Tras un frugal desayuno, el martes comienza con un hallazgo a las puertas del hotel, del que no me había percatado hasta el momento, a pesar de haberlo pisado casi todos los días desde nuestra llegada. Al salir a fumar al área habilitada en el exterior, nada más traspasar la puerta de entrada, distingo entre las baldosas de la acera, dos pequeñas placas de color bronce con unas inscripciones. Activo la opción de traducción de texto de la cámara del móvil, disparo, y obtengo las siguientes transcripciones:
-“Aquí vivía Samuel Nussdorf (1880), deportado 29/1/43, asesinado en Auschwitz”.
-“Aquí vivía Frieda Nussdorf, nacida en 1886, deportada 29/1/43, asesinada en Auschwitz”.
Como me levanto con las gallinas, después del descubrimiento de las plaquitas de homenaje a los hermanos, me voy a dar una vuelta por el parque público contiguo al hotel, el Volkspark Friedrichstain de 1846, el primer parque municipal de la ciudad, cuyas dos colinas articiales cubiertas de maleza y vegetación, el Mont Klamott de 78 metros y la Kleiner Bunkerberg de 68 metros, se crearon sumando los escombros de dos antiguos búnkeres construidos en el parque en 1941 como batería antiaérea y refugio para la población, y demolidos tras la guerra, y los de las ruinas del parque y edificios de los alrededores.
Con una hermosa fuente con estatuas de las hadas de los cuentos de los hermanos Grimm, estanque de cisnes y surtido variado de bustos, un gimnasio al aire libre y canchas deportivas, un parque para skaters con half pipe, varios parques de juegos infantiles, una refrescante plataforma para niños con elefantes que rocían agua por las trompas, un parque para perros, una pequeña cascada que vierte a un riachuelo artificial, un cine al aire libre, una cervecería con terraza, un pequeño parque de escalada con rocas, un área de picnic con barbacoas y hasta un centro de yoga al aire libre.
El parque contiene además tres memoriales especiales: un monumento de 1968 homenajeando a los 3000 voluntarios alemanes de las Brigadas internaciones que cayeron en la Guerra Civil española, otro de 1972 que conmemora la lucha conjunta de los soldados polacos y los miembros de la Resistencia alemana, durante la II Guerra Mundial, y el tercero y último, la Campana de la Paz Mundial en un pabellón de estilo japonés, que fue erigida por iniciativa de una asociación de ese país, en recuerdo del lanzamiento de las dos bombas atómicas en 1945, sobre Hiroshima y Nagasaki.
Si desde la entrada, en la fuente de las hadas, se sale más adelante por el parque de skaters en la parte norte del parque, se entra en el encantador barrio de Bötzowviertel, perteneciente al distrito de Prenzlauer Berg, que nació a finales del siglo XIX alrededor de los edificios de estilo Art Nouveau o Renacimiento Alemán, en los que residían familias de la burguesía y del funcionariado. En los 70, empezó a recibir actores, artistas, y profesionales de la radio y la TV, y en las décadas siguientes a jóvenes y estudiantes.
En la actualidad, este apacible barrio de bellos edificios antiguos, agradables cafeterías y restaurantes de variadas gastronomías, aunque sigue teniendo tiendas encantadoras, panaderías, anticuarios, mercerías y sastrerías, tiendas de telas, y fruterías regentadas por terceras generaciones, sufre como muchos otros en el mundo, la marcha de viejos residentes y la pérdida de los pequeños comercios históricos, que no pueden asumir los aumentos de los alquileres, debido al progreso, la privatización y la gentrificación.
Hoy es el último día, pero el vuelo de regreso es a las 10 de la noche, y podemos apurar el martes hasta el atardecer. Nuestro plan es visitar un barrio y un parque limítrofes, del sur de Berlín, Neukölln y Tempelhofer Feld. Neukölln, es un multicultural y controvertido barrio, alejado de la turistificación de la corona central de la ciudad, aunque ya aparece recomendado y etiquetado como “barrio de moda” en varias guías, páginas y blogs, y que de hecho, al menos en lo que se refiere a esas invasiones de gente underground, estudiantes, artistas, etc, que suceden en algunos barrios menos favorecidos de las ciudades, ya se ha producido en la parte norte, donde se toca con el inmenso parque de Tempelhof.
