10 de junio de 2025

A las 4 de la mañana ya estábamos despiertos. Habíamos apagado el aire acondicionado por el ruido… y nos despertamos empapados de calor.

Aun así, contemplamos el amanecer.

Nuestra primera parada del día debía ser Starlight Donuts, que supuestamente abría a las 4. Pero no. Cerrado. Afortunadamente, un 7-Eleven nos salvó el desayuno.
Ana tomó el volante. El trayecto era sencillo y perfecto para que ganara confianza.



Primera parada: Seven Magic Mountains. A las 8 de la mañana, casi vacío. Coincidimos con un pequeño tour y poco más. Jet lag: 1 – Multitudes: 0.



Siguiente destino: Las Vegas North Premium Outlets. Pensábamos que abrían a las 9, pero era a las 10. Esperamos paseando por un recinto casi desierto y aprovechamos para probar nuestras tarjetas SIM de Vodafone y hacer las primeras llamadas a casa.


Compramos poco: algo en Adidas y Levi's, y luego pasamos por Dollar Tree (¡todo a 1,25$!) y Ross Dress for Less, dónde conseguimos unos tuppers para comidas improvisadas.
A mediodía, tenía preparada una sorpresa: fuimos a Fremont Street Experience y nos adentramos en el excéntrico Heart Attack Grill. Allí, todo es extremo: hamburguesas gigantes, batidos que te sirven con un trozo enorme de mantequilla flotando, batas de hospital y "enfermeras" sirviendo. Si no te acabas la comida, te castigan con tres azotes. Por la broma, me dejé unas patatas en el plato (de Ana, en realidad) y recibí el castigo. Sale uno con el trasero calentito, pero la experiencia es única.











Con el estómago lleno, fuimos al Golden Nugget a hacer nuestra primera apuesta. Llevaba un presupuesto para probar suerte con 20 dólares en cada casino, con números fijos. Solo una tirada en cada sitio. Me jugaba 19$ y el otro se venía a casa de recuerdo. Esta vez, nada.
Antes de ir al hotel, parada en Walmart: provisiones básicas y una nevera portátil para los próximos días. Leche, fruta y cereales para los desayunos, jamón, queso y pan de molde para algunos sándwiches, patatas fritas o ensaladas como acompañamiento o para picar durante los viajes, galletas y un paquete de botellas de agua que iríamos rellenado según nos fuese haciendo falta. Fuera, el termómetro del coche marcaba 52ºC. Literalmente, un horno.


Llegamos al Circus Circus, donde el check-in ahora se hace en máquinas. Escaneas tu pasaporte, introduces tu tarjeta, y listo. De todas formas, siempre hay al menos una persona por si se atraganta algo en el proceso. Pagamos un depósito de 75$ que devuelven a la salida (si os habéis portado bien).

Mucha gente pone a este hotel como el peor de Las Vegas (del Strip), y la verdad es que estábamos un poco asustados. El hotel tiene 4 ascensores. 2 que van hasta el piso 21 y otros 2 que van del 22 al 35 pero con paradas en la primera y segunda planta. Como no sabíamos esto (por no leer los carteles), evidentemente nos metimos primero en el que no era. Se supone que para que funcionen necesitas pasar la llave de la habitación por un lector, pero pronto nos dimos cuenta de que no era necesario (bye, bye seguridad).



Subimos a la planta 8 y, como buenos despistados, nos equivocamos de lado. Por suerte, una camarera nos indicó el camino. Será que con la edad nos estamos volviendo más torpes, porque no me lo explico.
La habitación, mucho mejor que la anterior (nada que ver).



Tras descansar un poco, salimos a explorar el hotel: parque de atracciones, zona de feria, espectáculos de circo y el inevitable casino. Ana iba alucinada.

Salimos al Strip para seguir con la ronda de apuestas: pasamos por Treasure Island, Caesars Palace, Bellagio, Cosmopolitan, Planet Hollywood, Paris Las Vegas, Horseshoe, Crowne, Flamingo, Harrah y Venetian. Solo ganamos en uno: 72 dólares.



Nos cruzamos con un coche autónomo pero no logré averiguar cómo se pedían. Me reservo esa misión para San Francisco.

Reventados, cenamos en Tacos El Gordo cerca del hotel. Buenísimo y barato: taco y quesadilla por 11,13€. A las 21:40, aún a 38ºC. De vuelta, nos cruzamos con algún que otro sintecho, pero sin incidentes.





Una ducha rápida, y a dormir. El contador de pasos marcaba más de 32.000. Los pies pedían tregua. Mañana, día más tranquilo. O eso esperamos.



