Toda la noche diluviando. Nos hemos despertado a las ocho y media y he sacado a la perrita como si estuviéramos en medio de un huracán. La pobre se ha quedado tiesa, mirándome y sin moverse, mientras temblaba. No podía ni mear del frío. Al final ha hecho un pis y se ha metido corriendo a la habitación para volver a dormirse tapada. Sin prisa alguna, mientras la perrita dormía tapada hasta la trufa, hemos desayunado y recogido todo.
Hoy hemos visitado tres puntos. Pula, Bale y Rovinj. Todo bastante cerca entre sí. La primera parada ha sido Pula. Desde Motovun son cincuenta minutos que hemos hecho diluviando por autopista. Pula es una ciudad de cincuenta mil habitantes con bastantes restos romanos. Es famosa por su anfiteatro tipo coliseo. Hemos dejado el coche en un aparcamiento a las afueras, la perrita en el transportín y, paraguas en mano, hemos echado a recorrer la ciudad. Lo primero que hemos visto es la arena. Te clavan diez euros por entrar, pero lo paradójico es que desde fuera se ve absolutamente todo. Me parece desproporcionado pagar eso por simplemente acceder al museo, así que para ellos. Lo que es la arena en sí está bastante bonita, con vistas al puerto y los astilleros de fondo. Callejeando se va recorriendo el casco antiguo con restos romanos. La lluvia y el viento han comenzado apretar de tal maner que no nos ha quedado otra que meternos en una cafetería en la plaza principal. Hemos intentado entrar en una pequeñita para encontrarnos con la gente fumando dentro. Resulta que se puede fumar en los interiores de menos de 50 metros cuadrados, muy noventero todo. Al final hemos encontrado una cafetería bonita sin tabaco, en la que hemos echado el rato hasta que el fin del mundo ha amainado un poco. Para la una hemos subido al castillo. Nuevamente se paga por entrar, pudiendo verlo desde fuera. Al estar en alto el viento era ya muy desagradable y hemos bajado para el coche. Parece que va lloviendo menos que a primera hora y con chirimiri llegamos al segundo punto. Bale.
Bale es un pueblo que recuerda una burrada a los pueblos de Mallorca. Tanto en las casitas como en los ladrillos, calcado. Pueblo microscopico pero bonito. Tenemos el pueblo vacío. Ni los puestos están colocados y no hay ni un restaurante. Tanto que no nos ha quedado más que pillar cosas para hacernos unos bocatas en el súper del pueblo y comérnoslos en un parque. Por fin el tiempo ha dado tregua y junto al cementerio del pueblo hemos comido, mientras Cosa mapeaba el campo.
Para las tres hemos llegado a Rovinj. El alojamiento de hoy está bastante bien. Un apartamento en un bajo gestionado por un abuelito entrañable junto al puerto.
En Rovinj por fin el tiempo ha cambiado e incluso nos ha salido el sol. El pueblo es un pueblo museo, tipo Piran pero bastante más grande. Las vistas son idílicas, con una subida a la iglesia desde la que se ve todo y miles de callejuelas decoradas con gusto, enfocadas a una temporada alta de la que solo intuimos la cantidad de tiendas cerradas. Esto en verano se debe poner hasta arribísima. Hoy hay gente, pero andamos prácticamente en silencio. La gente se acumula en la zona del paseo marítimo, donde el atardecer promete. Aquí nos hemos pillado unas cervezas en el super, ojo que venden botellas de dos litros, Cosa se ha echado la siesta al sol y hemos estado pasando el rato esperando la puesta de sol, que se ha quedado resultona. Mientras, las gaviotas acechaban el descuido de cualquier persona que estuviera comiendo para tirárseles encima. A Belén casi le limpia un cruasán una gaviota.
Ya de noche nos hemos dado un paseo por las callejuelas con los restaurantes en el puerto y nos hemos ido para el alojamiento. De cenar, gnocchi de supermercado que, por ocho euros, nos han sabido a gloria bendita. Parece que mañana la predicción del tiempo por fin es buena. Tiraremos para la zona de Rastoke, cerca de los lagos de Plitvice.