La Colina de los Cruces.
Se encuentra a 219 kilómetros de Vilnius, a menos de 50 kilómetros de la frontera con Letonia. Por eso, de camino hacia ese país, paramos en este extraño y pintoresco lugar, muy difícil de calificar. Hay personas a quienes les fascina y otras a las que les produce rechazo. Yo lo catalogaría como un sitio peculiar, una curiosidad casi en medio de la nada, que, sin embargo, se ha convertido tanto en centro de peregrinación como en un reclamo para miles de turistas desde que, en 1993, el Papa Juan Pablo II lo visitó y ofició una misa en su capilla; además, donó una escultura que representa la Crucifixión de Cristo. Por cierto, que el Camino de Santiago también pasa por aquí, por si alguien se anima .
No se ve bien, pero la cruz del pedestal es la que donó el Papa Juan Pablo II.
La colina, que no es más que una pequeña elevación de terreno de unos pocos metros, se encuentra a unos 12 kilómetros al norte de la ciudad de Siauliai y está sembrada de decenas de miles de cruces y crucifijos de todas las formas y tamaños imaginables. Hay que verlo para darse cuenta de su magnitud. Hoy en día se calcula que contiene más de cien mil.
Aunque hay quien piensa que este era un terreno sagrado desde tiempos remotos, lo cierto es que la primera referencia escrita de las cruces data de mitad del siglo XIX, si bien la práctica pudo aparecer en 1831, tras un levantamiento popular que causó un gran número de muertos. Con el paso de los años, se fueron añadiendo cruces tras las represiones y durante la dominación soviética se convirtió en una especie de símbolo de resistencia para el pueblo lituano y su tradición católica. Los soviéticos intentaron terminar con las cruces, quemándolas, triturándolas, tirándolas al río… Pero según las quitaban, aparecían otras nuevas. A finales del siglo XX, con la independencia de Lituania, el lugar se convirtió en una especie de templo al aire libre donde los fieles rinden culto a sus muertos, piden curaciones o dan gracias por las dádivas recibidas.
Dada la popularidad obtenida, hace poco se construyó un gran aparcamiento y un centro informativo. En visitarlo, no se tarda mucho, unos quince minutos o media hora suele ser suficiente para recorrerlo casi entero, salvo que se tengan especiales motivaciones religiosas. Respecto a su valoración, es completamente subjetiva.
Siauliai.
Almorzamos en un restaurante de esta ciudad, una de las más antiguas del país, pues ya fue citada en unas crónicas alemanas de 1236. Su monumento más destacado es la Catedral de San Pedro y San Pablo, construida a principios del siglo XVII en estilo renacentista. La fachada es de un intenso color blanco con tejado rojo y una torre de 70 metros de altura. En una de sus paredes se conserva el reloj de sol más antiguo de Lituania.
En los alrededores, hay un gran lago, residencias vacacionales y casas de madera y piedra. Me llamó la atención una de color gris con una chimenea muy alta.
Así acabó nuestra ruta en Lituania. Por lo demás, el recorrido por carretera hasta Letonia me resultó bastante anodino, divisando solo pequeños pueblos con casas de madera y extensos campos de cultivo, sin que los lagos que cruzamos despertaran demasiado mi interés, lo que sí consiguió un curioso molino, que vislumbré en la distancia, al igual que una enorme bandada de pájaros negros, no sé si eran estorninos.