Parque Nacional Tayrona
Organizamos nuestra salida a Santa Marta y empalmar el viaje al Parque Nacional Tayrona. Allí comprobamos una vez más la ausencia de orden para subir a los colectivos ya que se produce una aglomeración insoportable. Dejamos pasar ese colectivo/ buseta y subimos más cómodos al siguiente, con un costo de $ 7000 ($ 35/40 argentinos) también empujando un poco. Tras 1,35 hs. de viaje bajamos en
la entrada El Zaino (principal) y entramos al Parque. Apenas presentamos nuestras entradas (sacadas con anticipación) anunciaron la suspensión de venta ya que no permiten más de 3000 personas por día. Allí hay un negocio (estafa) con unas combis que te llevan 5 km. por $ 5000 ($ 25/35 argentinos) hasta el parqueadero (estacionamiento) porque no circulan vehículos dentro del Parque. Allí uno puede hacer la caminata hasta su lugar de alojamiento o playa con su equipaje o enviarlo por caballos a $ 20000 ($100 argentinos) con total confianza a pesar de la informalidad característica del país en cuanto a comprobantes…
Elegimos el camino de la costa y demoramos casi 2 horas con paisajes y sonidos inolvidables. Al llegar al Camping Don Roberto, el equipaje ya estaba allí y luego de esperar algunos minutos nos instalamos en nuestra cabaña.
Un lugar muy bonito y simple, con mucho mosquitero en la parte alta y la parte inferior de madera que nos permitía escuchar los sonidos de la noche. Había un generador entre las 18 hs y las 24 para cenas y cargas de celulares y cámaras. Los desayunos eran parecidos a Cartagena, huevos, fiambre, queso, jugos naturales y frutas. El alojamiento con baño privado y desayuno costaba $ 150.000 ($750 argentinos) y una cena (muy abundante) entre $18.000 y 24.000 ($90 y
120). El día transcurría entre caminatas y playas interrumpido por alguna fruta o jugos y muchas fotos.
El lugar estaba poblado por un 80 % de jóvenes menores de 30 años y bastantes argentinos. Nos llamó la atención la falta de cartelería e información sobre aspectos ambientales (flora, fauna, historia, etc.) aparentemente les interesa el lugar como destino playero a pesar del enorme potencial biológico.
Los alojamientos ofrecían carpas, provistas o propias y hamacas que estaban colgadas debajo de una especie de tinglado a 1 mt. entre cada una.
En las caminatas pudimos ver ardillas, una culebra verde muy linda, muchas aves (jotes, oropéndolas, maría mulata, águilas, cara cara, pelícanos, fragatas, gaviotín, garzas) mono aullador y mono maicero y lagartijas de varias especies. También otras aves muy llamativas y coloridas que no pudimos identificar con seguridad.
Poder tener la oportunidad de escuchar el profundo sonido de los monos aulladores en la selva y luego observarlos en su estado natural es inolvidable.
Desde allí volvimos caminando hasta el parqueadero por el sendero de los caballos que es más corto y silvestre para dirigirnos al Camping Castilletes.
Allí no hay tanta gente ya que las playas son más peligrosas y por lo tanto fue un lugar mucho más tranquilo en cuanto a la gente. Nos alojamos por el mismo precio que el anterior en una habitación muy amplia con baño privado y desayuno. Había que bañarse con el oleaje y salir ya que la pendiente y las olas eran fuertes y te arrastraban.
Allí aprendí a elegir cocos y pelarlos, tomar el agua y comer su rica pulpa. Conocimos una lagartija exótica que es chiquita de color marrón claro que emite un silbido similar a un ave y vive entre los techos alimentándose de insectos por lo que es muy cuidada. Visitamos la desembocadura del río Piedras (1 ½ horas desde Castilletes) sobre el mar generando unos movimientos de agua y resacas muy originales ya que llega con fuerte correntada de manera paralela a la costa y se mezcla en pocos metros.