Son muchas las rutas de senderismo que se pueden realizar en el Parque Natural del Alto Tajo, en la provincia de Guadalajara, con paisajes sorprendentes, en los que el río de mayor longitud de nuestra geografía nos depara una imagen agreste, de brioso río de montaña, con unos colores impactantes, bastante distinta de la que encontraremos aguas abajo, una vez que gana caudal. Poco a poco hemos ido conociendo algunos de estos lugares y nos gustan tanto que siempre que nos es posible procuramos descubrir alguna nueva ruta. En esta ocasión, fuimos hasta la pequeña localidad de Ocentejo, donde comienza una senda que se llama “Hundido de Armallones”, que permite contemplar un imponente cañón labrado por la implacable acción erosiva del Tajo, cuyo curso se vio afectado hace cuatro siglos por el desplome de unas enormes rocas que se desprendieron desde una de sus paredes.
SITUACIÓN DE OCENTEJO EN EL MAPA PENINSULAR.
CÓMO LLEGAR HASTA EL COMIENZO DE LA RUTA.
Como fuimos desde Madrid, pongo el itinerario que seguimos para dar una referencia. La distancia desde Guadalajara capital es de 99 kilómetros.
El inicio de la senda se encuentra en la localidad de Ocentejo (Guadalajara), a unos 160 kilómetros de Madrid capital, desde donde se tarda en llegar poco más de dos horas por el itinerario considerado más rápido, el que va por la A-2 (autovía de Barcelona) hasta el kilómetro 103, en las inmediaciones de Almadrones. Allí se toma la N-204 hasta Cifuentes y luego la CM-2021 y la GU-929 hasta llegar al destino final. La primera parte nos recordó nuestro viaje del año pasado para admirar la floración de las lavandas, que en esta ocasión vimos verdes y creciendo, pero a las que todavía les falta un mes largo para presentar sus mejores y coloridas galas. Por lo demás, se trata de carreteras poco concurridas, que transcurren entre bosques solitarios, con muchas curvas pero con buen firme, y que deparan bellos paisajes sobre todo en primavera. Las opciones que da Google Maps son las siguientes:
Una vez en Ocentejo, solamente tuvimos que seguir los indicadores que nos condujeron hasta el centro de información medioambiental del Alto Tajo, una caseta de madera que está junto al antiguo lavadero y frente a un área recreativa que cuenta con mesas, bancos de piedra y una zona de aparcamiento.
También vimos parrillas, pero no puedo siquiera imaginar que, a estas alturas, se permita su utilización. Aunque la caseta de información estaba cerrada, vimos varios paneles informativos y una señal que indicaba que el Hundido de Armallones se hallaba a cuatro kilómetros. La señalización me pareció suficiente para no perderse, si bien, como de costumbre en estos casos, lo mejor es llevar un mapa, GPS o un track de la ruta descargado en el teléfono móvil.
LA RUTA.
Según cuenta el panel informativo, la senda hasta el Hundido de Armallones recorre unos 4,5 kilómetros, con una duración de hora y media, en sentido lineal; por lo tanto, hay que sumar la vuelta, doblando distancia y tiempo. El grado de dificultad se califica de bajo. En la explicación de la ruta, se recomiendan seis paradas concretas para realizar a lo largo de un recorrido autoguiado.
NUESTRA RUTA.
De acuerdo con un track de wikiloc, decidimos alargar un poco más la caminanta, hasta las ruinas de lo que fueron las Salinas de la Inesperada. En total, resultó lo siguiente:
- Longitud: 12,08 kilómetros en total.
- Duración: 4 horas y 11 minutos (incluyendo paradas para fotos y bocadillo).
- Tipo de ruta: lineal, ida y vuelta por el mismo camino.
- Grado de dificultad: coincido en calificar la ruta como fácil, si bien hay que caminar por zonas con bastantes piedras y algunos tramos en los que se afrontan repetidas cuestas abajo y arriba. El sendero va al borde de cortados sin protecciones, así que habrá que tener cuidado con los niños pequeños.
- Desnivel: Aunque la altitud mínima fue de 755 metros y la máxima de 897, todo el recorrido, especialmente el tramo final, resultó un continuo sube y baja, que nos llevó a acumular un desnivel positivo y negativo de 509 metros, de acuerdo nuestra copia local de wikiloc, cuyo perfil copio a continuación:
Empezamos surcando una pista ancha y cómoda, entre huertos, con un pequeño desnivel ascendente, que no tardó en cambiar a descendente y luego al revés; en fin, un terreno rompe-piernas que continuaría a lo largo de todo el recorrido. Pero sin mayores complicaciones.
Después de caminar unos cuarenta minutos, entramos de lleno en el cañón, cuyas inaccesibles paredes podíamos contemplar a ambos lados de la pista, ya convertida en sendero y que no tardó en brindarnos las primeras y fantásticas panorámicas de las aguas del Tajo, que corría a velocidad de vértigo entre piedras y rocas, algunas enormes, formando bonitos saltos y mostrándonos pozas de un increíble y brillante tono azul. Y en todo lo alto, controlando sus dominios, revoloteaban los buitres, si bien la mención principal en cuanto a rapaces se la lleva el águila perdicera, una especie muy vulnerable que anida en estos lugares.