Eso no quita, que Neukölln, todavía trata de desprenderse por sí mismo de estigmas pasados, que le marcaron como gueto de inmigrantes, distrito de alta criminalidad, y poseedor de unos niveles de pobreza muy por encima de la media. Estos estigmas, seguramente no se han eliminado y continuan existiendo a pesar de las tropas de hipsters, jóvenes y bohemios, que se han establecido en el norte.
Tempelhofer Feld, al sur del centro de Berlín, es otra historia; un lugar histórico que ha sido transformado y sigue transformándose. Con una extensión de 3’55 kilómetros cuadrados, un poquito más que el Central Park neoyorkino, Tempelhofer tomó el nombre de la sede de la Orden del Temple, que se estableció en ese territorio allá por el 1200, que aparece ya documentado en un acuerdo de paz de 1351. Evidentemente, con una vida tan larga el espacio ha sido escenario de desfiles y ejercicios militares, y ha albergado en diferentes épocas un hipódromo, dos cementerios, cuarteles militares, un hospital de guerra, un campo de entrenamiento de equipos de fútbol, un aeródromo para globos de exploración científica y dirigibles, unas prisión de la Gestapo, un campo de concentración nazi, una fábrica de construcción de bombarderos, un aeropuerto de la Fuerza Aérea de EEUU, el aeropuerto civil, y por último, cosa que pudimos ver personalmente, un fantástico espacio municipal y un campamento de refugiados.
Aunque en 1922 se hicieron algunas exhibiciones aéreas, y en febrero de 1923, se abrió una primera ruta Berlín-Munich, llevando a 4 pasajeros por vuelo, el aeropuerto Berlín Tempelhof, se inauguró oficialmente en octubre de 1923, tras comprar su propiedad dos aerolineas comerciales alemanas, Junkers y Aero Lloyd, que en 1926 se fusionaron, para crear Lufthansa, que instaló en el su base operativa. En 1936, en las históricas olimpiadas de Berlín, Tempelhof recibió a atletas, periodistas y turistas, y en 1938 tomó tierra el primer vuelo transatlántico de ida y vuelta a Nueva York.
Durante la guerra, el aeropuerto se convirtió en un campo de prisioneros obligados a trabajos forzosos en una cadena de montaje de aviones de combate nazis. Con el fin de la guerra y la entrada de las tropas soviéticas en Tempelhof, Lufthansa dejó de pasear por los cielos, la esvástica que lucía en la cola de sus aviones, y por los acuerdos de Potsdam entre las potencias aliadas, las Fuerzas Aéreas de EEUU se quedaron con el aeropuerto, instalándose en la parte nueva, y liberando el resto para la aviación civil y comercial, que compartieron la norteamericana Panam, la británica BEA, y Air France.
En 1948, tras el bloqueo ruso por tierra y mar, Tempelhof quedó como el único enlace de Berlín Occidental con el exterior, abriéndose un puente aéreo de continuos vuelos diarios que abastecían de víveres y alimentos a la población. En 1975, los vuelos civiles se trasladaron al aeropuerto berlinés de Tegel, quedando únicamente en Tempelhof las Fuerzas Aéreas de EEUU. En 1985 el aeropuerto fue reabierto para vuelos de aerolíneas más pequeñas y de negocios, y en octubre de 1990, Lufthansa reanudó sus vuelos.
En 1993 los militares norteamericanos abandonaron definitivamente el aeropuerto, y al año siguiente tras el traslado por Lufthansa de todas sus operaciones a Berlín Tegel, quedó prácticamente en desuso, excepto para unos pocos vuelos privados o de corta distancia. En 2006, a pesar de que resurgió de manera momentánea durante la final de la copa del mundo de fútbol en Berlín, al serle desviados todos los vuelos privados de los ejecutivos del balón, al acabar el evento, volvieron la decadencia y las pérdidas, que terminaron condenando al cierre definitivo del aeropuerto en el 2008.
