Nos levantamos temprano y vamos al coche, porque hoy nos esperan bastantes kilómetros. Hemos decidido ir hasta Timisoara, que habíamos descartado porque estaba muy lejos y era un desvío que no nos parecía que valiera la pena. Al final, al ver que las carreteras están muy bien y que vamos “bien” de tiempo en nuestra ruta, decidimos que sí vale la pena acercarnos, pero como no estamos seguras de hacer noche vamos sin nada reservado de momento.
La carretera es autopista y cuando llevamos una hora paramos en una gasolinera a por un par de cafes, porque entre el solecito y la monotonia de la carretera, me está entrando un sueño… Pagamos “un dineral” por los cafés (23 lei, casi 5 euros) pero son necesarios para continuar el camino.
Después de un par de horas más llegamos a Timisoara y como en el centro para ser un poco difícil aparcar, nos vamos al parking gratuito del Lidl, que está a unos 15 minutos andando y así entramos y compramos un agua grande. Hace mucha calor, el día que más calor hace de los que llevamos en el país.
Atravesamos el parque Anton von Scudier, donde vemos a varios rumanos jugando al ajedrez a la sombra y llegamos a la catedral ortodoxa Metropolitana, que admiramos desde fuera. De ahí vamos por el paseo hacia la plaza Victoria y nos encontramos con una gran estructura vertical de andamios rodeados por plantas. Con la curiosidad nos acercamos y vemos que es una especie de exposición temporal que justo empieza a dejar subir a la gente, controlando el aforo. Nos parece un buen mirador y hacemos cola durante unos 10 minutos. Cuando vamos a subir, la chicha (que habla inglés perfecto) nos explica que los arquitectos que han tenido la idea son españoles. Hay diferentes variedades de plantas en los diferentes pisos del andamio y, en el piso superior, podemos admirar muy buenas vistas de la plaza y la iglesia al fondo.


Desde ahí continuamos hacia la plaza de la Libertad, por la calle Alba Iulia que está llena de paraguas de colores en el techo, dando una sombra que se agradece muchísimo. Desde ahí seguimos bajando hasta llegar a plaza Unirii, donde vemos la Brick House, icónica en la plaza, y la catedral Sfantul Gheorge.

Seguimos caminando por las calles del centro, que tienen bastante encanto y mucha vida. De ahí vamos a las murallas y vemos los puntos cardinales, en una rotonda un poco fea… Y ahí nos replanteamos qué hacer. Hemos leído que hay un museo del comunismo donde uno de los guías es un superviviente de la revolución, y que su testimonio es algo commovedor. Buscando por internet no leemos muy buenos comentarios del museo, que está como a medias y que hay días que no hay visita guiada y no sabemos qué hacer. Allí está la bandera original agujereada, uno de los mayores símbolos de la revolución… Al final decidimos que sin la visita guiada igual no nos convencen los comentarios, y nos gustaría empezar a volver hacia Turda para hacer noche por allí, así que decidimos volver al coche para acercarnos al río Bega antes de empezar a bajar hacia Corvin.
Somos conscientes de que hemos hecho bastantes kilómetros y no hemos sacado mucho de la ciudad. Es una ciudad grande con encanto en la parte centro, que podría ofrecernos más si nos quedaramos pero, al mismo tiempo, es una ciudad grande en la que no queremos entretenernos más porque queremos darle más tiempo a la zona de Maramures en un par de días.
Así pues, deshacemos el camino hasta desviarnos a Corvin. Aparcamos en una de las calles que bajan del castillo y caminamos unos 5 minutos mientras chispea. Llegamos a la entrada y alucinamos con lo que vemos. El castillo de Corvin o de Hunyad es cierto que parece sacado de un cuento de hadas. Fue construido sobre la antigua fortificación romana en 1315 por el Rey Carlos I de Hungría y a principios del siglo XV fue donado por el Rey Segismundo de Hungría a Voyk Hunyadi y su hijo y nieto ampliaron el castillo. El interior es amplio y se pueden visitar bastantes estancias.

Para poder disfrutar del interior, pagamos 20 lei entre las dos, correspondientes a dos tickets de estudiante (4€). La Vivid nos vuelve a fallar, y para no entretenernos mucho pagamos en efectivo.
Saliendo de allí vemos un Lidl y, como ya es costumbre, paramos a por algo. Estamos hambrientas y llevamos todo el dia con un par de cafés, los restos del Kurtos de azúcar y una bolsa de pelotazos que traíamos de España... (nadie dijo que la vida de carretera fuera fácil

En Turda hemos reservado en Casa Baciu por 25€ la noche, en una habitación privada en una casita un poco alejada del centro (parece que no hay mucho en el centro, son 4 calles y esta en obras, aquí es lo más económico y el patio de la casa tiene encanto). Aparcamos en la puerta y la dueña nos lleva a la habitación (no se la ve muy dispuesta a darnos conversación, porque cuando nos giramos la mujer ya se ha ido). Dejamos las cosas y, como ya es tarde, buscamos qué hay abierto para cenar. Todo cierra bastante pronto y tenemos que darnos prisa. Al salir nos damos cuenta de que la llave no cierra, pero parece que no hay nadie más alojado y la casa tiene su valla, así que no nos preocupamos mucho…
Vamos a cenar a Talora Grill, que está abierto 24h y no tendremos problema con la cocina. Además, parece un bar de carretera con bastantes buenos precios. Yo pido una sopa típica con pan, y mi amiga pollo rebozado con patatas, con un par de cervezas y un refresco. Pagamos 83 lei (16,7€) y la camarera nos atende en español, ¡qué raro! Es una chica que ha estado estudiando en España… y nos saluda cada vez que nos ve jaja

Estamos un rato charlando pero el cansancio nos va atrapando y volvemos al alojamiento, donde después de una ducha caemos en pocos minutos.
Ha sido un día de mucho coche pero nos ha gustado lo que hemos visto.
Total día = 85.24€ (42.62€ p/p)
Total día con alojamiento = 110,24€ (55.12€)