Tras una noche corta y de poco descanso, a las 6:10 de la mañana despegamos hacia Budapest. Un vuelo tranquilo, sin contratiempos. Íbamos sin maleta facturada, así que no tuvimos que esperar en la cinta de equipajes, una de las ventajas de viajar con equipaje de mano. Nada más salir buscamos el mostrador del transporte público y compramos un taco de 10 billetes sencillos, por 3000 florines. Con nuestros billetes en la mano, nos fuimos al autobús 200E, que conecta el aeropuerto con la línea 3 de metro, en Kőbánya-Kispest. Allí teníamos que coger el metro hasta Deák Tér, pero los fines de semana de julio la línea estaba cortada por mantenimiento y tuvimos que subir a un autobús que cubría parte del trayecto, hasta Nagyvárad Tér y allí ya montarnos en el metro hasta nuestra parada.
Nuestro alojamiento, el K9 Residence, estaba en Károly körút, a pocos metros de Deák Tér, donde se cruzan las líneas 1, 2 y 3 del metro. Cuando llegamos aún no nos tenían preparada la habitación, así que dejamos las maletas y empezamos nuestra visita a la ciudad.
Lo primero era cambiar dinero. En la misma plaza de Deák Tér había varios sitios. Cambiamos 150 euros con una tasa de 306 florines/euro. El mejor cambio que vimos en todo el viaje fue de 307, así que no lo hicimos del todo mal. Os aconsejo que os enteréis a como está el cambio oficial, porque en algunos sitios, sobre todo los más céntricos, lo tenían a 270. En muchos establecimientos te ofrecen pagar en euros, pero haced cuentas de cuánto es la tasa de cambio, porque a veces es muy mala.
Nos dirigimos a la Basílica de San Esteban, que estaba muy cerca. Lo primero que impresiona es su dimensión, ya que es bastante grande, y la plaza frente a la puerta principal permite disfrutar de una vista completa de la iglesia. La entrada es gratis, y el interior no desmerece. Subir a la cúpula cuesta 500 florines, tanto si se hace andado como por ascensor. No era cuestión de cansarnos nada más llegar, así que elegimos el ascensor. Desde arriba hay una panorámica magnífica de la ciudad, perfecta para situarnos y orientarnos. Pudimos ver, por primera vez, los edificios más emblemáticos de Budapest, como el Parlamento o el Palacio Real.

Al salir de la Basílica vimos una heladería donde elaboraban unos helados artesanos muy artísticos, con una forma de flor muy simpática, y no nos resistimos a pedirnos uno. De sabor los he probado mejores, pero era tan bonito que te daba pena comértelo. Nos animamos cuando vimos que o era eso o caía derretido. Por cierto, que nos llamó la atención la cantidad de heladerías que vimos en Hungría, se ve que gusta mucho el helado en este país.
A continuación, nos acercamos hasta el Puente de las Cadenas, pero no lo cruzamos, solamente hicimos algunas fotos y disfrutamos de la vista de los edificios de alrededor: el Palacio Grisham, la Academia de Ciencias, .... Es una zona preciosa.
Subimos hasta la Plaza de la Libertad (Szabadság tér), muy grande y que merece un paseo. Nos sentamos a comer en Oktober 6 utca, en un restaurante de comida húngara, el Kisharang. Pedimos dos tipos de gulasch, y estaban ricos, pero nada del otro mundo. Nuestra primera cerveza en Hungría fue de lata y un poco calentorra. Mientras comíamos nos cayó un buen chaparrón, estábamos sentados en una terraza y menos mal que el toldo aguantó el tiempo necesario. Allí es tiempo es bastante impredecible y cambiante.
Después de comer nos fuimos al hotel, que ya tenía ganas de ponerme ropa más fresca, que a pesar del chaparrón hacía bastante calor. Nuestra habitación era un pequeño estudio, con una pequeña cocina con equipamiento básico, muy nuevo. Totalmente recomendable. Lo único malo, los colchones, no demasiado cómodos, y el ruido de la calle, ya que está en una avenida con mucho tráfico (las sirenas en Hungría suenan muy alto).
Enfrente del hotel había un supermercado SPAR y entramos a comprar agua y comida para el desayuno. Salimos a seguir conociendo Budapest. Esta tarde la íbamos a dedicar a pasear por Váci utca y alrededores. Comenzamos por la Gran Sinagoga, muy cerca del hotel. Estaba cerrada, así que le hicimos unas fotos por fuera, y dimos la vuelta para ver el patio donde está el árbol conmemorativo del holocausto, con forma de sauce llorón, y que lleva grabado el nombre de los húngaros asesinados en el holocausto.
Seguimos por Múzeum körút, hasta el edificio del Museo Nacional de Hungría. Estaba cerrado, y no entraba en nuestros planes. Junto al edificio había un pequeño parque y allí nos sentamos a tomarnos una cerveza para hidratarnos, más fría que la de la comida. Había bastante ambiente por allí, parecía como una pequeña feria, con puestos, actividades para niños y gente tocando música.
De camino hacia Váci utca empezó a nublarse, y justo cuando entramos en esta calle peatonal empezó a llover bastante, y eso que la tarde empezó con buen tiempo y calor. Corrimos a refugiarnos al mercado, que al ser domingo estaba cerrado y desierto, pero allí estuvimos un buen rato, ya que llovía bastante fuerte. Llegamos a la conclusión de que no es buena idea dejar el paraguas o chubasquero en el hotel, por muy incómodo que sea cargar con ellos.
Cuando aflojó un poco nos decidimos a recorrer, de portal en portal, esta calle. Es una de las principales de Budapest, peatonal y llena de cafeterías y tiendas, la mayoría orientada al turismo. Aunque la verdad es que no la disfrutamos mucho, refugiándonos de la lluvia donde podíamos a cada pocos metros, intentando ver algunos de sus edificios históricos.
Cuando llegamos al final de la calle dejó de llover, pero el viento y el frío se habían quedado, y nosotros mojados. Pensando en ir al hotel, pasamos por Ferenciek ter, una plaza con varios edificios destacados. A mí me gustó especialmente el Palacio Klotild, un edificio de viviendas construido a principios de siglo XX.
Teníamos intenciones de cenar viendo la final del mundial de fútbol en un bar, pero con la noche que hacía finalmente cenamos y vimos el fútbol en el hotel.