El Parque público actual, inaugurado en 2010 en los terrenos del aeropuerto, tiene una extensión de unos 540 estadios de fútbol, incluyendo edificios e instalaciones, o sea, espacio suficiente para hacer deporte, tumarse en el césped, caminar, o utilizar las pistas de aterrizaje para patinar en línea o hacer la vuelta ciclista a Tempelhof. Además, con previsión de finalización para el 2023, están ya en marcha las obras del proyecto de intervención en las instalaciones, por el que se abrirán al público: salas de exposiciones en la antigua Terminal, un mirador con vistas de 360 grados en la renovada Torre de Control acristalada, una galería abierta de historia, en una pasarela de 1’2 km montada sobre los techos de los hangares, y un Museo Aliado, que se abrirá en el Hangar número 7 del antiguo aeropuerto, con exposición de bombarderos, helicópteros, etc.
El horario del parque varía según los meses del año: Enero de 7’30 a 17h, Febrero de 7 a 18h, Marzo de 6 a 19h, Abril de 6 a 20’30h, Mayo de 6 a 21’30h, Junio y Julio de 6 a 22’30h, Agosto de 6 a 21’30h, Setiembre de 6 a 20’30h, Octubre de 7 a 19h, Noviembre de 7 a 18h, y Diciembre de 7’30 a 17h.
Como las líneas que nos transportan al inicio de las rutas, casi siempre pasan por Alexander Platz, cogemos el habitual Tram M4 hasta la plaza, para enlazar allí con la línea U8 de metro, que desciende en línea recta al sur. En 6 paradas, bajamos en Hermannplatz, en la esquina noreste de Tempelhofer Feld, y puerta de entrada al barrio de Neukölln. Optamos primero por ir al gigantesco espacio, y comenzamos a andar por la Avenida Hasenhide del contorno norte del parque.
Tras media hora de caminata, dejando atrás un templo hinduista dedicado a Ganesha, giramos a la izquierda en un cruce, por la calle Lilienthalstrasse, y la vamos siguiendo arrimados al parque, hasta que en una bifurcación 200 metros más allá de la basílica de Saint Johannes, Lilienthalstrasse se convierte en un sendero que se introduce en el parque, y la calle principal cambia de nombre a Züllichauer Str.
Los laterales de tierra de los 350 metros de sendero que hay hasta el espacio abierto del parque, son un alargado campamento partido en dos por la calzada, de caravanas, camiones y autobuses vivienda, furgones con visillos, y vehículos aparcados, con la interrupción del bungaló de la entrada a la Universidad Flotante de Berlín, una organización de personalidad muy berlinesa, montada en unas plataformas cubiertas con lonas blancas en forma de seta, unidas por una pasarela, sobre una pequeña antigua presa de agua de lluvia, que abastecía al aeropuerto. La Floating University, se define nada menos que, “como un espacio y grupo autoorganizado, donde los profesionales de una amplia gama de disciplinas, se reúnen para colaborar, crear y trabajar hacia el futuro, de manera imaginativa”, o sea un laboratorio internacional de ideas.
El aroma a porro que precede a un grupito de 4 o 5 inmigrantes, parados en medio del sendero, que nos escrutan al pasar, nos supone el último encuentro antes de aparecer en la antigua pista de aterrizaje del aeropuerto, donde circulan paseantes y ruedan patinadores y ciclistas de mayor o menor nivel. Siguiendo la línea amarilla de la pista en dirección a la antigua terminal, mientras vemos como bailan unas cuantas cometas en el cielo, vamos dejando atrás desvíos a enormes árboles o sendas que penetran en la vasta llanura herbácea, que quedaba entre las pistas.
A nuestra derecha, mirando al norte hacia el centro de Berlín, más franja de pasto, una maqueta publicitaria y el perfil a lo lejos de la Torre de TV; al frente, la terminal con los hangares en el lado derecho, y unas carpas de colores, donde al llegar, ya en un recinto vallado, nos encontramos un campamento para refugiados, formado por containers blancos con puertas y ventanas, y gente hablando de pie, o sentados en una silla a la entrada de su habitáculo. Aunque continuan las vallas, rebasado el campamento, aparecen los hangares con la inscripción de US Air Force, y unos metros más adelante, la antigua terminal con su Tempelhof Airport en la parte superior del edificio.
