Vislumbrando paisajes increíbles.
Como he comentado, el programa se alteró un poco debido a la lluvia, así que la visita de la ciudad subterránea que teníamos incluida para el día siguiente se adelantó, lo que fue una buena decisión para optimizar el recorrido, sin que nos importase que la ciudad elegida fuese Ozkonak, más pequeña y menos profunda que Derinkuyu y Kaymakli, las otras dos opciones disponibles.


De camino, fuimos admirando los fantásticos paisajes que nos ofrecían los diferentes valles que surcábamos, y a los que todavía nos costaba trabajo poner nombre (Cavusin, Pasabang…) hasta que cruzamos el puente sobre el río Kizilimak (río Rojo), el más largo de Turquía con 1.355 Km. Nace en Anatolia Central, desemboca en el Mar Negro, fue el río sagrado para los hititas y su coloración rojiza proviene de los yacimientos de arcilla de Capadocia, base de la tradición alfarera de la región, en especial de la ciudad de Avanos, que se refleja en los carteles con figuras de pucheros que hay en las carreteras.



Ozkonak.
Solo tiene cuatro niveles y no es demasiado laberíntica ni claustrofóbica, pero tampoco carece de interés, pues cuenta con pozos de ventilación y un sistema de defensa único provisto de agujeros defensivos en los techos para arrojar aceite caliente a los posibles atacantes.


Como el resto de ciudades subterráneas, se recorre a través de una intrincada red de angostos túneles y pasadizos, cuyo acceso a los niveles inferiores estaba protegido mediante puertas formadas por enormes piedras circulares, similares a ruedas de molino, que únicamente podían manejarse desde el interior, rodándose por el suelo para sellar el paso. Algunas todavía se conservan. Sobrecoge imaginarse la forma de vida que llevarían allí aquellas gentes.


Testi Kebap, un plato característico de Capadocia.
A la hora de almorzar, tras una ensalada y un cuenco de sopa, probamos uno de los platos típicos de la gastronomía de Capadocia, el testi kebap, un guiso de carne (pollo o cordero) con verduras y especias, cocinado en un recipiente cerámico sobre las brasas, acompañado con arroz blanco con piñones.

Las Tres Bellezas de Ürgüp y alrededores.
De camino, el conductor del bus tuvo la deferencia de circular despacio (algo poco habitual en los turcos), así que fuimos viendo con bastante detalle un sinfín de lugares que atrajeron la atención de mis ojos y de mi cámara, pero cuyo nombre no soy capaz de identificar pese a las pródigas explicaciones de nuestro guía local, que no creo que se calle ni debajo del agua. Así que me limitaré a poner fotos y a mencionar los que recuerdo, como el Mirador de las Tres Bellezas de Ürgüp, que ofrece vistas sobre tres chimeneas cónicas con una capa de roca dura en la parte superior que les da un aspecto de setas. Es un lugar muy concurrido y las formaciones se pueden contemplar desde varias perspectivas.

Valle de Devrent (Avanos) o Valle de la Imaginación.
Pasamos bastante rato en este lugar, caminando entre una multitud de rocas de tonos anaranjados a las que la erosión causada por el agua y el viento ha ido dotando de formas sumamente curiosas, algunas muy reconocibles y otras, producto de la imaginación de cada cual: delfines, serpientes, cabras, caracoles, la Virgen con el Niño, el sombrero de Napoleón… Desde una perspectiva (desde las otras, no se parece en nada), la más conocida es la de un camello.






Como suele suceder con los puntos “instagrameables”, la zona próxima al “camello” estaba bastante concurrida, pero enfrente y unos metros más abajo no había absolutamente nadie, y me entretuve deambulando entre aquellas enormes figuras elevándose en medio de un terreno más verde de lo que podía sospechar de antemano.




Valle de las Rosas, Valle del Amor.
En torno a Goreme, se encuentran varios valles cuyo principal reclamo son los colores de sus formaciones rocosas: rojas, amarillas, negras, verdosas… El de tonalidades rojizas recibe el nombre de Valle de las Rosas, mientras que el Valle del Amor debe su nombre a la forma fálica de sus gigantescas piedras erguidas.



