Lunes 22/10
Hoy amanecemos con la idea de tener que concienciarse bien de la visita que vamos a realizar durante toda la mañana. Y es que si la Mezquita Azul y la Basílica de Santa Sofía impresionan por su grandeza e inmensidad, el Palacio Topkapi deslumbra y hasta llega a agobiarte por la cantidad de patios, estancias y elementos de ornamentación que puedes ver. Tal es la magnitud del palacio, que nosotros le dedicamos una mañana entera, desde que abrieron a las 09 de la mañana hasta las una del mediodía.
Palacio de Topkapi
El palacio de Topkapi es una maravilla arquitectónica del Imperio Otomano. Está compuesto por 4 patios principales y 400 dependencias administrativas y de viviendas. Ahí es nada. Sin embargo, no todas las habitaciones se visitan. Pero vayamos por partes. Para acceder al complejo hay que situarse al noroeste de Santa Sofía, donde se encuentra la gran puerta imperial, justo al lado de la fuente de Ahmed III. La puerta imperial da acceso al patio de los jenízaros, el más extenso del palacio y de acceso libre. Y una vez que pasas por el patio, llegas a la Puerta de los Saludos, que en realidad ya si, es la entrada a todo el complejo, con el correspondiente ticket de entrada. Se llama así porque aquí se concentraban los trabajadores para saludar al sultán a su llegada al palacio. Esta puerta da acceso a la plaza del Diván, segundo de los grandes patios.
Puerta Imperial y fuente de Ahmed III
Puerta de los Saludos
En la plaza del Diván se sitúan, entre otros edificios, el diván, que era la cámara del consejo imperial, y donde se trataban los asuntos de estado. Y junto al Diván, la sala del tesoro público, que era donde se guardaba el dinero recaudado de impuestos y tributos. Asimismo, en este patio se encuentran las cocinas imperiales, los establos imperiales y las dependencias de los alabarderos trenzados. Era un cuerpo de comerciantes responsables de múltiples tareas de la vida diaria: abastecimiento de leña a las habitaciones del palacio, limpieza y mantenimiento del harén y los cuartos de los sirvientes masculinos, arreglando los muebles; también tenían funciones de maestros de ceremonias. Los alabarderos llevaban largas trenzas para marcar su posición altal. Al fondo del patio, la puerta de la Felicidad da paso al tercer patio, donde se encuentran las dependencias del sultán. Y a la izquierda el acceso para visitar el harem.
Divan (Cámara del Consejo Imperial)
A continuación visitamos el harem imperial. Un enorme complejo de habitaciones anexo a los apartamentos privados del Sultán. El harem a su vez se divide en tres estancias, la zona de los eunucos negros, la sala de las mujeres (sultana validada o reina madre, el de las favoritas y concubinas y el de las sirvientas) y los apartamentos del sultán. Los eunucos negros eran esclavos africanos que servían a las mujeres y se hallaban bajo el control de un eunuco negro jefe, un miembro de la corte con gran poder. Eran castrados y custodiaban el harem.
Las dependencias privadas del sultán dentro del harem esta formado por el salón imperial, los hammans y los dormitorios, como el de Murad III, Ahmed I o Ahmed III.
Vestíbulo de entrada al harem
Patio de los eunucos negros
Puerta del jefe de los eunucos negros
Patio de los Apartamentos de la Sultana Validada
Apartamentos de la sultana validada
Patio de los favoritos
Pabellón gemelo de los principes
Dormitorio de Murat III
El tercer patio al que se accede desde la puerta de la felicidad, o desde el harem, lo compone las dependencias del sultán fuera del harem, como la biblioteca, la sala del tesoro, el salón de audiencias o el museo de trajes.
Biblioteca
Y por último el cuarto patio, es más elegante, el que tiene unas vistas magníficas de Estambul. Es un espacio lleno de jardines y fuentes donde se encuentran los pabellones más privados del sultán. Los pabellones de Bagdad, Mustafa Pasha o Ereván, la sala de las circuncisiones o el balcón de Ibrahim el Loco.
Patio de la Sala de las Circuncisiones
Pabellón de Bagdad
Pabellón de Mustapha Phasa
Vista de Estambul desde el cuarto patio
Salimos de allí realmente abrumados por el exceso de belleza y lujo del que se rodeaban los sultanes y su séquito. Y una vez que analizamos todo lo que vimos en una larga mañana, llegamos a la conclusión que realmente el Palacio de Topkapi es un imprescindible de Estambul junto a Santa Sofia y la Mezquita Azul. Salimos sobre las una del mediodía y era hora de almorzar. Volvimos a la zona de Sultanahmed y de nuevo una rica comida turca. A primera hora de la tarde nos adentramos al interior de Estambul para visitar otra grandeza de la ciudad: el gran Bazar, situado muy cerca de los barrios de Beyazit y Cemberlitas.
El Gran Bazar
En esta ciudad lo hacen todo a lo grande. Y el Gran Bazar no podía ser menos. Te puedes dedicar un día entero a visitar sus tiendas y sus 60 calles cubiertas durante horas y horas. Porque aquí hay unas 3.500 tiendas!!!
