Amanecía el día bastante soleado, los que nos animó a dar un pequeño rodeo para visitar el Crater Kerid, que no pudimos visitar el día anterior por el mal tiempo. Así que tras un animado desayuno tomamos la carretera y nos dirigimos hacia allí. Era temprano y cuando llegamos vimos que no había demasiada gente, el parking estaba medio vacío. Nos sorprendió que el parking fuese gratuito, pero para acceder al cráter hay que pagar una entrada (unos 3 euros al cambio), Así que pagamos y entramos a visitar nuestro primer cráter islandés.

Una de las principales características de la geografía de Islandia es su incesante actividad volcánica, y Kerid es una excelente muestra de ello. El cráter, ubicado en una región volcánica conocida como Tjarnarhólar, fue formado hace 6500 años, lo cual lo convierte en un paisaje volcánico relativamente joven. Gracias a esto, la forma oval del cráter se ha mantenido a la perfección y es uno de los lugares más fotogénicos del sudoeste islandés. Con una profundidad de 55 metros, tiene forma oval: mide 270 metros de largo y 170 de ancho. Resulta realmente sorprendente tanto al rodear el cráter como al bajar por él el intenso contraste de colores que genera el azul turquesa del lago y el color rojizo y verdoso de la tierra y musgo de las paredes del cráter. Gracias a los senderos adaptados al turismo, es posible descender hasta el lago del cráter Kerid, que llega a alcanzar los 14 metros de profundidad. En invierno este se congela completamente, mientras que en verano se derrite y parece el lugar perfecto para darse un chapuzón único… Pero no es posible, ya que está terminantemente prohibido bañarse.
No se pierde demasiado tiempo en esta visita, así que aún era pronto cuando continuamos nuestro camino hacia el sur. Poco después llegamos a Selfoss, la segunda ciudad que veíamos tras la capital. Si queréis abastecer provisiones o reponer combustible este sería buen sitio, pero nosotros no lo hicimos ya que estábamos servidos de todo.
En este lugar alcanzamos la carretera 1 de la que nos nos alejaremos por varios días. El día estaba muy bonito y soleado, con una temperatura bastante agradable, así que se nos hicieron cortos los kilómetros disfrutando de bellos parajes. Durante el trayecto hacia la primera cascada del día, nos encontramos con una grata sorpresa; había varios coches en un apartadero de la carretera, mientras sus ocupantes jugueteaban con un grupo de caballos islandeses, así que paramos para disfrutar también de ese momento. El caballo islandés es del tamaño similar a un poni. Llegó a Islandia con los primeros colonos vikingos, en torno al año 800. A pesar de que no es un caballo grande, es muy fuerte y resistente. Puede llevar perfectamente a una persona y se ha adaptado muy bien a las condiciones meteorológicas del país. La mayoría de caballos pasan mucho tiempo libre pastando los verdes prados y durante el invierno sobreviven gracias a la gruesa capa de grasa que les protege de los fuertes y fríos vientos. El caballo Islandés es la única raza de caballos en Islandia, y los locales están haciendo todo lo posible para protegerles de enfermedades y otros problemas, lo que resulta relativamente sencillo debido al aislamiento de la isla . Además son muy amigables con los humanos , se dejan tocar y les gusta que les des de comer. Sin duda una experiencia recomendable!
En este lugar alcanzamos la carretera 1 de la que nos nos alejaremos por varios días. El día estaba muy bonito y soleado, con una temperatura bastante agradable, así que se nos hicieron cortos los kilómetros disfrutando de bellos parajes. Durante el trayecto hacia la primera cascada del día, nos encontramos con una grata sorpresa; había varios coches en un apartadero de la carretera, mientras sus ocupantes jugueteaban con un grupo de caballos islandeses, así que paramos para disfrutar también de ese momento. El caballo islandés es del tamaño similar a un poni. Llegó a Islandia con los primeros colonos vikingos, en torno al año 800. A pesar de que no es un caballo grande, es muy fuerte y resistente. Puede llevar perfectamente a una persona y se ha adaptado muy bien a las condiciones meteorológicas del país. La mayoría de caballos pasan mucho tiempo libre pastando los verdes prados y durante el invierno sobreviven gracias a la gruesa capa de grasa que les protege de los fuertes y fríos vientos. El caballo Islandés es la única raza de caballos en Islandia, y los locales están haciendo todo lo posible para protegerles de enfermedades y otros problemas, lo que resulta relativamente sencillo debido al aislamiento de la isla . Además son muy amigables con los humanos , se dejan tocar y les gusta que les des de comer. Sin duda una experiencia recomendable!

