MONASTERIOS PINTADOS DE BUCOVINA.
Después de comer, seguimos hacia Bucovina, la región de la Moldavia rumana, cuyo nombre significa “pueblos cubiertos de hayas” y que se ha hecho famosa tanto por sus hermosos parajes boscosos como por sus monasterios pintados, de estilo bizantino.
Plano turístico de Bucovina.


Como de costumbre, por el camino fui observando paisajes, iglesias y escenas cotidianas, sobre todo de campesinos, que recogían el heno, algunos en carros tirados por caballos.






Y los niños y los mayores jugueteando en las orillas del río, intentando combatir el calor.


Volviendo a los monasterios, fueron construidos entre los siglos XV y XVI, bajo el patrocinio de los príncipes Esteban el Grande, rey de Moldavia entre 1457 y 1504, y Petru Rares, hijo ilegítimo del anterior, que gobernó en dos periodos, entre 1527 y 1546. Este último fue quien, a partir de 1547, comenzó a decorar los exteriores de las iglesias con el fin de favorecer la difusión del mensaje ilustrado religioso a una mayor cantidad de fieles, ya que los interiores de las iglesias no eran de gran tamaño,

Y es que la singularidad de estas iglesias radica precisamente en estar cubiertas de pinturas tanto por dentro como por fuera, convirtiéndose en testimonios ilustrados y en color de la iglesia ortodoxa, que pretendía poner en imágenes los textos bíblicos y las vidas de los santos para que los comprendieran unas gentes por entonces analfabetas en su mayoría. Por supuesto, resaltaban el castigo que aguardaba a los pecadores y el premio que alcanzarían los devotos. Se me ocurre que la intención era similar a la de las esculturas que decoraban las iglesias católicas, las catedrales y los claustros.


En su mayoría, estas iglesias se encuentran en lugares recónditos, lejos de núcleos urbanos, ocupando el centro de un monasterio o recinto fortificado, más o menos complejo, que las protegía de los frecuentes ataques de los otomanos. Cada una se identificaba con un color predominante en sus pinturas, que las distinguía de las otras. Algunos de estos colores se consideran únicos, creados mediante una mezcla de pigmentos orgánicos de los que no se han encontrado las proporciones, lo que los convierte en irrepetibles. Según los expertos, los hay parecidos, pero no iguales, lo que ha favorecido su leyenda. Actualmente, estos monasterios están dirigidos por comunidades de monjas.


Entre la veintena de iglesias pintadas de estas características, ocho fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993: Arbore, Humor, Moldovita, Patrauti, Probota, San Jorge de Suceava, Voronet y Sucevita, de las cuales íbamos a visitar tres, empezando por Voronet.

IGLESIA DE SAN JORGE EN EL MONASTERIO DE VORONET.
Situado en el pueblo del mismo nombre, que actualmente pertenece a Gura Humurului, este Monasterio es uno de los más famosos, quizás por su color característico, un tono azul único e inimitable, hasta el punto de que se conoce como “azul de Voronet”. Es uno de los más concurridos y nos encontramos bastante más gente allí que en los demás, al igual que un importante entramado de tenderetes, puestos de bebidas, comida, tiendas de pintura y artesanía más o menos tradicional, que también ofrecían los famosos huevos pintados, de calidad y precio diversos, que pueden ser de gallina, de codorniz y hasta de avestruz.


El Monasterio fue construido por Esteban el Grande en 1488 -se asegura que en solo tres meses y tres semanas- para conmemorar la victoria contra los turcos en la batalla de Vaslui. Nada más entrar, se divisa la pared norte, en la que las pinturas están peor conservadas.


Sin embargo, al ir girando hacia la izquierda, todo cambia y van apareciendo paulatinamente las paredes cubiertas de pinturas con multitud de personajes y un intenso color azul de fondo que sorprende sin remedio. Una maravilla.




Y todavía faltaba lo mejor, el motivo por el que se califica a este Monasterio como la Capilla Sixtina de Oriente, es decir, el gran fresco que cubre toda la pared oeste, representando el Juicio Final.


