Empezamos el primer día entero del viaje con uno de los platos fuertes: El Vaticano.
Antes de llegar hay que planificar la visita.

Como buena iglesia que es, la Basílica de San Pedro es gratis.

Lo que se paga es la entrada a los Museos Vaticanos. (También hay la entrada que incluye el acceso a los jardines papales y otra, a las residencias pontificias).
Si como la mayoría “sólo” queréis visitar los museos, deberéis elegir si queréis ir por libre o en visita guiada.
Y deberéis elegir día y hora.
La visita por libre cuesta 22€. (17€ entrada + 5€ de gastos de gestión online).
Cuando nosotros fuimos a reservar, con un mes de antelación, ya se habían agotado las entradas libres, así que tuvimos que coger una visita guiada por el módico precio de 34€ por persona.

Ah, si algún viajero va muy apurado económicamente, puede esperar al último domingo de mes cuando la entrada es completamente gratuita, eso sí, si ahora esto ya está a reventar, ¡no quiero imaginar las colas ese día!

Decidimos llegar a primera hora a la iglesia para que hubiera menos gente y ya después de comer entraríamos al museo.
Llegamos en metro (parada Ottaviano) y recorremos un lateral del muro que separa el Vaticano de Italia y nos encontramos con un lateral de la columnata.
Impresiona más entrar por la Via della Conziliacione, que da de frente a la gran plaza. Y de hecho ese es el acceso que tenía en mente Gian Lorenzo Bernini cuando diseñó el espacio.
Son las nueve de la mañana y hay poca gente. Hoy me van a faltar adjetivos, porque la plaza en sí ya es espectacular.

Estamos en frente de la iglesia más grande del mundo (en cuanto a capacidad y en cuanto a superficie interior).
Las doscientas ochenta y cuatro columnas de dieciséis metros de alto sostienen ciento cuarenta estatuas de santos y vírgenes, cada una de cuatro metros de alto. Todo en el Vaticano es exagerado.

Otra destacable obra de Bernini se encuentra antes de entrar en la Basílica, justo en el atrio (la galería cubierta justo entre las columnas de la fachada y las puertas de bronce.)
En un lateral del atrio se puede observar a través de una cristalera y desde una distancia prudencial (si no quieres que el guardia te llame la atención “sólo por estar mirando”

Como buena obra barroca, el artista juega con la luz y la teatralidad, ya que a través de una ventana oculta en el techo el jinete se ilumina como por obra de la luz divina.
Y como si la visión miraculosa que contempla el gobernante fuera repentina, mira hacia arriba boquiabierto, sus ropajes se contornean y el caballo tiene levantadas sus patas delanteras y retuerce la cabeza.

(no sé porqué, no tomamos ninguna foto, así que esta es de la wikipedia)

Ahora sí, entramos. Y pam, lo primero que te encuentras, al girar a la derecha, es la Pietá de Michelangelo.

La escultura de mármol de Carrara muestra una escena habitual en la religión, que es la Virgen con el cuerpo de Jesús muerto en su regazo.
La obra fue creada cuando nuestro genio tenía tan solo 24 años, e iba a ser el monumento funerario de un cardenal francés.
Destaca la naturalidad del cuerpo de Cristo y la serenidad del rostro de María.

La construcción de la basílica actual, de planta en forma de cruz latina, es obra original de Bramante y Maderno por encargo de nuestro ya conocido Papa Julio II.

El interior es un conjunto de obras de arte interminables: Esculturas, tumbas, capillas, altares...
Destaca en el interior el baldaquino de bronce de Bernini. Esta pieza barroca marca el punto en el que está enterrado San Pedro en la Necrópolis bajo tierra.
De hecho, el Vaticano en sí está ubicado en el antiguo circo de Nerón, donde tuvo lugar el martirio del primer Papa del Catolicismo, al que va dedicada la iglesia.

