Continuando el recorrido hacia el oeste por el litoral de Mar de Dentro, después de la Praia da Conceiçao, en la que estuvimos el primer día, se encuentran los restos de una fortaleza del siglo XVIII, bastante mal conservados y engullidos por la vegetación, el Forte Sao Pedro do Boldró, donde hay un mirador, al que se puede llegar en coche, con vistas a la Praia do Boldró y Praia do Americano. Ésta última debe su nombre a que es en la que se instalaron los marines que vinieron a la isla durante la Segunda Guerra Mundial.

El recorrido por el litoral del Mar de Dentro que no se encuentra en el área protegida del parque nacional termina en la Playa de Cacimba do Padre, de muy fácil acceso por carretera y una de las predilectas para el baño, tomar el sol y, sobre todo, practicar el surf. Aquí se celebró hace unos años una de las pruebas del campeonato del mundo.

Al final del extenso arenal de la playa, subiendo por el acantilado, se accede al Mirante dos Dois Irmaos, uno de los miradores más solicitados, pues desde él hay las mejores perspectivas de otro de los iconos de la isla: los dos islotes conocidos como Morro dos Dois Irmaos. Para hacerse las fotos hay que ir con un poco de paciencia porque hasta aquí llegan las parejas de novios para hacerse reportajes con fotógrafos profesionales.

Este mirador está en el límite del parque nacional, que comienza desde la bonita Bahía dos Porcos, que se ve bastante mejor desde un mirador en el sector Golfinho Sancho, ya dentro del parque y, por tanto, con necesidad del ticket para su acceso.
El propietario de nuestro alojamiento gestiona también una empresa de navegación turística por la isla y, por ser sus huéspedes, nos ofreció un tour en catamarán de seis horas que abarca de extremo a extremo del Mar de Dentro con un descuento del 50 por ciento. El precio era 300 reales por persona (unos 50 euros). Teniendo en cuenta que llevaba incluida la comida (bastante cara, por lo general), llegaba hasta el extremo occidental de la isla inaccesible a pie y una hora de snorkel en Praia do Sancho, nos animamos a hacerlo, aunque no formaba parte de nuestros planes iniciales.
A cada local que preguntábamos qué tiempo hará mañana o, incluso, ese mismo día, la respuesta era “imprevisible” y eso fue lo que nos encontramos durante la estancia. A pesar de estar aún en la estación seca, casi todos los días pasábamos por ratos de sol, ratos de nubes y, sobre todo de noche, unos chubascos importantes.
Para la navegación llegamos al puerto con un tiempo que había pasado de despejado mientras desayunábamos a algo nuboso, pero con unos nubarrones muy amenazantes viniendo desde el este, que era hacia donde nos íbamos a dirigir para recorrer las islas que habíamos visto desde el Mirante do Francés.
A poco de empezar la navegación empezó a lloviznar y cuando alcanzamos las islas ya jarreaba, de tal manera que las vimos mejor desde el mirador que desde el barco, a pesar de acercarnos a ellas. La lluvia, con algunos parones, nos acompañó ya toda la navegación.
Al final de las islas, dimos media vuelta y, pasando de nuevo cerca del puerto, fuimos recorriendo todas las playas que habíamos visitado los días anteriores. Recorrido en el que fuimos acompañados de tanto en tanto de grupos muy numerosos de delfines, que saltaban delante del catamarán. La propaganda turística de Noronha la define como un acuario natural y tiene bastante de razón.

En los ratos en los que la lluvia amainaba, aprovechamos para tomar fotos de la isla con la perspectiva desde el mar. Ineludibles los Dois Irmaos, donde el catamarán paró un poco para que todo el que quisiera pudiera posar desde la proa.

Finalmente, la navegación llega hasta el extremo occidental de la isla, donde se encuentra la Ponta de Sapata, que tiene una cueva que comunica el Mar de Dentro con el Mar de Fora. Doblamos la punta con un fuerte oleaje y dimos media vuelta para iniciar el retorno hacia la Praia do Sancho, donde pararíamos para hacer snorkel.

Cuando llegamos a la playa llovía otra vez con intensidad, así que, dentro del agua se estaba mejor que en la cubierta del catamarán. Fuimos muy pocos los que nos metimos a hacer snorkel. Estuvimos una hora entre multitud de peces, pero con no mucha visibilidad porque no entraba apenas luz del sol.
A la salida, nos encontramos en el barco a bastante gente mareada y algunos vomitando. La cuestión es que permitían subir a la excursión con bebidas propias, así que la gente apareció con sus neveras y empezaron a beber alcohol desde muy pronto. Cuando el barco paró motores, con el balanceo por el oleaje se combinaron los dos efectos y hubo bastantes que ya no pudieron disfrutar de la comida, que preparó la tripulación a base de pescado fresco mientras nos bañabamos.
Después de la comida, ya pusimos rumbo al puerto donde llegamos con la lluvia otra vez arreciando. Parecía que la temporada seca había puesto punto y final.