Si Cobh me pareció la localidad (llamarle pueblo no me cuadra mucho) más bonita que vimos, a Kilkenny lo considero el núcleo urbano más interesante desde el punto de vista histórico, al ser uno de los pocos que conserva en buen estado una parte significativa de su pasado medieval.
Situación de Kilkenny en el mapa de Irlanda.
A orillas del río Nore, es la ciudad más pequeña de Irlanda, tanto por su tamaño como por su población, cuyo núcleo principal no alcanza los 10.000 habitantes.
Desde tiempos antiguos, se la conoce como la Ciudad del Mármol (the Marble City), por el tipo de piedra negra con fósiles blancos que abunda en su entorno y que se ha empleado en muchos edificios.
Su pequeño tamaño permite recorrerla cómodamente a pie, teniendo como referencia el río, y las dos calles principales que son High Street y Parliament Street. Sin embargo, conviene contar con un mapa de los que facilita la Oficina de Turismo, o hacer una foto de los que figuran en los paneles informativos, en la calle. Por ejemplo, me gustó este:
Sin perder tiempo en escuchar indicaciones que no nos servían de mucho, mi amiga y yo fuimos directamente a visitar el Castillo anglonormando, construido en 1190, que fue la residencia de la poderosa familia Butler a partir del siglo XIV.
El recinto fue ampliado y modificado posteriormente, lo que ha dado lugar a la integración de diversos estilos arquitectónicos. No cogimos el tour guiado ni la audio-guía, así que nos facilitaron una hoja con explicaciones en castellano que nos sirvió perfectamente para movernos por el interior. Creo recordar que la entrada nos costó 8 euros.
Si se quiere ahorrar, la visita tampoco me pareció imprescindible. Además, se puede acceder gratuitamente al patio, y hacer fotos de los bonitos jardines y asomarse a los miradores que dan al río.
Del interior, se visitan tres plantas, que reproducen, sobre todo, la decoración que presentaba la mansión en el siglo XIX, aunque también se exhiben piezas anteriores y pinturas del siglo XVII.
Las vistas de los jardines y de su entorno desde el interior del castillo me parecieron preciosas con aquella luz extraña que anunciaba un inminente aguacero.
Lo más destacado me pareció la Gran Escalinata de Caoba, la Biblioteca, la Sala de Tapices, el Aposento Chinesco, la Escalera Morisca y, sobre todo, la enorme Galería de las Pinturas, de mediados del siglo XIX.
Al salir, pasamos delante del Ayuntamiento y de otros edificios públicos, mientras nos caía encima la breve "duchita" diaria, que apenas duró cinco minutos.
A continuación nos dirigimos hacia la Catedral de San Canice, construida en el siglo XIII, si bien tuvo que ser restaurada por los daños que sufrió por parte de los ejércitos de Cromwell en 1651.
Aunque el conjunto resulta sencillo y sobrio, su estampa medieval atrae sin remedio, a lo que colaboran, además, la alta torre circular y el cementerio que la rodea, cuyas lápidas de piedra y cruces gaélicas le otorgan un fascinante aspecto lúgubre.
La portada oeste está considerada como una de las mejores puertas góticas de Irlanda, mientras que el interior del templo atesora magníficos conjuntos funerarios, relieves y esculturas, algunas de las cuales datan de 1500.
La torre redonda exenta, una de las partes más antiguas del monumento, tiene 31 metros de altura y se puede subir a lo más alto; lo que, naturalmente, hice. Sin embargo, no resulta fácil porque se accede mediante unas empinadas escalas de madera y puede dar vértigo.
Desde arriba, se contemplan una vistas estupendas de toda la población en 360 grados. Creo recordar que me costó 7 euros la entrada a la iglesia con la subida a la torre.
Nuestra siguiente visita fue a la Abadía Negra, fundada en 1225 por monjes dominicos. Se ignora la razón de su nombre -¿el hábito negro de los monjes? ¿la epidemia de peste negra que asoló la zona en el siglo XIV?-. Tras ser quemada y arrasada por Cronwell en 1650, solo se salvaron los muros. Fue reconstruida en 1778. El acceso es gratuito.
Justo enfrente pudimos ver lo que queda de las antiguas murallas.
Todavía visitamos otra Catedral, la de Santa María, que carece de la longeva historia de las dos anteriores, pues data de mediado del siglo XIX.
Edificada en piedra caliza, su interior resulta bastante atractivo, tanto en decoración como por la gran altura de su nave, que recuerda a las que aparecen en las novelas de Ken Follet.
Otro templo que nos llamó la atención fue el St. John’s Priory, una abadía medieval de 1200, que cayó en el abandono tras una azarosa historia. Actualmente es utilizada como templo parroquial por la Iglesia de Irlanda. Su estampa, sobre todo la parte que está en ruinas, bien se merecía unas fotos.
Antes de comer, nos dio tiempo de pasear tranquilamente por la turística zona de St. Kieran’s Street, cruzar el John’s Bridge hacia el Canal Walk, viendo el ambiente de las callejuelas y captando bonitas imágenes del castillo y de las casas de colores que se asoman al río.
Había mucha animación en Kilkenny. Me gusta fotografiar el ambiente en las calles y lo hice, o traté de hacerlo, porque mi máquina de fotos había fenecido y tuve que echar mano en todo momento del móvil.
Me gustó mucho Kilkenny. Entre los lugares que he visto, es uno de los que recomendaría visitar en Irlanda.
Después del almuerzo, emprendimos camino hacia Dublín, donde pasamos la tarde de ese sábado y también la del domingo. Pero eso lo contaré en la última etapa.