Una ruta muy atractiva que se puede realizar en la Comunidad de Madrid, de lo más recomendable en las épocas de confinamientos perimetrales de comunidades autónomas que nos está tocando vivir, es la de que conduce a la Chorrera de San Mamés, una de las caídas de agua más bonitas de nuestra provincia.
Encuadrada dentro del apartado de “Sendas Verdes”, forma parte de la Red de “Sendas de Madrid”, acondicionadas por la Comunidad Autónoma y que componen una serie de rutas muy interesantes repartidas por toda la región, que se pueden consultar en el siguiente enlace: sendasdemadrid.es/
Resulta bastante interesante su consulta, pues se obtiene abundante información sobre recorridos, duración, dificultad, fichas descargables, tracks, mapas interactivos y folletos. Confieso que antes del confinamiento no conocía esta herramienta y, sin embargo, en los últimos meses nos está viniendo muy bien para dar algunos paseos sin alejarnos mucho de casa y siempre dentro de lo que se nos permite, claro está.
Foto de la ficha descargable e imprimible del recorrido:
SITUACIÓN EN EL MAPA PENINSULAR Y EN EL DE LA COMUNIDAD DE MADRID.
ITINERARIO DESDE MADRID AL INICIO DE LA RUTA en Google Maps.
El inicio de la ruta se encuentra en la pequeña localidad de San Mamés, adonde se llega desde la capital yendo por la A-1 hasta la salida 76 (Buitrago de Lozoya) y luego tomando la M-634 hasta la Iglesia (antigua Ermita) que veremos a las afueras de la población y frente a la cual comienza la caminata. Se puede dejar el coche allí mismo, si hay sitio. También es posible continuar en el vehículo por la Calle de la Fuente hasta la Quesería tradicional, que está como a un kilómetro más adelante, distancia que se ahorraría de ida y vuelta en el recorrido total. Nosotros dejamos el coche en una callejuela, a la entrada del pueblo.
DATOS DE LA RUTA.
Longitud: 8 kilómetros (total ida y vuelta por el mismo camino)
Duración: entre 3 horas y media y cuatro horas (ida y vuelta con paradas para bocadillo y fotos).
Cota mínima: 1.140 metros. Cota máxima: 1.551 metros.
Dificultad: baja.
Señalización: flechas y marcas de color negro.
Perfil de la ruta en Google Maps desde la Quesería tradicional.
NUESTRA RUTA.
Como ya he comentado, dejamos el coche a la entrada del pueblo de San Mamés, a unos doscientos metros del desvío que lleva a la Quesería Tradicional y que representa también el inicio de la ruta a pie. Esta pequeña localidad, situada en las laderas de los Montes Carpetanos, fue fundada por los árabes en el siglo XI. La ermita, y más concretamente su ábside, es de estilo románico-mudéjar y cuenta con espadaña. Fue construida sobre los restos de otra anterior y restaurada en varias ocasiones. Cuenta con restos de un pantocrátor románico original y un cementerio muy antiguo. No pudimos visitar el interior porque estaba cerrado.
Ya por la pista que conduce a la Quesería, atravesamos un bosquecillo formado por robles, acebos, fresnos, tejos, encinas, pinos y rosales silvestres, que al estar ya avanzado el otoño estaban en su mayor parte desprovistos de hojas. Nos cruzamos también con el Arroyo del Chorro y vimos varios reguerillos. Ni mucho menos parecía faltar el agua en la zona.
Dejamos la Quesería Tradicional a nuestra izquierda y seguimos hasta las inmediaciones de una granja, donde termina la pista practicable para vehículos y comienza el sendero a pie. Vimos indicadores que señalan las diversas opciones, en nuestro caso, una flecha con la inscripción “El Chorro”.
Enseguida nos encontramos un desvío hacia la izquierda, que era el que marcaba el track que llevábamos nosotros descargado de wikiloc, y que, al parecer, recorre los márgenes del arroyo mencionado antes por su parte inferior. Sin embargo, vimos una verja y una señal muy clara de prohibido pasar. Volvimos a la pista principal y, en efecto, nos fijamos en que estaba tachado el desvío anterior, con lo cual tocaba seguir de frente. A partir de este punto, empezamos a ganar altura y las perspectivas se fueron haciendo cada vez más espectaculares.
