La asociación "Los Pueblos más Bonitos de España" tiene su equivalente francesa, "Les Plus Beaux Villages de France". En ambos casos, aquella localidad interesada en formar parte de este club debe presentar su candidatura y un comité evaluador decidirá si cumple los requisitos necesarios. En el caso francés estos requisitos abarcan diversos aspectos como población (localidades con menos de 2.000 habitantes), presencia de monumentos con un valor histórico o artístico reconocido, existencia de planes urbanísticos de rehabilitación y conservación, etc. En total son más de 30 criterios a tener en cuenta. Esto asegura que las localidades que superan el corte y entran a formar parte de la asociación ofrecen una visita inolvidable en la que poder disfrutar de un entorno cuidado y hermoso a la vez.

En gran parte, este viaje se planificó para visitar varios de estos pueblos, y es que esta zona de Francia alberga numerosos de ellos, tantos que hay que seleccionar aquellos que nos parezcan más interesantes por un motivo u otro. Pues este día íbamos a visitar los dos primeros, ambos relativamente cerca de Albi.
Nuestra primera parada fue Cordes-Sur- Ciel, a menos de media hora en coche desde Albi. El camino discurre por carreteras secundarias que atraviesan zonas agrícolas, bosques, etc. Y en general con poco tráfico, por lo que la conducción por estos parajes es bastante placentera. En una votación realizada en 2014 por los espectadores de la cadena France 2, Cordes fue elegido el pueblo más bonito de Francia, así que era un buen punto para comenzar la ruta. Cuando llegas, puedes ver desde la carretera el casco histórico del pueblo encaramado en un cerro, presidido por la iglesia-fortaleza de San Miguel. Como era sábado, nos encontramos que la zona baja del pueblo (alrededores del Ayuntamiento) estaba tomada por los puestos del mercado, y era imposible aparcar por allí, por lo que tuvimos que ir a los parkings habilitados un poco más adelante, Parking des Tuileries, que es de pago. Antes de subir a ver las callejuelas del pueblo atravesamos el mercado y nos dirigimos a otra pequeña colina desde donde se puede ver una panorámica del conjunto histórico de Cordes, sólo hay que buscar en Googlemaps "Point de vue - Cordes" y en unos pocos minutos llegas.

Después nos adentramos por fin en el centro de Cordes por la Grand Rue de L'Horloge. Esta calle está flanqueada de casas medievales, algunas de ellas ocupadas por tiendas y restaurantes, y termina justo delante de La Port de L'Horloge, o Puerta del Reloj, abierta en las murallas de la antigua ciudad. Hay que señalar que estas calles están todas empedradas y cuesta arriba, por lo que conviene ir con calzado cómodo.

Lo mejor para disfrutar de este pueblo es dejarse llevar y recorrer las calles con calma, siguiendo tu instinto, y siempre hacia arriba para llegar a la parte alta del pueblo. De camino vas viendo las fachadas de las casas y palacios, de los cuales el más importante es la Maison du Grand Veneur, en la misma Grand Rue Raimond VII, cuyas esculturas dicen que tienen algún tipo de simbolismo alquímico. Otros palacios góticos hoy están restaurados para albergar museos: el de Arte Moderno y Contemporáneo, ubicado en la maison du Grand Fauconnier o el museo de las Artes del Azúcar y el Chocolate.



La fundación de Cordes-sur-Ciel se remonta al año 1222, bajo el mandato del conde Raimundo VII de Tolosa. Enfrentado al Papa de Roma por cuestiones políticas, batalló contra él, llegando a ser excomulgado. En plena lucha contra el catarismo y sus ideas revolucionarias, Cordes-sur-Ciel se convirtió en la plaza más fuerte de los albigueses tras caer Béziers y Carcassonne. Hasta que fueron derrotados y
Bélibaste, el último perfecto, quemado en la hoguera de Villerouge-Termenés hace 700 años. Sin embargo, cuenta la leyenda que muchos de ellos continuaron practicando la fe prohibida en secreto, en la intimidad de sus viviendas de Cordes-sur-Ciel.
Uno de los lugares más curiosos que ver en Cordes-sur-Ciel es la escalinata del Pater Noster: con 52 escalones, en referencia a las palabras del Padrenuestro y que los antiguos penitentes subían de rodillas. También llama la atención los "Atelier" o talleres de artistas que se pueden encontrar en estas calles empedradas, supongo que muchos pintores encontrarán inspiración entre los viejos muros de las casas medievales.



