Aprovechando que era viernes, y que por tanto no había tráfico alguno por las calles (ni de coches ni de gente: Riyadh estaba casi vacía) nos acercamos hasta la antigua ciudad de Diriyah, a fin de visitar tan emblemático espacio. Por desgracia nuestra estancia en la capital coincidió con la visita del presidente de China, y ¿adónde fue Xi Jinping esa mañana de viernes? Efectivamente, también a Diriyah, por lo que muchas partes estaban cerradas por la policía. Aun así pudimos pasear por algunos puntos de aquella especie de parque temático, como los cuidados jardines donde está el Ministerio de Cultura, singular conjunto de edificios modernos desde los que se tiene una magnífica perspectiva de Al Turaif, que es la parte más antigua de Diriyah, pero a la que no pudimos acceder por estar cerrada en favor del mandatario chino.

El día había amanecido nublado por lo que no hacía nada de calor (estábamos a unos 22ºC), así que siendo más de las once de la mañana, nos dirigimos hasta el Kingdom Centre o “abrebotellas”, rascacielos fácilmente reconocible desde cualquier punto de la ciudad.
Seguía sin haber tráfico por lo que pudimos estacionar el Yaris en plena Olaya Street, junto a la puerta de la tienda de Louis Voutton, en el acceso principal del complejo, que recorrimos por fuera, ya que el interior, precisamente por ser viernes, no habría hasta las 4 y media de la tarde. Tampoco pudimos subir al observatorio, igualmente cerrado, pero no nos preocupó demasiado pues, con el techo de nubes tan bajo, no hubiéramos podido ver mucho. Lo que si pudimos hacer fue entrar al lujoso hotel Four Seasons, donde se debía estar preparando algún acto relacionado con la visita presidencial china, pues había decenas de coches oficiales, limusinas y vehículos policiales en los accesos, así como una extremada vigilancia en las puertas del “abrebotellas”.

A partir de ahí, fuimos bajando con el coche por Olaya Streeet, y aparcando fácilmente cada pocas manzanas, lo que nos permitió hacer fotos de otros muchos edificios y rascacielos (la mayoría grandes hoteles como el Sada, Hyatt Regency, Narcissus…) y ver, por fuera claro, alguna de las estaciones de ese “metro” que lleva construyéndose veinte años y que todavía sigue sin funcionar. No es que Olaya sea una avenida cómoda para pasear (es tan destartalada e incómoda como la mayoría de calles saudíes), pero al menos no había tráfico y muy poca gente, lo que nos permitió llegar caminando hasta la igualmente destacable torre-pirámide con una gran esfera en su parte superior, que es la Faysaliyah Tower.

Toda aquella zona rebosa de hoteles de 5 estrellas, grandes restaurantes y tiendas de lujo. A primera hora de la tarde vimos como la ciudad empezaba a despertar de nuevo, formándose los primeros atascos y volviendo a cobrar vida, así que con los últimos rayos de un sol muy tímido, es decir, sobre las cinco de la tarde, nos encaminamos hacia nuestro barrio para evitar vernos inmersos de nuevo en el caos.