8 de julio de 2023.
Nos levantamos en Sélestat sin prisa y volvemos a la estación de tren para dirigirnos a Estrasburgo.
La que quizás iba a ser nuestra última parada, pero finalmente mañana añadiremos otro pueblecito más a nuestra ruta.

Habiendo dejado el equipaje en el hotel, nos dirigimos a los Puentes Cubiertos que se encuentran donde el río Ill se une con el canal du Faux-Rempart.
Actualmente ya no están cubiertos, pero quedan sus cuatro robustas torres del siglo XIV.
Desde aquí se ve otro edificio que también cruza el río, es una gran presa que hoy en día sirve como terraza panorámica.
En el siglo XVII su función era defensiva, pues permitía inundar la parte sur de la ciudad y así mantener a distancia a los enemigos.
A esta altura del río y unidos por los Puentes Cubiertos hay tres islotes que se encuentran en el centro del río Ill. Recorrerlos representa un agradable paseo.
En el islote de más al norte es donde empieza la famosa Petite France. La zona más bonita de la ciudad.
Entre los canales en los que se divide el río, y las casitas blancas de techo inclinado con contrastadas vigas de madera, cada esquina es de postal.

En esta orilla del río se alinean terrazas de bares y restaurantes. Tomamos nota mental para regresar al atardecer.

Nos dirigimos ahora a la Catedral, y por el camino visitamos la Iglesia de Santo Tomás, edificio gótico de culto protestante, y la plaza de Gutenberg, dedicada al inventor que vivió y trabajó en la invención de la imprenta en esta ciudad durante una década.
Acercarse a la Catedral por la calle Mercière permite hacerse una idea de la magnitud del edificio.

Dedicada a Nuestra Señora (Notre-Dame), la obra actual es mayoritariamente gótica, sin duda lo es su fachada extremadamente decorada con figuras de santos y ángeles, y la torre que le confirió el título de edificio más alto del mundo durante unos buenos siglos.

En el interior se apelotonan los turistas en una esquina del transepto, nos acercamos y vemos que está a punto de sonar el famoso reloj astronómico.
Esta precisa obra renacentista tiene engranajes y esferas y agujas y autómatas y muchos otros elementos de los que no logramos descifrar su función.
Durante un horario bastante limitado y previo pago se puede presenciar el show completo de los autómatas.
Y para finalizar la visita, decidimos subir al campanario (también previo pago). A 66 metros del suelo se encuentra la gran terraza, justo encima del rosetón, con unas vistas espectaculares.
O al menos esto es lo que me contó mi marido,


Tras dar un par de vueltas más alrededor de la catedral regresamos a La Petite France donde tenemos ojeado un restaurante con terraza al río.
Comemos y bebemos como unos señores, y para rematar el día decidimos dar otro paseo más


Disfrutamos viéndolas un rato y a dormir.