Emprendimos camino hacia Soweto, contemplando nuevos barrios, muy diversos entre sí, y también unas colinas que, según nos comentó la guía local, no son naturales, sino que surgieron como consecuencia de las acumulaciones de residuos por los trabajos mineros.

Estadio Soccer City (FNB Stadium)
En primer lugar, hicimos una parada para ver el exterior del Estadio Soccer City (FNB Stadium), de tan feliz recuerdo para nuestros colores, pues allí la selección española ganó la final del Campeonato del Mundo de fútbol de 2010. Construido en 1987, fue totalmente remodelado para el Mundial y puede albergar a más de 90.000 espectadores. Su arquitectura es muy curiosa, pues se inspiró en una calabaza tanto en los colores como en la forma. La foto de resulta obligada para los amantes del fútbol.


Soweto.
Sin duda es uno de los símbolos de la lucha contra la discriminación racial en Sudáfrica y su nombre responde a la abreviatura silábica inglesa de las palabras South Western Townships (Asentamientos sudoccidentales). Este barrio fue construido en 1948, durante el apartheid, para alojar a los negros que residían en lugares que pasaron a designarse por el gobierno exclusivamente para los blancos, quienes temían el poder que podían adquirir la gran cantidad de inmigrantes procedentes de las zonas rurales, en su mayoría de raza negra, que venían a trabajar en las minas. Así, Soweto pronto se convirtió en una clara muestra de la discriminación y el hacinamiento de la población negra que allí vivía.

Esta situación alcanzó su peor exponente en 1976, cuando varios centenares de estudiantes, muchos de ellos niños, fueron asesinados por la policía durante unas protestas y manifestaciones iniciadas de manera pacífica en contra de las directrices educativas del gobierno, que pretendía impartir las clases obligatoriamente la mitad en inglés y la mitad en afrikáans, idioma derivado del holandés, que la mayor parte de la población negra no hablaba.

A 24 kilómetros al suroeste del centro de Johannesburgo, Soweto comprende actualmente un área muy amplia, cuya población se acerca a los tres millones de personas en su mayoría de raza negra. Pese a su aspecto general deprimido, cuenta también con zonas de buenas viviendas, donde residen personas de clase media, incluso media-alta, aunque no es lo que más se ve, pues todavía perduran numerosos núcleos de infraviviendas, incluso de madera y hojalata. Y es que, si bien ya no existen restricciones de movimiento ni guetos obligatorios, los enormes contrastes sociales se mantienen muy vivos también aquí.


Las casas suelen ser bajas, de una planta o dos, las calles amplias y las basuras se encuentran diseminadas sin control, sobre todo los plásticos, que no se reciclan. Nos resultó curioso ver a los chivos, que se pasean a sus anchas, hurgando por todas partes y esparciendo los desperdicios en un pequeño caos. Eso sí, también hay zonas bastante pulcras, donde los vecinos pagan por la limpieza.



Últimamente, Soweto está recibiendo turistas, casi siempre con guías locales, pues no se recomienda visitarlo por libre, más que por motivos de inseguridad para saber dónde hay que ir y dónde no.



Fuimos a un restaurante local, donde celebran pequeños eventos. Había varias familias africanas comiendo allí. Nos recibieron fantásticamente bien y nos ofrecieron un estupendo menú degustación con platos tradicionales, dispuestos en un bufet para que cada uno tomara lo que le apeteciese. Todo muy rico, sobre todo un guiso llamado potjiekos, cocinado en olla de hierro fundido a fuego lento, a base de carnes, verduras, legumbres, especias y hierbas aromáticas. Del resto, recuerdo una especie de ensalada en trocitos muy pequeños que picaba un montón. De postre, no faltaba el típico malva pudding junto con un pastel de chocolate. Para beber, pedí cerveza local. Una curiosidad es que los tapones de las botellas son de rosca, así que no hace falta abridor.

Cuando acabé, salí a dar una vuelta por los alrededores y no pude por menos que fijarme en los carteles que advertían de "intervención armada” ante cualquier aviso de allanamiento o acoso
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Tras el almuerzo, fuimos a dar un paseo a pie por la zona más turística de Soweto, comenzando por el monumento que recuerda a las personas asesinadas en 1976, sobre todo sobrecoge la fotografía del reportero Sam Nzima que dio la vuelta al mundo, mostrando a Héctor Pieterson, de doce años, ensangrentado y agonizando en los brazos de un compañero de manifestación. En este lugar, hay un memorial y un museo.


