La siguiente excursión del viaje era a Chiang Rai, contratamos con otra agencia un día de excursión y la vuelta al día siguiente, de manera que dormíamos allí. No se el nombre de la agencia para NO recomendarla, porque la verdad que la excursión no nos gustó nada. Hasta entonces nos habíamos visito visitando sitios con más o menos interés, pero al menos eran bonitos; en el caso de Chiang Rai pasamos los dos peores días del viaje deseando salir de allí.
Por la mañana, como siempre, pasó a recogernos una camioneta, con más gente y el guía que nos acompañaría toda la jornada. El viaje dura unas tres horas, pero se hace alguna paradita en medio.
La primera fue para ver un geiser, llamado Pha Soet, aunque el lugar consistía más bien en un mercado de souvenirs en el que deben parar todos los excursionistas pringados como nosotros, por la cantidad de gente y camionetas que había.


La siguiente parada fue la más interesante de todo el viaje y por la que mereció la pena. El Wat Rong Khun, también conocido como el templo blanco, es quizás el templo más bonito que vimos en Tailandia, al menos para mi gusto, supongo que sería también por lo distinto que es de lo demás. Es un templo moderno aun en construcción, todo de color blanco como símbolo de la pureza de Buda.



En el exterior, a modo de distintas esculturas, a cada cual más sorprendente, se representan el infierno y las impurezas del hombre. Para entrar en el templo, o la morada de Buda, hay que cruzar sobre un puente que representa el ciclo de la reencarnación, pasando por encima de un mar de manos que parecen intentar escapar del infierno.



El interior, con los muros repletos de pinturas que mezclan la mitología con la cultura moderna, es aun más sorprendente, como curiosidad podemos encontrar desde a Michael Jackson a las torres gemelas.



Pasamos un buen rato visitando el templo, pararse a mirar los miles de detalles que tiene puede entretenerte durante horas, es un templo que no deja indiferente a nadie.
Despúes ya nos fuimos hasta el llamado Triángulo de Oro y lo que nos vendieron como que era lo más interesante de la excursión.
Llamado así por el tráfico de opio en esta región, comprende la zona fronteriza entre Tailandia, Laos y Birmania. Nos montamos en un barco y fuimos por el río Mekong hasta una zona de Laos en la que se puede entrar sin pasar frontera. Se suponía que debíamos ver el paisaje y demás, pero llovía y había mucha niebla, así que no puedo decir mucho sobre si era bonito o no porque, desgraciadamente, no vimos casi nada.



Finalmente desembarcamos en Laos, nos sellaron el pasaporte, más de recuerdo que como algo legal, y allí lo único que encontramos fue puestos de souvenirs, bastante cutres por cierto, lo más curioso que vendían era el whisky de cobra, escorpión, armadillo… vamos, nada interesante, solo que ahora tengo un sello más en el pasaporte. Como población en si no había absolutamente nada, fue bastante decepcionante.



Después de pasar allí un rato poco productivo, ni siquiera podíamos andar mucho fuera del mercadillo ya que llovía a cantaros, volvimos en el barco hasta la camioneta que nos llevaría a comer a un restaurante para guiris, junto a una fábrica de muebles, por si no has comprado ya suficiente, también puedes llevarte un armario. Era buffet libre y la comida no estaba mal del todo pero tampoco valía mucho.
Ya por fin nos llevaron a un pueblo llamado Mae Sai que está la mitad en Birmania y la mitad en Tailandia. La visita consistía básicamente en ver la frontera. Nos dejaron algo de tiempo libre, pensando nosotros que habría algo más por allí que fuera interesante, pero no, de nuevo no había más que montones de tiendas de souvenirs y bisutería con la misma pinta que las de Laos.


Estábamos ya hartos de un viaje que estaba siendo una tomadura de pelo, el guía siempre nos decía que íbamos a visitar algo que resultaban ser tiendas; así que cuando de nuevo nos dijo que nos iba a llevar a un poblado donde podíamos comprar muy barato le dijimos que ni hablar, no habíamos contratado una excursión para comprar, si no para ver cosas. Viéndonos mosqueados, nos dijo que nos llevaría a ver unas vistas muy bonitas de la zona y nos subió a un mirador desde donde se veía el pueblo que acabábamos de visitar, nosotros estábamos en Tailandia y el monte de enfrente era Birmania, vamos, espectacular, sin contar con la fabulosa escultura de un escorpión que adornaba el lugar.


Por fin se acabó el viaje y nos llevó a Chiang Rai, donde nos quedamos la mitad del grupo, el resto volvía a Chiang Mai, nosotros volveríamos en autobús al día siguiente.
Allí teníamos reservado el Ben Guest House. Un hotelillo de madera de teca que tiene muy buena pinta para el precio que tiene. El sitio está muy bien, las habitaciones son sencillas pero muy limpias y cómodas, aunque el baño quizás algo pequeño. El personal es muy agradable y atento, se portaron muy bien con nosotros.
Está más o menos céntrico, pero un poco escondido en unas calles sin salida y es mejor ir en tuk-tuk que andando.
Después de descansar un poco la dueña nos acercó a la zona centro, o lo que nosotros llamábamos centro, que era el bazar nocturno. Esta es la zona que nos dijo que más ambiente tiene por la noche en Chiang Rai, es un estilo al de Chiang Mai pero más pequeño.
Tiene una zona con multitud de puestos de comida donde había mucha gente comiendo a pesar de estar lloviendo, ponen comida típica Thai, sobretodo pescado, y además había un escenario con música en directo. En este sentido me gustó más que el de Chiang Mai.
Después de cenar, como era temprano y solo chispeaba un poco, pensamos en dar un paseo hasta la torre del reloj; un bonito reloj dorado creado por el mismo constructor que el templo blanco. Por la noche se ilumina en un espectáculo de luces y música iluminan de colores, pero su situación en una rotonda sin mucho más atractivo no le hace mucho favor. Pero justo fue llegar allí y empezar a llover bastante fuerte. No veíamos ningún tuk-tuk e intentamos llegar al hotel andando, pero llovía tanto y estábamos tan lejos que se nos hizo imposible. Menos mal que después de un rato esperando bajo un soportal pasó uno que nos llevó, pero ya empapados.
A la mañana siguiente salimos a dar un paseo por la ciudad. Para empezar bien el día nos perdimos, sobretodo porque el mapa que teníamos era muy malo y las calles no estaban muy bien indicadas, así que para cuando nos orientamos y conseguimos llegar a algún sitio ya llevábamos una hora dando vueltas. Llegamos a un par de templos, los más importantes de la ciudad y pasamos un rato visitándolos, así nos resguardábamos un poco del agua.



