Viernes 13 de agosto
Nuestro viaje prosigue un día más entre raíles. Hoy el tren nos lleva a Coblenza, donde estaremos las dos últimas noches.
Según nuestras averiguaciones, Coblenza no es especialmente bonita, así que después de dejar las mochilas en el hotel volvemos a tomar un tren en dirección sur, siguiendo una vez más el Rin.
A 20 kilómetros está Boppard, un pueblecito igual de turístico que de pintoresco.
Tiene un elegante paseo fluvial ajardinado y repleto de terrazas de restaurantes y un casco histórico peatonal de calles empedradas con preciosas casitas de vigas de madera a la vista y una iglesia románica cuyas dos altas torres dominan el paisaje constantemente.
La visita no nos ocupa mucho tiempo, nos quedamos a comer en la orilla del río contemplando el ir y venir de los barcos. Decidimos que regresaremos a Coblenza en ferry.
En la calle que da al río hay un puesto para comprar los billetes. El trayecto dura algo más de una hora, es refrescante y tranquilo, por el recorrido vemos en lo alto de sendas colinas los castillos de Marksburg y de Stolzenfels. Este último lo visitaremos mañana.
(en la foto, el castillo de Marksburg)
Al llegar a Coblenza nos encontramos con la fortaleza Ehrenbreitstein, conectada con la orilla oeste por un teleférico, que no visitaremos.
El ferry nos deja prácticamente en el Deutsches Eck, el punto donde se une el Rin con el Mosela.
En esta plaza puntiaguda se encuentra el Memorial de la Unidad Alemana, con una enorme estatua ecuestre del Kaiser Wilhelm I, el rey que unificó todas las regiones alemanas para convertirlas en una nación.
El lugar es destacable por su magnitud pero ni el monumento ni las vistas nos parecen especialmente atractivas.
Lo que nos queda de tarde lo dedicaremos a pasear por el centro de la ciudad.
Muy cerca y rodeada de un jardincito apacible se encuentra la Basílica de San Castor. Es la iglesia más antigua de la ciudad, de estilo románico.
A continuación llegamos a la Columna de Historia. Es una fuente en forma de columna dividida en 10 secciones y en cada una de ellas está esculpido un momento histórico de la ciudad de Coblenza, iniciando por el asentamiento romano en el siglo I hasta la actualidad, pasando por las cruzadas, la revolución francesa, la Segunda Guerra Mundial, etc.
En un lateral de la plaza hay un panel explicativo que nos ayuda a comprenderla mejor.
La peatonal plaza Jesuitenplatz es una de las más bonitas de la ciudad, albergando en el lado sur el Ayuntamiento.
En uno de sus muros hay un pasaje que conduce a otra placita. Aquí es donde se encuentra la divertida fuente de Schängel.
La figurita de bronce en forma de niño, situada encima de una columna de piedra, muestra una postura peculiar. El travieso chavalín escupe chorros de agua a los observantes cuando menos se lo esperan.

Los habitantes de Coblenza deben estar muy orgullosos de esta fuente porque nuestro amigo Schängel incluso está retratado en las tapas de las alcantarillas.
Más al noroeste está la plaza Florinsmarkt, lo que en tiempos antiguos fue el centro económico y político de la ciudad, y mantiene un aire medieval.
En un lateral está la bonita iglesia Florinskirche, en otro lateral está el Altes Kaufhaus, que actualmente es un museo, y que nos llama la atención porque debajo del reloj de pared hay un gracioso rostro que mueve los ojos.
Llegados a este punto tenemos hambre y nos paramos a cenar en una taberna medieval muy recomendable y después regresamos caminando al hotel.