Empezamos el día con un buen y abundante desayuno casero. Recogimos nuestras cosas y fuimos en coche hasta el castillo de Berat. El barrio del castillo, Kala o Kalaja, es un conjunto de calles estrechas de piedra, iglesias y restos arqueológicos dentro de las murallas de la ciudadela.
Nos “perdimos” por sus callejuelas y fuimos visitando los monumentos que nos encontramos de paso, pero creo que no nos dejamos nada.
Uno de los lugares más destacados es la iglesia de la Dormición de la Virgen, que hoy alberga el Museo Onufri, dedicado a un importante pintor de iconos bizantinos.
Después pasamos por las iglesias de San Nicolás, Santa María y Santa Elena, muy cercanas entre sí. Son construcciones de piedra, pequeñas, y que encontramos cerradas. La iglesia de Santa María de Blanquerna es uno de los monumentos religiosos más antiguos de Berat, y conserva frescos en sus paredes. Según el cartel debería estar abierta, pero no lo estaba. Había un señor limpiando, al que preguntamos, pero no nos hizo ni caso.
La iglesia de la Santísima Trinidad (también cerrada) se encuentra en un espacio abierto y con magníficas vistas.
Callejeando hasta el mirador encontramos los restos de la mezquita blanca y la mezquita roja, de las que queda poco más que el minarete. También por la cisterna, en el patio de la ciudadela.
En un extremo de la fortaleza se encuentra el mejor mirador de Berat. Las vistas son inmejorables, hacia el barrio de Gorica y a una parte de Mangalem, el barrio musulmán.
Dimos por terminada la visita a Berat y pusimos rumbo a Tirana, la última etapa del viaje. Nos habían avisado de que el tráfico en Tirana era caótico, y tenían razón. Habíamos reservado un hotel cerca del centro con aparcamiento privado. Pero nos costó aparcar el coche porque la entrada al garaje estaba colapsada por coches mal aparcados. Aún así, recomiendo el hotel Vila e Arts, con habitaciones bastante nuevas, céntrico y con el parking gratuito.
Nuestra primera misión en Tirana era buscar un sitio para comer que estuviese cerca del hotel. Fuimos al Tradita te Meri, cerca del mercado. Resultó ser un restaurante donde va la población local, ya que allí casi nadie hablaba inglés. Nos entendimos con la camarera como pudimos y resultó ser un acierto. Comida sencilla, sabrosa y bien de precio.
Después fuimos a visitar la ciudad. Reconozco que no tenía yo mucho interés en Tirana, ya que había leído que era una ciudad caótica y fea. Por eso solo le dejé el último día, para dormir en la ciudad y salir temprano al día siguiente. Después de haberla visitado, me reafirmo. Si se tiene poco tiempo en Albania es mejor dedicarlo a conocer otras zonas más bonitas del país. En mi opinión, con un día es más que suficiente. Pero para gustos, los colores.
Empezamos la visita por la mezquita Namazgah, la más grande de los Balcanes. Cuando nosotros estuvimos estaba cerrada porque aún no estaba terminada, pero nos consta que la inauguraron unos meses después. Se la conoce como la Gran Mezquita de Tirana, impresionante con sus cuatro minaretes de 50 metros de altura, la cúpula central de 35 metros y otras 18 menores. Puede que le resulte familiar a quien haya estado en Estambul, ya que está inspirada en la Mezquita Azul. De hecho, la construcción de este templo fue financiada por Turquía.
De allí pasamos por el castillo de Tirana, hoy un centro comercial al aire libre con multitud de restaurantes y bares, y fuimos a la plaza Skanderberg, el centro neurálgico de la ciudad y donde se concentran sus principales atractivos. Entre los principales edificios que la rodean se encuentran el Museo Histórico Nacional, la Mezquita de Et’hem Bey, el Palacio de la Cultura, el Ayuntamiento, el Banco Nacional y la Torre del reloj. En un lugar destacado está la estatua de Skanderberg.
Entramos en la mezquita de Et’hem Bey, una preciosidad. Lo que más nos gustó de Tirana. Por fuera no se intuye lo bonita que es, con los coloridos frescos de su sala de oración. Además de su valor artístico y arquitectónico, tiene un valor histórico, ya que fue clave en la caída del régimen dictatorial de Enver Hoxha. Durante la dictadura las iglesias y mezquitas del país fueron cerradas, y en el año 1991 diez mil musulmanes se rebelaron y entraron a la fuerza en esta mezquita para rezar. Este hecho histórico fue un gran paso hacia la caída de la dictadura albanesa.
Entramos en el Bunk’Art 2, un museo ubicado dentro de un enorme búnker antibombas. ¿Sabías que en Albania hay 750.000 búnkeres? El dictador Enver Hoxha era un poco paranoico y, pensando que iban a atacar el país de sus países vecinos o sus antiguos aliados soviéticos, ordenó construir un bunker para cada 4 habitantes por miedo a una invasión. Los búnkeres se encuentran en los lugares más insospechados y en ellos se gastó una cantidad ingente de dinero, lo que hizo que Albania se convirtiese en uno de los países más pobres de Europa.
Después fuimos a la Catedral Ortodoxa de la Resurrección de Cristo. ¿Sabías que es la iglesia ortodoxa más grande de los Balcanes? En Tirana todo lo hacen a lo grande.
Descansamos en el parque de la ciudad, que estaba un día de mucho calor y mi rodilla estaba resentida de tanto caminar.
La cena la hicimos en el restaurante Konaku Tezes, justo al lado de donde comimos. Nos gustó mucho. La camarera muy amable, la comida buena, el precio barato y las raciones abundantes. De hecho pedimos más de la cuenta pensando que por los precios sería poca cantidad, y no nos pudimos acabar todo. Desde luego Albania es un país para disfrutar de la gastronomía, y esa última cena en el país estuvo a la altura.
A la mañana siguiente devolvimos el coche en el aeropuerto después de una intensa semana en Albania. Para ir al aeropuerto se forma un atasco monumental, así que id con tiempo.