A eso de las 6:30 de la mañana (el sol sale sobre las 6:00 y como no hay persianas en estos países, siempre acaba uno levantándose con el sol), ya estabamos en pie y viendo pasar bajo nuestra ventana (al estar pegados a la puerta de Petra todos pasan al lado del hotel) hordas de turistas ávidos de descubrir la ciudad pérdida del desierto.
Tras un correcto desayuno en el Petra Moon Hotel, cargamos la mochila con las compras del día anterior para realizar un pic-nic y nos encaminamos a la entrada de la ciudad de los nabateos. Las entradas para 1 día nos cuestan la nada despreciable cifra de 22 JOD, lo cual es curioso, porque la ciudad está en medio del desierto y dando un rodeo (no entrando por el famoso desfiladero), cualquiera podría entrar sin que nadie pudiera controlarlo; no obstante, hay que ser positivo y pensar que el dinero se destina para la conservación y mantenimiento de uno de los sitios más extraordinarios que se puedan contemplar en el mundo. No obstante, la ciudad fue declarada una de los nuevos 7 maravillas del mundo, tras las votaciones a través de intenet de todo el mundo hace unos años.
Tras picar las entradas en una puerta giratoria, comenzamos a andar por un camino de tierra prácticado especialmente para la hordas de turistas, que se concentran ya a esta hora. Multitud de caballos y carros ofrecen sus servicios para ahorrar la caminata hasta la ciudad, es preferible ir a pie, ya que además de añadir emoción al asunto, evitas descoyuntarte en las piedras del camino, ya que los carros no tienen amortiguadores y comerte todos los baches a esa velocidad no debe ser muy bueno para las vértebras.
Tras unos 800 metros, empieza a vislumbrarse el Siq (desfiladero); una vez empiezas a caminar por él tienes la sensación de que algo mágico puede pasar de un momento a otro, pensamiento interrumpido a menudo por los carromatos a toda velocidad y las hordas de chinos que te adelantan a toda leche sin pararse a disfrutar de la experiencia de recorrer uno de los caminos más emocionantes que se pueden realizar.
EL TESORO
Como Indiana Jones en la última cruzada, y tras intercambiar opiniones con un viajero solitario de Vitoria, nos asombramos con la primera visión del tesoro de Petra. Llegamos allí sobre las 8.30 de la mañana y el sol comienza a iluminarlo, resaltándolo sobre la blanda piedra arcillosa que ha permitido labrar tal monumental ciudad en mitad de la nada.
Frente al edificio (vacío por dentro todo sea dicho), se amontonan turistas, camellos, burros, policias del desierto y vendedores de souvenirs. Recomiendo subir a la piedra según entras al emplazamiento a la derecha para tener algo de paz y poder realizar algunas fotos.

El edificio es, en realidad una tumba, como casi todos los edificios excavados y que se concentran en la ciudad. Las viviendas de los nabateos eran tiendas de campaña, evidentemente ninguna ha perdurado; el emplazamiento les permitía vivir del comercio y del asalto de caravanas que subían desde el mar Rojo, enriqueciéndose rápidamente hasta que fueron invadidos por Roma, quien remodeló el centro de la ciudad dándole el aspecto que tiene hoy en día.
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Tras un gran rato de contemplación del mejor edificio de Petra, continuamos la expedición hacia el centro de la ciudad. Durante la misma observamos como todo el cañón está surcado por numerosas tumbas y oquedades cavadas en las paredes así como múltiples escaleras que suben hasta ellas, dándole a todo un ambiente ancestral, casi cinematográfico tipo "Guerra de la Galaxias".
Descubrimos el Teatro Nabateo (al que no se puede entrar), así como una representación de la vida nabatea, mediante la cual los turistas interactuan con algunos actores vestidos convenientemente enseñándoles la cultura y juegos de los nabateos.
Cada dos por tres, puesto beduíno donde venden todo tipo de collares, piedras y otros objetos similares.
Tras otro rato caminando, el cañón termina y se entra en el centro de la ciudad romana, donde pueden verse los típicos edificios de la época: teatro, templo, ágora, etc... Tras dicho centro, se llega al final del sendero bueno (plano y acondicionado), en dicho final se asientan un par de restaurantes y algunos puestos de bebida donde compramos agua, no tan cara como habíamos supuesto (1 JOD una botella de 1,5 litros). Detrás de dichas edificaciones, el valle se cierra, ya no se puede pasar más allá si no es por una escalera interminable de unos 700 escalones que conduce al edificio más recóndito de Petra, el Monasterio.
Antes de iniciar la ascensión (que se puede hacer en burro, númerosos ofrecimientos recibimos, pero que no recomiendo ya que los bichos se aproximan peligrosamente a los cortados del desfiladero), nos subimos a unas rocas a comer nuestro pic-nic y a reposar durante un ratito la comida. Sin siesta, los españoles no somos nadie. Durante la misma, podemos contemplar los rebaños de cabras que campan a sus anchas por la vieja ciudad nabatea y le dan un toque aún más original.
EL MONASTERIO
Tras 1 hora de ascensión, encontrándonos siempre puestos de beduínos vendiendo sus cosillas y de nuevo al colega de Vitoria, llegamos al Monasterio.
El edificio es el más grande de Petra y su nombre proviene que en época bizantina en él se aposentaron varios monjes... por dentro, vacío como todos, vacío no quiere decir que no sea espectacular. Frente al edificio un pequeño negocio-bar-tienda donde la gente se pega por la sombra (incluidos los perros, abundantes en todo el recorrido).
Desde aquí se puede ultimar la visita a Petra subiendo al "fin del mundo" como se denomina el mirador más alejado de la puerta principal, desde el cual se tienen grandes vistas del monasterio así como de la cadena montañosa que rodea el lugar.

Poco a poco fuímos descendiendo para terminar la visita de la ciudad, el sol comienza a bajar.
LAS TUMBAS REALES
El conjunto de edificios más espectacular de la ciudad son las tumbas reales, ninguna de ellas hace sombra al Tesoro, pero todas juntas representan una de las imágenes más típicas y representativas de Petra.
Ya a esta hora de la tarde, tras descender del monasterio, las hordas de turistas han abandonado el lugar y todo cobra un halo mucho más mágico. Subimos a 2-3 tumbas y hacemos un poco el cabra por ellas, en algunas de ellas, se ve que no hay muchos servicios en la ciudad... el olor impide entrar.
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Después de todo el día pateando, la mejor experiencia que recomiendo, es quedarse en la explanada del tesoro aguardando a que todo el mundo haya marchado para contemplar este lugar, mágico, espectacular, en silencio. Nosotros estuvimos allí hasta cerca de las 19 horas, ya con él sol casi puesto, los operarios comenzaron a preparar el espectaculo "Petra by Night" poniendo unas velas, en ese momento ya nos marchamos, recorriendo el Siq casi de noche; fuimos casi los últimos en abandonar la ciudad del desierto y esos últimos momentos fueron los más espectaculares.

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Tras llegar al hotel, bastante cansados, y tomar una buena ducha reparadora; este día cenamos, bastante mejor que el anterior, en la pizzería junto al Red Cave, una macropizza para dos con sus bebidas pertinentes por unos 14 JOD.