Otra espectacular pieza de Bernini es la estatua de San Longinus, que se encuentra en una de las esquinas del crucero, y contiene las reliquias de la lanza que el centurión romano clavó a Jesús.
Seguimos contemplando la magnífica basílica, al fondo se encuentra el Trono de San Pedro, también de Bernini.
Tiene su sello inconfundible que volveremos a ver estos días, en los rayos dorados que rodean el vitral ovalado complementando la luz que entra, como si proviniera de la mismísima paloma, símbolo del espíritu santo.
Aquí conocemos a un nuevo Papa, el Urbano VIII, cuya tumba, realizada por Bernini, se encuentra detrás del altar.
Urbano, de la familia Barberini, vivió durante el siglo XVII y le encargó numerosas obras a Bernini, entre ellas, su misma tumba y el baldaquino que acabamos de contemplar.

Nosotros no hemos subido a la cúpula, pero seguro que desde arriba se ve espectacular. Llevamos varias horas aquí dentro y tenemos que comer.



Elegimos un restaurante super recomendable en una calle cercana, il Sorpasso, con calidad y precio más que aceptable,


Después de comer nos queda un rato antes de la hora de entrar en los Museos, así que paseamos por la peatonal Via della Conziliacione que conecta el Vaticano con el Castel Sant’Angelo, justo enfrente del río.
No entraremos al castillo pero lo rodeamos paseando. Nos parece peculiar su forma, pero es que en realidad se construyó para ser el mausoleo del emperador Adriano en el 123 d.C.
A las 15h tenemos el tour guiado en castellano por los Museos Vaticanos.
En el billete dice que hay que estar quince minutos antes.
Cuando llegamos a la puerta hay una cola larguísima y sufrimos de que no lleguemos a tiempo, pero tras pasar el control de seguridad enseguida localizamos el punto de encuentro.
Esta recepción tiene baños, máquinas de vending y bancos para descansar.
Nuestra visita durará una hora y media. Si hubiéramos ido por libre habríamos ido mucho más lentos y no nos hubiera dado tiempo de ver todo, porque a las 17:00 ya estaban vaciando el edificio.

Pasamos por la zona de las esculturas y vemos el famoso Laocoonte.
Se estima que fue construido alrededor de los años 40 o 30 a.C. en Grecia. Pasó siglos y siglos enterrado y fue descubierto en 1506. El entonces Papa Julio II llamó a Miguel Angel para identificarlo.
Según la mitología, él y sus dos hijos fueron asfixiados por dos serpientes gigantes en el contexto de la Guerra de Troya. Aquí los vemos retorciéndose y luchando ferozmente.
También pasamos por la Galería de los Candelabros y la de los Mapas y de los Tapices.
Hasta finalmente llegar a las estancias de Rafael.
Son cuatro habitaciones que sirvieron al Papa Julio II como despachos y residencia. La verdad es que me las imaginaba más grandes pero es increíble poder ver los frescos desde tan cerca.

El más famoso de los aposentos es la Stanza della Segnatura, la biblioteca privada de Julio II.
El fresco de la Escuela de Atenas se considera una de las mejores obras maestras del Alto Renacimiento.

Es curioso como Rafael puso el rostro de otros artistas en las figuras de los filósofos. Por ejemplo, Platón tiene los rasgos de Da Vinci, o Heráclito, de Miguel Angel.



Menos famosos pero igual de fascinantes son el resto de frescos.
Me gustó especialmente La Liberación de San Pedro, situado en la estancia de Heliodoro, ya que el artista crea un efecto de arquitectura en el cual vemos la celda del prisionero y el exterior, de noche, con la luna entelada por las nubes, y de repente un halo de luz intensa envuelve la aparición del ángel liberador.
(foto de la web del Vaticano)

El dinámico dramatismo conmueve con El incendio en el Borgo, que representa el milagro de un Papa que apagó un incendio con sólo una bendición.
Este fresco no fue pintado por Rafael, sino por los aprendices de su taller, con un diseño del artista. Lo mismo pasa con los de la Batalla de Ostia y la Batalla del Puente Milvio entre otros.

(foto de la web del Vaticano)

Y vistas las cuatro estancias, es el momento de entrar en la Capilla Sixtina.

Dentro no se puede hacer fotos ni se puede hablar. Pero hay un murmullo constante sólo interrumpido por frecuentes “silenzio per favore” de los guardias.

