DÍA 7 - Berat y Apollonia ✏️ Diarios de Viajes de AlbaniaDÍA 7. Comenzamos el día con un buen desayuno en el hostal (incluido), para luego embarcarnos en la exploración de la ciudad. Como la noche anterior habíamos paseado por la zona antigua que se extendía junto al río Osum, decidimos poner rumbo al...Diario: Albania- Montañas, playas y ojos azules⭐ Puntos: 5 (1 Votos) Etapas: 7 Localización: Europa OrientalDÍA 7 Comenzamos el día con un buen desayuno en el hostal (incluido), para luego embarcarnos en la exploración de la ciudad. Como la noche anterior habíamos paseado por la zona antigua que se extendía junto al río Osum, decidimos poner rumbo al castillo de Berat callejeando por toda la zona de casas blancas. En muchas ocasiones nos encontramos casas en obras o callejas cortadas por las que teníamos que ir modificando el rumbo. La entrada al castillo es gratuita y está bastante bien conservado. Paseamos y exploramos toda la zona, incluida la cisterna y algunos miradores. También entramos al museo de arte Muzeu Kombëtar Ikonografik Onufri que hay dentro de una pequeña iglesia ortodoxa dentro del castillo. Para este museo sí hay que pagar y solo hacen descuentos a estudiantes albaneses, nada de extranjeros. Luego fuimos al mirador principal del castillo donde pudimos ver toda la zona opuesta del río, la misma zona en la que nos alojábamos, que también vestía con las característias casas blancas con tejados y ventanas marrones como su opuesta. Desde el mirador, bajamos por un camino que baja por la ladera de la colina para llegar hasta la pequeña capilla ortodoxa St Michael's Church. También se puede llegar desde abajo directamente, sin pasar por el castillo. En el camino de descenso nos hicimos amigas de una pequeña tortuga que pasaba por allí. La capilla es muy pequeña, pero tiene también mucho encanto y creo que merece la pena de visitar. Lo único negativo es que el sacerdote ortodoxo que estaba en la capilla nos quería hacer pagar una no tan voluntaria "voluntad". Después de dar otro paseo por la ciudad, pusimos rumbo de regreso al hostel para coger las mochilas y caminamos de vuelta a la estación de autobuses. No calculamos bien y nos vimos muy apuradas para llegar a tiempo para coger el autobús que planeábamos, así que probamos a hacer autostop. Nos funcionó a la primera y un hombre muy simpático nos llevó sin ningún problema. Le dimos algo de dinero por las molestias, aunque insistió en que no quería nada, que le pillaba de camino. Conseguimos llegar al bus sin problemas y pusimos rumbo a Fier para nuestra segunda parada del día: las ruinas de Apollonia. Las ruinas están un poco alejadas de la ciudad, pero confiábamos en poder coger desde allí un autobús que fuera a Apollonia sin mucho problema. Llegamos a Fier; sin embargo, no era tan sencillo llegar a las ruinas como creíamos. Hasta entonces el transporte público no nos había fallado, pero resultó que no hay autobuses por la tarde a Apollonia. Solo hay por la mañana, pese a que hasta las 16-17h todavía estaba abierto el recinto. Preguntamos en a varios conductores de autobús, pero todos nos dijeron lo mismo. No nos dio tiempo tampoco a desilusionarnos porque una mujer muy simpática que pasaba por allí nos ayudó. Al principio la situación era tan random que no teníamos claro si tenía truco o no, pero para nada. Isabella, que así se llamaba la mujer, nos llevó hasta una pequeña tienda donde conocía al dueño para que avisaran a un amigo en común que viniera a recogernos en coche y llevarnos. Además, nos invitó a un refresco y nos estuvo contando que uno de sus hijos estaba estudiando en Italia. Nos dijo que nos quería ayudar porque que, si su hijo en algún momento se encontraba en una situación parecida a la nuestra o en la que necesitara algo, le gustaría pensar que alguien le ayudaría, así que ella quería hacer lo propio. Y es una de esas cosas que en el momento te golpean, porque de verdad que hay personas buenas en el mundo que lo único que quieren es ayudar. Esto, dependiendo del país y como turista, a veces no lo encuentras porque te ven como una cartera con patas, pero allí, en el pequeño pueblo de Fier, no fue el caso. Nino, el amigo conductor, nos llevó junto a Isabella. Ella se bajó en su casa que pillaba de camino y él nos llevó hasta las ruinas. Quisimos darle algo de dinero por las molestias, pero se negó en rotundo. Además, nos dio su número de teléfono por si necesitábamos luego algo. Nuestra idea era probar suerte más tarde y hacer autoestop hasta Vlorë para pasar allí la noche, así que no estaba de más contar con un contacto por si no conseguíamos encontrar cómo llegar. Ya en Apollonia, visitamos el museo y las ruinas. La verdad es que nos encantaron. Hay zonas mejor conservadas que otras, pero fue muy agradable de explorar, paseando entre las ruinas mientras nos imaginábamos antiguas civilizaciones viviendo allí hace miles de años. Después de disfrutar de un buen rato paseando por las ruinas, nos decidimos a remontar la bajada que había hasta la carretera para comentar nuestra aventura como autoestopistas. Ya habíamos hecho varias veces en ese viaje, pero todas habían sido por casualidad y sin mucha premeditación. Esta vez estábamos mentalizadas. Por suerte, unos españoles muy simpáticos nos llevaron hasta la rotonda que había justo antes del desvío a la autovía (ya que ellos iban en dirección contraria a nosotras). Desde allí, nos colocamos en el borde de la carretera, manteniéndonos visibles para los coches, pero desde la seguridad del arcén. Como pasa cuando planeas cosas, no sale tan bien como cuando ocurren por casualidad. Tuvimos que esperar un buen rato en el que algún coche paró, pero ninguno iba en nuestra dirección o no quisieron llevarnos (cosa totalmente comprensible, no todos tienen por qué querer meter a gente desconocida en su coche). Al final, cuando ya estaba anocheciendo y nuestras esperanzas de que alguien parara se iban desvaneciendo, paró un hombre que nos ofreció llevarnos. No era muy hablador y, pese a que al final quiso invitarnos a un café en Vlorë a lo que parecía un intento de tirar la caña, lo entendió cuando le dijimos que habíamos quedado con unos amigos y que nos estaban esperando. Por el camino, y ya sabiendo que llegábamos para dormir allí, cogimos un apartamento para pasar la noche, ya que nos costaba igual que una cama en un hostal. Nuestra idea era aprovechar para lavar la ropa, ya que venía con lavadora. Sin embargo, la que esperábamos fuera una noche tranquila para recargar pilas se vio truncada por un calentador de agua que reventó y empezó a inundar el baño de madrugada, con los consecuentes mosquitos que atrajo xD Creo que ya tengo comprobado que, cuando viajas, la noche que esperas que sea la más tranquila, raramente lo es. Imagenes relacionadas Índice del Diario: Albania- Montañas, playas y ojos azules
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