El vuelo a Estambul sin más sobresalto que el debate que tuve en Barajas con los de la Turkish que me querían hacer facturar la maletilla de cabina porque se pasaba un poco de peso. Después de decirles que los de Easy jet no tenían límite de peso y que no me había dedicado a meter solo lo imprescindible para nada, al final tuvieron piedad y nos dejaron ir sin necesidad de facturar. Poco más de 4 horas y ya estábamos en el aeropuerto de Atartuk, primera toma de contacto con el omnipresente creador de la Turquía moderna. Es que ni en tiempos de Franco había un dirigente tan en todas partes como ese otomano.
Una vez pasado el trámite del visado y del cajero para obtener las primeras liras, (por cierto y por si interesa el cajero está junto a las ventanillas donde se visan los pasaportes), la salida por la puerta tuvo la curiosa visión de decenas de ciudadanos turcos con los cartelitos de los nombres de aquellos que habían venido a buscar. Como el hotel me proporcionaba el transfer, mi nombre estaba en uno de los cartelitos. Al menos en eso el hotel cumplió. De camino al alojamiento pasamos por las murallas, por Kumkapi y ya al final al fondo estaba la Mezquita Azul. Sensación curiosa poder ver con estos ojitos que se los tragará la tierra, todo lo que había “estudiado” una y otra vez.
Ya en el hotel, toma de posesión de la habitación. Lo que primero nos llamó la atención fue el chorrito que se ponía en marcha en el inodoro si le dabas a una llave que había en el lateral. Vamos que si querías no necesitabas papel higiénico. Luego comprobamos que en todos los sitios que tenían inodoro este iba equipado con el chorrito. A falta de bidet....

El chorrito
Tenía dos camas y eso supuso la primera explicación en mi rudimentario inglés con recepción, que ni una palabra de español. Al final logré hacerme entender y nos dijeron que esa noche el hotel estaba completo pero que nos cambiarían al día siguiente. Contento con el éxito idiomático nos lanzamos mi mujer y yo a la conquista de Constantinopla. Eran las 19:30 horas por lo que solo podíamos caminar. Dudamos entre Eminönü y Sultanahmet. Al final tanto se había hablado en el foro del ambiente “ramadanesco” en la zona del Hipódromo que nos marchamos para allá. Y mereció la pena. Montones de turcos se disponían, en un entorno preparado para la ocasión con gran cantidad de puestecillos colocados en el lateral de la Mezquita Azul en pleno Hipódromo, a romper el ayuno del resto del día. Muchísimo colorido y gran ambiente. Empezaba bien la cosa.

Los puestecillos del Ramadán en la zona del hipódromo

La gente rompe el ayuno de Ramadán al finalizar el día
Al rato de estar por allí el estómago nos empezó a pedir gasolina. Caminando vimos uno de los lugares recomendados por aquí, el Sultanahmet Koftecisi, ese que pone since 1920. Así que entramos allí a tomar un kofte que es la especialidad. Nos pareció francamente malo todo grasa de cordero. El sitio también nos resultó un tanto cutrecillo. Luces de alarma se abrían en relación con la comida. Afortunadamente los días siguientes se encargaron de disipar dudas. Después de cenar buscamos la recomendada tetería de Çorlulu Alipasa Medresesi. Como se decía que había que entrar a través de una mezquita, pues nos metimos en la primera mezquita a mano derecha por la calle del tranvía. Y efectivamente allí había una tetería. Pero no era la Corlulu según nos dimos cuenta algún día después y además el ambiente no era el que se había descrito en el foro. Estaba lleno de egipcios aquello. Bueno al menos sirvió para tomar el primer te turco que fue el que nos pusieron a pesar de que habíamos pedido el de manzana. Y con las mismas nos fuimos para el hotel. Fin de los primeros momentos en Turquía.