Mezquita de Suleiman
Tras estar más de una hora en el gran bazar, seguimos avanzando rodeando la Universidad, hasta llegar a la Mezquita de Suleiman, dominando una de las colinas de la ciudad. Es una imprescindible de Estambul por su belleza, y como su nombre indica, fue construida por Suleiman I el Magnífico. Pero también por su grandez, porque si bien la Mezquita Azul es aún más bella, ésta es la segunda mezquita más grande Estambul después de la de Santa Sofía.
El día estaba dando para mucho, pero aún nos quedaba una experiencia gratificante o no… para el final. Tras visitar la mezquita de Suleyman, volvimos a descender la colina bordeando la Universidad y llegando hasta su puerta principal. Desde aquí cogimos la Yeniçeriler Caddesi, una de las calles principales de la ciudad, pasando por Çorlulu Ali Paşa Medresesi, un patio que merece la pena visitar por cuanto hay la gente se reune en sus cafeterias para tomar el narguile. Ya tuvimos la experiencia, así que no probamos más. Durante la calle vimos también un cementerio otómano. Y es que la ciudad tiene múltiples rincones donde hay unos pequeños jardines con tumbas. Y por fin, llegamos a nuestra última visita del día: un hamman turco.
Hamman Cemberlitas
Hay muchos hammans en Estambul. Uno de los más famosos por su historia y antigüedad es el Cemberlitas, si bien este hecho y su fama hace que sea de los más caros. Algunos turistas prefieren otros baños turcos, pero claro, esto es cuestión de gustos. Nosotros solo estuvimos en este y si bien es verdad que es algo caro, la experiencia fue de lo más placentera. Tras pagar el correspondiente servicio de baño turco tradicional, el básico, nos separan a las mujeres de nosotros, puesto que los baños se hacen por separado. Accedemos a un gran patio interior, donde en las plantas superiores se suceden las taquillas, en unos pasillos que rodean el patio con barandillas de madera donde se suceden toallas y toallas extendidas. Y en la planta baja del patio, mesas, sofas y sillas se suceden para tras el baño, deleitarse con un te y unas galletas. Bien, ascendemos a la zona de vestuarios, donde hay una pequeña cama, un armario para depositar tu ropa y unas toallas. Nos desvestimos totalmente y nos ponemos la toalla y vamos a la zona de baño. Según el servicio contratado te dan como un medallón de un color u otro en forma de brazalete para que el personal del hamman sepa a que atenerse. Una vez accedemos a la zona de baños, nos adjudican un masajeador. Imaginaos la cara de espanto que se me quedo cuando viene hacia mi el típico hombre rudo turco con mostacho. ¡Dios, este me va a matar! Nos hacemos el correspondiente saludo y en un español indio me suelta, todo serio: ¿Barca o Madrid? ¡Dios, que le digo! ¡Si a mi no me gusta el futbol! Estaba claro que dependiendo de la respuesta, así iba a salir de allí. Y conteste: Barca. Y el tío cambio su cara con una sonrisa, comenzó a darme palmetazos en la espalda y suelta: “Bien, bien”. Ufff, de la que me he librado.
A continuación me dirige a la zona de duchas. Una ducha y tras ello, al hamman propiamente dicho. Se trata de un lugar totalmente humedecido, una niebla espesa cubre todo el lugar, un habitáculo grande, de forma redonda, donde en el centro hay una gran plataforma de marmol caliente. Y alrededor del marmol, unos rincones con fuentes y unas especie de jarras metálicas con agua fria. Lo primero que te dicen es que te relajes en la plataforma caliente de marmol, a continuación cuando te llega el turno, viene el masajeador y con una esponja enorme te empieza a hacer el refriego con un impetu y una fuerza, que piensas que no solo la piel muerta te la va a quitar, sino toda. Una vez terminado el proceso, te dicen que vayas alternando el tiempo que quieras el calor del marmol con agua fria de las fuentes. Y así estuvimos durante yo diría una hora. Poco a poco nos ibamos relajando y conversando con mi amigo al más puro estilo turco. Transcurrido esa hora, salimos del hamman y nos dirgieron a otro anexo de las duchas, donde como si en un campo de concentración se tratará, te enchufan con una manguera agua a presión a todo tu cuerpo desnudo para retirar por completo toda la piel muerta que aún pudiera quedar. Y vuelta a los vestuarios. Ahora entiendo la cama. Me tumbe en la cama durante unos minutos asimilando la experiencia, y tras vestirme, baje a la zona de las mesas para tomar el correspondiente te acompañado de galletas. Y comentando ya entre todos, la experiencia. Conclusión: una experiencia que repetiría sin dudarlo, me encantó. Te libera de estres, de tensión y de piel muerta. Te deja como nuevo.
El baño turco nos ha sentado de maravilla, después del duro y fascinante día que hemos pasado. Listos para una merecida cena y a descansar en nuestro hotelito. Mañana la llamada a la oración nos desvelará nuevos rincones de esta maravillosa ciudad.