Día 1. Domingo. Jerez de los Caballeros-Castro Marím-Tavira. 250 kilómetros.
El Algarve es la región más meridional del Portugal continental, cuenta con una superficie de 4.960 Km2 y una población de más de 450.000 habitantes. Su capital es la ciudad de Faro y limita al norte con el Alentejo, al este con la provincia española de Huelva y al sur y al oeste con el Océano Atlántico, pese a lo cual presenta un clima de tipo mediterráneo, con veranos calurosos y secos e inviernos suaves y húmedos; algo que se refleja también en los cultivos y el paisaje, donde pudimos descubrir gran cantidad de naranjos y limoneros. La buena temperatura y la belleza de sus playas, marcadas por espectaculares acantilados, resultan un gran reclamo, sobre todo para los visitantes extranjeros, hasta el punto de convertirse en la región portuguesa que más turismo recibe, llegando a superar los nueve millones de viajeros anuales.
Mapa del Algarve con Faro, su capital, sacado de Google Maps.


Como los sitios que fuimos visitando tenían, por lo general, bastante interés por sí mismos, he pensando que en este diario no voy a hacer coincidir cada etapa con el itinerario de un día en concreto, sino que las iré dedicando a un lugar o actividad, lo cual, se me ocurre, puede resultar más práctico para quien lo lea con vistas a una visita al Algarve. No obstante, como referencia, al principio, pondré el recorrido de la jornada y su perfil en Google Maps. El de esta primera jornada fue el siguiente, que fue de unos 35 kilómetros, teniendo en cuenta solamente el trayecto en territorio portugués.

Información turística sobre el Algarve.
Antes de emprender el viaje, aparte de la numerosa y excelente información que recopilé en el foro, también visité la página web algarve-south-portugal.com, que incluye mapas con itinerarios para visitar las ciudades, excursiones, folletos, etc. Me pareció bastante útil. También consulté www.visitportugal.com/ ...os/algarve

Después de un par de horas de carretera sin mayores incidencias en su mayor parte por tierras onubenses, llegamos hasta el Puente internacional del Guadiana. Al cruzarlo, habíamos entrado en Portugal, recuperando al mismo tiempo sesenta minutos en el reloj, ya que en el país vecino se registra una hora menos. Así pues, ese día tendría para nosotros veinticinco horas. Hacía muy buena temperatura y solo algunas nubecillas nublaban un cielo que estaba más azul de lo que se deja intuir en las fotos.
Cruzando el Puente Internacional del Guadiana que marca la frontera entre España y Portugal.



Peajes.
Sin olvidarnos de llenar a tope el depósito de gasoil del coche ante de entrar en Portugal, ya que allí el combustible estaba de media unos 20 céntimos más caro por litro, enseguida nos encontramos con los puestos de de información de la Autopista de peaje A-22, que recorre de este a oeste casi todo el Algarve y que es la ruta más rápida y cómoda para trayectos largos. Funciona mediante control electrónico, sin cabinas para el pago directo; de modo que hay que decantarse por alguna de las alternativas que se explican en la web www.portugaltolls.pt.
Por ejemplo, está el TollCard (tarjeta prepago de 5, 10, 20 y 40 euros), la Tarjeta Virtual de 3 días, con viajes ilimitados y un coste de 20,74 euros, y el EasyToll, por el que se vincula la matrícula del coche a una tarjeta de crédito durante un periodo máximo de 30 días. Escogí este último porque me parecía más sencillo y evita estar calculando importes, como sucede con la fórmula prepago. Registré el coche sin problemas en la página web, si bien a la hora de cancelar el registro, me resultó imposible, pues siempre me salía fallo técnico. Al ser nuestro vehículo particular, en teoría no tiene mucha importancia porque el coche no va a volver a Portugal si nosotros no lo llevamos, pero dada la experiencia no lo utilizaría si se tratase de un coche de alquiler. Esta autopista también permite pagar a posteriori con ciertas condiciones. En cualquier caso, es mejor informarse bien previamente, algo que se puede hacer sobre la marcha en la propia A-22 al llegar a Portugal. Las tarifas no es que sean muy altas, pero los tramos de control (mediante cámaras) parecían bastante numerosos, lo que haría subir la factura. Cuando se acabó el periodo de registro, me pasaron dos cargos a la tarjeta, uno de 3,55 y otro de 1,70, lo que supuso un total de solo 5,25 euros para todo el viaje. También es cierto que no utilizamos mucho la autopista, pues en esa época del año la N-125 no estaba demasiado concurrida y nos movimos sin demasiados problemas por las carreteras convencionales.
Por ejemplo, está el TollCard (tarjeta prepago de 5, 10, 20 y 40 euros), la Tarjeta Virtual de 3 días, con viajes ilimitados y un coste de 20,74 euros, y el EasyToll, por el que se vincula la matrícula del coche a una tarjeta de crédito durante un periodo máximo de 30 días. Escogí este último porque me parecía más sencillo y evita estar calculando importes, como sucede con la fórmula prepago. Registré el coche sin problemas en la página web, si bien a la hora de cancelar el registro, me resultó imposible, pues siempre me salía fallo técnico. Al ser nuestro vehículo particular, en teoría no tiene mucha importancia porque el coche no va a volver a Portugal si nosotros no lo llevamos, pero dada la experiencia no lo utilizaría si se tratase de un coche de alquiler. Esta autopista también permite pagar a posteriori con ciertas condiciones. En cualquier caso, es mejor informarse bien previamente, algo que se puede hacer sobre la marcha en la propia A-22 al llegar a Portugal. Las tarifas no es que sean muy altas, pero los tramos de control (mediante cámaras) parecían bastante numerosos, lo que haría subir la factura. Cuando se acabó el periodo de registro, me pasaron dos cargos a la tarjeta, uno de 3,55 y otro de 1,70, lo que supuso un total de solo 5,25 euros para todo el viaje. También es cierto que no utilizamos mucho la autopista, pues en esa época del año la N-125 no estaba demasiado concurrida y nos movimos sin demasiados problemas por las carreteras convencionales.
PASEO POR CASTRO MARIM.
Situación de Castro Marim en el mapa del Algarve.


