El día de hoy fue solo de viaje para desplazarnos desde Murchison Falls hasta la zona fronteriza entre Sudan del sur y Kenia, en las inmediaciones de la reserva natural de Kidepo.
La primera hora de carretera fue la peor del viaje sin duda. Una carretera asfaltada pero destrozada, llena de agujeros súper profundos que nos obligaba a ir haciendo eses durante todo el tramo. A estas alturas del viaje yo tenía un dolor de culo importante, parecido al que se tiene cuando se monta en la bici después de mucho tiempo sin hacerlo.
El viaje iba a ser muy largo, así que compramos unos rolex y nos los comimos en marcha en el coche. Son básicamente, una de tortilla francesa fina echa un rollo junto con una especie de creep. Recién hechos están buenísimos.
Durante el camino no hubo nada reseñable salvo que las casas de la gente pasaron de ser cuadradas con techo de chapa a casas redondas de barro con techo de paja mucho más humildes.
Llegamos a la zona fronteriza con Sudán del Sur y de pronto el paisaje se tornó súper montañoso con visión directa al Kinyeti, la montaña que con sus 3200 metros es el techo de el país más joven del mundo.
La panorámica era increíble, súper verde, súper abrupto, ni un solo coche ni moto.
A medida que nos acercábamos a nuestro destino, el cielo se puso más gris y las montañas se taparon. Esto inquieto mucho a Paul al que se veía muy preocupado por la lluvia, cosa que yo no entendí hasta un poco más tarde.
Cuando empezó a llover y yendo por una pista estrecha, nos pasó algo muy curioso.
2 horas sin cruzarnos con nadie, en mitad de una triple frontera en un país centroafricano, lloviendo con el cielo gris plomizo y el cristal medio empañado y de pronto:
- Ana ¿eso que viene de frente hacía nosotros no es un tanque de guerra? Imaginaos el momento
Al final fueron dos tanques y por suerte todo se quedó en una mera anécdota.
El camino se empezó a inundar y tuvimos que pasar varios puentes bajos en los que el agua del río estaba a punto de desbordarse imposibilitando el paso. Ahora fue cuando entendí la preocupación de Paul por la lluvia.
No os imaginéis que llovía muchísimo, por que nada parecido.
Lo hizo durante 1 hora y tampoco muy fuerte, pero se ve que el terreno drena mal y eso hace que enseguida los ríos se llenen y todo se inunde. Os cuento esto por que veo totalmente inviable venir por esta zona del país en época de lluvias.
Empezamos a ver poblaciones y aquí me empecé a emocionar mucho. La gente iba ataviada con la manta Masai y además los hombres iban con la típica sillita que utilizan para sentarse y muchos de ellos portaban arco con su correspondiente flecha.
Estábamos llegando a la zona y esto prometía muchísimo; además la gente estaba debajo de los árboles y los aleros de las casas al refugio de la lluvia y esto hacía que todo tuviera un aura de misticismo.
Después de 9 horas de coche conseguimos llegar a Kabong town. Teníamos la guasa durante todo el camino sobre cómo sería el hotel. Se llama Kabong resort y decíamos que igual era en plan irónico y seguro que sería super cutre. Pero nada que ver, era muchísimo mejor de lo esperado y podría considerarse hasta lujoso.
Tras hacer el cheking la lluvia amainó un poco así que nos pusimos los chubasqueros y fuimos a dar un paseo por el pueblo para estirar un poco las piernas. Fueron solo 15 minutos pero fue muy guay por que éramos la atracción de la gente, nos sentíamos como se deben de sentir Brad Pitt y Angelina Jolie cuando van por la calle
Los niños de las tribus salían descalzos de sus casas para regalarnos una sonrisa y llamarnos Muzungus, que es como llaman a los turistas blancos.
Después de la cena, nos fuimos a dormir rezando para que no lloviera durante la noche y pudiéramos hacer la visita a las tribus al día siguiente.