La plaza del mercado es el centro del casco antiguo. Está cubierta con un techo de madera y hoy en día puedes encontrar numerosos bares y cafeterías. También se puede ver el pozo de 113 metros de profundidad, donde dicen que, en 1234, los habitantes del pueblo tiraron a los inquisidores que llegaron por estos lares buscando cátaros para quemarlos en la hoguera. Muy cerca del mercado hay una explanada que alberca algunas cafeterías y restaurantes donde se puede tomar algo con vistas al paisaje circundante.


En la parte más alta se encuentra la Iglesia de San Michel, que data del siglo XIII. Sufrió un incendio en el siglo XV y tuvo que ser restaurada, y hoy se presenta como un templo fortificado y austero.

Después de tanto paseo por Cordes era hora de comer, pero en vez de hacerlo en el centro, donde los restaurantes estaban ya bastante llenos y además eran caros, decidimos ir la parte baja. Nos habían recomendado uno cerca del ayuntamiento, Le Bistrot Cordais, pero estaba lleno, así que fuimos a por el coche para buscar algún otro sitio de camino a nuestro siguiente destino. Al final no hizo falta salir del pueblo, y comimos en Billyssimo Pizzeria, en la propia carretera D600, un buen chuletón con patatas fritas.
Tras la comida nos encaminamos a Najac, a unos 35 minutos de Cordes. Se puede aparcar fácilmente y de forma gratuita en la Place Du Sol du Barry. Najac es aún más pequeño que Cordes, pues cuenta con unos 100 habitantes, y tiene una forma alargada. Lo primero que hicimos fue tomar un café en la Place du Fauburg, justo al lado de donde habíamos aparcado. Esta plaza tiene forma alargada y está rodeada de soportales que es lo que le da personalidad. Elegimos una pequeña cafetería que ponía libros a disposición de los clientes, Café Christophe et Autres Contes, y nos sentamos en la terraza, a la sombra, para poder disfrutar del entorno, más casitas medievales. Después ya fuimos recorriendo el pueblo hacia el otro extremo, donde se ubica el principal monumento, el castillo de Najac, del siglo XII.


Hoy en día el castillo está un poco en ruinas, pero puede visitarse y ver los calabozos, la capilla de San Julián, la torre del Gobernador e incluso un campanario con su campana del siglo XVI. Este castillo es de propiedad privada y pertenece al Señor de Montaliver, que durante la Segunda Guerra Mundial escondió en una abadía algunas obras cumbres del Louvre, como la Monalisa. Nosotros no lo visitamos, nos dedicamos a pasear por el pueblo y sus callejuelas.


La Iglesia de San Juan Evangelista es la principal del pueblo y está ubicada a los pies del castillo. Es de estilo gótico y comenzó a construirse en el siglo XIII.

Tras la visita a Najac volvimos a Albi a descansar un rato antes de cenar y después salimos a dar una vuelta por el centro. El día anterior habíamos visto anunciado un concierto en la Place du Vigan, un homenaje a Celine Dion, así que allí que nos plantamos. El concierto era al aire libre y había unas cuantas sillas pero cuando llegamos estaban ya todas ocupadas, así como los bancos de la plaza y cualquier sitio donde pudieras refirmarte, así que lo vimos de pie. Fue un buen broche a nuestra estancia en Albi, ya que al día siguiente tocaba dejar el alojamiento e ir a ver otra zona diferente.