6 de julio de 2023.
Salimos puntuales de Barcelona con destino a Basilea. El aeropuerto está muy bien conectado con varias ciudades de Francia y Alemania.
Al salir del aeropuerto tomamos el bus nº11 que con una frecuencia de media hora, nos deja en pocos minutos a la estación de tren de la localidad de Saint-Louis.
Desde aquí tomamos un tren a Colmar.
Hemos tenido mucha suerte con los horarios y no hace ni una hora que hemos aterrizado, y ¡ya estamos en Colmar!

Pero de la estación de tren al centro de la ciudad hay un ratito de caminar.
También hay autobuses pero estamos motivados y caminamos un cuarto de hora bajo el sol del mediodía por una zona sin ningún tipo de interés turístico…

Cuando llegamos a la Grand Rue estamos ya alucinando con las casitas típicas alsacianas con las vigas de madera a la vista.
Nuestro hotel está extremadamente bien situado entre la Grand Rue y la calle de la Iglesia, rodeado de terracitas de bares y restaurantes.
El hotel Saint-Martin es una casa antigua con un tranquilo patio interior, en el que desayunaremos bien fresquitos mañana por la mañana. Como buena vivienda medieval, tiene una escalinata de piedra que nos lleva a nuestra habitación, de estilo muy tradicional.

Hemos llegado con hambre pero es tarde para los horarios de comer franceses. En el hotel nos recomiendan amablemente un bar que sirven comida todo el día. Está allí mismo, con vistas a la iglesia Saint-Martin.
Como buenos turistas, debemos probar la especialidad típica, la tarte flambée o flammkuchen.
Se trata de una masa como de pizza pero muchísimo más fina, con los tres ingredientes tradicionales: créme fraiche (o una nata ácida semi-líquida), cebolla y bacon. Lo acompañamos con una cerveza de la región y disfrutamos de la sombra ricamente.

Ya alimentados entramos a la iglesia gótica, bastante sobria en su interior, destaca de ella sobre todo los motivos geométricos que hacen las tejas de colores.
Un tejado igual de decorado tiene la cercana antigua Casa de Aduanas o Koïfhus.
y atravesándola entramos al barrio de los teñidores, o Quartier des Tanneurs. Aquí las casas, de tonos blancos, son más altas y en el tejado se pueden ver grandes ventanales o aberturas que servían para dejar secar las pieles teñidas.
Aquí ya nos encontramos con uno de los canales, con abundantes jardineras en las barandillas, repletísimas de flores de todos los colores.

Enseguida llegamos al Mercado Cubierto, donde dentro venden, sobre todo a turistas, productos típicos de la región.
En pocos minutos y cuatro docenas de fotos, hemos llegado al Quai de la Poissonnerie, o muelle de los pescadores, donde el canal se une con el riachuelo Lauch. Aquí las casitas son más pequeñas y mucho más coloridas.
Siguiendo por la estrechita Rue de la Poissonnerie llegamos a la famosa zona La Petite Venise, un precioso enclave donde las partes traseras de las casas dan directamente al arroyo y navegan unas relajadas barcas de madera para visitantes.

Aquí es de donde se tienen las mejores vistas de la zona, pero también es bonito acercarse al puente siguiente, el Pont Saint Pierre.
Definitivamente esta es la zona más bonita de Colmar, pero el centro está repleto de calles peatonales con casitas medievales super pintorescas.
Una de ellas es la Maison Pfister, con pinturas renacentistas en la fachada.
Cuando se hace la hora de cenar, es decir, a las siete de la tarde


Durante la tarde no hemos visto muchos turistas, pero por el atardecer todavía hay menos gente, y cuando baja el sol y el calor afloja, disfrutamos una vez más de un paseo por las tranquilas calles medievales.