A la izquierda, además de los desnudos bosques de robles melojos, más a lo lejos, empezamos a divisar varias cumbres del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, algunos de sus picos ya cubiertos de nieve. Nos hizo ilusión ver las primeras caperuzas blancas de la temporada: no podíamos ni imaginarnos la que nos esperaba en nuestra propia casa a primeros de enero…
A nuestras espaldas quedaba un no menos atractivo panorama, con el Embalse de Riosequillo como referencia. De frente, comenzábamos a divisar los verdes bosques de pinos silvestres y… ¡ah, la chorrera! Sí, ya se distinguía el destello plateado de sus aguas deslizándose por las piedras. Desde luego, nos animó a continuar.
La pista picaba continuamente hacia arriba, pero el recorrido era bastante sencillo. Al fondo, a nuestra izquierda, veíamos correr muy alegres las aguas del arroyo, que desemboca en la presa del Embalse de Riosequillo. El día era realmente espléndido y la temperatura estaría rondando los quince grados. En pleno verano, en esta parte de la ruta debe pegar el sol de lo lindo y ser bastante calurosa. Ojo, pues.
Llegamos finalmente hasta la llamada Casa del Leñador y nada más cruzarla el panorama cambió por completo, ya que nos metimos de lleno en el bosque de pinos que habíamos venido durante la caminata. La pista seguía siendo cómoda y amplia. Pasamos también junto a una fuente de piedra.
Descubrimos a la izquierda un sendero que conducía por el bosque hasta la población de Navarredonda. No sé qué tal será. Quizás no esté mal para convertir la caminata en una ruta circular más amplia. Será cuestión de investigar. Seguimos adelante hasta llegar al indicador que señala que estábamos entrando en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. Y, casi como por arte de magia, la pista se convirtió en el típico sendero de nuestra sierra, con sus rocas salpicadas por aquí y por allá.
Ya estábamos casi a orillas del arroyo y comenzamos a divisar la cascada mucho más cerca. Algunos carteles advertían de posible peligro de resbalones. Sin embargo, la ruta en las condiciones que la estábamos haciendo, con suelo seco y un día despejado, no tenía problema alguno. Y ya se veía el chorro entre los árboles.
Cruzamos el arroyo por un puente metálico y ya no adentramos en la zona de la cascada propiamente dicha. Hay que ir con cuidado, pues la senda surca las rocas en una constante subida. Naturalmente, no hay que salirse de la zona de paso señalado, cuyo límite está protegido por cuerdas y barandilla de madera. Si se va con la debida precaución y se lleva calzado adecuado, en condiciones normales no tiene por qué implicar peligro.
Las vistas hacia la Sierra del Rincón y el Embalse de Ríosequillo eran muy bonitas.
Al fin llegamos al primer mirador de la cascada. Está protegido, así que no tuvimos ningún problema salvo el reflejo del sol en el agua, bastante molesto para las fotos. Una panorámica preciosa y la chorrera aparecía estupenda, pese a que por entonces todavía no había llovido demasiado.
Para avanzar desde este punto ya hay que tener un poco más de cuidado. Nos acercamos al segundo de los miradores, desde el que pudimos contemplar una bella imagen de los treinta metros de caída que, dicen, tiene la cascada. Muy bonita, sí. Lástima de los reflejos.
Y tampoco hubo demasiada suerte a la vuelta, después de comer, porque el sol se había ido, pero la tarde cae pronto a finales de noviembre y la falta de luz se notaba también.
En lo alto, vimos otras cuerdas, así que, supuestamente, había un mirador superior. Nos metimos por el bosque hacia arriba, por un sendero muy estrecho y empinado hasta alcanzar el nuevo mirador, que ofrecía otras perspectivas desde la parte superior. Repito que esta parte fue un añadido y no forma parte de la ruta en sí.
Aún continuamos otro poco por aquel sendero, pero vimos que nos alejábamos del agua y que no íbamos a ningún sitio interesante, con lo cual paramos a tomarnos el bocata con unas vistas preciosas del agua deslizándose por el escarpe.
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Terminado el almuerzo, regresamos por el mismo camino. No obstante, al final, cuando llegamos a la granja, antes de la Quesería, tomamos una pista a la derecha que nos llevó hasta el coche, pero dando un pequeño rodeo a través del pueblo de San Mamés. Una bonita excursión, que ni requiere mucho tiempo ni es demasiado complicada siempre que se tenga cuidado y se respeten las señalizaciones en las rocas, junto a la caída de agua.