Retrocedemos para no seguir distanciándonos de Neukölln, el barrio que vamos a visitar, y dejando atrás el sendero de las caravanas por el que habíamos entrado, seguimos caminando por la pista en dirección este, hacia los edificios cercanos al parque que vemos a lo lejos. Hacemos una última parada para tomar unas cervezas en el campestre Luftgarten, una cervecería al aire libre, con largas mesas y bancos de madera en el césped, con amplias vistas al inmenso espacio, y luego salimos por una entrada principal del parque, en la calle Herrfurthstrasse de Neukölln.
Como del barrio sureño se debate mucho, imagino que con menor o mayor juicio, en función de quien opina, se puede leer de el, desde que es un barrio de moda hasta de que sus aceras no han dejado de ser amenazantes si se pasean a ciertas horas. Lo que sí es cierto, es que cuando se entra por el norte desde Tempelhof, aunque los edificios son claramente de barrio obrero, en el bombo hay bolas de estudiantes, modernillos, inmigrantes, algún indigente tirado en la calle, y marginados varios.
A medida que vamos descendiendo más al sur, ese ambiente va desapareciendo para dar paso a algo más común en las grandes ciudades españolas, comercios y negocios de inmigrantes de cualquier parte del mundo. Eso sí, en Neukölln, hay un predominio turco evidente, y el barrio suda doner kebab por todos los poros.
He de aclarar que como nuestro paseo por Neukölln fue de un par de horas al mediodía, que de norte a sur no llegamos ni a la mitad del territorio que ocupa el barrio, y que las calles estaban muy concurridas, no tengo ni idea de como se vivirá el mismo camino en la oscuridad de la noche, ni de si más al sur la inseguridad va en aumento, ni de …. Tampoco importa un pimiento puesto que dudo mucho de que si se va de escapada a Berlín, se vaya de fiesta nocturna a Neukölln, … o no, quien sabe.
Antiguamente un pueblo llamado Rixdorf, Neukölln al igual que Tempelhof, tiene sus orígenes en los caballeros templarios que se establecieron en la zona en 1200, territorio que posteriormente fue vendido a la Orden de San Juan, que lo tuvo en propiedad hasta que fue comprada a medias por Berlín y la antigua ciudad medieval de Cölln, que le proporciona el nombre al actual distrito y barrio (Neu-Kölln). Llegando a ser a finales del siglo XIX, el pueblo más grande de Prusia, se le otorgó el título de ciudad en 1899. En 1912, le fue cambiado el nombre de Rixdorf por el actual, y con la Ley del Gran Berlín de 1920, Neukölln al igual que Charlotenburg, pasó a formar parte de Berlín.
Siempre en los titulares por ser desde 1800, cuando miles de inmigrantes checos de Bohemia se establecieron alrededor de Richardplatz, el centro histórico de Neukölln, el barrio berlinés de inmigrantes por excelencia, la crisis económica que trajo la caída del muro, lo convirtió en uno de los grandes guetos de Alemania, hasta que en este siglo, con las aperturas del parque de Tempelhofer Feld, del cercano nuevo aeropuerto de Berlín Brandenburgo, y los restaurantes, bares y clubs para hipsters, y la llegada de jóvenes estudiantes y de una nueva oleada de inmigrantes italianos, españoles y griegos, por la crisis económica del sur de Europa, que se han sumado a la población árabe y turca, ha originado que la situación esté cambiando poco a poco, y haya una más rica diversidad.
Curiosamente, si uno va a Neukölln, y se aleja un poco del vivo y colorista pastiche multicultural, se puede acercar hasta la tranquila Richardplatz y alrededores, para viajar en el tiempo a cuando Neukölln era Rixdorf, y pasear entre graneros de madera, antiguas iglesias y granjas escondidas, calzadas de adoquines, el antiguo cementerio evangélico Bohemian Gottesacker, un precioso kiosko histórico, una herrería de 1624…
Eso sí, junto a todo esto que acabo de mencionar, ya cohabitan una tienda orgánica, dos o tres restaurantes, varias cafeterías, un bar de copas, una coctelería, una “barbería” para leñadores, un centro de yoga, un estudio de tatuajes, una tienda de mobiliario vintage, ….. En fin, el que avisa no es traidor.