Contentos tras el encuentro, nos dirigimos hacia la primera cascada del día, cuyo parking se encuentra a escasos metros de la carretera. El precio es de 1000 coronas, y también dispone de aseos y una tienda de souvenirs. Con un salto de agua que llega a alcanzar los 65 metros de altura, la cascada de Seljalandsfoss es una de las más impresionantes del país. Seljalandsfoss tiene además una particularidad con respecto a otras cascadas islandesas, y es la posibilidad de pasar por detrás de su cortina de agua a través de un resbaladizo pero seguro sendero. En este caso se hace prácticamente imprescindible contar con ropa impermeable, ya que el agua de la catarata llega a salpicar a varios metros de distancia. Muy recomendable el pasar por detrás!
Aunque muchas veces pasa desapercibida, a la izquierda de Seljalandsfoss se encuentra uno de los tesoros mejor guardados de la costa sur de Islandia: la cascada Gljúfrabúi, a la que se llega mediante un agradable paseo dónde vas observando diferentes paisajes y saltos de agua. A pesar de ser más pequeña que Seljalandsfoss, ya que mide 40 metros, el hecho de que Gljúfrabúi esté oculta en el interior de un cañón la hace casi incluso más sorprendente que la otra. Con precaución y teniendo en cuenta de no resbalar con las piedras húmedas, es posible caminar junto al margen derecho del riachuelo para contemplar el salto de agua de Gljúfrabúi en todo su esplendor. Lástima que estaba lleno de turistas chinos que no nos dejaron disfrutar la experiencia demasiado…
Aunque muchas veces pasa desapercibida, a la izquierda de Seljalandsfoss se encuentra uno de los tesoros mejor guardados de la costa sur de Islandia: la cascada Gljúfrabúi, a la que se llega mediante un agradable paseo dónde vas observando diferentes paisajes y saltos de agua. A pesar de ser más pequeña que Seljalandsfoss, ya que mide 40 metros, el hecho de que Gljúfrabúi esté oculta en el interior de un cañón la hace casi incluso más sorprendente que la otra. Con precaución y teniendo en cuenta de no resbalar con las piedras húmedas, es posible caminar junto al margen derecho del riachuelo para contemplar el salto de agua de Gljúfrabúi en todo su esplendor. Lástima que estaba lleno de turistas chinos que no nos dejaron disfrutar la experiencia demasiado…

Muy cerca de allí, se encuentra un lugar con una interesante historia que poca gente conoce. Junto a la cascada se coge la carretera 248 (perfectamente asfaltada) para desviarte poco después por la 249 (de grava y con muchos baches). En un par de kilómetros llegaras al Avión DC-3 abandonado. Estábamos prácticamente solos, pero nos sorprendió la existencia de un parking.. de pago!!. La historia del avión se remonta a la década de los 60, donde prestaba servicio en la base de Keflavik para la marina estadounidense. El 25 de julio de 1969 sufrió un accidente que lo dejó inservible (sin daños personales) y fue remolcado a una granja cercana para que jugasen los niños y se resguardasen los animales. Hace algunos años se convirtió en atracción turística, y fue remolcado durante 716 kilómetros por toda Islandia hasta donde se encuentra en la actualidad, tarea ardua complicada teniendo en cuenta el estado de las carreteras. Sin duda una experiencia que vale la pena, ya que puedes tocarlo, entrar a todos los habitáculos y tocarlo todo.

Conforme vamos avanzando por la carretera, comenzamos a observar lenguas de glaciar a la izquierda, no dejaremos de verlas en los siguientes dos días. También se empiezan a observar ovejas por todas partes, y estas nos seguirán durante todo el viaje.. allí donde vayamos veremos ovejas. No tardamos demasiado en llegar a la siguiente cascada, que también se encuentra junto a la carretera. El parking es enorme y también hay un camping con vistas a la cascada. En el tramo final del río Skógá se encuentra Skógafoss, probablemente la cascada más famosa de Islandia y una de las más hermosas, ya que de ella se llega a decir que es la “catarata perfecta”. Skógafoss tiene 62 metros de altura y casi 30 de anchura. Se ubica en un paraje impresionante: el agua cae sobre un lecho de piedras negras que contrastan con el verde esmeralda de las laderas que rodean la catarata. La cascada puede admirarse tanto desde abajo, donde la cortina de agua forma un espectacular arcoíris en los días soleados (tuvimos la suerte de apreciarlo), como desde la parte más alta. Sólo debes subir los más de 400 escalones para disfrutar de unas espectaculares vistas de la costa sur de Islandia y observar perfectamente desde un balcón metálico cómo el agua cae con furia y sin cesar por la catarata de Skógafoss. Desde arriba se puede hacer un trekking donde verás varias cascadas, pero nosotros no lo hicimos, ya que teníamos una agenda muy apretada.