No voy a dar explicaciones detalladas de las escenas que aparecen en paredes y contrafuertes porque no soy una experta y tendría que transcribirlas de alguna guía. Prefiero poner algunas de las fotografías que tomé, aunque no le hacen justicia, sobre todo en un día en que el sol hacía brillar los colores de las pinturas en todo su esplendor, otorgando vida a las imágenes y a sus personajes.


Claro que tampoco hay que esperar encontrarse con las estampas de esas fotos excesivamente saturadas que aparecen en muchos folletos y revistas. Y tampoco lo necesitan.


En el interior de la iglesia de Voronet no está permitido filmar ni fotografiar, y me pareció que lo vigilan bastante más que en otros. Lo curioso es que, según he leído, hay que pagar una tarifa adicional -más cara que la propia entrada-si se desea tomar fotos en los monasterios, exteriores incluidos. Nosotros íbamos con entrada, aunque dudo que la agencia hubiese pagado ese extra. En cualquier caso, hicimos todas las que quisimos (en los lugares permitidos, claro está). Nadie nos pidió nada en ninguno de los monasterios, ni vi que se controlase este asunto a otras personas, aunque tampoco puedo asegurarlo.

RADAUTI.
Recorriendo bonitos paisajes, seguimos hasta Radauti, el punto más al norte a que llegaríamos en nuestro periplo rumano, a escasos cuarenta kilómetros de la frontera con Ucrania. Perteneciente al distrito de Suceava, en esta pequeña ciudad residen unos 30.000 habitantes, dista 474 kilómetros de Bucarest, está situada a 374 metros de altitud y es famosa por albergar cada año el Festival de Folklore Arcanul.

Mapa turístico de Radauti.

Nos alojamos en el Hotel The Gerald’s, otro buen establecimiento de cuatro estrellas, perfectamente ubicado en pleno centro y que me brindó unas vistas muy sugerentes desde la habitación. Después de hacer el check in, salí a indagar por los alrededores. Y lo primero que me encontré fue un parque con un pequeño sendero cubierto por esos toldos de paraguas que se están poniendo tan de moda últimamente en casi todas partes. Enfrente, el Museo Etnográfico, con varias esculturas de reyes medievales, una ecuestre de Bogdan I, y los bustos de Estefan Cel Mare y de Petru Rares, a quienes ya considerábamos viejos amigos a fuerza de oír a nuestro guía repetir tanto sus nombres como sus hazañas; y también el de Alexandru Ioan Cuza, bajo cuyo mando nació la Rumanía unificada y que fue derrocado en 1866, siendo en su lugar elegido Carlos I, el primer monarca de Rumania, el del Castillo de Peles. ¡Oh, cuánto estábamos aprendiendo!








Radauti presume de unos edificios religiosos de gran importancia cultural, histórica y espiritual, entre los que destacan la Iglesia Católica, el Templo Judío y la Catedral Ortodoxa, cuyo llamativo interior pintado visité, pero donde no hice fotos porque no estaba permitido.



Sin embargo, el lugar más destacado es el Monasterio Bogdana, el templo más antiguo del que fue principado de Moldavia, construido en 1350 por el mencionado Bogdan I. Se trata de un importante lugar de peregrinación, compuesto por varios edificios, unos nuevos y otros restaurados.

El aspecto exterior de la Iglesia principal se parece al resto de las de Bucovina, si bien carece de pinturas exteriores, salvo una sobre el pórtico. La entrada es gratuita y el interior contiene numerosas pinturas. Aunque no había carteles prohibiendo sacar fotos, preferí no hacer ninguna porque había varias personas rezando; y tampoco me animó la mirada de un sacerdote de luenga y blanca barba, cuya imagen me hizo acordarme de las que salen en las películas y en las revistas antiguas.


Después, di un paseo por sus calles, algunos de cuyos edificios, de atractiva arquitectura, debieron haber conocido mejores tiempos. En el centro había una zona de restaurantes y cafés, aunque sin demasiado ambiente.



Después de cenar, volví a salir para tomar algunas fotos. Las calles estaban desiertas, pero los parques estaban bastante concurridos porque la noche era calurosa.

Por la mañana, me encontré con unas bonitas vistas desde mi habitación, todavía con la luz velada del amanecer.