A nosotros se nos va echando el tiempo encima, así que en el puente que cruza las vías del tren, cogemos el metro en la parada de Hermannstrasse, regresamos al hotel a recoger los bultos, y luego el tram M4 a Alexander Platz para tomar un café, antes de coger de vuelta el Regional RE7 que nos lleva a la T1 del Berlín Brandenburgo.
Salud.
-“Aquí vivía Samuel Nussdorf (1880), deportado 29/1/43, asesinado en Auschwitz”.
-“Aquí vivía Frieda Nussdorf, nacida en 1886, deportada 29/1/43, asesinada en Auschwitz”.
Como me levanto con las gallinas, después del descubrimiento de las plaquitas de homenaje a los hermanos, me voy a dar una vuelta por el parque público contiguo al hotel, el Volkspark Friedrichstain de 1846, el primer parque municipal de la ciudad, cuyas dos colinas articiales cubiertas de maleza y vegetación, el Mont Klamott de 78 metros y la Kleiner Bunkerberg de 68 metros, se crearon sumando los escombros de dos antiguos búnkeres construidos en el parque en 1941 como batería antiaérea y refugio para la población, y demolidos tras la guerra, y los de las ruinas del parque y edificios de los alrededores.
Con una hermosa fuente con estatuas de las hadas de los cuentos de los hermanos Grimm, estanque de cisnes y surtido variado de bustos, un gimnasio al aire libre y canchas deportivas, un parque para skaters con half pipe, varios parques de juegos infantiles, una refrescante plataforma para niños con elefantes que rocían agua por las trompas, un parque para perros, una pequeña cascada que vierte a un riachuelo artificial, un cine al aire libre, una cervecería con terraza, un pequeño parque de escalada con rocas, un área de picnic con barbacoas y hasta un centro de yoga al aire libre.
El parque contiene además tres memoriales especiales: un monumento de 1968 homenajeando a los 3000 voluntarios alemanes de las Brigadas internaciones que cayeron en la Guerra Civil española, otro de 1972 que conmemora la lucha conjunta de los soldados polacos y los miembros de la Resistencia alemana, durante la II Guerra Mundial, y el tercero y último, la Campana de la Paz Mundial en un pabellón de estilo japonés, que fue erigida por iniciativa de una asociación de ese país, en recuerdo del lanzamiento de las dos bombas atómicas en 1945, sobre Hiroshima y Nagasaki.
Si desde la entrada, en la fuente de las hadas, se sale más adelante por el parque de skaters en la parte norte del parque, se entra en el encantador barrio de Bötzowviertel, perteneciente al distrito de Prenzlauer Berg, que nació a finales del siglo XIX alrededor de los edificios de estilo Art Nouveau o Renacimiento Alemán, en los que residían familias de la burguesía y del funcionariado. En los 70, empezó a recibir actores, artistas, y profesionales de la radio y la TV, y en las décadas siguientes a jóvenes y estudiantes.
En la actualidad, este apacible barrio de bellos edificios antiguos, agradables cafeterías y restaurantes de variadas gastronomías, aunque sigue teniendo tiendas encantadoras, panaderías, anticuarios, mercerías y sastrerías, tiendas de telas, y fruterías regentadas por terceras generaciones, sufre como muchos otros en el mundo, la marcha de viejos residentes y la pérdida de los pequeños comercios históricos, que no pueden asumir los aumentos de los alquileres, debido al progreso, la privatización y la gentrificación.
Hoy es el último día, pero el vuelo de regreso es a las 10 de la noche, y podemos apurar el martes hasta el atardecer. Nuestro plan es visitar un barrio y un parque limítrofes, del sur de Berlín, Neukölln y Tempelhofer Feld. Neukölln, es un multicultural y controvertido barrio, alejado de la turistificación de la corona central de la ciudad, aunque ya aparece recomendado y etiquetado como “barrio de moda” en varias guías, páginas y blogs, y que de hecho, al menos en lo que se refiere a esas invasiones de gente underground, estudiantes, artistas, etc, que suceden en algunos barrios menos favorecidos de las ciudades, ya se ha producido en la parte norte, donde se toca con el inmenso parque de Tempelhof.
