Seguía lloviendo cuando, en el autobús, se inició una discusión sobre si seguir con el programa o continuar rumbo al hotel de Catania donde nos alojábamos esa noche. La guía local nos señaló que ella tenía la obligación de seguir con las visitas, salvo que todos los implicados estuviésemos de acuerdo en suspenderlas, lo que no era el caso (yo voté por hacerlas, claro está). Así que se acordó ir al Parque Arqueológico de Siracusa, tal como tocaba, y que lo visitasen quienes quisieran y quienes no, que esperasen en el Centro de Recepción de Visitantes. Al final, se animó la mitad del personal, y los que no, bien que lo lamentaron después, cuando les mostramos las fotos.


Parque Arqueológico de Neapolis con exposición de Igor Mitoraj incluida.
Confieso que no sé muy bien qué esperaba de este lugar (no me lo había preparado con antelación, ni siquiera había visto fotos previamente, algo muy raro en mí. Suponía que se trataba de ruinas, claro, esas piedras de la antigüedad que tanto me gustan. Y en parte, así fue; pero no del todo, pues el resto fue una sorpresa; y grata.

Tras algún que otro malentendido con las entradas (las llevábamos incluidas) porque la gente no acaba de decidir si entraban o no, al traspasar la entrada nos encontramos con tres buenas noticias: la primera y muy importante, que, de repente, paró de llover; la segunda, no menos importante, que los turistas que suelen abarrotar este lugar habían huido en masa debido a la lluvia y estuvimos casi completamente solos, con el yacimiento a nuestra disposición; y la tercera, que íbamos a contemplar la exposición temporal (de marzo de 2024 a octubre de 2025) de 27 obras en bronce del artista polaco Igor Mitoraj, estratégicamente distribuidas por todo el parque arqueológico. ¡Con lo que me gustan las obras de ese escultor…! ¡Qué suerte! Si alguien va a visitar este año Sicilia, que lo tenga en cuenta.


El nombre de Neapolis se refiere a uno de los cinco distritos en que se dividía la antigua ciudad griega de Siracusa, junto con Ortigia, Acradina, Epipolas y Tiche. Después de su fundación en la isla de Orgigia durante el siglo VII a.C., la ciudad creció hacia el norte continental. Tras la I Guerra Púnica, el tirano Hierón mando construir un centro urbano monumental en una zona anteriormente ocupada por necrópolis y canteras, que recibió el nombre de “Neapolis”, es decir, ciudad nueva, y cuyo referente más importante fue un enorme teatro. Tras siglos de olvido, fue a partir de 1840 cuando empezaron a desarrollarse las excavaciones arqueológicas que sacaron a la luz todo el complejo, aunque el parque arqueológico se fundó en 1952 para proteger unos restos en peligro por la creciente urbanización de Siracusa.
Nada más entrar, hice unas fotos de dos paneles informativos, uno con el mapa del parque y otro con los lugares donde se situaban las esculturas de Igor Mitoraj.




Existen unos itinerarios sugeridos según el tiempo disponible para la visita: 90, 60 o 45 minutos. Nosotros hicimos el de una hora porque era lo que faltaba hasta el cierre del yacimiento. Además, tuvimos que ajustar el paseo porque se había cerrado el acceso a varias zonas debido a la tromba de agua. Junto a la entrada, se halla la antigua Iglesia de los Cordeleros, dedicada a San Nicolás de Bari, construida en el siglo XI por los normandos sobre los restos de una cisterna romana, cuyos restos, que se conocen como "piscina romana", aún se pueden contemplar. La iglesia constaba de una nave con ábside semicircular y puertas arqueadas. Muy importante en su época, fue desacralizada posteriormente y a finales del siglo XVI se convirtió en sede del Gremio de los Cordeleros (cordari) que trabajaban en una cueva cercana.

Seguimos después hacia el gran teatro, contenía una de las cáveas más grandes construidas por los antiguos griegos, con 67 filas. Fue modificado por los romanos y allí se celebran en la actualidad diversas actuaciones, por lo cual está acondicionado para tal fin. En los alrededores, empezamos a describir las primeras esculturas de la exposición de Igor Mitoraj. Iré poniendo fotos por toda la etapa, algunas de estas esculturas formaban estampas espectaculares combinadas con el entorno.


Otro lugar destacado del conjunto arqueológico es el Anfiteatro Romano, que data del siglo II d.C. De forma elíptica, medía 140X119 metros en exterior y 70X40 metros en la arena.



La parte inferior fue excavada en la roca y las gradas estaban recubiertas con planchas de piedra para prevenir el deterioro de la roca en la que se apoyaban. Bajo las gradas, existía un pasillo subterráneo por el que accedían los gladiadores y las fieras.


El Altar de Hieron estaba dedicado a Zeus, fue construido por el tirano Hierón II en el siglo III a.C. y está considerado el mayor de la antigüedad, pues medía 198 metros de largo y más de 22 metros de altura. Únicamente se conservan los cimientos, ya que las piedras y demás materiales que conformaban el monumento fueron utilizados para la edificación de las fortificaciones españolas del siglo XVI.

Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue el entorno paisajístico del parque conformado por las latomías, que son las cuevas artificiales creadas por la explotación de las rocas calcáreas como canteras, aunque también se utilizaron como prisiones en las que habitualmente se encerraba a los esclavos, muchos de los cuales trabajaban en las canteras. En Neapolis, la más importante es la Latomía del Paraíso, situada en el sector occidental del yacimiento.

Este lugar se recorre a través de unos senderos bordeados por plantas y árboles frutales. En las diferentes cavidades se puede ver cómo se extraía la piedra y las terribles condiciones de vida de los esclavos que realizaban esas tareas. Resultan impactantes los enormes monolitos que se conservan y que servían para mantener en pie las aperturas de las cavidades.

Hay varias cuevas cuyo interior se puede visitar, lo que resulta muy recomendable si se dispone de tiempo. Algunas tienen agua en su interior, incluso se forman cascadas en época de lluvias.




La más interesante y la mayor de todas las cuevas artificiales del yacimiento es la que se conoce como Oreja de Dionisio, con unas medidas de 65 metros de largo X 23 de altura, que convierte en diminutas las figuras humanas en su interior, que se encuentra en curva y goza de una extraordinaria acústica que permite que cualquier pequeño sonido se escuche en toda la cueva. Su curioso nombre se lo dio Caravaggio, que acudió a visitar el lugar en 1586, y lo comparó con una oreja humana. En relación con esto hay varias leyendas (no se sabe si anteriores o inventadas por el propio pintor) que relacionan al tirano Dionisio II con la cueva y su sonoridad: una afirma que encerraba allí a los disidentes políticos para enterarse a escondidas de sus plantes; y otra que le gustaba escuchar los gritos de los prisioneros cuando eran torturados. El caso es que resulta impresionante adentrarse casi a ciegas en su interior, pues está bastante oscuro. Y, de pronto, nos encontramos con una gran sorpresa que no voy a revelar.




Hay más sitios interesantes en el yacimiento, como la Vía de los Sepulcros, varios hipogeos de la época bizantina, una necrópolis que comprende varias épocas en donde está un sepulcro que erróneamente se identificó como la tumba de Arquímedes, algo imposible ya que se ha comprobado que data de la época romana.

En resumen, me pareció muy interesante esta visita y con la exposición de culturas de Mitoraj la espectacularidad de varios escenarios ganó enteros. Cada escultura tenía a su lado un panel informativo en italiano e inglés, explicando lo que representa y su relación con el lugar en que se ha ubicado.