Llegamos a un mirador, provisto de un panel informativo que explica la anatomía de un cañón, haciendo hincapié en las características de éste en concreto, esculpido por la feroz acción erosiva del río Tajo. Además, un mapa señala las características de los lugares más importantes que íbamos a recorrer en adelante: el río, los escarpes, los cuchillares, los bloques caídos, el barranco, los rápidos… Merece la pena dedicarle unos minutos.
Desde este punto, también se aprecia el pliegue que denota la intensidad de las fuerzas tectónicas que actuaron para formar el cañón. Aparte de cualquier explicación geológica, lo cierto es que el paraje resulta bellísimo, sobre todo mientras se tiene a la vista el curso del río.
A partir de aquí, el sendero continúa paralelo al barranco y, pese a los árboles que tapaban a menudo las panorámicas, asomándonos a improvisados miradores podíamos contemplar el discurrir del agua, con sus pozas y cascadas: una línea quebrada rasgando el verde intenso de la vegetación en la plenitud de la primavera. El paisaje era precioso; desde luego, mucho más bonito al natural que en las fotos.
Poco a poco, íbamos perdiendo altura y acercándonos a la orilla, con lo cual los parajes se volvían más espectaculares, en especial por las diferentes tonalidades que adquiría el agua, que variaba entre el azul turquesa, el verde esmeralda y el blanco cristalino, según la profundidad.
También fuimos observando los enormes bloques de piedra que cayeron al río tras desprenderse de los escarpes superiores del cañón, que llegaron incluso a represar el río, hasta que sus aguas lograron abrirse paso entre ellos, formando el espectacular discurrir irregular y turbulento que podemos contemplar ahora.
Hay una leyenda que afirma que tal desprendimiento se produjo como consecuencia del terremoto de Lisboa, en 1775. Sin embargo, lo cierto es que tuvo lugar bastante antes, en el siglo XVI, pues existe constancia documental de que en 1575 los vecinos de Ocentejo informaron a Felipe II de los daños producidos por el desprendimiento unos años atrás. Un nuevo panel informativo señala el escarpe del que se desprendieron los bloques que formaron el Hundido, advirtiendo, asimismo, que no se descarta que se puedan producir nuevos desplomes en el futuro.
Más adelante, localizamos otro panel informativo, explicando el fenómeno geológico de la “cascada de piedra” o “cascada de toba”, que se forma por la precipitación del carbonato cálcico del agua de una surgencia situada en el escarpe.
Y, un rato después, nos encontramos frente a varios ejemplos de “pliegues”, la expresión geológica de lo que podríamos denominar como “piedras retorcidas”.
El camino descendió hasta llevarnos casi al borde del agua. Simplemente, tuvimos que caminar unos metros por la ladera para encontrar un sitio ideal, sobre unas rocas, donde tomar nuestros bocadillos, contemplando las pozas, los bloques de piedra, e incluso alguna improvisada playita en una zona más remansada, con pozas de aguas verdes y regueros cristalinos donde nadaban varias truchas. Un auténtico paraíso. Y no había nadie más por allí.
Después de la comida, seguimos adelante, superando ya la zona más espectacular del Hundido. Nos dirigimos hacia las Salinas, en un recorrido de unos dos kilómetros más, calculo. El terreno empeoró, mucho más pedregoso y con varias subidas y bajadas bastante pronunciadas. Encontramos algunos salientes rocosos que nuevamente nos permitieron obtener buenas perspectivas del cañón y del río, asomándonos con precaución porque no hay protecciones y la altura es muy considerable.
En este tramo, salvo algún punto concreto, fuimos perdiendo de vista el agua, con lo cual la caminata se volvió más monótona y también un poco incómoda por los desniveles y el suelo irregular y rocoso, aunque también había trechos de sendero fácil entre el bosque.
Al fin llegamos hasta las ruinas de las Salinas de la Inesperada. Estas salinas fueron una construcción comunal de 1860 y funcionaron hasta 1936. Desde un agujero en la fachada pudimos ver parte de las antiguas instalaciones, compuestas por un edificio central para almacén y vivienda, así como una serie de canales y artesas para recoger el agua y obtener la sal.
Y ya solo nos quedaba dar la vuelta y deshacer todo el camino andado: unos seis kilómetros. Como resumen, decir que la ruta nos gustó mucho, sobre todo la primera parte del cañón. En especial, la zona del Hundido resulta espectacular, sobre todo si hace sol para apreciar bien los colores, tanto del agua como de la vegetación y las propias paredes rocosas.
El tramo que conduce hasta las Salinas me parece opcional, con peor terreno y más desniveles. Más que nada, lo recomendaría si se dispone de tiempo y se quiere alargar la ruta buscando caminar un poco más, como fue nuestro caso. De lo contrario, al menos en mi opinión, resulta prescindible, ya que lo más bonito está antes.