Eso no quita, que Neukölln, todavía trata de desprenderse por sí mismo de estigmas pasados, que le marcaron como gueto de inmigrantes, distrito de alta criminalidad, y poseedor de unos niveles de pobreza muy por encima de la media. Estos estigmas, seguramente no se han eliminado y continuan existiendo a pesar de las tropas de hipsters, jóvenes y bohemios, que se han establecido en el norte.
Tempelhofer Feld, al sur del centro de Berlín, es otra historia; un lugar histórico que ha sido transformado y sigue transformándose. Con una extensión de 3’55 kilómetros cuadrados, un poquito más que el Central Park neoyorkino, Tempelhofer tomó el nombre de la sede de la Orden del Temple, que se estableció en ese territorio allá por el 1200, que aparece ya documentado en un acuerdo de paz de 1351. Evidentemente, con una vida tan larga el espacio ha sido escenario de desfiles y ejercicios militares, y ha albergado en diferentes épocas un hipódromo, dos cementerios, cuarteles militares, un hospital de guerra, un campo de entrenamiento de equipos de fútbol, un aeródromo para globos de exploración científica y dirigibles, unas prisión de la Gestapo, un campo de concentración nazi, una fábrica de construcción de bombarderos, un aeropuerto de la Fuerza Aérea de EEUU, el aeropuerto civil, y por último, cosa que pudimos ver personalmente, un fantástico espacio municipal y un campamento de refugiados.
Aunque en 1922 se hicieron algunas exhibiciones aéreas, y en febrero de 1923, se abrió una primera ruta Berlín-Munich, llevando a 4 pasajeros por vuelo, el aeropuerto Berlín Tempelhof, se inauguró oficialmente en octubre de 1923, tras comprar su propiedad dos aerolineas comerciales alemanas, Junkers y Aero Lloyd, que en 1926 se fusionaron, para crear Lufthansa, que instaló en el su base operativa. En 1936, en las históricas olimpiadas de Berlín, Tempelhof recibió a atletas, periodistas y turistas, y en 1938 tomó tierra el primer vuelo transatlántico de ida y vuelta a Nueva York.
Durante la guerra, el aeropuerto se convirtió en un campo de prisioneros obligados a trabajos forzosos en una cadena de montaje de aviones de combate nazis. Con el fin de la guerra y la entrada de las tropas soviéticas en Tempelhof, Lufthansa dejó de pasear por los cielos, la esvástica que lucía en la cola de sus aviones, y por los acuerdos de Potsdam entre las potencias aliadas, las Fuerzas Aéreas de EEUU se quedaron con el aeropuerto, instalándose en la parte nueva, y liberando el resto para la aviación civil y comercial, que compartieron la norteamericana Panam, la británica BEA, y Air France.
En 1948, tras el bloqueo ruso por tierra y mar, Tempelhof quedó como el único enlace de Berlín Occidental con el exterior, abriéndose un puente aéreo de continuos vuelos diarios que abastecían de víveres y alimentos a la población. En 1975, los vuelos civiles se trasladaron al aeropuerto berlinés de Tegel, quedando únicamente en Tempelhof las Fuerzas Aéreas de EEUU. En 1985 el aeropuerto fue reabierto para vuelos de aerolíneas más pequeñas y de negocios, y en octubre de 1990, Lufthansa reanudó sus vuelos.
En 1993 los militares norteamericanos abandonaron definitivamente el aeropuerto, y al año siguiente tras el traslado por Lufthansa de todas sus operaciones a Berlín Tegel, quedó prácticamente en desuso, excepto para unos pocos vuelos privados o de corta distancia. En 2006, a pesar de que resurgió de manera momentánea durante la final de la copa del mundo de fútbol en Berlín, al serle desviados todos los vuelos privados de los ejecutivos del balón, al acabar el evento, volvieron la decadencia y las pérdidas, que terminaron condenando al cierre definitivo del aeropuerto en el 2008.
El Parque público actual, inaugurado en 2010 en los terrenos del aeropuerto, tiene una extensión de unos 540 estadios de fútbol, incluyendo edificios e instalaciones, o sea, espacio suficiente para hacer deporte, tumarse en el césped, caminar, o utilizar las pistas de aterrizaje para patinar en línea o hacer la vuelta ciclista a Tempelhof. Además, con previsión de finalización para el 2023, están ya en marcha las obras del proyecto de intervención en las instalaciones, por el que se abrirán al público: salas de exposiciones en la antigua Terminal, un mirador con vistas de 360 grados en la renovada Torre de Control acristalada, una galería abierta de historia, en una pasarela de 1’2 km montada sobre los techos de los hangares, y un Museo Aliado, que se abrirá en el Hangar número 7 del antiguo aeropuerto, con exposición de bombarderos, helicópteros, etc.
