y de otros lugares cercanos. Tienen una réplica de la máscara de Agamenón, pero la original deberás ir a verla al museo arqueológico nacional de Atenas, de obligada visita si vas a la capital.
Tras la visita al museo nos fuimos a explorar Micenas
La entrada por la puerta de los leones es una auténtica delicia. Con un poco de apurón por parte de la guía (apenas te da tiempo a subir a la cima con calma) el bus nos llevó al Tesoro de Atreo, donde casi nos dejaron 10 minutos para verlo! Grrrr
Y de allí nos fuimos al alucinante Teatro de Epidauro, el teatro de la antigüedad con mejor acústica del mundo. Impresionaba ponerse en el centro y escuchar tu voz ... Hay que vivirlo, pero es como si te envolviera en un eco que llega de todas partes. Una locura, y eso en un tono de voz normal...
El teatro de Epidauro tenía un aforo para más de 14.000 espectadores.
La entrada reducida por el invierno es de 6 euros.
De vuelta a Atenas ya era de noche, cenamos con pan de pita (rico, rico) vino griego y a dormir, que al día siguiente tocaba Delfos.
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