Nuestro tercer en Viena lo dedicamos a varias visitas importantes localizadas al zur de la Ringstraße: por la mañana, el complejo del Belvedere y la Iglesia de San Carlos Borromeo; por la tarde, la zona del Nachtsmarkt, la Secesión, la Ópera y la avenida de la Kärtner Straße.
Tras desayunar en el hotel, cogimos transporte público hasta el complejo de los Palacios Belvedere, una de las visitas más emblemáticas de la ciudad que tan bien representan el espíritu artístico e imperial de la capital austriaca. El complejo está formado por dos palacios enfrentados que albergan la colección de la Galería Nacional Austriaca, siendo especialmente famoso el Belvedere Superior por el cuadro del "Beso" de Gustav Klimt. No obstante, conviene señalar que la colección del museo es muy rica y variada: en el palacio del Belvedere Inferior se expone la colección de arte medieval, mientras que el Belvedere Superior expone algo de arte renacentista (destacando buenos retablos y algunas esculturas en piedra de carácter religioso), pintura y escultura barroca austriaca, algo de impresionismo y post-impresionismo (cuadros menos famosos pero igualmente muy interesantes de Monet, Renoir o Van Gogh), modernismo y Secesión (Klimt, Egon Schiele, etc) y arte moderno hasta 1950 aproximadamente (Kokoschka, Munch, F. Kupka, etc).

Se pueden visitar ambos museos con una entrada conjunta (con opción de incluir la tercera sede, Belvedere 21, fuera del complejo y centrada en arte contemporáneo) o bien comprar entradas individuales. Lógicamente, esto dependerá de vuestro interés, siendo generalmente mucho más visitado el Belvedere Superior por las obras de Klimt y Schiele. En nuestro caso, visitamos sólo dicho palacio por un precio de 16€ (aunque creo que actualmente el precio es algo más caro). La visita nos llevó unas 2 horas de forma calmada y con tiempo para hacer fotos, siendo las salas de Klimt las más concurridas, aunque en cualquier caso tampoco estaba muy masificado. Tras la visita del museo, paseamos los jardines, construidos en escala con un efecto óptico muy característico de los jardines de estilo francés, con las mejores vistas de ambos palacios justo en el centro del jardín.

A continuación, nos dirigimos a la Karlsplatz para visitar la Iglesia de San Carlos Borromeo (Karlskirche), una de las iglesias más famosas de Viena y quizá la más importante tras la Catedral. Erigida en agradecimiento por el término de una epidemia de peste negra en el siglo XVIII, cumple con los cánones del barroco vienés, con una arquitectura impresionante y buena decoración interior entre frescos, pinturas y esculturas. Importante: al igual que en la Catedral, sólo se puede pagar la entrada en efectivo (a nosotros nos costó 9,50€) e incluye la visita a la iglesia y subida a la cúpula. Tras la iglesia, nos acercamos en la plaza a ver de cerca la estación de metro modernista de la Karlsplatz, muy bonita.


Comimos por la zona y por la tarde estuvimos viendo algunas cosas concretas cerca de la Kärtner Strasse. Primero, dimos un paseo por la zona del Nachtsmarkt. Somos conscientes de que las 16h no era el mejor momento para visitarlo ya que este tipo de mercados son más matutinos, pero tampoco era algo que nos interesara demasiado como para ocupar parte de la mañana. No nos gustó especialmente, ya que es una hilera de puestos de comida para tomar algo, pero es pequeño, teníamos sensación de agobio (estaba bastante lleno) y olía a fritanga y mala calidad.
Así que luego fuimos a ver el edificio de la Secesión, no tan popular entre los turistas pero con una arquitectura original típica de este movimiento. Tiene exposiciones temporales de arte contemporáneo, pero la parte más interesante es, lógicamente, el "Friso de Beethoven" de Klimt que se guarda en su interior, aunque la entrada resulta por tanto algo cara. Muy cerca, se encuentra otro edificio interesante: la Academia de Bellas Artes, de diseño neoclásico y al que se puede acceder gratuitamente para ver su lujoso salón principal, en el que estábamos completamente solos. Por otro lado, tiene una pinacoteca interesante con obras del Bosco (uno de sus dos trípticos del "Juicio Final"), Rubens, Cranach, Murillo o Tiziano, cuya entrada cuesta 10€ pero también está incluida en la Viena Card (nosotros no la visitamos).

Ya habiendo visitado este pequeño cogollo, fuimos recorriendo la Kärtner Strasse, pasando por el emblemático edificio de la Ópera, con intención de merendar en el Hotel Sacher su famosa tarta. No obstante, la interminable cola nos desanimó así que continuamos callejando, viendo el exterior del Museo Albertina y las calles con varias iglesias (a destacar las de los Capuchinos o la de Santa Ana, de exhuberante barroco interior). Conseguimos hueco en la cafetería Aida en la zona de San Esteban y ahí merendamos la famosa tarta Sacher, que estaba muy rica pero pagas la fama (unos 8€ la porción de tarta y un café).

Terminamos el día relajadamente, dando un paseo por el Canal del Danubio al norte del casco histórico y cenando en uno de sus restaurantes, de calidad precio bastante aceptable teniendo en cuenta la exclusividad del lugar.