El horario del parque varía según los meses del año: Enero de 7’30 a 17h, Febrero de 7 a 18h, Marzo de 6 a 19h, Abril de 6 a 20’30h, Mayo de 6 a 21’30h, Junio y Julio de 6 a 22’30h, Agosto de 6 a 21’30h, Setiembre de 6 a 20’30h, Octubre de 7 a 19h, Noviembre de 7 a 18h, y Diciembre de 7’30 a 17h.
Como las líneas que nos transportan al inicio de las rutas, casi siempre pasan por Alexander Platz, cogemos el habitual Tram M4 hasta la plaza, para enlazar allí con la línea U8 de metro, que desciende en línea recta al sur. En 6 paradas, bajamos en Hermannplatz, en la esquina noreste de Tempelhofer Feld, y puerta de entrada al barrio de Neukölln. Optamos primero por ir al gigantesco espacio, y comenzamos a andar por la Avenida Hasenhide del contorno norte del parque.
Tras media hora de caminata, dejando atrás un templo hinduista dedicado a Ganesha, giramos a la izquierda en un cruce, por la calle Lilienthalstrasse, y la vamos siguiendo arrimados al parque, hasta que en una bifurcación 200 metros más allá de la basílica de Saint Johannes, Lilienthalstrasse se convierte en un sendero que se introduce en el parque, y la calle principal cambia de nombre a Züllichauer Str.
Los laterales de tierra de los 350 metros de sendero que hay hasta el espacio abierto del parque, son un alargado campamento partido en dos por la calzada, de caravanas, camiones y autobuses vivienda, furgones con visillos, y vehículos aparcados, con la interrupción del bungaló de la entrada a la Universidad Flotante de Berlín, una organización de personalidad muy berlinesa, montada en unas plataformas cubiertas con lonas blancas en forma de seta, unidas por una pasarela, sobre una pequeña antigua presa de agua de lluvia, que abastecía al aeropuerto. La Floating University, se define nada menos que, “como un espacio y grupo autoorganizado, donde los profesionales de una amplia gama de disciplinas, se reúnen para colaborar, crear y trabajar hacia el futuro, de manera imaginativa”, o sea un laboratorio internacional de ideas.
El aroma a porro que precede a un grupito de 4 o 5 inmigrantes, parados en medio del sendero, que nos escrutan al pasar, nos supone el último encuentro antes de aparecer en la antigua pista de aterrizaje del aeropuerto, donde circulan paseantes y ruedan patinadores y ciclistas de mayor o menor nivel. Siguiendo la línea amarilla de la pista en dirección a la antigua terminal, mientras vemos como bailan unas cuantas cometas en el cielo, vamos dejando atrás desvíos a enormes árboles o sendas que penetran en la vasta llanura herbácea, que quedaba entre las pistas.
A nuestra derecha, mirando al norte hacia el centro de Berlín, más franja de pasto, una maqueta publicitaria y el perfil a lo lejos de la Torre de TV; al frente, la terminal con los hangares en el lado derecho, y unas carpas de colores, donde al llegar, ya en un recinto vallado, nos encontramos un campamento para refugiados, formado por containers blancos con puertas y ventanas, y gente hablando de pie, o sentados en una silla a la entrada de su habitáculo. Aunque continuan las vallas, rebasado el campamento, aparecen los hangares con la inscripción de US Air Force, y unos metros más adelante, la antigua terminal con su Tempelhof Airport en la parte superior del edificio.
Retrocedemos para no seguir distanciándonos de Neukölln, el barrio que vamos a visitar, y dejando atrás el sendero de las caravanas por el que habíamos entrado, seguimos caminando por la pista en dirección este, hacia los edificios cercanos al parque que vemos a lo lejos. Hacemos una última parada para tomar unas cervezas en el campestre Luftgarten, una cervecería al aire libre, con largas mesas y bancos de madera en el césped, con amplias vistas al inmenso espacio, y luego salimos por una entrada principal del parque, en la calle Herrfurthstrasse de Neukölln.