Igualmente impresiona la escultura que representa a los manifestantes y a la policía, soltando sus perros para atacar a los estudiantes como si se tratase de una cacería.

Los niños saben que por esta zona deambulan los turistas y suelen estar atentos para intentar captar algunas monedas, muchas veces con el reclamo de una canción o baile típico. También vimos a algunos pequeños visitando el monumento con sus padres. Una esperanza para el futuro.

Más adelante, llegamos a Vilakaci Street, la calle más famosa de Soweto con su iglesia metodista y que ostenta, además, el récord de ser la única calle del mundo donde han vivido dos premios Nobel de la Paz: Nelson Mandela y Desmond Tutu. La Casa de Mandela se ha convertido en un museo; la de Tutu mantiene una placa en la entrada, pero es una residencia privada.



En esta zona, vimos muchos puestos de artesanía y vendedores ambulantes de todo tipo de cosas. La verdad es que no se pusieron muy pesados, pues estaban empezando a recoger. A esas horas, éramos los únicos turistas (y no turistas) blancos que había por allí, lo que nos hizo experimentar una sensación algo extraña, aunque sin ninguna preocupación. Se trata de una zona curiosa por los coloridos anuncios y pinturas que adornan los muros.



También pasamos por el Orlando Stadium, el campo de los Orlando Pirates, uno de los clubs de fútbol más conocidos de Sudáfrica, en cuyas proximidades se pueden ver algunas de las casas más antiguas en una de las zonas más deprimidas.



Y antes de dejar Soweto, pasamos por las llamadas Orlando Towers, que se divisan desde zonas del barrio y que se han convertido en una de sus imágenes emblemáticas. Se trata de unas torres de enfriamiento que pertenecían a una antigua central eléctrica y cuyos muros se han convertido en el mejor lienzo para albergar llamativos murales. En los alrededores, hay otras torres parecidas aunque menos fotografiadas en las redes.

El recorrido por Johannesburgo y Soweto no es lo más turístico de Sudáfrica ni mucho menos, pues los lugares bonitos brillan por su ausencia y casi nadie los suele incluir en su viaje, lo cual no deja de ser lógico, ya que quita días para otros destinos más atractivos. Sin embargo, tampoco lamenté que estuviera en el itinerario, pues me pareció interesante para conocer un poquito la realidad social de este país en contraste con su pasado. Pido disculpas porque algunas fotos no están demasiado nítidas por el problema de mi cámara, pero aun así me apetecía ponerlas.

Alojamiento y cena.
Después de Soweto, todavía nos quedaba un buen trecho hasta nuestro alojamiento de la jornada, el Indaba Hotel and Spa, situado a unos 20 kilómetros de Sandton City, compuesto por bungalows en medio de un pequeño bosque y rodeados de jardines. Muy chulo. La puesta de sol fue preciosa. Además, después de tantas horas de vuelos y excursiones, no es que nos apeteciera mucho “salir de marcha”, y menos en Johannesburgo.


Cenamos en una gran palapa de estilo africano y techo de madera. Teníamos animación por parte de un grupo que cantaba y bailaba temas sudafricanos. En la cena, pusieron comida típica, entre la que destacaban las carnes, con piezas en crudo de antílope, avestruz, ñu y otras que no recuerdo. Se podían elegir y llevar a la zona de plancha, donde los cocineros las asaban a la brasa (al estilo de los wok de aquí). Luego solo faltaba escoger la salsa preferida y la guarnición, a base de verduras, ensaladas o arroz. De postre, deliciosos pastelitos. ¡Qué ricos! Sin embargo, no tenía mucha hambre y me mostré bastante comedida.

Más tarde, al fin pude estirarme en la cama, en la que me habían dejado un simpático elefantito hecho con toallas. Sin embargo, poco tiempo hubo para descansar, porque nos teníamos que levantar casi de madrugada. Bueno, habíamos ido a Sudáfrica para ver lo máximo posible, ¿no? Pues eso.