Cruzamos la puerta, levantamos la mirada y quedamos sobrecogidos.
En la bóveda, acompañando a los archiconocidos Dios y Hombre con los deditos estirados en La Creación de Adán, hay ocho escenas más, con episodios del Génesis, y todo rodeado de profetas y sibilas cada uno en su monumental trono.
(foto de la web del Vaticano)

¡Y pensar que Miguel Angel ni siquiera quería este trabajo!


Veinte años más tarde volvió a entrar Miguel Angel a la capilla, esta vez para pintar el muro opuesto a la entrada. Es el Juicio Universal.
La figura de Cristo, representada como juez supremo, se rodea de multitud de figuras humanas, entre ellas la Virgen, a su lado, y varios santos, entre ellos: San Pedro, con las llaves, San Bartolomé que lleva su propia piel en la mano.

A medida que la vista desciende, encontramos a los ángeles del Apocalipsis con sus largas trompetas anunciando el Juicio Final.
En la parte inferior izquierda vemos a los muertos saliendo de sus tumbas para ascender al cielo. A la derecha, las almas condenadas al infierno luchan para escapar de su destino.
(foto de la web del Vaticano)

Podríamos estar horas y horas contemplando cada detalle.

No nos sorprende que a la fecha de su inauguración, en 1541, la obra causara polémica. Tanto desnudo y tanta carnalidad provocó que años después varias figuras fueran censuradas y se les pintara encima algo de ropa para cubrirles las partes púdicas.

Pero no solo es Miguel Angel en la Capilla Sixtina, sino que en las paredes laterales se encuentran frescos quizás no tan famosos pero también de gran valor. Varias décadas antes de que llegara el genio florentino, pasaron por aquí grandes artistas renacentistas como Botticelli, Roselli, Ghirlandaio o Perugino.

Destacan la recargada escena de las Tentaciones de Cristo de Botticelli o la simetría armoniosa de La Entrega de las Llaves de Perugino.
(imagen de la wikipedia)

El tiempo parece detenerse en un momento de eternidad aquí dentro, y no sabemos si hemos estado diez minutos, o cincuenta.

La cuestión es que al salir vemos que todo el mundo se está yendo hacia la salida. ¡Oh, es que están a punto de cerrar ya!

Nos hubiéramos quedado un rato más cotilleando los Museos pero hay que irse.
Para acabar de rematar el día tomamos el metro para acercarnos a la Fontana di Trevi.
Son las seis y media de la tarde de un martes de abril y esto está bastante concurrido, pero en agosto yo lo he visto mucho peor.

La única forma de ver esta fuente sin gente es madrugar mucho mucho, y para mí no vale la pena.

La fuente tiene orígen romano, al acabar aquí el acueducto Aqua Virgo.


Tal como pone la inscripción en la parte superior, este es un proyecto mandado construir por el Papa Clemente XII en el siglo XVIII. Teniendo como telón de fondo el Palazzo Poli, la escena barroca tiene como tema “Domar las aguas”.
En el centro está la figura de Océano, flanqueado por las alegorías femeninas de la Abundancia y la Salud.
En un nivel inferior, tenemos a los tritones y los hipocampos, animales mitológicos mitad caballo, mitad pez.
Y poco a poco a medida que nos acercamos al agua, la roca va teniendo un aspecto más rústico, casi como si de una cascada natural se tratase.
A mi humilde parecer, está un poquitín sobrevalorada.

No es una fuente fea en absoluto, pero no está en mi Top 10 de las mejores cosas de Roma, y aún así, la mayoría de turistas (y guías turísticas) lo consideran una visita imprescindible... Quizás porque está muy céntrica y es muy difícil pasarla de largo.

Dice la tradición (que probablemente se originó en una peli de los años 50) que si tiras una moneda a la fuente volverás a Roma. Como el dinero recolectado va a Caritas, no pudimos resistirnos.

Y para acabar el día cenamos en la Antica Birreria Peroni, una cervecería centenaria con gastronomía típica y precios muy aceptables.