Como del barrio sureño se debate mucho, imagino que con menor o mayor juicio, en función de quien opina, se puede leer de el, desde que es un barrio de moda hasta de que sus aceras no han dejado de ser amenazantes si se pasean a ciertas horas. Lo que sí es cierto, es que cuando se entra por el norte desde Tempelhof, aunque los edificios son claramente de barrio obrero, en el bombo hay bolas de estudiantes, modernillos, inmigrantes, algún indigente tirado en la calle, y marginados varios.
A medida que vamos descendiendo más al sur, ese ambiente va desapareciendo para dar paso a algo más común en las grandes ciudades españolas, comercios y negocios de inmigrantes de cualquier parte del mundo. Eso sí, en Neukölln, hay un predominio turco evidente, y el barrio suda doner kebab por todos los poros.
He de aclarar que como nuestro paseo por Neukölln fue de un par de horas al mediodía, que de norte a sur no llegamos ni a la mitad del territorio que ocupa el barrio, y que las calles estaban muy concurridas, no tengo ni idea de como se vivirá el mismo camino en la oscuridad de la noche, ni de si más al sur la inseguridad va en aumento, ni de …. Tampoco importa un pimiento puesto que dudo mucho de que si se va de escapada a Berlín, se vaya de fiesta nocturna a Neukölln, … o no, quien sabe.
Antiguamente un pueblo llamado Rixdorf, Neukölln al igual que Tempelhof, tiene sus orígenes en los caballeros templarios que se establecieron en la zona en 1200, territorio que posteriormente fue vendido a la Orden de San Juan, que lo tuvo en propiedad hasta que fue comprada a medias por Berlín y la antigua ciudad medieval de Cölln, que le proporciona el nombre al actual distrito y barrio (Neu-Kölln). Llegando a ser a finales del siglo XIX, el pueblo más grande de Prusia, se le otorgó el título de ciudad en 1899. En 1912, le fue cambiado el nombre de Rixdorf por el actual, y con la Ley del Gran Berlín de 1920, Neukölln al igual que Charlotenburg, pasó a formar parte de Berlín.
Siempre en los titulares por ser desde 1800, cuando miles de inmigrantes checos de Bohemia se establecieron alrededor de Richardplatz, el centro histórico de Neukölln, el barrio berlinés de inmigrantes por excelencia, la crisis económica que trajo la caída del muro, lo convirtió en uno de los grandes guetos de Alemania, hasta que en este siglo, con las aperturas del parque de Tempelhofer Feld, del cercano nuevo aeropuerto de Berlín Brandenburgo, y los restaurantes, bares y clubs para hipsters, y la llegada de jóvenes estudiantes y de una nueva oleada de inmigrantes italianos, españoles y griegos, por la crisis económica del sur de Europa, que se han sumado a la población árabe y turca, ha originado que la situación esté cambiando poco a poco, y haya una más rica diversidad.
Curiosamente, si uno va a Neukölln, y se aleja un poco del vivo y colorista pastiche multicultural, se puede acercar hasta la tranquila Richardplatz y alrededores, para viajar en el tiempo a cuando Neukölln era Rixdorf, y pasear entre graneros de madera, antiguas iglesias y granjas escondidas, calzadas de adoquines, el antiguo cementerio evangélico Bohemian Gottesacker, un precioso kiosko histórico, una herrería de 1624…
Eso sí, junto a todo esto que acabo de mencionar, ya cohabitan una tienda orgánica, dos o tres restaurantes, varias cafeterías, un bar de copas, una coctelería, una “barbería” para leñadores, un centro de yoga, un estudio de tatuajes, una tienda de mobiliario vintage, ….. En fin, el que avisa no es traidor.
A nosotros se nos va echando el tiempo encima, así que en el puente que cruza las vías del tren, cogemos el metro en la parada de Hermannstrasse, regresamos al hotel a recoger los bultos, y luego el tram M4 a Alexander Platz para tomar un café, antes de coger de vuelta el Regional RE7 que nos lleva a la T1 del Berlín Brandenburgo.
Salud.