En Don Det nos esperaban días de descanso y relax total, la verdad es que nos lo habíamos ganado a pulso tras el viaje más difícil de nuestras vidas. Todo tiene su parte positiva, gracias a ese viaje, tan lleno de problemas, conocimos a Michelle, Marzena, Lucas y Anne, con los que compartimos nuestros días en la isla. Ahora entiendo bien por qué leía en todos lados que a las 4.000 islas se viene a descansar, y es que ya vengas del norte de Laos o desde Camboya el viaje es muy duro y cuando llegas ya no te quedan fuerzas para otra cosa que no sea tirarte en una hamaca.
Encontramos alojamiento sin problemas y al mejor precio desde que estamos en Laos. Nos quedamos en bungalows Maneese, una cabaña bastante decente a orillas del río Mekong con vistas al amanecer por 50.000 kips la noche.
En estas hamacas nos pasamos los días tumbados, leyendo, escribiendo, preparando el resto del viaje, un lujazo.
El único día que nos movimos de la tranquila Don Det fue para acercarnos hasta las Cataratas de Tad Somphamit. Alquilamos unas bicicletas que estaban reventadas, todas las de la isla lo están, y nos fuimos hasta la entrada a las cascadas.
El ticket cuesta 35.000 kips, una barbaridad, aunque por lo menos el lugar es impresionante. La verdad es que no te esperas ver tal volumen de agua cayendo río abajo.
Una característica del lugar es que esta isla da pie a hacer amigos porque al ser tan pequeña continuamente te cruzas con las mismas caras. Casi todas las tardes nos encontrábamos un puñado de hispanohablantes que llevábamos varios días coincidiendo en el restaurante Malina de causalidad. Acabábamos siempre alargando la cena hablando sobre los temas más variados y sobre todo de las anécdotas y curiosidades que vamos acumulando en estos días de viaje.
En Don Det tuvimos días tranquilos de atardeceres preciosos.
Los días han volando casi sin darnos cuenta. Laos nos dejó sentimientos encontrados, a momentos nos encantó y a ratos lo odiamos. La comida es muy repetitiva, y es difícil salir del insípido sticky rice con pollo o de los noodles con verdura sin dejarte una pasta. La naturaleza y sobre todo las cuevas que hemos visitado creo que no las olvidaremos en nuestra vida. Hemos sufrido días difíciles en los que todo se ponía cuesta arriba y todo nos salía al revés pero no me arrepiento de haber incluido a Laos en la lista. Probablemente sea el país del que más hemos aprendido, hemos tenido que vivir con muy poco al día y ahora valoramos mucho más las cosas importantes, nos hemos dado cuenta de que ser feliz es mucho más fácil cuanto menos necesitas.
Con esta reflexión terminamos nuestro viaje por Laos, ahora continuamos hacia Camboya. Para llegar hasta allí tenemos por delante el trayecto que más temíamos desde que planeamos el viaje. Un trayecto largo hasta Siem Reap, en el que tenemos que cruzar una de las fronteras más corruptas del sudeste asiático. Nos armamos de valor, allá vamos Camboya.
Encontramos alojamiento sin problemas y al mejor precio desde que estamos en Laos. Nos quedamos en bungalows Maneese, una cabaña bastante decente a orillas del río Mekong con vistas al amanecer por 50.000 kips la noche.

En estas hamacas nos pasamos los días tumbados, leyendo, escribiendo, preparando el resto del viaje, un lujazo.

El único día que nos movimos de la tranquila Don Det fue para acercarnos hasta las Cataratas de Tad Somphamit. Alquilamos unas bicicletas que estaban reventadas, todas las de la isla lo están, y nos fuimos hasta la entrada a las cascadas.


El ticket cuesta 35.000 kips, una barbaridad, aunque por lo menos el lugar es impresionante. La verdad es que no te esperas ver tal volumen de agua cayendo río abajo.


Una característica del lugar es que esta isla da pie a hacer amigos porque al ser tan pequeña continuamente te cruzas con las mismas caras. Casi todas las tardes nos encontrábamos un puñado de hispanohablantes que llevábamos varios días coincidiendo en el restaurante Malina de causalidad. Acabábamos siempre alargando la cena hablando sobre los temas más variados y sobre todo de las anécdotas y curiosidades que vamos acumulando en estos días de viaje.
En Don Det tuvimos días tranquilos de atardeceres preciosos.

Los días han volando casi sin darnos cuenta. Laos nos dejó sentimientos encontrados, a momentos nos encantó y a ratos lo odiamos. La comida es muy repetitiva, y es difícil salir del insípido sticky rice con pollo o de los noodles con verdura sin dejarte una pasta. La naturaleza y sobre todo las cuevas que hemos visitado creo que no las olvidaremos en nuestra vida. Hemos sufrido días difíciles en los que todo se ponía cuesta arriba y todo nos salía al revés pero no me arrepiento de haber incluido a Laos en la lista. Probablemente sea el país del que más hemos aprendido, hemos tenido que vivir con muy poco al día y ahora valoramos mucho más las cosas importantes, nos hemos dado cuenta de que ser feliz es mucho más fácil cuanto menos necesitas.
Con esta reflexión terminamos nuestro viaje por Laos, ahora continuamos hacia Camboya. Para llegar hasta allí tenemos por delante el trayecto que más temíamos desde que planeamos el viaje. Un trayecto largo hasta Siem Reap, en el que tenemos que cruzar una de las fronteras más corruptas del sudeste asiático. Nos armamos de valor, allá vamos Camboya.