Como nuestra primera parada era Castro Marim, obviamos la A-22 para tomar la N-122, que rápidamente nos llevó al centro de la población, donde existe un parking público gratuito, en el cual dejamos el coche. En un par de minutos, llegamos hasta la Rua do 25 de abril y salimos a una coqueta plaza desde donde divisamos la bonita estampa de la Iglesia Matriz, a la que solo me asomé, pues estaban celebrando Misa. Desde la entrada, se contempla una buena perspectiva de la plaza. Respecto al exterior de la propia iglesia, se ve muy bien de camino hacia el castillo.




Desde allí, nos desviamos hacia la izquierda, siguiendo las indicaciones que conducían hacia el Castillo, el objetivo principal de nuestra visita y cuyas almenas se divisaban en lo alto, al fondo de la plaza.

Tras subir una empinada rampa de piedra, desde el exterior ya empezamos a divisar una estupendas panorámicas de la población, destacando a un lado, sobre un cerro, la imagen de la Fortaleza de San Sebastián, construcción defensiva del siglo XVII en forma de estrella, que actualmente no está abierta al público.



La entrada al Castelo Velho es de pago y creo recordar que nos costó 1,5 euros por cada uno. Al pagar, me avisaron de que cerraban a la una, así que debíamos darnos prisa porque el recorrido completo requiere una hora, aproximadamente. Nos sobró tiempo, ya que en se puede ir más de prisa; eso sí, media hora antes del cierra ya no permitían pasar.


Aunque el castillo tiene origen árabe, las murallas que se conservan parece que se remontan a los siglos XIII y XIV, la puerta principal tiene un relieve en forma de llave y en su interior se encuentra la antigua Iglesia de la Misericordia con portada renacentista, así como las ruinas de otros edificios destruidos durante el terremoto de Lisboa de 1755.




Contiene, además, un curioso museo de torturas medievales con instrumentos, maniquíes y detalladas explicaciones de los espeluznantes tormentos empleados con las desdichadas víctimas.


Sin embargo, lo más interesante, en mi opinión, son las espléndidas vistas que ofrece el paseo por los adarves sobre la propia la localidad, el río Guadiana, la campiña circundante, las salinas y el mar.


A la salida, dimos un pequeño paseo por los alrededores, buscando ya un restaurante para almorzar.

Preferíamos una terraza por el tema del covid, pero no vimos nada que nos convenciera, así que decidimos continuar unos kilómetros más alla, hasta Vila Real de Santo Antonio, aunque la hora se nos estaba echando encima. Ya lo sabíamos de otras ocasiones, si bien nos dio la sensación de que en el Algarve, quizás por la influencia del turismo británico, nórdico y alemán, se come todavía antes, con lo cual a la una está casi todo el mundo sentado a la mesa. Por eso nos nos detuvimos en el primer restaurante que medio nos gustó, sin dirigirnos al centro histórico de Vila Real. Resultó ser un local pequeño y familiar, dirigido por un matrimonio y sus dos hijos, donde casi todos los comensales eran portugueses. Lo malo fue que el comedor estaba casi atestado, pero eran más de las dos y nos quedamos. Nos pusieron los típicos entrantes de aceitunas, mantequilla y paté de sardina, que luego cobran convenientemente. Sin embargo, entonces nos vinieron bien, porque tardaron una eternidad en servirnos la comida, una ensalada mixta (los tomates buenísimos), un rico atún con verduras y un buen trozo de bacalao grelhado, muy fresco, pero con una salsa impregnada de cilantro que me lo estropeó bastante. Por fortuna, la guarnición de patata cocida con brócoli estaba deliciosa: una modesta patata, ¡qué sabor! Las patatas me las comí todas, el bacalao, no
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Con lo que se retrasó la comida, las horas de carretera que llevábamos y las ganas que teníamos de dejar el coche, decidimos prescindir del paseo previsto por nel casco histórico de Vila Real e ir directamente a Tavira, donde teníamos el alojamiento de la jornada. En cuanto a Castro Marim, nos pareció muy agradable para dar un paseo y estirar las piernas tras un viaje largo desde España.