-----



Lo que era una llovizna constante pero suave, se convirtió de repente en un auténtico aguacero. Buscamos un tuk-tuk y de nuevo nos encontramos con el problema de que no pasaba ninguno, esperamos más de media hora bajo el agua y, cuando por fin cogimos uno, nos fuimos a la zona del mercado nocturno. Allí nos metimos en una pizzeria porque el bazar, aunque en principio estaba abierto, tenía las calles completamente inundadas y este era el sito más resguardado que encontramos.


Después de comer algo y viendo que el agua comenzaba a cubrir las aceras, decidimos irnos al hotel a buscar las mochilas, porque la estación de autobús estaba justo al otro lado del bazar y pensamos que con tanta inundación podía costarnos llegar, y tanto que nos costó.

Primero cogimos un tuk-tuk, que a pesar del atasco no iba mal del todo, pero al llegar a una calle totalmente inundada el hombre decía que no pasaba por allí, que mejor buscaba otro camino, pero todas las calles estaban igual, así que nos tuvimos que bajar del tuk-tuk para buscar otra forma de llegar.
Como el mapa era tan malo ni siquiera teníamos muy claro donde estábamos, empezamos a preguntar a la gente pero nadie nos sabía entender o, si nos entendían, tampoco sabían decirnos donde estábamos. Un hombre nos indicó que nos metiéramos por una calle, luego teníamos que cruzar por medio del hospital... y acabamos más perdidos aun.
Como solución decidimos llamar al hotel, que nos estaban esperando para llevarnos a la estación, les dijimos que nos llevaran las mochilas y nosotros iríamos directamente como pudiéramos.

Llegó la hora de salida de los colegios y las calles se llenaron de niños y más coches aun si cabe, pero ningún tuk-tuk, taxi o similar, por lo que nos fuimos andando, siguiendo las indicaciones que nos iba dando la gente.
Cuando al fin, completamente empapados, menos los pies gracias a unas buenas zapatillas, llegamos a la estación, nos encontramos con que la única manera para llegar a ella era metiéndose en el agua, no se que fue peor, pensar en mojarme lo único que tenía seco o meterme en aquella agua marrón, de más de medio metro de profundidad, llena de suciedad y cucarachas flotando.
Quedaban solo unos 20 minutos para que saliera el autobús, así que no nos quedó otra más que cruzar el agua, la gente desde las aceras nos gritaba y se reía, supongo que pensaban que estábamos un gilipollas.
Ya por fin en la estación, un poco más tranquilos, ocurrió lo peor, resulta que el bus de Chiang Mai salía desde otra estación a 5 Km de la que estábamos!
Como locos buscamos a alguien que nos llevara, encontramos uno de estos tuk-tuk que son mitad camionetilla y corren un poco más y no tendría tanto problema con el agua. Íbamos contando los minutos, aquello no corría más de 40 o así y encima había atasco, desesperados porque por nada en el mundo queríamos pasar otro día en Chiang Rai.
Cuando por fin llegamos a la estación, por suerte el bus llevaba algo de retraso por el atasco ¡menos mal! Y allí estaba el chico del hotel esperando con nuestras mochilas, gracias a eso conseguimos coger el autobús, cosa que le agradecemos muchísimo.
Ya con más tranquilidad nos quitamos la ropa mojada y nos fuimos de vuelta a Chiang Mai. El autobús era “VIP” pero Vip de verdad, con asientos grandes y muy cómodos, incluso había azafata y baño, aunque con un aire acondicionado tremendamente desagradable de fuerte que estaba.
Una vez en Chiang Mai nos fuimos directamente a dormir, estábamos cansadísimos y al día siguiente nos tocaba viaje de nuevo, pero esta vez en avión hasta la siguiente etapa del viaje, Phuket.
Si tuviera que hacer una recomendación sobre Chiang Rai diría que no merece la pena, pero tampoco es totalmente cierto, el templo blanco es impresionante y bien merece la pena una excursión, pero todo lo demás me resultó decepcionante y un completo engaño.
La ciudad de Chiang Rai en si, si bien no es fea, tampoco creo que merezca realmente la pena, si se va con tiempo para explorar la zona de una forma distinta a la que lo hicimos seguro que si, que hay mil cosas interesantes, pero desde luego no contratando una de estas excursiones, ya que en las agencias las vimos todas muy parecidas y a lo largo del camino comprobamos que al resto de turistas les tomaban el pelo tanto como a nosotros.