La noche ha sido sorprendentemente silenciosa y muy fría. Estamos a 2000 metros de altura y se nota en el frío y en que hay menos bichos. Hemos desayunado a las 6:30 y a las 7 nos hemos dirigido a las oficinas del parque de Bwindi. Allí nos estaba esperando el que nos haría de guía para hacer la ruta que va hasta el humedal de Bwindi, una ruta específica para buscar pájaros.
Aquí en Uganda todo es mega caro. La ruta nos ha costado: 40€ la tasa del parque, 30€ el permiso de la ruta y luego 50€ entre los dos el guía. 100€ cada uno, de locos. Teniendo en cuenta que los gorilas te clavan 700€ pues se piensan que los turistas tenemos dinero a espuertas, porque encima pagamos con una sonrisa. La cosa es ¿cómo venir a Bwindi y no conocerlo? al final pasas por el aro a sabiendas de que es un viaje caro.
Tras pasar por el atraco de las tasas nos presenta el guía al ranger que irá con nosotros y a un chaval que venía de aprendiz. Comenzamos la ruta subiendo poco a poco. El entorno es chulísimo. Desde la parte alta se ve todo el parque con los volcanes de Mgahinga al fondo haciendo frontera con Congo y Ruanda. Por momento la vegetación recuerda mucho a la Gomera.


El guía va constantemente haciendo sonido de pájaros, vemos unos abejarucos y otros pajarillos que se hace imposible fotografiarlos al ser la vegetación tan densa. Cuando llevábamos una hora se escuchan ramas romperse. El guía nos hace parar y habla con el ranger que echa para delante. El guía nos dice que hay gorilas, nosotros ni nos lo creemos creyendo que está de broma. Efectivamente, no era broma, en las ramas había dos gorilas. Seguimos andando y nos encontramos varios gorilas y tres rangers con ellos. Parece ser que los rangers están todo el día vigilando cada grupo de gorilas habituados que se van moviendo por todo el bosque, teniendo cada grupo de gorilas su territorio. Al pasar al lado de un gorila el guía me ha dicho que no puedo echar fotos pero que si le doy una "propina" al ranger seguramente me dejen. He ido hacia el ranger, le he preguntado si puedo echar fotos con 20 euros en la mano y el hombre con una sonrisa de oreja a oreja nos ha llevado al medio del grupo de gorilas tras coger los 20 euros. Una pasada.
Tenía a escaso metro y medio un gorila comiendo. Abajo otro gorila, al frente un gorila con su cría, arriba dos gorilas más y abajo se dejaba ver el espalda plateada del macho. Nos hemos puesto nerviosísimos y yo no sabía si grabar o mirarlos. He preferido mirarlos y ya al final he podido grabar alguna imagen para el recuerdo. 10 minutos nos han dejado estar con ellos. Si le aprieto al ranger y le saco 20 euros más estoy convencido que nos deja más tiempo pero ya me parecía abusar. Al fin y al cabo, el martes vamos a ver los gorilas en Mgahinga y esto ha sido todo un regalo más que suficiente. EL REGALO.


Con la cara de felicidad y tras decirnos nuestro guía la suerte que hemos tenido seguimos la ruta. De los gorilas hemos estado buscando un pajarito minúsculo que se ve que está en peligro y cuesta horrores verlo. El Green Broadbill (Pseudocalyptomena graueri) Como un petirrojo, pero verde. No paraba quieto. El guía nos llevaba de un lado para otro con la idea de tirarle alguna foto decente, pero nada, el hombre imitaba el ruido del pájaro perfecto. Al final tras una foto testimonial hemos seguido andando.

En el camino nos hemos cruzado un mono azul en lo alto. Un grupo de Turacos azules haciendo ruido y entre barro y agua hemos llegado al humedal en cuestión. El guía me ha explicado la historia que hay detrás del humedal y sinceramente me he enterado de la mitad. Habla un inglés que no le pillo ni la hora.

La vuelta ha sido lo más difícil. Nos ha cascado un buen soletón y el camino estaba muy embarrado. Al final han sido 4 horas y media de ruta. Al principio nos parecía caro, pero tras tener el encuentro con los gorilas bien ha merecido la pena. Hemos llegado al alojamiento a las 13:30, muertos de hambre y reventados de los 8 kilómetros de la ruta por selva y barro.
Para comer nos han puesto espaguetis y a la tarde el guía nos ha vuelto a llevar a intentar ver más pájaros. Esta vez con el coche, pero con poca suerte, no hemos visto nada la verdad. A la vuelta nos hemos encontrado con un hombre mayor que iba andando, venía de un pueblo que está a 20 kilómetros, había ido a ver a su nieto que estaba enfermo. El hombre se le veía agotadísimo, le hemos llevado en coche ya que vivía en el pueblito que hay al lado de nuestro alojamiento. Le hemos ahorrado fácil unos 7 kilómetros, siendo las 5 de la tarde este hombre de no llevarlo no llegaba. Nos lo ha agradecido con un sentimiento que se notaba genuino.
Ya en el alojamiento poca cosa más. Nos hemos duchado, vuelta a buscar camaleones y a las 19:00 esperando la cena con más hambre que un perrillo chico. Hoy caemos rendidos. Mañana día tranquilo de transición para dirigirnos al Parque de Mgahinga.